The guinea pig
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The guinea pig
Entró a la tienda con un bolso sobre el hombro. La campanilla en la entrada resonó con un alegre tintineo y Aidan Lancaster se encaminó hacia el fondo del negocio, mirando por sobre la altura de su cabeza el amplio menú que ofrecía toda clase de cupcakes y bebidas. Decidirse por qué pedir era difícil, en el mostrador todo se veía más que suculento. Había probado ya todo lo que estaba en el menú y alguna vez hasta había logrado colarse a las cocinas, donde lo habían usado de conejillos de indias para crear nuevas recetas. Sus favoritas eran las que contenían alguna sorpresa mágica dentro, incluso cuando había llegado a sufrir efectos adversos por llevarse a la boca algún cupcake para el que las chicas aún no hubieran encontrado las proporciones adecuadas.
¿Pero para que vivir si no estás dispuesto a probar cosas nuevas?
El muchacho tenía por costumbre aparecerse en aquel lugar siempre por varias razones. O buscaba a Mina para pasar un rato con una charla amena y sacarla luego de trabajar a jugar un rato, o era porque debía leer para una materia teórica que le estaba jodiendo la vida. Estudiar de los libros las partes más densas siempre le daba un deseo irrefrenable de querer salir despedido por la ventana con su escoba para ir a pasar el tiempo disfrutando el bonito día fuera. Así estuviese lloviendo y relampagueando. Sin embargo había descubierto que todo era más sencillo con un té y algo dulce cerca. Fuera cual fuese el caso siempre intentaba conversar con Harley también, con la intensión de volver a saber que había sucedido con su vida en los muchos años que los habían separado.
Era más que conveniente que ambas chicas parecieran ser inseparables. Encontrar excusa para ver a una suficiente para ver a la otra y ultimamente incluso no necesitaba razón alguna para ir a verlas.
En esta ocasión intentaba probar suerte. Se había traído sus cosas del gimnasio en la bolsa y uno de sus libros por si al llegar el negocio estuviera rebosante y tuviese que hacer tiempo. Solo que venía de un largo día y realmente todo lo que quería era repetir la travesura de poder colarse a las cocinas. Asi que al ver a la castaña la llamó intentando obtener su atención. -Mina... -Le regaló una sonrisa casi tan dulce como el glasé que la joven preparaba. Solo con la idea de uno de esos pastelillos era fácil encontrar la felicidad anticipada. -¿Cómo estas? -Se sentó sobre uno de los taburetes y apoyó su bolso en su regazo. Se inclinó un poco hacia el frente. -¿Que me recomiendas hoy, tienes algo nuevo para probar? -Alzó las cejas un poco, esperando que entendiera la idea que tenía ya en su cabeza. Aunque era posible que tuviera que rogarle, con cara de perro bajo la lluvia y todo incluido.
¿Pero para que vivir si no estás dispuesto a probar cosas nuevas?
El muchacho tenía por costumbre aparecerse en aquel lugar siempre por varias razones. O buscaba a Mina para pasar un rato con una charla amena y sacarla luego de trabajar a jugar un rato, o era porque debía leer para una materia teórica que le estaba jodiendo la vida. Estudiar de los libros las partes más densas siempre le daba un deseo irrefrenable de querer salir despedido por la ventana con su escoba para ir a pasar el tiempo disfrutando el bonito día fuera. Así estuviese lloviendo y relampagueando. Sin embargo había descubierto que todo era más sencillo con un té y algo dulce cerca. Fuera cual fuese el caso siempre intentaba conversar con Harley también, con la intensión de volver a saber que había sucedido con su vida en los muchos años que los habían separado.
Era más que conveniente que ambas chicas parecieran ser inseparables. Encontrar excusa para ver a una suficiente para ver a la otra y ultimamente incluso no necesitaba razón alguna para ir a verlas.
En esta ocasión intentaba probar suerte. Se había traído sus cosas del gimnasio en la bolsa y uno de sus libros por si al llegar el negocio estuviera rebosante y tuviese que hacer tiempo. Solo que venía de un largo día y realmente todo lo que quería era repetir la travesura de poder colarse a las cocinas. Asi que al ver a la castaña la llamó intentando obtener su atención. -Mina... -Le regaló una sonrisa casi tan dulce como el glasé que la joven preparaba. Solo con la idea de uno de esos pastelillos era fácil encontrar la felicidad anticipada. -¿Cómo estas? -Se sentó sobre uno de los taburetes y apoyó su bolso en su regazo. Se inclinó un poco hacia el frente. -¿Que me recomiendas hoy, tienes algo nuevo para probar? -Alzó las cejas un poco, esperando que entendiera la idea que tenía ya en su cabeza. Aunque era posible que tuviera que rogarle, con cara de perro bajo la lluvia y todo incluido.
- Aidan G. Lancaster
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Re: The guinea pig
Quizá sonaba extraño que en tiempos de exámenes finales, encontrara relajante trabajar. Ese pensamiento, por supuesto, solo correspondía a alguien que toda su vida había sido workaholic en más de un sentido. Mina era conocida por hacerle mucho tiempo a los deportes y a las fiestas pero jamás había dejado de trabajar, y siempre se había esforzado por sacar las mejores nota posibles, algo que no había cambiado en la universidad.
Del ataque muggle todavía no se habían recuperado las tiendas, aunque poco a poco comenzaba a regresar la gente al mall, pues habían empezado a perder el miedo luego de lo que había pasado. Además Mina había encontrado una forma de levantar el negocio aunque la gente no entrara al local: servicio a domicilio. Werther le había conseguido un elfo doméstico que era un encanto y hacía las entregas al segundo y eso estaba levantando el negocio de nuevo, aunque la gente no fuera directamente ahí. Era una idea simple pero efectiva. Así que de hecho, la tienda no estaba concurrida pero sí había ajetreo en el ir y venir del elfo y la preparación en las cocinas y en la misma barra.
Pero estar ahí la ayudaba a olvidarse por un rato de los finales del infierno, y preparar los cupcakes también, aunque rara vez lo hiciera. Alzó la vista de su labor al reconocer la voz de Aidan y le sonrió inmediatamente de vuelta.
-Estoy bien, ¿y tú?
Le dijo limpiándose las manos sobre el delantal antes de inclinarse por encima del mostrador como una loca y besar a Aidan en la mejilla, tomando impulso con las muñecas y separando un poco los pies del suelo hasta lograr su cometido.
-De hecho sí, tengo algo nuevo, de los mágicos. Pero todavía no lo he probado y me da no-sé-qué que te salgan orejas de elefante. Deberías empezar con uno normal como…este recién hecho de coco. A menos que te sientas ultra osado hoy día.
Le pasó el cupcake versión normal, aunque lo estaba picando para que terminara diciéndole que sí quería probar el otro, cuyo centro de menta tenía un hechizo de transformaciones, la especialidad de Mina, pero lo dicho, aún no sabía si funcionaba bien. Miró a Aidan con curiosidad, señalando la bolsa que traía aunque bien podrían ser solo libros lo que contenía.
-¿Qué traes en esa bolsa?
_____
ropa del día
Del ataque muggle todavía no se habían recuperado las tiendas, aunque poco a poco comenzaba a regresar la gente al mall, pues habían empezado a perder el miedo luego de lo que había pasado. Además Mina había encontrado una forma de levantar el negocio aunque la gente no entrara al local: servicio a domicilio. Werther le había conseguido un elfo doméstico que era un encanto y hacía las entregas al segundo y eso estaba levantando el negocio de nuevo, aunque la gente no fuera directamente ahí. Era una idea simple pero efectiva. Así que de hecho, la tienda no estaba concurrida pero sí había ajetreo en el ir y venir del elfo y la preparación en las cocinas y en la misma barra.
Pero estar ahí la ayudaba a olvidarse por un rato de los finales del infierno, y preparar los cupcakes también, aunque rara vez lo hiciera. Alzó la vista de su labor al reconocer la voz de Aidan y le sonrió inmediatamente de vuelta.
-Estoy bien, ¿y tú?
Le dijo limpiándose las manos sobre el delantal antes de inclinarse por encima del mostrador como una loca y besar a Aidan en la mejilla, tomando impulso con las muñecas y separando un poco los pies del suelo hasta lograr su cometido.
-De hecho sí, tengo algo nuevo, de los mágicos. Pero todavía no lo he probado y me da no-sé-qué que te salgan orejas de elefante. Deberías empezar con uno normal como…este recién hecho de coco. A menos que te sientas ultra osado hoy día.
Le pasó el cupcake versión normal, aunque lo estaba picando para que terminara diciéndole que sí quería probar el otro, cuyo centro de menta tenía un hechizo de transformaciones, la especialidad de Mina, pero lo dicho, aún no sabía si funcionaba bien. Miró a Aidan con curiosidad, señalando la bolsa que traía aunque bien podrían ser solo libros lo que contenía.
-¿Qué traes en esa bolsa?
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ropa del día
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: The guinea pig
Se tocó la mejilla donde lo había besado y le sonrío levemente. –Estoy perfectamente. –La escuchó con total interés, su curiosidad alimentándose de sus palabras. Ella estaba tendiéndole el anzuelo y él estaba totalmente dispuesto a morderlo. No podía esperar a que lo diese el nuevo peligroso experimento a probar. Miró el sustituto que le ofrecía en su lugar. Amaba ese cupcake en particular, de los comunes era su favorito.
No se quejó porque se lo diera, de hecho comenzó a pelar el papel inmediatamente y le dio una mordida a la esponjosa masa, sintiendo los trozos de coco rallado al masticar. El azúcar se disolvía en su paladar, los sabores bailan en sus pupilas gustativas y se aseguró de comer lentamente para hacer perdurar la sensación lo más que pudiera. Se le escapó un sonido gutural de la garganta y lo exagero. –Joder… -Lanzó la palabrota con la boca llena, por lo bajo y se obligó a tragar. Dejó el pastelillo sobre la mesada. Extendió los brazos con las palmas abiertas en dirección a Mina para subirlos y bajarlos repetidas veces como si la venerara. Cuando se detuvo le sonrío a más no poder. –Esta delicioso, eres… -Se llevo la mano derecha al corazón y fingió que se derretía. –Perfecta. –Por momentos y comentarios como ese era que algunos veían una pareja en Mina y Aidan. La química estaba ahí, era cierto, tenían tantas cosas en común que era difícil no creer que congeniaban juntos. Pero ellos no lo veían y Aidan, que tenía la prueba de que un beso entre ambos no había llevado a nada, no pensaba que las cosas entre ellos llegasen a funcionar si tomaban ese rumbo. Lo cual era una pena porque Mina era en muchos aspectos el tipo de chica que a él le gustaría. Sin mencionar que los desayunos en la cama con sus cupcakes serían el cielo. Pero era para lo mejor, o terminaría engordando si lo consentía demás.
-Mejoras mis días con tus pastelillos. Como envidio a Odille, viviendo contigo, de seguro come puros manjares. –Soltó un suspiro cargado. –¿La bolsa? Ropa deportiva y libros. ¿Esperabas un regalo? Debería traerte uno la próxima. –Se recargó sobre la mesada. –¿Es eso? ¿Quieres un soborno? Porque te tengo una propuesta. Puedo trabajar para ti, gratis, lo que queda del día, a cambio de disfrutar de tu compañía y recibir un par de cupcakes. –Mina sabía bien que del lado de las cocinas Aidan no era de ayuda. Si algo hacía era lío, aunque le arrancaba unas cuantas risas, eso no podía negarse. Pero sí servía para atender al público, había atraído a la clientela femenina la última vez que la había convencido de algo parecido. -Este. –señaló el que acababa de darle. -Y ese nuevo que tienes ahí atrás. Soy metamorfomago, si me deformas demasiado, probablemente pueda revertirlo... -Dejó que el silencio cayera entre ellos un momento, dandole tiempo a pensarlo. Entrecerró los ojos analizándola.-¿Qué dices?
No se quejó porque se lo diera, de hecho comenzó a pelar el papel inmediatamente y le dio una mordida a la esponjosa masa, sintiendo los trozos de coco rallado al masticar. El azúcar se disolvía en su paladar, los sabores bailan en sus pupilas gustativas y se aseguró de comer lentamente para hacer perdurar la sensación lo más que pudiera. Se le escapó un sonido gutural de la garganta y lo exagero. –Joder… -Lanzó la palabrota con la boca llena, por lo bajo y se obligó a tragar. Dejó el pastelillo sobre la mesada. Extendió los brazos con las palmas abiertas en dirección a Mina para subirlos y bajarlos repetidas veces como si la venerara. Cuando se detuvo le sonrío a más no poder. –Esta delicioso, eres… -Se llevo la mano derecha al corazón y fingió que se derretía. –Perfecta. –Por momentos y comentarios como ese era que algunos veían una pareja en Mina y Aidan. La química estaba ahí, era cierto, tenían tantas cosas en común que era difícil no creer que congeniaban juntos. Pero ellos no lo veían y Aidan, que tenía la prueba de que un beso entre ambos no había llevado a nada, no pensaba que las cosas entre ellos llegasen a funcionar si tomaban ese rumbo. Lo cual era una pena porque Mina era en muchos aspectos el tipo de chica que a él le gustaría. Sin mencionar que los desayunos en la cama con sus cupcakes serían el cielo. Pero era para lo mejor, o terminaría engordando si lo consentía demás.
-Mejoras mis días con tus pastelillos. Como envidio a Odille, viviendo contigo, de seguro come puros manjares. –Soltó un suspiro cargado. –¿La bolsa? Ropa deportiva y libros. ¿Esperabas un regalo? Debería traerte uno la próxima. –Se recargó sobre la mesada. –¿Es eso? ¿Quieres un soborno? Porque te tengo una propuesta. Puedo trabajar para ti, gratis, lo que queda del día, a cambio de disfrutar de tu compañía y recibir un par de cupcakes. –Mina sabía bien que del lado de las cocinas Aidan no era de ayuda. Si algo hacía era lío, aunque le arrancaba unas cuantas risas, eso no podía negarse. Pero sí servía para atender al público, había atraído a la clientela femenina la última vez que la había convencido de algo parecido. -Este. –señaló el que acababa de darle. -Y ese nuevo que tienes ahí atrás. Soy metamorfomago, si me deformas demasiado, probablemente pueda revertirlo... -Dejó que el silencio cayera entre ellos un momento, dandole tiempo a pensarlo. Entrecerró los ojos analizándola.-¿Qué dices?
- Aidan G. Lancaster
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Re: The guinea pig
No pudo evitar sonreírle y mirarle con dulzura cuando hacía ese gesto de supuesta veneración y le decía que era perfecta. Se acercó a él y volvió a tomar impulso para darle otro beso en la mejilla. No le daba vergüenza portarse cariñosa en público con él – en realidad con nadie- y no estaba haciendo eso como un juego de coqueteo, estaba simplemente expresando su agradecimiento por que le hubiera gustado el cupcake. Harley era la que le había enseñado las recetas, ella solía cocinar otro tipo de cosas más que los dulces, pero con la debida tutela de su mejor amiga había logrado ponerse a la par de lo que necesitaba la cupcakería.
Sobre los rumores, no se preocupaba. Le hubiera parecido un rumor terrible si Aidan fuera un esperpento, pero ninguna chica se sentiría menos que halagada de estar con él, era de esos Alphas que valían la pena.
-Trato de hacer que se sienta cómoda, es verdad. Pero no estoy segura de que le guste mucho la comida alemana, mi especialidad.
Le sacó la lengua y luego le hizo un mohín por aquello de que la bolsa solo tenía ropa deportiva y libros, como si de verdad hubiera esperado la sorpresa del siglo, aunque no fuera así, solamente estaba bromeando.
-Ooooh, eso suena interesante. Siempre atraes clientela femenina. Te pondré afuera repartiendo volantes y les pones esa sonrisita tuya…
Le dijo recuperando la sonrisa, aunque en realidad no quería ponerlo a trabajar, prefería que le ayudara a que el cupcake de transformaciones quedara perfecto, ahora que caía en cuenta porque él lo decía, su metamorfomagia podía ayudarle a arreglar desperfectos.
-Hecho. ¿Quieres algo para acompañar los cupcakes? Va por mi cuenta.
Mina hizo una seña a una de las meseras para que se quedara atenta al mostrador. La chica de inmediato tomó su lugar mientras Mina se daba la vuelta para tomar a Aidan por la muñeca y tirar levemente de él.
-Muy bien señor Alpha valiente. Vamos a la trastienda. Experimentaré contigo.
¿Qué había en la trastienda? Además de las cajas de ingredientes y demás cosas especiales para la tienda, había una mesa llena de papeles en donde Mina hacía las cuentas. Pero esa tarde, lo especial, era una mesa más pequeña en donde estaban dispuestos al menos cinco cupcakes de color rojo intenso.
-¿La idea? Te transforman las orejas en unas parecidas a las de un lobo al menos durante media hora, pero no sirven solamente para una fiesta de disfraces o para que estés ad hoc en el día del orgullo licántropo. Aumentan tu oído al menos 10 veces. Podrías escuchar muchísimas cosas sin que el oído se te reviente. ¿Te animas?
Sobre los rumores, no se preocupaba. Le hubiera parecido un rumor terrible si Aidan fuera un esperpento, pero ninguna chica se sentiría menos que halagada de estar con él, era de esos Alphas que valían la pena.
-Trato de hacer que se sienta cómoda, es verdad. Pero no estoy segura de que le guste mucho la comida alemana, mi especialidad.
Le sacó la lengua y luego le hizo un mohín por aquello de que la bolsa solo tenía ropa deportiva y libros, como si de verdad hubiera esperado la sorpresa del siglo, aunque no fuera así, solamente estaba bromeando.
-Ooooh, eso suena interesante. Siempre atraes clientela femenina. Te pondré afuera repartiendo volantes y les pones esa sonrisita tuya…
Le dijo recuperando la sonrisa, aunque en realidad no quería ponerlo a trabajar, prefería que le ayudara a que el cupcake de transformaciones quedara perfecto, ahora que caía en cuenta porque él lo decía, su metamorfomagia podía ayudarle a arreglar desperfectos.
-Hecho. ¿Quieres algo para acompañar los cupcakes? Va por mi cuenta.
Mina hizo una seña a una de las meseras para que se quedara atenta al mostrador. La chica de inmediato tomó su lugar mientras Mina se daba la vuelta para tomar a Aidan por la muñeca y tirar levemente de él.
-Muy bien señor Alpha valiente. Vamos a la trastienda. Experimentaré contigo.
¿Qué había en la trastienda? Además de las cajas de ingredientes y demás cosas especiales para la tienda, había una mesa llena de papeles en donde Mina hacía las cuentas. Pero esa tarde, lo especial, era una mesa más pequeña en donde estaban dispuestos al menos cinco cupcakes de color rojo intenso.
-¿La idea? Te transforman las orejas en unas parecidas a las de un lobo al menos durante media hora, pero no sirven solamente para una fiesta de disfraces o para que estés ad hoc en el día del orgullo licántropo. Aumentan tu oído al menos 10 veces. Podrías escuchar muchísimas cosas sin que el oído se te reviente. ¿Te animas?
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: The guinea pig
-Comida alemana, hands down, de nuevo. Ya cállate y deja de darme envidia. –No hacía mucho había estado en casa de Mina, en la fiesta de la Open House. Algunas cosas se habían dicho que antes no habían salido a la luz, algunas otras cosas habían pasado y él solo intentaba comportarse como haría normalmente cerca de ella. Por el momento daba resultado. Le dio una de sus típicas sonrisas a su amiga, halagado por su comentario. – ¿Qué sonrisita? –Se rió. No es que le encantase pararse a repartir volantes, pero por ella lo hacía con mucho gusto.
Aidan se entusiasmaba muy rápido. Sobre todo cuando le ponían un reto de valentía en frente. Así que el que hubiese aceptado el trato, incluso cuando suponía que el pacto había sido solo un juego entre ambos, lo había hecho solo aumentar su alegría. –Genial. Un té o lo que sea, pero luego. Ahora quiero probar ese invento tuyo. –Se bajó de la banqueta en el momento en que le dijo que podían pasar atrás, como el conejillo de indias bien predispuesto que era. Dejó sus cosas tiradas a un lado de la caja, con total desinterés por ellas. Había algo más emocionante por ver. Pasar la zona que dividía la caja de la clientela y entrar a la trastienda era lo más parecido que el muchacho había experimentado a visitar la fábrica de Willy Wonka. La primera vez que lo hizo recordaba haberle dicho a mina que se reprimía a duras penas por no convertirse en el monstruo come cupcakes.
El lugar olía dulce, como al resto de los aromas de las mezclas al hornearse. Era parte de lo que hacía que el público se viese atraído como abejas a la miel para entrar en el negocio. Inmediatamente su atención recayó en la comida, en los cinco pastelitos rojos. Velvet cake. El color era de lo más indicado, suponía. Estaba seguro que luego los decorarían como hacían con el resto de sus creaciones, con ese toque tan personal de Halley y Mina, inspirándose en el tema del cupcake. -Excelente, excelente. –Dijo apenas le explicó de que se trataba la idea. Inmediatamente tomó el que le ofrecía y se quedó examinándolo. Se veía apetitoso, de eso no había duda. Pero… ¿Funcionaba? -Será un hit para los aurores, podría servir para hacer algo de rastreo…-Adhirió a los usos que podría tener algo así de hacer efecto. –O para las niñas que quieran oír tras las puertas. –Como una de sus amigas, que tenía esa mala costumbre de pequeña de espiar a los adultos y saber que tanto decían. No le respondió si se animaba o no. Sencillamente se lanzó a darle un bocado enorme y esperar a sentir el cambio de los resultados mientras degustaba el sabor como un catador profesional. –No está mal, te quedó aterciopelado.
En cuanto a la poción que probablemente contenía dentro… Lancaster sintió como sus orejas comenzaban a estirarse sin que él lo provocara, la zona superior se volvía puntiaguda con una sensación a la que estaba muy habituado a sentir. Se le escapó una carcajada. Alzó sus cejas y se fijó en Mina. - ¿Y? ¿Me veo bien?
Aidan se entusiasmaba muy rápido. Sobre todo cuando le ponían un reto de valentía en frente. Así que el que hubiese aceptado el trato, incluso cuando suponía que el pacto había sido solo un juego entre ambos, lo había hecho solo aumentar su alegría. –Genial. Un té o lo que sea, pero luego. Ahora quiero probar ese invento tuyo. –Se bajó de la banqueta en el momento en que le dijo que podían pasar atrás, como el conejillo de indias bien predispuesto que era. Dejó sus cosas tiradas a un lado de la caja, con total desinterés por ellas. Había algo más emocionante por ver. Pasar la zona que dividía la caja de la clientela y entrar a la trastienda era lo más parecido que el muchacho había experimentado a visitar la fábrica de Willy Wonka. La primera vez que lo hizo recordaba haberle dicho a mina que se reprimía a duras penas por no convertirse en el monstruo come cupcakes.
El lugar olía dulce, como al resto de los aromas de las mezclas al hornearse. Era parte de lo que hacía que el público se viese atraído como abejas a la miel para entrar en el negocio. Inmediatamente su atención recayó en la comida, en los cinco pastelitos rojos. Velvet cake. El color era de lo más indicado, suponía. Estaba seguro que luego los decorarían como hacían con el resto de sus creaciones, con ese toque tan personal de Halley y Mina, inspirándose en el tema del cupcake. -Excelente, excelente. –Dijo apenas le explicó de que se trataba la idea. Inmediatamente tomó el que le ofrecía y se quedó examinándolo. Se veía apetitoso, de eso no había duda. Pero… ¿Funcionaba? -Será un hit para los aurores, podría servir para hacer algo de rastreo…-Adhirió a los usos que podría tener algo así de hacer efecto. –O para las niñas que quieran oír tras las puertas. –Como una de sus amigas, que tenía esa mala costumbre de pequeña de espiar a los adultos y saber que tanto decían. No le respondió si se animaba o no. Sencillamente se lanzó a darle un bocado enorme y esperar a sentir el cambio de los resultados mientras degustaba el sabor como un catador profesional. –No está mal, te quedó aterciopelado.
En cuanto a la poción que probablemente contenía dentro… Lancaster sintió como sus orejas comenzaban a estirarse sin que él lo provocara, la zona superior se volvía puntiaguda con una sensación a la que estaba muy habituado a sentir. Se le escapó una carcajada. Alzó sus cejas y se fijó en Mina. - ¿Y? ¿Me veo bien?
- Aidan G. Lancaster
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Re: The guinea pig
-No finjas que no sabes de qué sonrisita estoy hablando.
Le dijo bromista y le guiñó un ojo. Claro que estaba perfectamente consciente de lo que se había dicho y no en la fiesta, y claro que le quedaba la espinita de preguntarle si de verdad habían tenido algo, pero le frustraba no acordarse de nada y no entender por qué, ya que generalmente no solía perder la memoria nada más porque sí aunque se emborrachara mucho, no sufría de lagunas mentales. Para muestra, que recordaba todo lo del Open House. Pero todavía no sabía cómo tocar el tema aunque siendo honestos, si hubiera sabido que estaba teniendo algo con Odette –aunque fuera mínimo- seguramente habría tenido menos vergüenza con tal de crear líos.
Hizo un mohín cuando le dijo que sería un hit para los aurores. Seguramente sí, podría usarse. No por nada Mina había sido nombrada “joven promesa en transformaciones” y su padre y su hermano solían decirle que usara sus habilidades para algo más, pero ella se había decantado por las finanzas, nada más.
-Jajaja, es la idea. Convertir BK en un hervidero de chismes. Además me imagino a todos los Alpha con orejas de lobo, se verían adorables.
Lo miró con los ojos entrecerrados y esperó resultados, acercándose para ver bien cómo le crecían las orejas y si no eran horrendas, o demasiado peludas, o con verrugas. Esperaba a que fueran estéticas y no espantosas. Le pasó las manos para sentir la textura y luego lo observó de lejos con mirada crítica.
-Guapo como tú solo. Siempre. Ahora dime si escuchas a mis trabajadoras hablando mal de mi, ¿sirve la característica de escuchar muchísimo? ¿Alguien está follando en los baños públicos del mall?
Soltó una carcajada y se quedó mirando el cupcake recién mordido.
-A lo mejor tienes que comértelo todo para el efecto completo.
Dijo frunciendo los labios, golpeando su varita contra la palma de su mano repetidas veces, decidida a arreglar cualquier problema que saliera al paso.
-Oye…y luego con tus orejas de lobo quiero preguntarte algo. Es sobre la fiesta.
Le dijo bromista y le guiñó un ojo. Claro que estaba perfectamente consciente de lo que se había dicho y no en la fiesta, y claro que le quedaba la espinita de preguntarle si de verdad habían tenido algo, pero le frustraba no acordarse de nada y no entender por qué, ya que generalmente no solía perder la memoria nada más porque sí aunque se emborrachara mucho, no sufría de lagunas mentales. Para muestra, que recordaba todo lo del Open House. Pero todavía no sabía cómo tocar el tema aunque siendo honestos, si hubiera sabido que estaba teniendo algo con Odette –aunque fuera mínimo- seguramente habría tenido menos vergüenza con tal de crear líos.
Hizo un mohín cuando le dijo que sería un hit para los aurores. Seguramente sí, podría usarse. No por nada Mina había sido nombrada “joven promesa en transformaciones” y su padre y su hermano solían decirle que usara sus habilidades para algo más, pero ella se había decantado por las finanzas, nada más.
-Jajaja, es la idea. Convertir BK en un hervidero de chismes. Además me imagino a todos los Alpha con orejas de lobo, se verían adorables.
Lo miró con los ojos entrecerrados y esperó resultados, acercándose para ver bien cómo le crecían las orejas y si no eran horrendas, o demasiado peludas, o con verrugas. Esperaba a que fueran estéticas y no espantosas. Le pasó las manos para sentir la textura y luego lo observó de lejos con mirada crítica.
-Guapo como tú solo. Siempre. Ahora dime si escuchas a mis trabajadoras hablando mal de mi, ¿sirve la característica de escuchar muchísimo? ¿Alguien está follando en los baños públicos del mall?
Soltó una carcajada y se quedó mirando el cupcake recién mordido.
-A lo mejor tienes que comértelo todo para el efecto completo.
Dijo frunciendo los labios, golpeando su varita contra la palma de su mano repetidas veces, decidida a arreglar cualquier problema que saliera al paso.
-Oye…y luego con tus orejas de lobo quiero preguntarte algo. Es sobre la fiesta.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: The guinea pig
Se llevó a la boca el pastelito, dándole otra mordida grande para complacerla. Si tenía que comerse todos los cupcakes de la mesada no iba a quejarse, ni una sola vez. Se atragantó con el último comentario de la muchacha. Tuvo que golpearse el pecho, jalar aire de forma profunda y tragar saliva a falta de agua. ¿Quería hablar sobre la fiesta? La miró con completo horror mientras intentaba dejar de sentir como si fuera a morirse. ¿Qué quería hablar sobre la fiesta? ¿Lo de los besuqueos que se dio con Crawford? ¿Su confesión del nunca-nunca? Por favor que no fuera de eso ultimo. Carraspeó. No se engañaba ni a sí mismo: Seguro era de eso.
Iban tan bien… Sin sentirse incómodos ni volver al tema. No le molestaba aclarar las cosas, solo no quería que nada entre ellos se arruinara. Se señaló las orejas. –Escucho mejor. –Sí, lo hacía. Por eso no tenía duda de que no había mal entendido las palabras que acababan de salir de los labios de Mina. -¿El resto de los cupcakes tiene más concentración de… el ingrediente secreto que le has puesto? –Imaginaba que era una poción de algún tipo. No quería saber en realidad con exactitud lo que llevaba dentro. Era bueno en pociones, aunque su especialidad era la herbología y las artes oscuras. Solo… prefería no saber de que estaban compuestas si iba a tragárselas. No cuando la respuesta podía ser pelo de oreja de licántropo dentro de un cupcake.
-Aún no es nada espectacular. –Le dio el último mordisco a lo que quedaba del pastelillo y dejó el papel con migajas en la mesada. –Pero mejora con cada bocado. –Y a cada segundo. Su voz retumbaba dentro de su cabeza, podía sentir la presión sanguínea en las venas de sus oídos, el bombeo de su propio corazón… y el de Mina. –Espera un momento. –Entrecerró los ojos, intentando concentrarse. Ahora escuchaba a la distancia, su rango auditivo era mayor. Sonrió como quien tiene un juguete nuevo. Miró a Mina para decirle que se había equivocado, que era fantástico. -Est.. Agh! –Su mano voló a su oreja inmediatamente. Ahora los sonidos cercanos eran demasiado intensos. –Joder… -Susurró en un jadeo. –Hay que aprender a controlarlo.
Iban tan bien… Sin sentirse incómodos ni volver al tema. No le molestaba aclarar las cosas, solo no quería que nada entre ellos se arruinara. Se señaló las orejas. –Escucho mejor. –Sí, lo hacía. Por eso no tenía duda de que no había mal entendido las palabras que acababan de salir de los labios de Mina. -¿El resto de los cupcakes tiene más concentración de… el ingrediente secreto que le has puesto? –Imaginaba que era una poción de algún tipo. No quería saber en realidad con exactitud lo que llevaba dentro. Era bueno en pociones, aunque su especialidad era la herbología y las artes oscuras. Solo… prefería no saber de que estaban compuestas si iba a tragárselas. No cuando la respuesta podía ser pelo de oreja de licántropo dentro de un cupcake.
-Aún no es nada espectacular. –Le dio el último mordisco a lo que quedaba del pastelillo y dejó el papel con migajas en la mesada. –Pero mejora con cada bocado. –Y a cada segundo. Su voz retumbaba dentro de su cabeza, podía sentir la presión sanguínea en las venas de sus oídos, el bombeo de su propio corazón… y el de Mina. –Espera un momento. –Entrecerró los ojos, intentando concentrarse. Ahora escuchaba a la distancia, su rango auditivo era mayor. Sonrió como quien tiene un juguete nuevo. Miró a Mina para decirle que se había equivocado, que era fantástico. -Est.. Agh! –Su mano voló a su oreja inmediatamente. Ahora los sonidos cercanos eran demasiado intensos. –Joder… -Susurró en un jadeo. –Hay que aprender a controlarlo.
- Aidan G. Lancaster
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Re: The guinea pig
-Sí, lo tienen. Pero en diferentes cantidades, dependiendo de cómo saliera este.
Le siguió inspeccionando las orejas y echando miradas a cuanto cupcake había comido. En efecto, el relleno era una combinación de materias: pociones y transformaciones. No había sido nada sencillo y seguramente Werther se burlaría de que utilizara de ese modo sus habilidades mágicas, pero Mina siempre le callaba la boca diciendo que así se hacía dinero, y era verdad.
Se mordió el labio al ver que los efectos empezaban a mejorar, lo miró atentamente, su corazón latiendo con más fuerza. Era común que aquellas cosas la emocionaran mucho. Tomó un montón de notas en un pergamino que se acercó volando acompañado de una pluma, el más importante: que tenía que encontrar una manera de calibrarlo para que se pudiera controlar y no fuera trabajo del consumidor hacerlo.
-Esta bien, ya tomé nota. Te haré un hechizo y te lo quitaré, ¿ok?
Susurró también para no lastimarle el oído y con tres toques de varita, las orejas de lobo desaparecieron. Mina volvió a hacer anotaciones con el ceño fruncido, completamente concentrada y luego alzó la vista para sonreírle a Aidan.
-¿Me describes cómo escuchabas? Estoy pensando seriamente en comerme uno para experimentar yo misma, pero tendrías que cuidar de mi por cualquier cosa. Oye, sobre la fiesta…¿de verdad nos besamos? Mira, no suelo olvidar las cosas, no soy ese tipo de ebria pero tengo…no sé, estoy en blanco con eso. Te juro que no lo habría olvidado si...tú sabes.
Le siguió inspeccionando las orejas y echando miradas a cuanto cupcake había comido. En efecto, el relleno era una combinación de materias: pociones y transformaciones. No había sido nada sencillo y seguramente Werther se burlaría de que utilizara de ese modo sus habilidades mágicas, pero Mina siempre le callaba la boca diciendo que así se hacía dinero, y era verdad.
Se mordió el labio al ver que los efectos empezaban a mejorar, lo miró atentamente, su corazón latiendo con más fuerza. Era común que aquellas cosas la emocionaran mucho. Tomó un montón de notas en un pergamino que se acercó volando acompañado de una pluma, el más importante: que tenía que encontrar una manera de calibrarlo para que se pudiera controlar y no fuera trabajo del consumidor hacerlo.
-Esta bien, ya tomé nota. Te haré un hechizo y te lo quitaré, ¿ok?
Susurró también para no lastimarle el oído y con tres toques de varita, las orejas de lobo desaparecieron. Mina volvió a hacer anotaciones con el ceño fruncido, completamente concentrada y luego alzó la vista para sonreírle a Aidan.
-¿Me describes cómo escuchabas? Estoy pensando seriamente en comerme uno para experimentar yo misma, pero tendrías que cuidar de mi por cualquier cosa. Oye, sobre la fiesta…¿de verdad nos besamos? Mira, no suelo olvidar las cosas, no soy ese tipo de ebria pero tengo…no sé, estoy en blanco con eso. Te juro que no lo habría olvidado si...tú sabes.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: The guinea pig
Mina era realmente sorprendente. Pero eso no era información nueva para él. Aidan admiraba su cualidad inventiva y su inteligencia. Por su parte el muchacho aunque fuera bueno en herbolaría y otras materias, jamás se había parado a pensar que podía descubrir de nuevo. No era la clase de muchacho que se quedaba encerrado por horas con un juego de química… pero estaba más que dispuesto a hacerle compañía en la tienda a Schweinsteiger. Aidan abrió la boca listo para responder a las preguntas de la bruja, ya con las orejas vueltas a la normalidad… solo para cerrar los labios nuevamente y boquear como un pez.
Tomo aire y carraspeo, con los ojos fijos en el resto de los cupcakes intentando eludir lo obvio. –El sentido comenzó a ampliarse de a poco, al final podía escuchar mi propio organismo funcionar y los detalles más pequeños. A lo mejor si me dabas más tiempo podía intentar focalizarlo a un lado u otro, porque lo que estaba muy cerca se escuchaba demasiado fuerte y… -Frunció un poco el ceño.
Se sentía mal consigo mismo. El no era un cobarde y ella se merecía una respuesta digna.
Tomo aire y carraspeo, con los ojos fijos en el resto de los cupcakes intentando eludir lo obvio. –El sentido comenzó a ampliarse de a poco, al final podía escuchar mi propio organismo funcionar y los detalles más pequeños. A lo mejor si me dabas más tiempo podía intentar focalizarlo a un lado u otro, porque lo que estaba muy cerca se escuchaba demasiado fuerte y… -Frunció un poco el ceño.
Se sentía mal consigo mismo. El no era un cobarde y ella se merecía una respuesta digna.
-¿En verdad lo habías olvidado? –La observó unos segundos esperando una respuesta que no hacía falta. –Vaya… Hasta llegue a creer que solo habías preferido fingir que nunca había pasado. –Sonrío un poco para intentar que no pensara que lo había lastimado demasiado. –No lo invente porque todos estuvieran bebiendo ni nada, sabes que yo no soy así. –Quiso asegurarle. -De hecho... Detesto cuando te acusan de ser una fácil con los de mi fraternidad. Eres mi amiga. –Tocó su brazo en un gesto de cercanía. -Te quiero y todas esas cursilerías. Te defendería ante cualquiera. –Dejó que su mano callera. –Ese beso fue hace mucho tiempo ya, nos conocíamos menos que ahora, estábamos en una fiesta y… Solo sucedió. Estuvo bien… al menos desde mi perspectiva. –Se río un poco, intentando aligerar la conversación. -Solo fue eso. Un beso, Mina. Quedo en el pasado. Aunque ame como juegas deportes conmigo y planee casarme contigo si llego soltero a los… ¿35?
- Aidan G. Lancaster
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