¿Y tú qué haces?

Ya había vencido a todos los equipos de hockey aéreo en los estatales, ahora le tocaba ir a hacer un buen papel en los nacionales y estaba haciendo el trabajo que le correspondía como capitán del equipo que a diferencia de los de quodpot, se componía estrictamente de miembros alpha. No detuvo el entrenamiento hasta que él mismo sintió que se le estaban debilitando las piernas luego de tanto patinar en el aire. Hizo gestos a sus compañeros de que pararan y la mayoría lo hicieron rápidamente, también exhaustos.

-Nos vamos a llevar los nacionales, ¿quedó claro? Mañana habrá entrenamiento a la misma hora y quiero verlos repuestos. -De nuevo sobre la tierra sintió un ligero temblor en las rodillas pero no le hizo caso. Alrededor de la cancha había unas gradas muy pequeñas, no tamaño estadio, y ahí fue donde se dispuso a deshacerse del equipo antes de ir directo a su habitación a darse una bien merecida ducha.

Se quitó los guantes, el casco y la máscara, pero no acabó de quitarse el resto de las protecciones, mucho menos los patines mágicos aéreos, porque encontró a nada más y nada menos que Yaroslava Spektor ahí, en las gradas. No se esperaba encontrarla dentro de su fraternidad, menos metida hasta las canchas de hockey, aunque nadie tenía prohibido el paso nunca.

-¿Qué se supone que haces tú aquí? ¿Me espiabas?- Luego de que se le pasó la sorpresa se pudo quitar el resto del equipo de protección de encima para quedarse solo con el uniforme de BK con el que entrenaban, que tenía un dragón impreso como el de los sellos que te ponían en el consejo escolar.

-¿Viste el entrenamiento?- La pregunta en realidad era si lo había visto lucirse dando órdenes y comportándose como todo un capitán de equipo indiscutiblemente ganador. No se sentía ni un poco mal de que cada que veía a esa niña, se acordara de su hijoputez y de haber perdido 1,000 galeones por intentar jugar con ella. Hasta se daba el lujo de sonreírle con descaro esperando tener algún efecto tardío en ella.

Pues no, no lo estaba espiando. Había ido a la fraternidad Alpha a entregar un trabajo que un tipo de Leyes me había pedido, respecto a unas regulaciones sobre el uso de la fuerza y demás en procesos penales, cosas que en nuestra carrera ya habíamos visto. Por supuesto que me había pagado, y me había pagado bien, por que yo no realmente no tenía tiempo de hacer eso por nadie… a menos que un buen amigo me lo pidiera. El tipo me dijo que le entregara el trabajo después de su práctica de Hockey, y como había sido puntual, llegué a ver el final de la práctica. 

Me senté en las gradas notando, por supuesto, a Billy Snyder haciendo gala de su liderazgo deportivo que me parecía excesivamente autoritario, aunque aparentemente eso hacía bien a los equipos colegiales por que BK iba bastante bien al menos en esa disciplina. A mi me gustaban los deportes en general, iba a los partidos casi siempre con Yuri o con Ilya cuando estaba en Nueva York. La verdad lo que menos importaba de estar ahí era pensar en el hockey. 

Me había quedado enfurruñada pensando en Snyder, reiterando que lo odiaba y pensaba que era un tipo que no valía la pena pero penosamente también pensando que quizás yo exageraba con mis ideas. Los novios se acostaban y nadie parecía llevarlo mal, y las chicas que no eran vírgenes también se casaban con hombres buenos. Sí, muchas veces me habían dicho que mis pensamientos eran como del siglo anterior pero a final de cuentas tampoco me había ido mal manteniéndome. Aunque me lo cuestionaba cuando veía a Snyder, precisamente. 

Hice la transacción con el chico que con el equipo de hockey puesto se iba con la carpeta de un trabajo impecable que le valdría una nota alta. Me quedé en las gradas organizando mi mochila un instante cuando de pronto el susodicho se me acercaba. Levanté la vista y lo encontré tan guapo como siempre, sólo para torturarme. Le puse una sonrisa falsa de “qué gracioso eres”

-Estaba haciendo un negocio- le respondí levantándome después de cerrar mi mochila y quedándome parada, notando los muchos centímetros de estatura que me sacaba, dispuesta a irme pero sin poder hacerlo nada más, dejándolo con la pregunta al aire. 

-Lo vi, espero que les vaya bien en los nacionales. Son un buen equipo- le dije con honestidad, torciendo un poco la boca para evitar la sonrisa -Bueno, tengo cosas qué hacer. Suerte

No hizo comentarios ofensivos sobre los negocios que estaba haciendo, aunque se le ocurrían bastantes. Tampoco agradeció ese halago sincero al equipo sino que lo tomó como lo que era, un hecho. Bill se esforzaba mucho por esas cosas deportivas y si además de ganar los nacionales, ganaba el campeonato de quodpot interno, tendría un buen año como alpha, tan bueno como presidente.

En otros temas, Yaroslava le parecía una chica bonita, por eso se había atrevido a decir que sí a esa apuesta, pero no veía en ella más que un pedazo de carne para ser sinceros. No era el tipo de chica con la que andaría orgullosamente de la mano por los pasillos sin una apuesta de por medio. Le gustaban sus ojos, también algunos gestos que hacía con la boca, pero más allá de eso no había nada que lo hiciera sentir dueño de una consciencia sucia por lo que había hecho.

-¿Qué cosas se supone que tienes que hacer?-Le preguntó pero no con interés sino con burla, aunque ya sabía que era muy dedicada con sus estudios y estricta con sus tiempos de trabajo, una ñoña hecha y derecha. Pero Bill pensaba que alguien que alegaba que tenía cosas que hacer estaba tratando de escapar de una manera digna, o de sonar interesante de una manera patética.

-Yo iba a darme una ducha, deberías acompañarme. ¿O todavía te da pena desnudarte enfrente de mi?-También se lo dijo en tono punzante, como cuando picas repetidamente los botones de algo descompuesto a ver si de pura casualidad así se enciende.

Se rió con los labios apretados y luego le dio unas palmaditas a Yaroslava en la espalda. Le habían llegado rumores de que ella lo odiaba por lo que había pasado y él parecía disfrutar enormemente de ese efecto que le provocaba.-Anda, ya puedes volver a tus mil pendientes.

Lo había dicho de manera normal, para irme y ya, pero siempre tenía qué estar fastidiando. La verdad no me acordaba por qué había terminando andado con él exactamente pero sí por que se comportaba de manera completamente distinta a como lo hacía normalmente, lo que también me dejaba con cierta sensación de desconfianza, de no saber realmente cuál era el verdadero Bill, si el que había conocido o el insoportable de ahora. 

Ni siquiera respondí qué tenía qué hacer, por que me parecía más una pregunta retórica que verdadero interés, así que con la mochila colgada en un hombro recordé mi agenda de esa tarde, que incluía terminar un ensayo y preparar la cena de Yuri en la cocina comunitaria de su fraternidad por que era mi paga por haberme llevado a esa fiesta hacía poco. A él no le importaban mis planes, así que sólo me dispuse -de verdad- a irme antes de volverlo a mirar cuando hablaba. 

Por supuesto que le di una bofetada. 

No podía creer que tocara el tema de esa manera, o mejor dicho no lo quería creer por que en mi tontería de creerlo un poco sensible aún pensaba que había habido algo más que sólo ganas de probar algo al terminarme por no querer acostarme con él. Era como para que dejara de pensar tonterías y siguiera con mi vida. 

-Puedes ir con cualquiera que se desnude frente a ti a darte tu ducha, tienes suerte de que aquí abunden las putas. Le dijo enfurruñada. Era la primera vez que le daba una bofetada y la mano le punzaba un poco por ponerle tanta fuerza (daba igual si a él le había dolido o no) y aunque era una especie de desahogo, me sentía fatal por haberlo hecho, pero peor por que él hubiera podido provocarme las ganas de hacerlo. 


-Déjame pasar- Podía saltarme las gradas y seguir mi camino, pero no se me daba la gana.

La bofetada le ardió durante varios segundos, había sido dada con fuerza pero Bill pondría cara de que ni la había sentido aunque su mejilla estuviera poniéndose roja. Se rió abiertamente gracias al atinado comentario de que abundaban las putas. No la iba a desmentir, había las suficientes chicas como para elegir a cualquiera cada semana, muy pocas para tomárselas en serio y últimamente no planeaba tomarse en serio a ninguna, por lo que Yaroslava tenía un punto.

-No, no te vas a ir, no se le pega al presidente dentro de su fraternidad, ¿qué te crees?-Él también sabía que Yaroslava podía simplemente saltarse las gradas y salir pitando y hasta le entraron ganas de recalcárselo, para que se diera cuenta de que en el fondo quería estar ahí aunque fuera en ese maleado ambiente. O al menos manipularlo al decirlo para que pareciera que así era aunque solamente fueran ideas suyas.

Ese era el Bill real, el que pensaba que tenía las posibilidades de hacer y decir lo que se le pegara la gana sin importar a quien lastimaba o como lo lastimaba. Y el que también pensaba que todo mundo le debía algo solo por ser quien era, por el apellido, por el padre que tenía y por su flamante presidencia. Ni contar los derechos que sentía tener todavía más en el fondo, siendo parte de todos esos secretos que se guardaban bien en el sótano de los Nu Delta Pi. No había nada que no se sintiera con todos los derechos de hacer.  

La tomó por la muñeca por si se le ocurría escapar como tenía oportunidad, pero no la sostuvo demasiado fuerte, tampoco era su idea lastimarla y que luego fuera por ahí contando que era un violador aprovechado que le había dejado la muñeca negra por la fuerza del agarre, era un toque normal. -¿Vas a disculparte como buena chica? También puedo darme por pagado de tu insolencia si me das un beso.-Más burlas y más presión. Eran las cosas que a él se le daba muy bien hacer y no escatimaría en recursos con Yaroslava, no lo había hecho para la apuesta, no tenía porque ser diferente en ese instante.

-Tú decides.-Le dijo como si de verdad no tuviera otra opción.

Lo miré mal cuando me tomaba por la muñeca y salía con la tontería de que no podía yo estar ahí y pegarle al flamante presidente de la fraternidad para después irme, como si en primer lugar no se lo hubiera buscado. Lo seguí mirando con molestia y enarqué una ceja cuando salía con sus descaros, siempre queriendo demostrar algo.

-Tú te lo buscaste ¿Tanto trabajo te cuesta ser amable y ya?- Era evidente que sí, y que yo estaba engañándome sólo por haber conocido a un Billy que era considerado y del que me había enamorado. Ugh, era horrible admitirlo, sobre todo con él frente a a mi, portándose como se portaba. 

-¿Me sueltas?- no me estaba doblegando con su fuerza ni nada, sólo se lo decía para que se dejara de tonterías. Me zafé de su agarre y subí a la grada superior de un brinco, pretendiendo irme pero quedando en nivel superior a él. Me detuve, y no pude evitar tomarme en serio su tontería del beso sobre todo por que imaginaba que él ya se había anticipado a mi reacción y esperaba justamente eso, que me fuera.

Casi nunca me sentía retada, no tenía el espíritu competitivo de Yuri, pero esto era casi una afrenta personal, y la verdad, era tonta al preocuparme tanto por eso, pero no lo podía evitar. Me agaché un poco y puse las manos en su rostro para acercarme a él, recordando su olor, enfatizado por haber estado entrenando. Era espantoso que acercarme a él tuviera todavía un poderoso efecto sobre mi, casi haciendo que temblaran mis piernas. No le di un beso en los labios por que no me atrevía, y seguramente a él tampoco le iba a sorprender que le dejara un beso en la mejilla, casi en la comisura.

-No te lo merecías, pero siempre te sales con la tuya- le dije torciendo la boca y acomodándome el cabello que me había caído un poco hacia el frente.

Bill no pudo evitar la sonrisa sardónica que dibujaron sus labios por la cantaleta sobre la amabilidad.-Estoy siendo amable, mujer. Solo que tú no lo valoras. No sabes los castigos horribles que alguien se podría llevar por levantarme la mano dentro de este lugar.-Bromeaba, en especial porque nunca haría nada para lastimar a una chica, físicamente hablando, a menos que se tratara de una de esas actividades extracurriculares que a veces requerían uno que otro sacrificio.

Hablando de eso, si Yaroslava era virgen más valía que le ayudara a deshacerse de ese potencial problema pronto, porque nunca se sabía cuando iban a necesitar la sangre de una. Estaba siendo el hombre más considerado del mundo y ella que no se lo tenía en cuenta. Se rió solo de su propia bromita mental y dejó que se zafara. La dejó, porque de haber querido hubiera mantenido el agarre solamente apretando un poco más.

Estuvo sorprendido unos segundos, justo antes de que el beso se lo diera en la comisura y no en los labios. Pensó que lo iba a hacer de verdad, pero al final terminó siendo tímida.-Eres más pudorosa de lo que te recuerdo. Y claro que siempre me salgo con la mía, no estoy acostumbrado a otra cosa, ya deberías saberlo bien.

Teniéndola una grada más arriba era fácil rodearla por la cintura. Era pequeña así que a Bill se le hacía fácil imaginar que podía hacer cualquier cosa con ella, aunque Yaroslava ya le hubiera demostrado que era capaz de hacerle hasta perder dinero por no hacer exactamente lo que él pidiera.

La besó sin preámbulos, agresivamente, sosteniéndola por la pequeñísima cintura. No le importaba si alguien lo veía besando a una inmigrante, la mayoría de los alpha se sabían la historia y seguramente tomarían la escena como lo que era: Bill Snyder cobrando una deuda, solamente porque no estaba dispuesto a quedarse con eso. Y si alguien tenía algo que reprocharle al respecto, esperaría ansioso sus acusaciones.

Nada, nada en el mundo, me hubiera gustado más que ser capaz de apartarme después de que dijera esas cosas sobre el pudor y que no estaba acostumbrado a no salirse con la suya. Bueno, eso lo sabía, por eso habíamos terminado y me dejaba en la deprimente perspectiva de saber que sí, que sin acostarse conmigo realmente nada más valía la pena como para continuar. Ahí estaba, la verdad y nada más. 

La verdad y nada más no eran razones suficientes para volver a abofetearlo o hacer algo cuando de pronto aprisionaba mi cintura bajo las sudadera que llevaba ese día, y la fuerza de su abrazo me dejaba por un momento estupefacta y temblorosa, lo peor era que no de una mala manera. Quise no imaginar nada más y escaparme de cualquier tentación absurda, pero justo como la primera vez, Bill tenía ese algo que me debilitaba, no por nada me había enamorado como una idiota hacía un año, y esas cosas, así como las adicciones duras, eran muy difíciles de ignorar. Lo miré con una mezcla de espanto y expectativa que no sabía qué expresión me dejaba. 

Pero al final me encontraba besándolo. Después de la bofetada, después de haber tenido oportunidad de irme a tiempo y de estar haciendo lo que tenía qué hacer estaba ahí, en su territorio, de cierta forma acorralada, haciendo su voluntad. Me odie todavía más por estar disfrutando ese beso que aún más que la cercanía inicial amenazaba con desmayarme o algo así, y odié el poder que su olor y su cercanía tenía sobre mi. 

-Ya déjame- le dije apartándome al fin, poniendo los brazos sobre sus hombros para al menos alejar un poco el rostro de él, sintiendo de nuevo que iba a decir cosas que no debería decir -Tú fuiste el que se aburrió de todo esto, así que ya déjame Seguí diciendo en una especie de forcejeo que hizo que mi mochila se cayera, aunque quedara estática en la grada.

Bill podía notar sin ningún esfuerzo que ese beso no le estaba siendo especialmente desagradable a Yaroslava, porque se lo correspondía. Dio esa primera batalla por ganada aunque esa guerra personal no estaba ganada todavía. Le daba risa pensar que si lograba sus objetivos era como una manera más de burlarse de Crawford y de esa gente que tanto le colmaba la paciencia, al menos haciéndose de una de sus protegidas aunque el pensamiento fuera del todo ruin.

Mientras la besaba, Bill sabía que estaba imposibilitado para enamorarse o querer siquiera un poco a esa chica que parecía tan débil en ese momento y se regodeaba de esa sensación, se regodeaba de poder hacer y deshacer sin entregar nada a cambio con ella, aunque estaba a medias en su camino. No se trataba de una mala chica, tenía sus buenos puntos y los había descubierto cuando había cometido esa farsa de ser su novio, pero no estaba dispuesto a abrirse de más con alguien como ella. Además, no dejaba de ser una estirada que no quería más que el anillo de compromiso antes de entregar cualquier cosa, o alguna estupidez así que ya a nadie le importaba. Era como si la hubieran criado en otro siglo y ni así se lo explicaba.

-¿Yo fui el que se aburrió? Lo único que me pasó fue que me cansé de que me dieras largas, yo no te obligué a nada en ningún momento pero no niegues que todos los días buscabas calentarme para luego dejarme como un imbécil. No es que me haya aburrido de ti, te amaba. Es que nunca supe qué querías de mi.-Todo eso eran totales mentiras, pero le salían tan fácil por la boca que no se sentía ni siquiera mal de engañarla de ese modo, diciéndole que la amaba y poniendo cara de fingido dolido.

-Y otra vez viniste aquí a pasearte y demostrarme que no te importo, ¿a fuerza tenías que venir hasta mi entrenamiento para entregar un trabajo? No lo creo.-Sabía que Yaroslava no había ido ahí para buscarlo, pero si la hacía creer que él pensaba eso, lo más seguro era que comenzara a dar argumentos para demostrar lo contrario. Antes de que replicara la besó de nuevo, imprimiendo más tensión y mostrando todavía más impaciencia. El día que se enterara de la apuesta, probablemente lo iba a querer matar.

Se había separado de mi pero aún estaba cerca y era como si eso me nublara un poco el juicio. O mucho. Si lo tenía en la peor de las estimas no debería estarlo escuchando, mucho menos besándolo. Lo miré con una mezcla de enojo y confusión cuando decía todas esas cosas.

-¡Sabes que eso no es cierto! yo jamás jugué contigo, no intentes ser la víctima aquí... - Lo había dicho antes, pero nunca creí que lo fuera a decir después, cuando ya no quisiera obtener nada. Tal vez yo era demasiado tonta, por que el hecho de que lo dijera en ese momento me podía bastante. 

-Te dije qué hacía aquí, ya basta con esa historia... jamás volviste a buscarme, ni volví a importarte cuando no tuviste lo que querías. Eso te lo puede dar cualquiera, ve con cualquiera entonces

Y no encontré manera de negarme a ese beso de nuevo, cerrando los ojos e incluso acariciando un poco su cabello, sin poder evitar acerca mi cuerpo al suyo, deseando no querer volver a besarlo nunca pero sabiendo que era imposible. Bill nunca había dejado de gustarme, y si estaba siempre tan enojada con él era por que tampoco había dejado de importarme. Qué iba yo a saber de sus verdaderos motivos.-Si iba a hacerlo con alguien, era contigo. Ni siquiera me diste tiempo...

No supe si eso era del todo cierto, pero en una situación hipotética quizás un par de meses hubieran bastado para cambiar mis ideas. Había visto sufrir a mis amigas, el sexo siempre me parecía un desastre y más que desear desesperadamente matrimoniarme como plan de vida, me aterraba la idea de no poder mantener a nadie a mi lado o algo así. Eso también era un problema, pensar que mi honor era el único valor de cambio que me mantenía. Odiaba pensar en eso, más aún por que era Bill quien lo provocaba.

Los planes de Bill en ese momento ya eran bastante simples. Estaba buscando una sola cosa, sacar el mayor provecho de ella mientras lo dejara, pero ya sabiendo que no lo dejaría llegar muy lejos tampoco. Disfrutaba notar que sentía cosas por él y que a pesar de todo ese supuesto carácter fuerte seguía siendo vulnerable cuando se trataba de estar cerca el uno del otro. Le gustaba ese sentido de dominación, saber que podía jugar con las vulnerabilidades de las personas. El dinero que ella lo había hecho perder ya no volvería de todos modos, pero si jugaba bien sus cartas podría sacar algún tipo de satisfacción de todo ese juego.

Le sorprendió la declaración de Yaroslava de que iba a hacerlo con él, pero que él no le había dado tiempo. No había pecado de impaciente pero había tenido tiempo límite específico para esa apuesta. La sola idea de estar con ella parecía un incentivo suficiente para seguir jugando, no porque no pudiera tener a ninguna otra sino porque le llamaba la atención la idea de tenerla a ella, la difícil y la virginal, era un reto al que nadie le haría el feo.

-¿En serio? Comenzaba a pensar que no te importaba ni un poco. No era eso lo único que quería pero tampoco voy a mentirte diciendo que no quería estar contigo, o que podría aguantar sin que me interesaras de esa forma. Sabías bien lo que me provocabas, lo que todavía me provocas.-Si tenía que buscar palabras adecuadas que sabía que iban a tener efectos positivos, entonces las usaría. Si estaba siendo un gran patán por hacer todo eso con una chica “inocente”, no le importaba mucho, le parecía ridículo que se echara encima ese paquete como si su virginidad valiera perlas.

-Lamento si crees que solamente buscaba eso, o que fui un patán impaciente. Si solamente hubiera buscado follar contigo no te habría hecho mi novia.-A Bill se le conocían pocas novias formales, de hecho solo tres o cuatro a lo mucho, incluyéndola, lo que significaba que no andaba de la mano con cualquiera. Aunque lo de Yaroslava había sido una puesta, ella debía entender que había hecho una excepción porque había sido importante, aunque todo fuera mentira.