What if i told you Ferdynand....

Adrien se había asentado directamente en la casa de su prima Pearl, no lo odiaba pero tampoco estaba completamente cómodo con sus familiares. Jamás había sido muy cercano con ellos por la rivalidad entre su tía y su padre, sin embargo ahora esa familia le estaba mostrando mas apoyo que los cercanos a él, era triste pero verdadero.

Le había pedido un lugar especial para trabajar, era un estudio privado que había convertido en un lugar de trabajo completo, con libros, hechizos de seguridad, todo, absolutamente todo, incluso tenía un dummy en el cual practicar los hechizos, pero nunca era suficiente, nunca podría saber si funcionaban a menos que los probara directamente con alguien que supiera las maldiciones y Wilhelmina no sabía todas las maldiciones que él si y él no sabía todas las maldiciones que Wilhelmina si... esto estaba llegando a un punto que lo tenía frustrado.

Revisaba una y otra vez la lista de lo que estaba haciendo cuando Pearl tocó la puerta para avisarle que alguien estaba ahí y que lo buscaba, lo hacía por que sabía que lo que estaba haciendo Adrien no era cualquier cosa y aun que fuera quién fuera tenían que tener cuidado. Le sorprendió por que nadie iba allá más que Mina, Jesse o Marcellus a ver a los bebés, dejó que pasara y se sorprendió al ver a Ferdynand, aun que curiosamente no tuvo que levantar la mirada del libo que tenía en las manos para saber que era él.

¿Que necesitas de mi? - Fue directo y conciso, no lo conocía pero Adrien no era una persona que pareciera querer perder el tiempo fácilmente en socializar con otros miembros de la revolución, se había notado desde el primer momento.

Últimamente el movimiento que se veía entre los revolucionarios era de locos, un ir y venir que no se terminaba y que parecía demasiado entusiasmado, para bien. Ferdynand sabía que los movimientos finales estaban cerca y los que se habían quedado luego de saber la verdad, no tenían miedo, aunque lo supieran también. Estaban confiados, ansiosos, querían aprender, mejorar.

Ferdynand no era la excepción, pero por lo general dejaba que fueran los otros los que acapararan a Wilhelmina, y él se limitaba a observar cómo iban mejorando en cierto tipo de magia básica, y algunos otros, los más capaces, en otro tipo de magia. Aquella tarde decidió ir a la casa segura de Adrien y Wilhelmina para ver personalmente al primero.

-¿Ya no te acuerdas de mi?

Fue lo único que le dijo a Pearlie Burroughs pero ella apenas y le dirigió la palabra para ir directo a donde su primo. La recordaba tímida en las fiestas de Per Alechinsky, su otro primo, de las que se iba temprano cuando se empezaba a hablar de la KAU, de revoluciones y secretismos. Y ahora ahí, resguardando a dos claves de la nueva revolución, quién lo hubiera dicho.

-Necesito que me enseñes algunas cosas personalmente. Wilhelmina está demasiado ocupada y no quiero quitarle más el tiempo. Así que vine aquí para darte un entorno seguro y que me enseñes todo lo que debo aprender, porque estaré siempre en el frente y no puedo ir desarmado, ¿cierto?

Se había sentado en una especie de butaca antigua que había frente a donde estaba Adrien, con desparpajo y esa aura de siempre ser demasiado seguro de sí mismo.

-Y a que me digas qué hizo el nodo por ti, exactamente. No es porque me guste enterarme de la vida de los demás pero...con Wilhelmina siento una conexión, pero contigo esa conexión es jodidamente diferente, como si también te hubiera arreglado algo, a mi la muerte...¿a ti? Es por cuestiones de investigación nada más, aún intento entender qué pasa conmigo.

Adrien no supo si se refería a él o a Pearlie en la habitación, de igual manera ninguno de los dos contesto y su prima solamente se fue y ya. El siguió con lo que estaba haciendo como si no le prestara atención al sujeto, dejaba papeles, ponía otros, tomaba una pluma y tachaba apuntes y sobre escribía. Parecía concentrado en muchas cosas a la vez pero aun así se dio el tiempo de responderle entre que acomodaba unos papeles y hacía flotar un libro de un estante hasta el escritorio.

Si no tienes lo que se necesita tal vez no debas estar al frente después de todo.- Le dijo como si fuera la respuesta más simple de todo y sin quitar la vista de los libros. No quería decirle a Ferdynand que era un inútil ni tampoco pegar en su ego, pero tenía que entender que no podía perder su tiempo con cualquiera. Él se lo había dicho a Wilhelmina, que la magia no era para todos y que no iba a permitir que cualquier don nadie se apoderara de los hechizos que habían estado por generaciones en su familia, hechizos malignos por supuesto, pero magia muy antigua después de todo y no podía permitir que cualquiera la dominara, más cuando podía usarse de malas maneras como los Venerables habían hecho. Podía ser un arrogante de mierda con todo eso, pero esa era su forma de ser natural y de toda la vida.

Iba a decirle a Ferdynand que si no podía ayudarlo en nada más que por favor no le quitara el tiempo pero la pregunta del nodo realmente lo intrigó, al menos lo suficiente como para poder levantar la mirada del libro y observarlo, incluso se quitó los lentes intrigado.

¿Como pudiste encontrar el nodo mágico? Explícame eso y después tal vez te diga que fue lo que sucedió, ese nodo mágico es la raíz de muchos de nuestros problemas, no se si Wilhelmina te lo ha dicho ya.

Lo que le salió a Ferdynand con ese juicio tan apresurado por parte de Adrien fue una risa. No una risa burlona, ni de autosuficiencia, sino una llana risa porque pocas veces se encontraba con gente así. Pero nunca había sido impaciente, ni colérico, así que no se ofendió de buenas a primeras.

-Bueno, podrías hacerme un examen si quieres, pero la idea es apresurar las cosas y no entorpecerlas, pequeño soberbio.

Tamborileó con los dedos sobre el sillón y lanzó algo parecido a un suspiro cansado. Miró a su alrededor un segundo antes de volver a mirar a Adrien fijamente. No parecía haberlo querido insultar realmente con aquello de “pequeño soberbio”, y tampoco le sorprendía que hubiera gente que tuviera un alto concepto de ellos mismos. Su propio mentor solía decir “todos son estúpidos hasta que demuestren lo contrario”.

No le importaba hablar del nodo, tampoco, aunque no solía hacerlo con cualquiera que le preguntara. A algunos se los contaba, a algunos se los decía a medias, y a otros solo les dedicaba una misteriosa sonrisa.

-Hemos hablado, pero ya sabes, siempre es a medias. Sin Lovecraft como traductor es realmente difícil hablar con ella y bueno, no siempre se puede tener ese recurso. Yo no encontré el nodo, el nodo me encontró a mi. La verdad es que lo que pasó es menos emocionante de lo que la gente piensa. Una profesora de Brigantia tuvo una visión, en sueños, se levantó de su cama sonámbula, la encontré, me guió a las grutas y entonces…pasó. Era como si estuviera esperándonos. Así que no sé, si simplemente es una fuerza mágica que juega con nosotros, o si hay algo más.

Si Ferdynand pensaba que Adrien era uno de esos sujetos que se enojaban fácilmente, también estaba equivocado. Al menos eso había sido una de las cosas que el nodo había arreglado, su ira, temor, rencor, había arreglado muchas piezas de su mente que habían sido destruidas por culpa de los venerables. Por eso y por la nueva actitud que tenía, la forma en la que lo llamó soberbio le hizo reír, tampoco estaba acostumbrado a que alguien se lo dijera así nada más, que era un soberbio, las personas usualmente se referían a él diferente, con temor o básicamente.

No soy bueno para enseñar hechizos, esa es la verdad de todo - Se veía un poco más relajado luego de esa "broma", dejó de lado los libros y caminó hasta el otro lado del escritorio para quedar frente a Ferdynand.

Adrien sabía que Marcellus era una pieza clave en esa revolución, pero detestaba tener que estar atado a ese maldito juramento inquebrantable (literalmente maldito) y estaba buscando la forma de deshacerlo, eso claro que estaba entre la mil lista de pendientes que tenía consigo.

Yo tampoco puedo decirte mucho si te soy sincero. Parte de lo que el nodo arregló de mi tiene que ver con ello. ¿Has sentido alguna vez que no perteneces a la piel que habitas? Básicamente eso fue lo que arreglaron en mi, no podría explicártelo directamente en realidad.

Se quitó los lentes y los colgó en el bolsillo de su camisa, podía tomarse diez minutos, solo diez minutos y ver que era lo que podía hacer con él.

¿Cual es tu fuerte? ¿Que tipo de magia es la que se te da mejor? Yo soy un medimago, no podría decirte que soy el mejor peleando con la varita - A excepción de las maldiciones de la secta, pero esas eran diferentes.

-Pensé que eras bueno en todo.

Bromeó aunque era agradable ver que la gente, cualquiera que fuese supiera admitir de qué lado flaqueaban, especialmente los que se veían tan perfectos como Adrien Morgan. Él también detestaba que tanto él como Mina estuvieran atados a ese juramento inquebrantable, no poder hablar como se deseaba era algo que afectaba mucho cualquier cosa que se hiciera.

-Eso sentía yo al principio, más bien. A lo mejor era porque estaba muy acostumbrado a mi estado ectoplasmático. Después me fui acostumbrando pero las cosas ya no volvieron a ser las mismas, todo ha cambiado desde entonces.

Palmeó los brazos de la butaca un par de veces y se levantó para dar un par de vueltas en la habitación. Siempre había sido mejor en la teoría que en la práctica, aunque se había dedicado en Brigantia a estudiar Artes Oscuras en parejo con la Historia de la Magia.

-Al principio quería ser medimago así que me concentré en hechizos de curación, pero descubrí que realmente eso no era lo mío y  me cambié de carrera, y al final me especialicé no solo en historia, sino en magia oscura…claro “magia oscura”, ahora le pongo comillas porque sé que al final nada es tan oscuro como ustedes. Así que digamos que…maldiciones.

Lo miró fijamente, él no estaba esperando que le enseñara cosas básicas. Quería poder ser capaz de combatir fuego con fuego y sabía que podía dominarlo. Se le quedó mirando fijamente, esperado una respuesta satisfactoria, él también tenía demasiadas cosas que hacer como para perder el tiempo.

La medimagia no es una carrera para todos, yo soy medimago con dos especialidades mágicas, pero no me pidas que lance un expelliarmus, terminaría muy mal - Exageraba, aun que servía para aclarar su punto. El era bueno lanzando maldiciones de sangre por que así le habían entrenado y entre los Venerables o servías o no, él se había encargado siempre de hacer todo lo que su padre quería, incluso ser un asesino. Claro que no se notaba, no tenía el perfil en realidad, Adrien lucía como un hombre normal, tal vez un poco soberbio si, pero no como un asesino.

Adrien no podía decirles los alcances de su magia ni mucho menos, ni siquiera hacer mención a ellos o responder lo que él le decía. Lo que hizo en cambio fue llevarse las manos a la cintura y ponerse frente a Ferdynand un poco más intrigado.  Necesitaba alguien para practicar los contra hechizos, pero para eso primero necesitaba enseñarle una de las maldiciones.

¿No tienes miedo? Puedo enseñarte hechizos horribles, si crees que lo que le sucedió a ese joven en el ataque fue horrible, no estas si quiera cerca.  Pero puedo enseñarte y puede servirme justamente para lo que estoy haciendo en estos momentos, eso si puedo decírtelo, estoy buscando la manera de deshacer esos hechizos, de salvarle la vida a ese hombre y también de salvarnosla a nosotros.  ¿Tienes tu varita contigo o solamente viniste a charlar?  por que eso lo podíamos haber hecho en otro lugar.

Adrien había sacado su varita, tenía una empuñadura plateada y era todo lo elegante y costosa como podía ser la varita de un hombre pudiente. La diferencia es que Adrien se había ganado ese dinero, no lo había tomado de sus padres, su apellido había ayudado y sus influencias, pero era dinero suyo a fin de cuentas.

-Vine a hablar de “negocios”, ir contigo a otro lugar no me incitaría precisamente a charlar.

Varios en Estados Unidos ya le habían hecho ver que su estilo era demasiado agresivo. Pero así era siempre con todo el mundo apenas encontrara la más mínima oportunidad, aunque últimamente parecía ser más reservado cuando se trataba de todo eso precisamente porque en ese país todo se lo tomaban muy a pecho. Notó la empuñadora de su varita y no pudo evitar un connato de risa, era otra cosa que tenían los americanos, sus opulentas costumbres.

-No te interesa ganarte la confianza de nadie, ¿verdad? Te importa mostrarte orgulloso de quién eres.

Él también sacó su varita, que realmente era solo el pedazo de madera que Ollivander’s le había vendido hacía un tiempo. Y ni siquiera era la varita original,  pues esa la habían incinerado junto con su primer cuerpo. Era la que había comprado luego de volver.  Pensó en Joe, en cómo estaba pasando una vida torturante, en sus heridas que realmente nunca cerraban y encima que estaba en la cárcel. Quizá por eso Pearlie prefiriera fingir que ni lo conocía, para no terminar preguntándole por él.

-No tengo miedo, ¿qué más podría pasar? Si volviera a morir, Wilhelmina y tú sabrían cómo traerme de vuelta de la muerte, ¿no? Yo sé que sí, confío en ustedes plenamente. Ya sé lo que ella y tú están haciendo, lo de los contrahechizos, así que con mayor razón debemos apurar esta situación. Y si no es conmigo, ¿con quién más, Morgan? Sé que quieres.

Sabía exactamente lo que estaba diciendo y las razones por las que las decía, Adrien siempre había sido un descarado completamente y ahora que no se sentía atado en las garras de la venganza pues no perdía nada con relajarse un rato y al mismo tiempo aprovechar para seguir adelante.

¿Por qué otro lugar? Todos los lugares parecen tan buenos como este, pero podemos hablarlo después, por supuesto. Veo que eres un hombre comprometido con la causa, vamos a ver si después de lo que vez y experimentas, sigues siéndolo.

No iba tampoco a ser tan severo, lo necesitaba y eso era básico, no iba a dañarlo más de lo necesario con motivos educativos. Él alzó la varita y le hizo una seña para que se pusiera de pie, claro que era un hombre orgulloso de lo que era, de quién era y de lo que había logrado, jamás iba a negar nada, ni siquiera sus raíces por más dañadas que fueran.

¿Sabes? Mis familiares eran de los pocos puristas en norte América, eran retrogradas sin sentido, si sabes de mi, supongo que sabes sobre ellos. ¿No me tienes miedo en verdad? - Se acercó a él con la varita aun en mano, le hubiese gustado explicarle lo que iba a suceder, pero no podía hacerlo muy bien por el juramento.

Voy a enseñarte una maldición, es la maldición del desollado, no es como la muerte seguramente, pero desearías estarlo, lo digo por experiencia propia. ¿Estás listo?

Ferdynand podía darse cuenta perfectamente de que Adrien era un tipo complicado, no quería ni imaginarse cómo había sido cuando el nodo aún no lo había ayudado. ¿A qué se refería con complicado? Que parecía encantarle humillar a la gente, o al menos intentarlo. Quizá fuera involuntario, quizá no, pero era obvio que su manera de manejarse socialmente radicaba en las armas que los demás le dejaban para hacerles ver que eran menos que él. Menos ricos, menos poderosos, menos valientes, menos lo que fuera. Supuso que era consecuencia directa de su educación altamente clasista orientada precisamente a esos conceptos, y que había cosas que ni siquiera una revolución entera podía barrer.

-Que no haya nacido en la cuna de oro correcta como para haber vivido en un sótano asesinando gente no significa que esté menos listo que tú para esta causa, ni menos comprometido. Mis circunstancias han sido diferentes, es todo. Y qué bueno, qué buena suerte la mía.

Acotó como para darle a entender dos cosas, que estaba comprometido hasta las últimas consecuencias y que no tenía miedo.

-Estás muy obsesionado con que la gente te tenga miedo, ¿verdad? Lamento decepcionarte. Me mató un tipo que tenía una cara horrenda, muy mal talante, purista como tu familia. Ver su cara como última cosa antes de morir…eso sí era terror. Ver la tuya, no suena tan mal…

Le sonrió a medias antes de acercarse a él en un rápido movimiento y plantarle un beso en los labios, sentido como si lo hubiera deseado toda la vida, aunque en realidad simplemente se había especializado en hacer sentir a los demás como si fueran el mismo aire que respiraba cuando se trataba de cualquier movimiento osado en ese terreno. Claro, hacerle eso a los tipos ahí había resultado en varios puñetazos asustados, le dieron ganas de decirle que se había dado cuenta de que en América seguro él daba más miedo que Adrien con esos besos arrebatados, como si profanara un templo sagrado en los cuerpos de los demás o algo así. Eran unos ridículos.

-Ok, eso fue para llevarme algo bueno antes de la tortura. Ahora sí estoy listo.

No lo estaba en lo absoluto, pero ¿qué podía decir? Se había prometido a si mismo llegar hasta donde fuera necesario.

Muy en el fondo Adrien no le decía eso por que quisiera infundir miedo aun que su apariencia así lo dijera, lo puntualizaba por que dentro de sí, él era quién tenía miedo de si mismo, de lo que podía hacer, de lo que había hecho.  Había matado indiscriminadamente, había torturado, había hecho muchas cosas de las que se arrepentía, pero ya era muy tarde para cambiarlo.  No hizo nada por cambiar el concepto que Ferdynand tenía de él, en realidad no le importaba, era un hombre cerrado con los otros, eso si se notaba.

El beso de Ferdynand no le llegó por sorpresa, podía sentir la conexión que había entre ambos y la tensión que se creaba entre ellos,  tal vez Ferdynand no lo esperaba pero Adrien le respondió el beso de manera profunda y necesitada, incluso lo tomó de la nuca por que necesitaba el contacto, aun que se separó de él de la misma manera en que Ferdynand lo había hecho, restandole importancia a la situación.

Tienes que saber que esperar a cada momento, ¿De acuerdo? Por eso lo hago - No podía decirle que los Venerables podían hacer esa maldición o cualquier otra en cuestión de segundos, cuando lo vieran vulnerable o no, burlando cualquier escudo, realmente rompiéndolos desde el alma, de una forma tramposa, traicionera. Esperó a que Ferdynand quisiera responderle algo, que se viera desprotegido o confiado y después le lanzó la maldición sin titubear ni un solo segundo. El rayo salió de su varita casi de manera experta y pegó directo hacia él,  la ropa estaba pegandosele al cuerpo, ardiendo como nada, fundiéndose con él.  Adrien no quería tampoco matarlo, pero tenía que conocer en verdad la potencia del hechizo así que no se detuvo, iba a seguir hasta ver los primeros pedazos  de piel caer sobre el suelo, hasta hacerlo sentir lo que era en verdad el dolor.

Al menos el tipo no había reaccionado como el resto del mundo y eso era mucho decir. Y de hecho sí se distrajo porque por lo general esas cosas le podían mucho y lo hacían pensar en demasiadas cosas a la vez, era como su gran debilidad en la vida. Cuando lo vio alzar la varita contra él como acto reflejo hizo lo mismo pero se recordó que tenía que dejarse, que no debía defenderse y que por el momento, aún no había aprendido bien por qué, que para eso estaban Mina y Adrien. Jesse ya le había contado algunas cosas, incluso le había confesado que le habían enseñado algunas maldiciones, y la sensación de que ese poder te carcomía por dentro, pero tenía que sentirlo, tenía que saberlo antes de aventurarse a todo eso.

Su primer impulso fue, cómo no, apretar más la varita como en el más puro instinto de supervivencia, aunque más bien parecía que intentara aferrarse a cualquier cosa en tanto comenzaba a ser presa de ese escandaloso dolor. Al principio fue como sentir una cruciatus, pero después la escala de dolor fue empeorando hasta límites indecibles. Apretó la mandíbula y miró a Adrien, primero con fiereza, como si lo retara, pero al final, era obvio, terminó sucumbiendo.

Soltó la varita en el suelo y se dio cuenta de lo vulnerable y lo débil que estaba quedando. No podía lanzar a la gente al ruedo así nada más, sin que supieran con precisión las defensas y los contrahechizos, no podía hacerles eso. Por eso tenían que ser pacientes, esperar, algunos no lo entendían, querían lanzarse al todo por el todo sin perder un segundo más, pero eso no era posible, no podían enfrentar a los venerables sin estar a su nivel. Eso era lo que Mina y Jesse le habían intentado hacer entender y ahora los comprendía por completo, en sus secretos, sus conspiraciones, su extrema cautela.

No supo en qué momento empezó a gritar, si fue en cuanto sintió que la piel se le despegaba de los brazos o antes. No quiso ver, cerró los ojos porque de pronto lo invadió el miedo demente de ver que bajo su piel como de mármol no había más que carne podrida, muerta, con tanto sabor a muerte como la sangre que a consciencia le había ofrecido a Harley, pero en realidad lo que había ahí era tan humano y vivo como lo de cualquier otro.

Cuando abrió los ojos de nuevo, miró a Adrien con los ojos inyectados en sangre, y en su mirada había cierta súplica, porque nadie, en ninguna circunstancia, podía aguantar algo parecido. Y si antes había estado comprometido con esa revolución, en esos momentos sintió el ardiente deseo de acabar a todos esos hijos de puta por completo, como nunca antes.

Adrien había aprendido que cuando lanzaba una maldición del sótano se convertía en una persona sin emociones, bloqueaba cualquier sentimiento de culpa que pudiera hacerle lanzar una maldición mal o menos potente. Sus ojos estaban puestos en Ferdynand y mientras él lo retaba con la mirada, lo que encontraba a cambio era solamente oscuridad infundida en los ojos del chico Morgan, una oscuridad que parecía salir desde su alma, que lo rodeaba completamente.

Él se recordaba a si mismo ser victima de la maldición, aun que en su caso había sido lanzada por el más poderoso de los venerables, quién definitivamente no se tentaba el corazón en lo absoluto y que se había aferrado a mantenerlo consciente para que pudiera sentir todas y cada una de las terminaciones nerviosas de su cuerpo arder como el infierno mismo. No recordaba nada que le hubiese dolido tanto, excepto tal vez cuando los elfos comenzaron a alimentarse con sus propios miembros, arrancarle la carne viva a tajadas y aun así, lo habían mantenido consciente para que lo sintiera y recordara todo, absolutamente todo.

Pero Ferdynand no era él y él jamás le haría algo tan horrendo, aun que le hubiese gustado, para que sintiera en verdad lo que podía pasar. Esperó a que Ferdynand, quién tenía una mejor suerte que él, quedara inconsciente sobre el piso en un charco de sangre para detener su hechizo.

Adrien no era un maldito, se tomó su tiempo para preparar una poción y luego se acercó a Ferdynand para levantarlo y entregársela. Las heridas iban a tardar en sanar, pero eso lo haría más rápido. Era su momento para probar el contra hechizo. Empezó a castear con su varita una serie de circulos en el pecho de Ferdynand mientras un halo de luz blanca/azul salía de ella, fue entrando en su piel y colocándose como un gel que iba extendiéndose hasta su rostro, sus brazos, sus piernas. Le creaba una sensación de tranquilidad, era un bálsamo contra el dolor que seguía latente (y seguiría en él por algunas horas más).

No te levantes tan rápido, este hechizo aun es de prueba, necesito reconstruirte la piel - Lo decía con seriedad, esas eran heridas graves, el mismo lo sabía.

Saber que a eso era a lo que muchos se iban a enfrentar si las cosas salían como pretendían, era muy difícil de asimilar. Todos estaban corriendo más riesgo de nunca y ni siquiera recordaba haberse sentido de ese modo en Inglaterra, o en alguna otra revuelta en alguna otra parte de Europa. Ni siquiera los mortífagos eran así de despiadados. O peor aún, no habían sido tan creativos. La creatividad en manos de gente peligrosa como esa le parecía desesperante, terrible. Perder la consciencia fue casi una bendición.

Cuando volvió en sí, ya no se sentía tan mal, pero el dolor continuaba siendo punzante, y aún tenía demasiadas zonas en carne viva, o así se sentía. Era como si la piel que tuviera contra su carne, la que empezaba a reconstruirse, no fuera en lo absoluto suya y entonces supo que, quizá, estaba entendiendo un poco más las palabras anteriores de Adrien y comenzó a estipular. ¿El accidente de coche en el que supuestamente había muerto había sido más bien algo que tenía que ver con ese hechizo, con esa magia? No había forma de saberlo.

El hechizo que entraba en su cuerpo le daba apenas unos remansos de calma, pero nada más. Se trató de incorporar pero a lo más que llegó fue a apoyar sus codos sobre la alfombra manchada de sangre. Se sorprendió de que Pearlie no hubiera bajado como loca a ver qué pasaba, quizá porque ya estaba acostumbrada a que las cosas que hacía ahí Morgan no eran normales.

-Entonces, ¿en verdad así lucharemos, cierto? En verdad esto es lo que nos espera si no hacemos las cosas bien, si no seguimos cada indicación que nos den, si no perfeccionamos…

Se calló de pronto, porque hablar le costaba trabajo, como si estuviera completamente extenuado. Respiró profundo, pero luego volvió a mirar a Adrien con una abrumadora intensidad.

-Me alegra que lo hicieras, que me lo mostraras. Estoy más convencido que nunca de mi causa, y de que tenemos que ganar, pase lo que pase. Esto tiene que parar. Lo vamos a parar.

No se refería a ese dolor en sí, sino a la cadena de terrores que había existido en ese país durante tanto y tanto tiempo.

Adrien tenía muy presentes los puntos de quiebre de su vida, las cosas que podía haber hecho diferente y no hizo en su momento, las decisiones que había tomado de manera egoísta y todo lo que le habían producido, sin embargo aquello, cuando lo torturaron en el sótano, era algo que iba a vivir por siempre en su memoria, aun que ahora diferente, ahora había gracias a la magia, aprendido a superarlo. Pero no era fácil ver a otro pasar por lo mismo que él, odiaba tener que guardar silencio de todo. En verdad lo odiaba.

¿Quieres la verdad? Esto no es ni siquiera una ínfima parte de lo que nos espera Ferdynand - Quería decirle que había cosas horrendas, que había cosas que podían destruirlos no solamente de cuerpo, si no su alma, su mente, borrarlos de la existencia o peor aun, dejarlos viviendo hasta enloquecerlos. Tuvo que morderse la mejilla para no continuar y matarse ahí mismo.

Siéntate aquí, con ese hechizo en unos 10 o 15 minutos tu piel volverá a la normalidad, al menos ahora se que el hechizo funciona, pero necesito que sea más rápido, más preciso para que pueda contrarrestar la maldición en el acto. Estoy buscando una forma también de eliminar juramentos inquebrantables especiales, sabes a lo que me refiero? Así podríamos ser de mayor ayuda algunos de nosotros.

Así podría ser más rápido todo y de una vez cortar ese maldito circulo que tenían con los venerables. Podía hacerse visible al mundo de nuevo, podía contarles a todos los terrores que ahí abajo se cocinaban. Era importante y no iba a descansar hasta lograrlo.

Quiero que aprendas este hechizo, puedes hacerlo. Cuando estés listo para practicar me lo dices. Tendrás que practicarlo conmigo.

Ni una ínfima parte. Volvió a apretar la mandíbula pero no había palabra alguna que lo hiciera claudicar, o que lo hiciera dudar de su lealtad y su compromiso con esa causa, ya lo había dicho antes y era verdad. Se sentó en donde Adrien le indicó, en ese momento realmente no tenía ganas de hacer mucho más que llevar a cabo las sencillas tareas en automático, aunque sí ponía todo su esfuerzo en comprender todo lo que Adrien le decía, en que su cerebro no se le apagara aún con el latente dolor.

-Sí, sería bueno. Wilhelmina no podrá hablar el día de la conferencia y sería mucho más efectivo si hiciera algo más que estar presente, si pudiera hablar ella misma…pero por lo mientras podemos seguir funcionando así. ¿Te abrirías más conmigo si no hubiera un inquebrantable de por medio? No me respondas, sé que sí…

Dijo con lo último que le quedaba en el cuerpo de audacia. En realidad no sabía a ciencia cierta qué tipo de persona era Adrien ni si realmente hablaría más con él en caso de poder hacerlo, se sabía un tipo persuasivo, pero seguía pensando que Adrien era muy hermético.

-Me parece bien, si te soy honesto no me veo lanzándosela a nadie en un futuro cercano, pero…supongo que si en algún momento tengo que hacerlo no podré dudar. ¿Funciona con la misma base de una imperdonable? Es decir, una imperdonable tienes que sentirla, tienes que desearla, dejar que te domine el cuerpo, ¿es lo mismo con esto?

De ser así, sentía que aunque sí, podría aprenderla, iba a tener problemas, porque jamás había sido un tipo que tuviera ciertos sentimientos en el cuerpo como para sacar adelante algo con tanta saña, eso le preocupaba.

-Estoy listo cuando tú quieras, no podemos perder ni medio minuto. O bueno, quizá…sí dame un minuto entero más…

Se llevó un par de dedos al tabique de la nariz y la sensación de tocarse le pareció rara. Le iba a decir a Adrien que se acercara para ver si tocar a alguien más era igual de incómodo luego de que te arrancaran la piel, pero no se atrevió por primera vez a ser más descarado, a ser como normalmente era, quizá porque por fin se sentía ligeramente intimidado.

-Nada, estoy listo cuando quieras.

Respondió con una sonrisa cómplice, claro que hubiese sido más abierto en cuanto a sus creencias, a su ideología, aun que posiblemente gracias a eso hubiesen terminado chocando, pero al menos podría hacerle saber que clase de peligros tenían ahí abajo.

Lo acompañó hasta el sillón y todo para que recuperara el aliento, aun podía ver las zonas donde la carne viva estaba ya cerrándose, las manchas de sangre en la ropa, todo era como un estigma muy fuerte para Adrien, algo que lo iba a perseguir por siempre.

Es diferente, esta es magia que vive en ti, solo tienes que aprender a canalizarla, es como si el mismo suelo en norteamerica estuviese maldito por la sangre, ¿Sabes que en Europa es un poco más difícil hacerlas? incluso con el nodo, hay algo que no conecta correctamente. No tienes que tener un sentimiento en especifico, solo el deseo, si se pudiera poner en palabras podría ser el deseo, la ambición, la necesidad de dañar a otros, lo primero que tienes que hacer para lograr hacer este hechizo es, básicamente, ser capaz de cualquier cosa para conseguir lo que deseas. - Por eso es que los Venerables eran tan peligrosos, por eso es que ellos estaban dispuestos a cualquier cosa y no temían, sabían que tenían todo ganado.

Tranquilo, la sensación pasará en un par de días, sabes.... - Guardó silencio nuevamente, tal vez era por la conexión que había entre ambos pero sentía que quería decirle lo que había sucedido, lo que había tenido que pasar, lo que el nodo había hecho por él, tal vez así podría imaginar un poco del horror que había vivido. Una vez más guardó silencio.

No tiene que ser ahora si no te sientes listo, descansa unos momentos, básicamente te han desollado vivo y esa es una experiencia difícil de asimilar, mental y físicamente... voy a revisar la manera de que el hechizo anti maldición funcione más rápido, tengo algunas notas por ahí que puedo utilizar...

Encontró muy interesante lo que le decía sobre el suelo, que en Europa ni siquiera funcionaban con tanta potencia. Tenía sentido pero a la vez era raro para él. Se quedó pensando en ejemplos de magia parecida, en relaciones, pero no dijo nada más. El deseo, el deseo no era tan difícil de conseguir como el sentimiento, pasaba lo mismo cuando deseabas a alguien y cuando amabas a alguien. Deseo era algo que él sentía casi siempre, por la mayoría de las personas hermosas que conocía, pero amar, eso le era completamente distinto.

Se quedó mirando Adrien como esperando que acabara de contarle algo, pero al final no hubo nada y de nuevo, se lo atribuyó a ese juramento. Bajó la vista hacia sus manos, en donde todavía se veían zonas que estaban en carne viva. Tuvo una sensación extraña, casi placentera de pronto. Saber que bajo esa piel había carne, sangre y dolor le recordaban que era jodidamente afortunado, que estaba realmente vivo, y que no importaban las secuelas, que a veces la comida no le supiera a nada, que Harley no pudiera probar su sangre porque le supiera a muerte. Sentía, había carne, lo había todo, estaba vivo.

-No quiero sonar como un idiota, no quiero…quiero estar listo para el momento que sea. Quiero estar listo ahora, no quiero que me dobleguen, quiero estar ahí para los míos.

Quizá quería demasiadas cosas pero no se podía tener todo, e indudablemente, era posible que no pudiera ejecutar ningún hechizo en condiciones en ese momento, pero no quería sentirse de esa manera, quería dar hasta la última gota de fortaleza que tuviera.

-Me recordó que al menos estoy vivo y sé que si estoy vivo es para hacer algo. Ahora, con Wilhelmina, contigo…me doy cuenta de que lo que pasó conmigo no fue casualidad, que quizá era mi destino encontrarme con ustedes, que estoy unido a ti, de algún modo, y que todo fue para llegar a este momento.

Podía ser que sonara ridículo pero era así como lo sentía, ni más ni menos. Y no habría podido decírselo a nadie más que a él.

-Suena estúpido, ¿cierto? Pero creo que lo entiendes.

Claro que quería estar listo, pero parte de estar listo era saber hasta que punto desgastar su propia integridad física. Adrien negó con la cabeza y puso una mano al frente para ponerle un alto a sus palabras, podía enseñarle cosas básicas mientras tanto, movimientos de varita, pero no iba a presionarlo más de la cuenta, aquella maldición era una de las mas terribles que manejaban en el sotano y como le había dicho, a penas era la punta del iceberg.

Lo que hizo mejor y luego de pensar un poco, fue ir de nuevo a su mesa de apuntes, tenía un diario viejo y empezó a revisar unas hojas con símbolos escritos en ellas, su mirada volvió a perderse aun que esta vez estaba prestandole atención a Ferdynand.

Sabes que tengo un juramento inquebrantable, cierto? Hay cosas que se, nuestras conexiones, por que nosotros de entre toda la gente estaban ahí en el momento indicado y por que es que estamos conectados más allá de la simple casualidad. No puedo hablar de ello, lo siento... en verdad me gustaría decírtelo todo. Incluso enseñarte hechizos o invocaciones es muy difícil si no puedo explicarte bien de donde viene todo ese poder.

Adrien cerró el libro y tomó otro, aun que parecía algo fastidiado. Ahora tenía un mejor control de sus emociones y parecía más humano, algo que hasta a él le resultaba extraño, estaba muy acostumbrado a ser la persona destruida que era antes.

Me voy a deshacer de una vez de este juramento, si vas a hacer estos hechizos necesitas aprenderlos bien, no solo mover la varita y pronunciar palabras vacías, nunca podrás competir con nada si es así.... ¿Como podría romper un juramento inquebrantable?

Lo único que se le ocurría era obviamente morir, pero no era algo que estaba dispuesto a afrontar, no de verdad al menos.. y mucho menos con ese fuego maldito. Si encontraban una forma de deshacer la magia del nodo en ese juramento, en ese contrato mágico, podrían librarse de él.

Lo miró con interés cuando le daba a entender que tenía las respuestas a ciertas dudas que se habían formado en su mente desde que los había conocido. Antes le había atribuido todo a la suerte, a la casualidad, a que la decana lo había guiado hasta ese lugar por fortuna, no porque realmente su destino estuviera entrelazado a nada. Luego habían aparecido ellos dos, y las cosas, su forma de verlas, habían cambiado radicalmente.

-Lo sé, lo entiendo.

Y esperaba que pudiera hacerlo, que encontrara la manera de deshacer ese juramento inquebrantable que tantas trabas le ponía. Luego sin razón aparente sonrió a medias e hizo un esfuerzo por levantarse y poder acercarse a él.

-¿Sabes?  Crawford sabe hacer una de esas maldiciones, Wilhelmina se la enseñó. Y no creas que solo mueve la varita y pronuncia palabras. Puede hacerla en verdad. Con todo esto que dices me suena a que quizá pudieron establecer una conexión profunda porque se aman y todo eso….

Su perorata tenía un punto más allá que dibujar un exacerbado romanticismo –aunque parte de él sí comenzaba a atribuirle ese detalle al hecho de que Jesse pudiera aprenderlas tan bien de ella, ahora sabía que en la magia no había casualidades – y ese era volver a acorralar a Adrien. Lo tomó por la nuca con la que sostenía el libro y lo obligó a girarse con la fuerza física que le quedaba antes de volver a besarlo como un loco, profundo, con una ansiedad que no había demostrado antes, solamente porque la primera vez Adrien no se había negado a su incursión. Era como si quisiera sentir que todavía le quedaban todas esas ansiedades adentro, esas tensiones siempre presentes, porque siempre se sentía atraído por la gente, pero en ese estado era diferente, en especial porque quería sentirse vivo luego de aquella maldición, era imperativo.

-No, supongo que no hay amor eterno entre nosotros, así que tienes razón, hay que encontrar otra manera de que no resulte un fiasco intentar enseñarme maldiciones.

Podía seguir respirando, eso era lo importante por el momento. Y podía seguir disfrutando de un beso, de esos sentimientos que siempre lo habían caracterizado, ese hedonismo frenético, esa necesidad de encontrar lo placentero en cada cosa, en cada persona. No era una búsqueda maliciosa, tampoco era un necio ni mucho menos, y ni siquiera sabía la historia de Adrien así que de inmediato volvió a separarse para volver a su sillón.

-Solo estaba verificando nuestra conexión.

Adrien pensaba que la manera por la cual se le dificultaba enseñar esos hechizos era por que en realidad él jamás había tenido un tutor en la secta. Cuando su padre lo llevó la primera vez e hizo el juramento, fue como algo que lo conectaba a ese lugar, estudiaba mucho y había sido por su cuenta que aprendió todos esos hechizos, observando los rituales descubrió que tenía un talento para la magia oscura, al menos la de la secta, como si lo tuviera en la sangre. No sabía como explicarle eso a otra persona, trataba de recordar las tutorías con Julius, con su padre, pero solo eran exigencias y estándares a cumplir y en realidad muy poco apoyo, él había forjado su camino por si mismo en ese tanque lleno de tiburones.

Se sorprendió al escuchar que Jesse podía hacer una de esas maldiciones, hacerla en verdad. Era un poco de orgullo lastimado mezclado con algo de egoísmo, era la primera persona fuera de la secta que había aprendido a hacer un hechizo.

Adrien no era como Wilhelmina que creía que el poder era para todos, él se lo había dicho, le tenía un gran respeto a esa magia y no podía caer en las manos de cualquiera, esa magia lo era (en algunos aspectos) todo para él, por eso tal vez no podía concebir el hecho de enseñarla así nada más, no por que no confiara en Ferdynand, era más el factor nostalgia de no ver un hechizo como cualquier cosa, era una maldición poderosa y debía enseñarse correctamente.

El beso fue diferente, en verdad sentía una conexión entre ambos que le escocía en la piel, como si los tatuajes que tenía al rededor de su cuerpo reaccionaran también al contacto con Ferdynand, como si fueran parte de un todo. Adrien dejó el libro al lado, estaba perdido por las sensaciones pero aun así le paso una mano a Ferdynand por la espalda para atraerlo a él, su ropa aun tenía las manchas de sangre por la maldición y podía sentir como su piel temblaba con los residuos de magia.

Lo dejó ir con la sombra del beso en sus labios y luego se pasó una mano por el cabello. - Sabes que esta magia proviene de lo que te trajo a la vida? Tal vez no haya amor eterno pero esta conexión puede funcionar. Es la magia resonando lo que hay entre nosotros, tal vez solo canalizando esta magia puedas hacer el hechizo...

Aspiró profundamente y sacó la varita nuevamente, se puso frente a él y le mostró la forma en la que la tomaba.- Escucha este es el movimiento, solo dejate llevar por lo que sentiste al momento de tenerla sobre tu piel, luego canaliza ese dolor como si fuera otra persona quién lo sintiera y no tu, piensa en esto que sientes cada vez entre nosotros y lanzamela.

-Claro, tiene todo el sentido.

Lo que Adrien decía y por qué se sentía de ese modo cuando estaba cerca de ellos, y en concreto cerca de él en esos momentos intensos en los que había permitido a su cuerpo sentir casi de todo, a consciencia. Frunció el entrecejo cuando le decía que esa magia provenía del nodo, aunque no podía imaginar realmente cómo habían logrado traspasarla de un continente a otro. Se quedó pensando. Quizá una visita exprés a los decanos en Brigantia podía aclararle algunas dudas, aunque al mismo tiempo, no había espacio para esas visitas en ese momento. Todo era como una montaña rusa y estaba muy jodido, pero podía sacarlo adelante, lo sabía.

-Está bien, lo intentaré.

En algún tiempo había intentado aprender legeremancia con Tobias Alechinsky, pero al final no había seguido sus clases, aunque si algo había aprendido era precisamente a canalizar ciertas cosas, ciertas emociones y ciertos pensamientos, aunque le parecía que en ese momento necesitaba ser más abstracto. Nunca lo había pensado pero, en efecto, la magia del nodo en cierta forma vivía en él, aunque no la tuviera tatuada y a la vista como Wilhelmina y Adrien. Siendo así, tenía que empezar a dejarla salir.

De pronto volvía a sentirse como esa Ferdynand serio y taciturno que durante un par de años había recorrido Brigantia sin sentir que perteneciera realmente a ese lugar tras haber vuelto a la vida. Incluso su expresión se volvió mucho más seria mientras copiaba los movimientos de Adrien e intentaba concentrar esa magia en su varita, e intentaba copiar lo que había sentido. Pero había un gran problema y era justo lo que le había dicho Kate: sentía demasiado y no creía ser capaz de hacerle daño, incluso en esas circunstancias. No era lo mismo torturar a un Ministro que torturar a alguien que te estaba dando la mano.

-No puedo lastimarte.

Se lo dijo con honestidad, porque se sentía incapaz. Quizá se decepcionaría, pero tampoco era un demente. No se lo haría a ninguno de los suyos, ni siquiera por probar un punto.

Adrien estaba listo para recibir la maldición, dio un par de pasos hacia atrás y puso los brazos a los lados con los puños cerrados, iba a aceptarlo integro, hasta se quitó los lentes para no romperlos o lo que fuese. En el fondo, Adrien también quería volver a sentir la maldición sobre su piel, no porque fuera un masoquista, si no para saber si no era una cruel broma lo “saludable” que se sentía desde lo de los tatuajes y el nodo, para él todo era un experimento tras otro.

Cerró los ojos y esperó a que el hechizo le llegara, claro que nada había sucedido. Abrió los ojos cuando Ferdynand le dijo que no podía lanzar el hechizo, que no podía lastimarlo y su gesto de molestia fue más que evidente. Bajó los hombros y fue hacia él para arrebatarle la varita, no estaba decepcionado, estaba enojado.

¿Qué no puedes? ¿Tu varita está fallando? ¿Se te cayó algo? ¿Aun te duele la piel? No entiendo a qué te refieres con que no puedes, no puedes qué?, dímelo – Examinó su varita y todo estaba bien, luego se la estampó en el pecho.

Con esa mentalidad no tienes una sola esperanza, los americanos pensamos muy distinto a ustedes, ustedes lo tuvieron todo muy fácil, muy cómodo, muy alegre. ¿Crees que tus épocas oscuras fueron terribles? No sabes lo que dices. Necesitas despertar, necesitas actuar, ¿De acuerdo?

Le dio unas palmadas en la mejilla, Adrien no era en lo absoluto, sentimental. Tenía una aura oscura a su alrededor, posiblemente por la magia oscura que había manejado en su vida, estaba corrupto a cierto nivel.

Lánzala, ahora. Si no lo haces yo volveré a lanzártela a ti, necesito terminar este contra hechizo y necesito hacerlo ya mismo. Si no vas a hacerlo llama a Wilhelmina o a alguien que si me sirva y no venga solo a hacerme perder el tiempo.

Por lo general, Ferdynand era un tipo muy paciente. No era arrebatado y se tomaba las cosas con calma porque siempre había preferido razonar antes de enloquecer como la mayoría de las personas que conocía, como si se hubiera obligado a ser un contrapeso de sus colegas, inclinar la balanza. Con el tiempo había dominado esa paciencia, pero había ocasiones, muy contadas, en que podía desaparecer si lo empujaban lo suficiente. Por supuesto, todos tenían sus límites.

Se dio cuenta de que Adrien sabía menos de lo que pensaba y peor, que estaba demasiado arraigado a los pensamientos de esa Secta y era, también, demasiado pagado de sí mismo como había pensado en un principio. Demeritar lo que habían pasado en Europa no era más que una muestra de arrogancia como jamás la había visto antes.

Sin pensarlo mucho, llevado por el mismo sentimiento que lo había orillado a besarlo, soltó un puñetazo directo en la mandíbula de Adrien, sin detenerse como siempre lo hacía.

-No te atrevas, por un segundo, a demeritar lo que los demás hemos sufrido. No te atrevas a creer que sabes algo porque no sabes un carajo. Vi a familias perder a las personas que amaban, vi a niños morir por ataques en la escuela, vi a gente perder la cabeza, enloquecer por lo que estaba viviendo. Y hasta la fecha todas esas guerras siguen arrancando vidas y siguen ocasionando caos. No te atrevas a creer que nos conoces, no te atrevas a decir que todo fue muy bonito y alegre. No me hagas pensar que eres un estúpido.

No podía creer lo que había escuchado. Las manos le temblaban con una ira que le parecía imposible de controlar. Que lo que ellos habían sufrido fuera menos impactante porque los enemigos habían usado magia más rápida y efectiva para no perder el tiempo con ellos –porque ni por eso valían la pena- no quería decir que lo hubieran tenido fácil.

-Por una vez, deja de ser un arrogante de mierda. Piensa un poco, deja de creer que eres el puto centro del universo, que solo tú conoces el mal desde raíz, porque no es así, no lo eres, y lo que acabas de decir me demuestra que no sabes más que lo que tu pequeño mundito de sectarios te ha dejado ver.

Adrien recibió el golpe de una manera casi estoica, no se movió ni un centímetro mientras Ferdynand comenzaba a restregarle en la cara lo mucho que habían sufrido en el viejo continente, de las muertes y la locura. No tenía idea, no tenía la más mínima idea de lo que en norteamérica llevaba generaciones gestándose, de la maldad, de la crueldad de aquellos que estaban dentro de la secta, de todos los heridos y las muertes silenciosas que quedaban ocultas tras las épocas. Si bien en Europa habían tenido épocas difíciles, las paginas de historia en norteamérica estaban bañadas en sangre desde que la maldita nación mágica se había fundado.

Se llevó una mano a la mejilla y volvió a acomodarse la quijada, solo le devolvió a Ferdynand una mirada llena de odio y resentimiento, en verdad tenía esas costumbres muy arraigadas en su ser, en verdad la oscuridad era parte de él pero seguía luchando en esa batalla, en esa guerra para liberarse al fin del yugo de la secta.

Tienes razón, no lo se, no conozco más allá de esto pero es suficiente para llevar a cualquiera a la locura. ¿A eso viniste a norteamerica? ¿A llorar por los caídos en tu nación? Si no tenías las agallas entonces, no me sorprende que hayas huido lamiendote las heridas. ¿Creíste que aquí todo sería más facil? No lo es...

Se lo dijo, se lo había advertido, que si no le lanzaba la maldición él iba a lanzarsela de nuevo, justo estaba levantando su varita y conjurando las sombras a su alrededor cuando depronto sintió una punzada en el pecho, luego otra, luego como si mil cuchillas lo atravesaran y las marcas en su espalda, no las del nodo, las que le dieron al momento de entrar a la secta, estuvieran ardiendo bajo su piel. Algo había sucedido.

Se quedó estoico unos momentos, confundido, tuvo miedo de que lo hubiesen descubierto, pero sabía que no, eso era otra cosa, lo había sentido como seguro lo habían sentido todos los que estaban en ese sotano, los que habían jurado a la oscuridad.... Alguien había muerto...

Algo sucedió, algo esta sucediendo en estos momentos, busca a tus contactos, has algo, un miembro de la secta murió, no se si eso pueda ser bueno o malo pero si fue en una batalla con nosotros debemos saber que es lo que sucedió, QUE ESPERAS HAZLO!