Look forward [privado]

No había nada. Solo un pasillo largo, interminable, tan brillante que podía enceguecer fácilmente. Las tinieblas densas y oscuras cubrían todo a su paso, a excepción de aquel corredor que apuntaba a una sola dirección; una luz mucho más brillante. Se sentía inquieta, abrumada, incapaz de soltar esa pesada carga que llevaba en sus hombros. Al atravesar el corredor, la intensa luz la cegó. Se vio en la habitación de alguien, en la universidad. Tardó algunos instantes en reaccionar.

Giró su vista, observando con detalle todo a su alrededor. Todo dentro de la habitación lucía ajeno pero con esa calidez que anteriormente había sentido. No logró descifrar en donde estaba hasta que al final de la cama, alguien se encontraba con la vista en el suelo. El cabello oscuro de aquella persona le hizo sonreír, como si estuviera viendo a una persona querida.

Conforme se fue acercando, los recuerdos la asaltaron; las risas, las botellas de alcohol, el sexo desenfrenado, las drogas que consumió y al final, aquella sensación de derrota que terminó por arrancarle todo deseo de vivir y de luchar. Las pesadillas y el constante miedo la hicieron caer presa de un callejón sin salida, en una trampa mortal que no se molestó en evadir. Se movió abruptamente, al recibir aquellos flashazos en su mente hasta que por fin se dio cuenta. Se miró las manos y el resto de su cuerpo, las señales de la muerte las poseía en todo el cuerpo. Comprendió que aquella noche en navidad, su vida había terminado. Fue una tonta por haber creído que con eso terminaría con su dolor, una ilusa por pensar que todo finalizaría con su muerte.

Al acercarse más a aquella persona, los rizos del cabello lo descubrieron. Estaba en la habitación de Marcellus Lovecraft.

- ¿Marcellus? -

Intentó tomarle el hombro, parecía que no había tenido un buen día. Y verlo así le hizo sentir terriblemente culpable. Ojalá supiera que a pesar de sus equivocaciones, aprendió a amarlo.

Todo estaba mal, ni siquiera sabía hasta qué punto, pero la forma en que Adrien y Mina estaban actuando solo le decía que había más piedras en el camino, a veces se preguntaba que había hecho para merecer todo aquello, si había sido algún juego cósmico de mal gusto o simplemente era parte de la maldición de su sangre que se empeñara en entregar el corazón a personas que de una u otra forma no podían corresponderle con la misma dedicación que él les daba.
 
Aquella noche se había agotado pensando en ello, en la supuesta muerte de Adrien, en el embarazo de Mina, en las posibilidades que todo aquello presentaba. Existía la probabilidad de que él fuera el padre de esos niños, también debía estar feliz porque Adrien no estaba realmente muerto, pero le costaba ver lo bueno de ambas cosas, no cuando Mina había dejado muy claro que no iría contra la alegría de Jesse y Adrien remarcando en sus acciones que Julisa estaba presente en todo lo que hacía.
 
Al final, quizá era su culpa por entregarse a personas que ya habían amado a otros.
 
Estaba soñando, eran los pasillos de la universidad, parecía tener un brillo distintivo de un día hermoso, uno que recordaba pero no estaba seguro si realmente había vivido. Por las ventanas del aula podía ver los pasillos y ahí estaba ella, caminando como la recordaba. Marcellus salió del aula, siguiendo la figura de alguien a quien había amado y justo cuando creía que podía alcanzarla, el aire le faltó y no pudo tocarla.
 
"¡Laise!" dijo mientras corría, pero no por más rápido que iba no podía alcanzarla, hasta que ella dobló en una esquina y se perdió de su vista, "¡Laise!"
 
Tomó aire, despertando con los ojos nublados, sintiendo frío a pesar de lo cálido de la habitación, parpadeando el sueño fuera de sus ojos, su visión estaba borrosa, pero el aura de alguien estaba cerca y se incorporó en la cama despacio, no era la primera vez que veía ese brillo sobrenatural, había más fantasma de los que mencionaba viviendo en la mansión, pero este…
 
"Eres tú…" dijo sintiendo que la voz se le iba a quebrar, porque no sabía si seguía soñando o finalmente había terminado de perder los rastros de cordura a los que tanto se aferraba, "Laise…" 

Levantó una mano para tocarla, estaba tan fría que parecía que se iba a romper en cualquier momento  y si esto no era más que un producto de su imaginación, no quería que desapareciera.

Sonrió al instante de verlo, pero su sonrisa fue disminuida. Algo andaba mal, lo sentía y lo podía constatar en los ojos de Marcellus, lucían cansados y demasiado tristes, como si una pesada sombra estuviera anclada en sus hombros. La pesadumbre habitaba dentro de su dormitorio. Quería abrazarlo fuerte, estrecharlo en sus brazos, tratar de minimizar el dolor que ella misma provocó, decirle que lo extrañaba y que si, lo amaba pero todo aquello se quedó en su garganta al escuchar su agitada voz y el sudor en su frente. Levantó su mano y se acercó lentamente, etérea y ligera como el viento. Ansiaba tocar su rostro, hacerle saber que siempre estaría ahí.

- Soy yo Marcellus. Ha pasado tiempo-

Caminó hacia el para sentarse a su lado, lucía terrible y eso le causó gran malestar. Pensaba en que era por su culpa, por haber decidido dejar de luchar, por haber salido tan abruptamente de su vida. Estaba consciente de que tarde o temprano iba a reclamarse por haberse ido así y esperaba con toda sinceridad, tener el valor de responderle.

- ¿Qué te has hecho? Luces terrible -

Algo la había impulsado a caminar sobre ese callejón, algo que no al alcanzaba a comprender. Pero le alegraba, estar junto a Marcellus le traía cierta paz que no había sentido desde hace mucho tiempo. Su cabello lucía largo y quiso revolverlo con su mano y pretender que nada había pasado. La culpa volvió a atacarla, necesitaba que la perdonara para poderse perdonar a si misma.

- Me haces falta. Demasiada -

Como quería abrazarla, sentir su calor como antes, en aquellas tardes en las que se quedaba dormido apoyando su cabeza en sus piernas mientras ella leía, cuando parecía que la vida volvía a ser tranquila para todos, había durado poco, había sido como un sueño, pero era algo que atesoraba en su memoria, aquellas imágenes de Laise donde estaban felices.
 
"Creo que estoy maldito," le dijo con toda honestidad, sonriendo con tristeza, "Todos aquellos a los que amo se quiebran y no puedo hacer nada para evitarlo."
 
Levantó una mano, haciendo paralelo con la suya, etérea en la fría temperatura de la habitación. La miró a los ojos, sintiendo que se le llenaban de lágrimas, realmente estaba ahí, como prueba intangible de que se había ido del mundo de los vivos para siempre.
 
"Te extraño demasiado," le dijo entonces, apretando la mandíbula antes de parpadear para mantener las lágrimas a raya, "Perdóname, no pude hacer nada para salvarte."
 
Y se refería a más de un sentido. Aun no podían destruir la secta, no había confesado lo que Adrien le hizo, creyó que amarla podría ser suficiente para borrar ese dolor, esa memoria que le habían robado, pensó que era mejor así, que no recordaba cuanto había sufrido. Creyó que el lienzo estaba en blanco y podían pintar una nueva y más agradable imagen en él.
 
"No sabes cuánto lo siento," apretó las manos, bajando la cabeza, se sentía realmente terrible, "De haber sabido… de haber sabido lo que pasaría no te hubiera dejado solo ni un segundo… no puedo creer que te haya perdido." 

Creer quizá no era la palabra correcta, porque si lo creía. Aceptar lo que había pasado era aquello con lo que no podía cargar, lo que seguía negando, era la razón por la cual al ver la fotografía de Laise que tenía en la cómoda de su recamara, seguía pensando que él día de mañana podría verla, como antes.

Lo veía terriblemente mal, jamás creyó que su ausencia le hubiera afectado tanto. De haber podido, se hubiera roto a llorar en su hombro, lo veía frágil, dolido y sumamente decepcionado. Ese no era el Marcellus que recordaba. La impotencia que aun lograba sentir solo era comparada con el amor que todavía sentía por él. Sus disculpas le provocaron un inmenso hoyo en el estómago y un nudo en la garganta. Negó al escucharlo y se acercó para ponerle un dedo en la boca. Casi podía tocarlo, si tan solo pudiera hacerlo.

- No, no, no. No digas tonterías, solo tienes mal tino. - dijo tratando de sonar divertida. Negó con la cabeza y se odió por haber ocasionado toda esa horda de sentimientos negativos en Marcellus: La culpa, la impotencia, la ira. Era él quién debía perdonarla y no al revés.

- No tengo nada que perdonarte. Eres tú quién debería hacerlo
, fui muy egoísta, no pensé en el dolor que con mi imprudencia y mi irresponsabilidad iba a causarles a Lucian, a mi madre...a ti. Por favor, perdóname- Intentó tomar su pierna para que su vista fuera encontrada por la suya. Ahora ya sabía la razón de su presencia en esa habitación que le resultaba desconocida, necesitaba liberar la carga que reposaba en los hombros del heredero Lovecraft.

- No habrías podido evitarlo. Tarde o temprano iba a suceder, Marcellus. Solo era cuestión de tiempo. Pero necesito que me escuches, debes dejar de culparte, fue mi decisión meterme toda esa porquería, nadie me coaccionó. No tuviste nada que ver en ello...mírame- Habló con firmeza y calidez. Detestaba verlo tan derrotado, desearía poder evitarle todo ese sufrimiento, verlo sonriente, feliz como cuando eran chicos y creían que la vida lea depararía la grandeza como los más grandes legeremagos de América.

- Debes dejar a Adrien. Él solo te hará daño, justo como me lo hizo a mi...y no puedo permitir que lo siga haciendo, no a ti. Hablaba muy en serio y le dolía tener que hacerlo. También había amado a Adrien Morgan de una forma tóxica, extraña...dependiente. Flashazos de lo ocurrido aquella noche la hicieron horrorizarse, si en vida no había podido proteger a Marcellus, necesitaba saberlo bien. Había sido el único que mostró sinceridad ante ella desde un inicio. Recordaba con nostalgia las veces en las que iban al teatro, o sus sesiones de legeremancia, antes de que todo se tornara complicado.

-Aléjate, Marcellus. Mi mente fue trastocada por él, me hizo horrores impensables, revolvió mi mente...me hizo amarlo de una forma que yo no estaba dispuesta a dar, me hizo estar atada a él en más de un sentido. Arrancó pedazo a pedazo partes de mi alma...no quiero que te haga lo mismo. No podría soportarlo. Quiero que estés bien, que seas feliz. Que olvides todo, no lo necesitas...no conviertas a Adrien en lo que Thomas significó para mi; una obsesión. -

Se rió pero el sonido era amargo, parpadeó y algunas lágrimas finalmente le ganaron la batalla, pero estaba sonriendo por verla, aunque no pudiera tocarla. Realmente estaba ahí y aunque su figura era un doloroso recordatorio de que le había perdido, al menos ahora tenía la oportunidad de hablar con ella una vez más. Su mal tino con sus relaciones amorosas lo hizo reír, era cierto que le habían hecho daño ya muchas veces, pero él mismo tenía gran parte de la culpa en todo aquello, después de todo una relación no es unilateral.
 
"No tiene caso que te mienta," le dijo entonces. "Realmente me dolió que te fueras, me culpé durante mucho tiempo y llegó un punto en que estaba tan enfadado contigo que no quería recordar nada de lo que habíamos compartido, estaba tan… no sé cómo explicarlo, realmente me hubiera gustado que no te hubieras rendido."
 
Suspiró, profundo y cansado, "Pero… ¿cómo no podría perdonarte?" le sonrió, aunque estaba triste, "No puedo guardarte rencor, menos ahora que no te has ido, te extraño demasiado, no puedo odiarte."
 
Frunció el cejo, escuchando sus palabras, queriendo interrumpirla más de una vez pero las palabras se quedaron en su garganta porque no podía negar nada de lo que le había dicho. Adrien le había hecho mucho daño a Laise, él lo sabía, no sólo porque lo había visto en su memoria, el mismo Adrien se lo había dicho en un arranque de ira y ahora Laise hablando sobre ello era un golpe que no esperaba.
 
"Yo…" se lamió los labios, sintiendo una opresión en el pecho, "No sé cómo hacerlo."
 
Quizá eso era lo que más le dolía, que Laise tenía razón. Adrien le estaba haciendo daño, pero Marcellus no quería dejarlo porque no lo quería ver caer en un abismo del que no podría regresar, pero cada vez que una de sus palabras o acciones le herían, sentía que poco a poco se iba a romper y un día no podría volver a unir las piezas. 

Ya había perdido a Laise, a Mina estaba muy cerca de perderla por completo, si perdía a Adrien también, no creía ser capaz de recuperarse.

Verlo derramar lágrimas de esa forma, le hizo sentir sumamente miserable. Aún no alcanzaba a comprender cuánto daño le había hecho. Hizo el amago de hablarle, pero prefirió mantenerse callada. No tenía palabras suficientes para hacerlo sentir mejor. Era demasiado duro verlo así. Escuchó con atención y lo dicho se le clavó profundamente dentro de sí, como afiladas dagas. No estaba preparada para que le doliera de esa forma, era más de lo que podía manejar.

- Decepcionado...esa es la palabra que buscas- Se acercó un poco más, dejando que su figura etérea y espectral brillo se impusieran en su habitación. A ella también le hubiese gustado no rendirse, seguir luchando, seguir de pie, no dejarse doblegar, pero ya no poseía fuerza alguna, ya había dado todo de sí y no había logrado nada con ello. Decidió a consciencia que esa noche iba a ser la última llena de excesos, lamentablemente se le fue de las manos.

- Te herí profundamente, no sé si me alcance la eternidad para perdonarme por haberlo hecho y por no decirte mientras estaba viva cuanto te he amado...por que lo hice, aún lo hago...Te amo, Marcellus y no tienes idea de lo idiota que me siento por haber esperado tanto tiempo para decírtelo- Quería que la mirada a los ojos y que pudiera constatar que estaba siendo honesta. Por una razón había vuelto, por una razón se encontraba con él. Marcellus Lovecraft era su asunto pendiente y hasta no verlo realizado, podría irse en paz. No iba a permitir que aquel pilar lleno de fortaleza que era el heredero Lovecraft para ella, se derrumbara.

- Morgan es un bastardo. No le importa utilizar a las personas a su beneficio, nos ve como piezas de ajedrez; una vez concluido su movimiento, nos desecha...Lo hizo conmigo, me hizo sentir la basura más grande, una escoria, tanto que no tenia a quien mas recurrir mas que a él...hasta que regresaste de tu viaje.-

Le sonrió, herido pero al mismo tiempo con una calma que tanto había buscado, su declaración de amor le daba algo de esperanza de que, a pesar de no haber podido evitar que ella se rindiera, al menos lo que sentía había llegado a ella en algún momento. Aligeraba un poco la culpa que sentía por no haber podido evitar que muriera, quizá al final podría aceptar, de forma real, que no había nada que él hubiese podido hacer al respecto.
 
"Un poco," le dijo entonces, tratando de sonreír, "Pero ahora… al menos ahora puedes tener algo de paz."
 
No sabía que él era el asunto pendiente de Laise, no lo creía posible o mejor dicho la idea no había cruzado por su mente, había visto los fantasmas de sus familiares rondando por la mansión desde que era un niño, algunos parecía haber hecho de su no-vida lo que no hicieron entre los vivos, para él la muerte y lo que veía después seguía siendo un misterio.
 
 Cerró los ojos mientras la escuchaba hablar de Adrien, de todas las duras verdades que le estaba diciendo y que él estaba consciente de que era la realidad. Quizá era porque Adrien había dado demasiado por él que no lo creía capaz de usarlo y después descartarlo, pero lo había visto hacerlo con otros.
 
"¿Sería muy ingenuo de mi parte decirte que él no haría eso conmigo?" le dijo, había un triste humor en sus palabras y se respondió su propio pregunta antes de que ella lo hiciera, "Claro, demasiado ingenuo."
 
No creía que Adrien fuera a lanzarle maldiciones, desfragmentar su mente y dejarlo como una sombra de su propio ser. Marcellus parecía luchar contra corriente cuando él se trataba, Adrien parecía querer ahogarse y Marcellus estaba siendo llevado bajo el agua en el proceso, por su propia terquedad, más de una vez Adrien le había dicho que no le quería hacer daño y Marcellus le quería, una y otra vez, hasta ese punto.
 
No decirle que estaba con vida, dejarlo creer que había muerto de aquella forma tan horrible, había sido "por protegerlo" y aun no sabía cómo sentirse al respecto. 

"No quiero que lo maten."

Después de escucharlo hablar tan lleno de dolor, Laise se mantuvo en completo silencio, valorando mentalmente si lo que le había dicho estaba bien. No quería verlo sufrir, ya había bastado con lo que propiamente cargaba al ser un Lovecraft, con el abandono de Darcy, Mina y ahora esto con Morgan. Sopesaba sus propias palabras y cada segundo que pasaba creía que había sido demasiado dura con él. Cuando mencionó en broma que sería ingenuo pensar que Adrien pudiera tomar represalias contra él, solo pudo bajar la cabeza y clavar su mirada en el piso. Si alguien sabía de lo que Adrien Morgan era capaz de hacer, era precisamente ella. Por caer en sus manos, fue castigada terriblemente por Auberon y Lucienne Wardwell aquella noche de luna llena. Parte de su alma quedó fragmentada y su mente también, lamentablemente la muerte no había podido devolverle esos recuerdos que perdió desde ese entonces.
- Y yo no quiero que te maten a ti. Adrien está metido en algo y tengo la impresión de qué sabes de que hablo. Quizá no era una buena idea después de todo, averiguar que había pasado con ella, quizá no era buena idea enterarse que incluso Adrien había borrado recuerdos en su mente, despojándola una vez más de pedazos de su identidad. Sin mencionar que él había sido el principal culpable de que ella tuviera esas pesadillas día con día.

- Tú...¿Lo sabes, cierto? Sabes que fue lo que ocurrió conmigo...dime la verdad, Marcellus -

Se movió sobre la cama, recargándose contra el respaldo, no sabía cómo contestarle a Laise o si era buena idea hacerlo para empezar. Lo hecho, hecho estaba, ella ya había pasado al otro mundo mientras Marcellus seguía en este, cargando con verdades, guardando secretos, algunos mejor que otros.

"No sé qué va a pasar conmigo," le dijo con sinceridad, "En teoría, no tiene ningún motivo para tratar de hacerme daño, menos ahora que Adrien está… que mi presencia su lado ya no es un problema, por decirlo de alguna forma."

No podía decirle sobre la farsa de la muerte de Adrien y todo lo que conllevaba, Marcellus no sabía cómo funcionaba el otro mundo, no realmente, pero estaba seguro que al menos ella podía llegar a notar si Adrien estaba en el mismo plano que ella, y no era el caso.

Levantó la vista, notándose algo avergonzado, "Se lo que está ocurriendo," le confirmó entonces, "Se mas de lo que es conveniente para algunos."

Sus habilidades habían sido importantes para el punto en el que ahora se encontraban, el saber la verdad por parte de Mina y Adrien había sido clave para la información que le dio a Jesse, se dispuso a ser el medio por el cual podían crear una tangente en aquellos juramentos inquebrantables, comunicarse sin literalmente morir en el intento, había sido un riesgo pero ni siquiera lo consideró en su momento, no cuando su persona estaba tan invertida en aquel asunto como los demás.

Quizá lo que más le molestaba era que saber hechos y verdades no le había ayudado a prevenir sus errores.

"Creo que ya es tarde para mi."

Lo escuchaba con atención y algo de todo aquello no terminaba de cuadrarle, Adrien no era esa clase de tipo que "dejaba" todo por la paz, algún as en la manga debía tener, se atrevía a pensar en que lo conocía mejor que nadie pero no era el momento de hacer sentir pésimo a Marcellus, no mucho más de lo que ya se sentía. 

-Solo tómate las cosas con calma ¿sí? vete con cuidado- lo dijo de todo corazón. Solo quería lo mejor para Marcellus, a pesar de que solo se quedaba en buenos deseos, tenía la esperanza que si ella se lo decía, no haría oídos sordos y en realidad no fuera por la vida así, confiando en todo el mundo, poniendose en riego irresponsablemente. Levantó la vista cuando lo escuchó decir que sabía que ocurría, Laise asintió y se alejó un poco. Le diría toda la verdad, era lo menos que merecía. 

-Si es así, entonces ¿por qué no me dices qué ocurre? - lo miró con una sonrisa apenas visible en los labios, luego esa frase derrotista la hizo perder los estribos. Se levantó y lo encaró, logrando que todo el ambiente a su alrededor fuese mucho más frío que de costumbre. 

-¡Jamás vuelvas a decir eso Jair! ¿Me escuchaste? ¡Jamás!. No es tarde para ti, tienes que estar de pie, luchar, seguir y salir de la porquería en la que estás metido, ¡eres un Lovecraft, por todos los cielos! Tú familia no te va a dejar que claudiques así, YO no voy a dejar que lo hagas, así tenga que perseguirte por toda la eternidad-