Buenas Nuevas
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Buenas Nuevas
La fiesta del pasado 3 de agosto, esa que debió haber ser el excepcional punto de partida para la nueva colección de varitas que su familia develó, no había salido como lo tenían planeado. Todo cortesía del simpatiquísimo y siempre oportuno ex marido de Wilhelmina, partidazos donde los hubiera, y el siempre confiable juicio de Miles y de Stryder, que no únicamente tenían que enfrentarse al descontento de su familia, sino que cargaban a cuestas con un Auberon Wardwell muy, muy disgustado. No, su padre no había tomado para nada bien la pequeña muestra de entretenimiento no programada. La clase de represalías que habría, la verdad, las desconocía. Había escuchado a alguien decir que debieron haberse asegurado que el Pulgoso y el Roñoso pasaran por lo menos un par de noches en la perrera lamiéndose las costillas rotas. Ahora entendía a la perfección el porque la eterna frustración de Werther con respecto al que hubiera sido su cuñado, gloria a la Diosa, en tiempo pasado.
De todas formas, su familia se había encargado de traer de vuelta la atención hacia los Wardwell y solamente los Wardwell, y de qué manera.
Había sonreído en las fotos y en todas ellas se le veía como la hermana más enternecida de todas. Si a la primera no lo logras vuelve a intentar hasta que lo consigas, principio tan patriotico como las barras y estrellas y el pay de manzana. Quién le hubiera dicho que esa filosofía habría de aplicar también para matrimonios? Que Adrien y Charlotte se iban a casar!... De nuevo!
No rompió en carcajada en ese instante porque no iba a poner en ridiculo a su hermana frente a la prensa, y porque su padre estaba ya de por si bastante irritado, cortesia de los glariadores etilicos. Es que no, por donde lo viera no tenía ni pies ni cabeza. Para más sal en la herida, Joseph Morgan y Auberon Wardwell habían mantenido el asunto en total secreto y al parecer nadie, ni siquiera los mismos tórtolos, estaba enterado del asunto hasta antes del anuncio oficial.
Si conocía a Adrien como lo conocía, no iba a encontrarlo en su casa, sometido al intenso escrutinio de su madre que estaría en plan de soberana de hierro comenzando a planear una boda que por, todos los medios, esta vez si que habría de celebrarse. Entrar a la casa de Nu, que ya conocía a la perfección, no representó problema. Tampoco el guardián otorga acertijos en la puerta de Adrien.
Para cando el protagonista de la última noticia de sociedad llegó a su habitación se encontró con Lucienne, sentada en la silla de su escritorio, con uno de sus libros entre las manos. - Hola Adrien. - Le saludó apartando la mirada del libro apenas lo necesario para verle a los ojos, dibujando en sus labios una sonrisa encantadora y en apariencia inofensiva.
De todas formas, su familia se había encargado de traer de vuelta la atención hacia los Wardwell y solamente los Wardwell, y de qué manera.
Había sonreído en las fotos y en todas ellas se le veía como la hermana más enternecida de todas. Si a la primera no lo logras vuelve a intentar hasta que lo consigas, principio tan patriotico como las barras y estrellas y el pay de manzana. Quién le hubiera dicho que esa filosofía habría de aplicar también para matrimonios? Que Adrien y Charlotte se iban a casar!... De nuevo!
No rompió en carcajada en ese instante porque no iba a poner en ridiculo a su hermana frente a la prensa, y porque su padre estaba ya de por si bastante irritado, cortesia de los glariadores etilicos. Es que no, por donde lo viera no tenía ni pies ni cabeza. Para más sal en la herida, Joseph Morgan y Auberon Wardwell habían mantenido el asunto en total secreto y al parecer nadie, ni siquiera los mismos tórtolos, estaba enterado del asunto hasta antes del anuncio oficial.
Si conocía a Adrien como lo conocía, no iba a encontrarlo en su casa, sometido al intenso escrutinio de su madre que estaría en plan de soberana de hierro comenzando a planear una boda que por, todos los medios, esta vez si que habría de celebrarse. Entrar a la casa de Nu, que ya conocía a la perfección, no representó problema. Tampoco el guardián otorga acertijos en la puerta de Adrien.
Para cando el protagonista de la última noticia de sociedad llegó a su habitación se encontró con Lucienne, sentada en la silla de su escritorio, con uno de sus libros entre las manos. - Hola Adrien. - Le saludó apartando la mirada del libro apenas lo necesario para verle a los ojos, dibujando en sus labios una sonrisa encantadora y en apariencia inofensiva.
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
Por supuesto que no iba a volver a su casa después de aquel fiasco que había sido la fiesta, por supuesto que algo así se imaginaba después que su madre le había mandado a darle un “presente” a Charlotte y casi saltado de gusto cuando le dijo que le había ofrecido ir a la fiesta con ella, de alguna manera sentía que todo había estado calculado para que ocurriera de esa manera y lo peor es que él se había prestado sin saberlo, detestaba que la gente jugara de esa manera con él, como si no tuviera el control de su propia vida (por que realmente, le hacían recordar que no lo tenía). Ese día se había pasado la mayor parte del tiempo en la biblioteca, revisando apuntes, adelantando cosas, como siempre, para empezar antes que los demás en ese semestre que estaba por iniciar, le ayudaba el mantenerse ocupado, el no pensar en que, con un demonio, se iba a casar próximamente sin siquiera haber estado enterado. No es que Charlotte no fuera de su agrado, era hermosa, como todas las malditas mujeres de su familia, pero él… bueno él no quería estar al lado de alguien porque lo obligaban a hacerlo.
Cuando volvió a la fraternidad no se topo con nadie, tenia algunos libros bajo el brazo y venia más sumido en sus pensamientos de costumbre, luego estaba la rutina de la puerta, pero cuando esta se abrió lo que vio dentro en parte no le sorprendió pero por otro lado le había provocado un escalofrió, de esos malos que hielan la sangre. Suspiró pesadamente y cerró la puerta tras de sí, quitándose los lentes y colocando los libros frente a su escritorio.
El punto de tener un seguro en la puerta, es que la gente no entre sin avisar ¿lo sabes?. – Pero bueno, si conocía a otra persona tan inteligente (si, modesto el niño) que él, esa era Lucianne; Adrien se manejo con naturalidad frente a ella, la conocía de toda la vida por dios santo, aun que si, esa aura de veela que tenia con ella lo descolocaba y ponía algo nervioso, eso nunca iba a cambiar. Comenzó a desabrocharse la camisa por la parte de las muñecas y levanto las mangas para verse un poco más relajado, si es que eso era posible con semejante mujer frente a él.
¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que la orden era que te mantuvieras a trescientas yardas de distancia de mi. No creo que eso haya cambiado, en especial después de la excelente sorpresa de tus padres. – Había sarcasmo en su voz, aun que ahora era diferente, Adrien jamás se había quejado públicamente de las decisiones de la familia Wardwell ni mucho menos de las de su propia familia, ni siquiera con ella que era de alguna forma, una de las personas en las que más confiaba.
Cuando volvió a la fraternidad no se topo con nadie, tenia algunos libros bajo el brazo y venia más sumido en sus pensamientos de costumbre, luego estaba la rutina de la puerta, pero cuando esta se abrió lo que vio dentro en parte no le sorprendió pero por otro lado le había provocado un escalofrió, de esos malos que hielan la sangre. Suspiró pesadamente y cerró la puerta tras de sí, quitándose los lentes y colocando los libros frente a su escritorio.
El punto de tener un seguro en la puerta, es que la gente no entre sin avisar ¿lo sabes?. – Pero bueno, si conocía a otra persona tan inteligente (si, modesto el niño) que él, esa era Lucianne; Adrien se manejo con naturalidad frente a ella, la conocía de toda la vida por dios santo, aun que si, esa aura de veela que tenia con ella lo descolocaba y ponía algo nervioso, eso nunca iba a cambiar. Comenzó a desabrocharse la camisa por la parte de las muñecas y levanto las mangas para verse un poco más relajado, si es que eso era posible con semejante mujer frente a él.
¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que la orden era que te mantuvieras a trescientas yardas de distancia de mi. No creo que eso haya cambiado, en especial después de la excelente sorpresa de tus padres. – Había sarcasmo en su voz, aun que ahora era diferente, Adrien jamás se había quejado públicamente de las decisiones de la familia Wardwell ni mucho menos de las de su propia familia, ni siquiera con ella que era de alguna forma, una de las personas en las que más confiaba.
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
Lucienne se sonrió e incluso chasqueo la lengua un poco, como quien alecciona a un niño. No había sido su intención inicial mostrarse tan condescendiente con él pero todo lo que había en su actitud era algo que la inclinaba irremediablemente a ello.- Si esa es la intención probablemente deberías conseguir un seguro más complicado de vencer. – Le respondió con tono amable aunque sin apartar su atención del libro cuyas páginas volteaba con delicadeza, como teniendo la cortesía de dejarle ponerse más cómodo antes de continuar la conversación.
- De cualquier forma, no vas a negarme algo de tu tiempo, ¿verdad? – Mantenía la sonrisa gentil en los labios cuando al fin dejó el libro sobre el escritorio. Se cruzó de piernas con gracia, asegurándose de no arrugar el vestido que se ceñía a su silueta y le observó moverse por la habitación. Irritado, por supuesto, porque la novedad de su inminente estado civil era algo que se necesitaba asimilar todavía. Incómodo, porque claramente no apreciaba su visita en ese momento. Tenso, porque por mucho que tratara de aparentar que no, Lucienne sabía a la perfección el efecto que tenía sobre él. Con el paso de los años había aprendido que ese bendito encanto heredado por su madre era algo a lo que sacar mucho más provecho que el de simplemente conseguir que el chico que le gustara la invitara a salir sin tomar en consideración nimiedades como si tal vez tendría novia ya.
Le causo gracia su reproche a lo que inmediatamente negó suavemente con la cabeza. Era cierto, por afán de mantener apariencias y no crear mayor escándalo había que mantener distancia después de que su padre los hubiera encontrado en una situación, por llamarlo así, un poco inconveniente. Lucienne se había deslindado de toda responsabilidad del asunto aunque tal vez Adrien no supiera que si no había llegado a más, tanto por lo conflictivo que llegaría a ser el que se supiera que estando comprometido con una Wardwell se besaba con otra, es porque había abogado por él.
- Oh, no fueron solamente mis padres. Te recuerdo que los tuyos cargan con el 50% del brillante arreglo. Curioso cómo funcionan las cosas. – Se encogió de hombros, cautivadora y a la vez distante cuando desviaba la mirada hacia la enorme colección de libros que poseía, peinando con sus dedos las puntas de las ondas pelirrojas que caían por sus hombros. – Me parece un poco excesivo para controlar daños por tus deslices con estudiantes de bajos recursos y étnicamente diversas y los malos tratos ejercidos a la clase trabajadora, pero ni hablar, mi opinión cuenta poco en esos tratos. – Tan solo por parafrasear todo lo que se había dicho esa noche. Esta vez volvió a buscarle la mirada, con esa malicia y provocación tan naturales.
- De cualquier forma, no vas a negarme algo de tu tiempo, ¿verdad? – Mantenía la sonrisa gentil en los labios cuando al fin dejó el libro sobre el escritorio. Se cruzó de piernas con gracia, asegurándose de no arrugar el vestido que se ceñía a su silueta y le observó moverse por la habitación. Irritado, por supuesto, porque la novedad de su inminente estado civil era algo que se necesitaba asimilar todavía. Incómodo, porque claramente no apreciaba su visita en ese momento. Tenso, porque por mucho que tratara de aparentar que no, Lucienne sabía a la perfección el efecto que tenía sobre él. Con el paso de los años había aprendido que ese bendito encanto heredado por su madre era algo a lo que sacar mucho más provecho que el de simplemente conseguir que el chico que le gustara la invitara a salir sin tomar en consideración nimiedades como si tal vez tendría novia ya.
Le causo gracia su reproche a lo que inmediatamente negó suavemente con la cabeza. Era cierto, por afán de mantener apariencias y no crear mayor escándalo había que mantener distancia después de que su padre los hubiera encontrado en una situación, por llamarlo así, un poco inconveniente. Lucienne se había deslindado de toda responsabilidad del asunto aunque tal vez Adrien no supiera que si no había llegado a más, tanto por lo conflictivo que llegaría a ser el que se supiera que estando comprometido con una Wardwell se besaba con otra, es porque había abogado por él.
- Oh, no fueron solamente mis padres. Te recuerdo que los tuyos cargan con el 50% del brillante arreglo. Curioso cómo funcionan las cosas. – Se encogió de hombros, cautivadora y a la vez distante cuando desviaba la mirada hacia la enorme colección de libros que poseía, peinando con sus dedos las puntas de las ondas pelirrojas que caían por sus hombros. – Me parece un poco excesivo para controlar daños por tus deslices con estudiantes de bajos recursos y étnicamente diversas y los malos tratos ejercidos a la clase trabajadora, pero ni hablar, mi opinión cuenta poco en esos tratos. – Tan solo por parafrasear todo lo que se había dicho esa noche. Esta vez volvió a buscarle la mirada, con esa malicia y provocación tan naturales.
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
Lucienne era una maldita mujer, no había otra forma de calificarla. Se sabía hermosa y vaya que lo era, con solamente uno de sus movimientos podría tener a la persona que quisiera a sus pies, ese mismo poder la hacía prácticamente indestructible ante sus ojos, inalcanzable, imponente. Jamás se había podido resistir a ella o a cualquiera de sus peticiones, odiaba esa parte de él y por supuesto que más odiaba el hecho de que pudiera entrar así como así a su territorio, su espacio personal, el lugar donde al menos podía estar tranquilo, su mera presencia turbaba el ambiente y lo descontrolaba.
Solo espero que sea rápido y me digas que es lo que quieres. No pienso volver a tener problemas con tu familia Lucienne… – Le frustraba demasiado que se viera así tan despreocupada, como si tuviera el mundo en sus manos, termino por apartar la vista de ella y se cruzo de brazos, una obvia señal de que estaba reacio a cualquier opinión que ella pudiera darle. Aun que claro cuando habló acerca del compromiso y que era para ocultar los chismes de sus indecencias con pobres muchachas y demás, su enojo fue más que evidente.
Adrien se acerco a ella en un movimiento rápido y apoyo las manos sobre el escritorio en un golpe seco, dejándola atrapada entre ellas. Tenía una sonrisa sarcástica en los labios y sus ojos se encontraron fijamente con los de Lucienne.
¿Qué estás diciendo?... ¿Qué sabes al respecto? ¿Fue acaso por esa estupidez que hicieron todo esto?... – Su rostro estaba muy cerca del de ella, de una manera casi peligrosa, podía sentir su aroma y el eco de su aliento sobre su piel. Se levantó de inmediato y frustrado, golpeo uno de los libros que tenia al lado lanzándolo sobre la pared.
Solo espero que sea rápido y me digas que es lo que quieres. No pienso volver a tener problemas con tu familia Lucienne… – Le frustraba demasiado que se viera así tan despreocupada, como si tuviera el mundo en sus manos, termino por apartar la vista de ella y se cruzo de brazos, una obvia señal de que estaba reacio a cualquier opinión que ella pudiera darle. Aun que claro cuando habló acerca del compromiso y que era para ocultar los chismes de sus indecencias con pobres muchachas y demás, su enojo fue más que evidente.
Adrien se acerco a ella en un movimiento rápido y apoyo las manos sobre el escritorio en un golpe seco, dejándola atrapada entre ellas. Tenía una sonrisa sarcástica en los labios y sus ojos se encontraron fijamente con los de Lucienne.
¿Qué estás diciendo?... ¿Qué sabes al respecto? ¿Fue acaso por esa estupidez que hicieron todo esto?... – Su rostro estaba muy cerca del de ella, de una manera casi peligrosa, podía sentir su aroma y el eco de su aliento sobre su piel. Se levantó de inmediato y frustrado, golpeo uno de los libros que tenia al lado lanzándolo sobre la pared.
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
- En un sentido muy amplio, si eres buen niño y haces lo que te mandan, va a ser tu familia también. –
Con Adrien, el conseguir una reacción sincera se volvía tarea de dificultad titánica. Bien ensayado siempre el cómo comportarse, como moverse, cómo contestar. Ocurría pues, que la manera más acertada de conseguir descifrar exactamente lo que cruzaba por su mente era apelando a su visceralidad, esa que tan bien domada tenía, y esa misma que, por fortuna, sabía bien donde presionar para hacer salir a la luz.
De ahí que ni se inmutara al verse acorralada por su cercanía y la fiereza con que la miraba. Lejos de apartarse o rehuir del escrutinio en su mirada alzó el rostro un poco más, y donde él estaba hecho una furia, ella no transmitía otra cosa que no fuera calma. Se sonrió y deslizó sus ojos miel lentamente a sus labios, afilando un poco más la sonrisa que conservaba en los propios.
- ¿Cómo voy a saber? Te repito que yo no estuve involucrada en los términos a negociar en ese contrato. Lo único que puedo intuir es que tu padre debió haberse sentido muy presionado como para dar en el punto preciso de insistencia para que el mío volviese a considerar que, después de todo, no es tan mala opción el ligarte a su hija menor. – Le sostuvo la mirada, y cuando se apartó para descargar su frustración contra aquel libro, ella se puso en pie y comenzó a andar por la habitación, recorriendo con la punta de los dedos los muebles que quedaban a su alcance. Ni una sola mota de polvo, inmaculado por donde se viera, y aunque al penetrante olor a alcanfor impregnado en esas paredes era un poco sofocante, todo seguía siendo muy característico de él.
- Todo lo que digo es que si te vuelves torpe en la manera en que haces las cosas no puedes escandalizarte después cuando estas situaciones pasan. Es una lástima, en verdad. No creo que Charlotte sea plenamente consciente de que simplemente no la ves de esa manera. ¿O tienes pensado romper con el compromiso de nuevo? Me preocuparía un poco, considerando la afición que tienes por, ¿cómo decirlo amablemente? Animales exóticos. En serio que espero que haya sido el polvo de tu vida como para justificar el problema en el que estás metido. Tú y yo sabemos que Brillantina es un incordio sin sustancia, pero me parece que en este caso en particular hicieron un trabajo de investigación bastante respetable. – Detuvo su recorrido junto a la cama, enlazando ambas manos a su espalda para apoyarse contra uno de los pilares de la lujosa cama que era la pieza central de su habitación.
- Por eso uno debe pensar con la cabeza, no con la punta de la polla. – Su expresión dulce como siempre, pero ella no era de dar besitos en la frente llenos de comprensión.
Con Adrien, el conseguir una reacción sincera se volvía tarea de dificultad titánica. Bien ensayado siempre el cómo comportarse, como moverse, cómo contestar. Ocurría pues, que la manera más acertada de conseguir descifrar exactamente lo que cruzaba por su mente era apelando a su visceralidad, esa que tan bien domada tenía, y esa misma que, por fortuna, sabía bien donde presionar para hacer salir a la luz.
De ahí que ni se inmutara al verse acorralada por su cercanía y la fiereza con que la miraba. Lejos de apartarse o rehuir del escrutinio en su mirada alzó el rostro un poco más, y donde él estaba hecho una furia, ella no transmitía otra cosa que no fuera calma. Se sonrió y deslizó sus ojos miel lentamente a sus labios, afilando un poco más la sonrisa que conservaba en los propios.
- ¿Cómo voy a saber? Te repito que yo no estuve involucrada en los términos a negociar en ese contrato. Lo único que puedo intuir es que tu padre debió haberse sentido muy presionado como para dar en el punto preciso de insistencia para que el mío volviese a considerar que, después de todo, no es tan mala opción el ligarte a su hija menor. – Le sostuvo la mirada, y cuando se apartó para descargar su frustración contra aquel libro, ella se puso en pie y comenzó a andar por la habitación, recorriendo con la punta de los dedos los muebles que quedaban a su alcance. Ni una sola mota de polvo, inmaculado por donde se viera, y aunque al penetrante olor a alcanfor impregnado en esas paredes era un poco sofocante, todo seguía siendo muy característico de él.
- Todo lo que digo es que si te vuelves torpe en la manera en que haces las cosas no puedes escandalizarte después cuando estas situaciones pasan. Es una lástima, en verdad. No creo que Charlotte sea plenamente consciente de que simplemente no la ves de esa manera. ¿O tienes pensado romper con el compromiso de nuevo? Me preocuparía un poco, considerando la afición que tienes por, ¿cómo decirlo amablemente? Animales exóticos. En serio que espero que haya sido el polvo de tu vida como para justificar el problema en el que estás metido. Tú y yo sabemos que Brillantina es un incordio sin sustancia, pero me parece que en este caso en particular hicieron un trabajo de investigación bastante respetable. – Detuvo su recorrido junto a la cama, enlazando ambas manos a su espalda para apoyarse contra uno de los pilares de la lujosa cama que era la pieza central de su habitación.
- Por eso uno debe pensar con la cabeza, no con la punta de la polla. – Su expresión dulce como siempre, pero ella no era de dar besitos en la frente llenos de comprensión.
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
Claro, por supuesto que esa había sido la razón principal, desde la primera vez que alguien lo había captado con Julisa meses atrás, un revuelo se había desatado, principalmente dentro de su familia. Es que simplemente la atención de la gente no estaba sobre Sansa y su promiscuidad en la escuela, no, a la gente hasta le parecía bien que ella anduviera rodeándose de mequetrefes y muertos de hambre, ni siquiera les importaba, a fin de cuentas ella no cargaba con la responsabilidad de heredar el apellido y todas esas cosas, pero con él era distinto. Sabía muy bien que su padre y el señor Wardwell habían sido hermanos de fraternidad (misma a donde él había pertenecido) y que aquel matrimonio ya estaba planeado desde antes de que él, Lucienne o Charlotte hubieran sido concebidos.
La siguió con la mirada por la habitación, ella lo había hecho perder los estribos, no se permitiría que algo así volviera a suceder, no nuevamente. Se cruzo de brazos y no se movió de su lugar, su mirada estaba fija en ella y sus movimientos.
En primera instancia Lucienne debo recordarte que no fui yo quien rompió el compromiso con Charlotte, ¿Necesitas que te lo recuerde o seguimos haciendo como que nunca sucedió? – Se acerco a ella lentamente, seguro de sí mismo. En segundo lugar, creo que mis aficiones exóticas no tienen por qué preocuparte a ti o a tu familia, siempre y cuando no se vean involucrados en ellas… . Termino por quedar frente a ella, peligrosamente cerca, embriagado por su aroma y la tentación que era el simplemente tocarla, recordaba sus labios y el calor de su cuerpo, pero sabía perfectamente que jugar de esa manera con Lucianne era peligroso, muchísimo, las mujeres Wardwell eran demoniacas. Acercó sus labios al oído de la joven. - Y en tercer lugar, si, fue el mejor polvo que he tenido en mi vida, en esta misma cama y de maneras que no te imaginarias. ¿Tienes algún inconveniente?. .
Se apartó de ella con brusquedad, casi con rechazo, fue hasta el rincón donde había caído el libro de su furia y lo recogió tranquilamente, como si nada hubiera sucedido ahí mismo.
¿Vas a decir algo más o ya te marchas? .
La siguió con la mirada por la habitación, ella lo había hecho perder los estribos, no se permitiría que algo así volviera a suceder, no nuevamente. Se cruzo de brazos y no se movió de su lugar, su mirada estaba fija en ella y sus movimientos.
En primera instancia Lucienne debo recordarte que no fui yo quien rompió el compromiso con Charlotte, ¿Necesitas que te lo recuerde o seguimos haciendo como que nunca sucedió? – Se acerco a ella lentamente, seguro de sí mismo. En segundo lugar, creo que mis aficiones exóticas no tienen por qué preocuparte a ti o a tu familia, siempre y cuando no se vean involucrados en ellas… . Termino por quedar frente a ella, peligrosamente cerca, embriagado por su aroma y la tentación que era el simplemente tocarla, recordaba sus labios y el calor de su cuerpo, pero sabía perfectamente que jugar de esa manera con Lucianne era peligroso, muchísimo, las mujeres Wardwell eran demoniacas. Acercó sus labios al oído de la joven. - Y en tercer lugar, si, fue el mejor polvo que he tenido en mi vida, en esta misma cama y de maneras que no te imaginarias. ¿Tienes algún inconveniente?. .
Se apartó de ella con brusquedad, casi con rechazo, fue hasta el rincón donde había caído el libro de su furia y lo recogió tranquilamente, como si nada hubiera sucedido ahí mismo.
¿Vas a decir algo más o ya te marchas? .
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
- Me parece que el que de buenas a primeras decidieras que la hermana de tu futura esposa te resultaba más apetecible es un buen motivo como para considerar un compromiso nulo. - Por supuesto que no olvidaba lo que había pasado, ni tampoco lo que hubiera llegado a pasar de no haberlos encontrado su padre para ponerles un alto, algo que ni Charlotte ni nadie habría de saber jamás. Que distintas habrían sido las cosas si él hubiera aceptado sus condiciones para un compromiso. Y aún más distintas, si tal vez él hubiera tomado las riendas del asunto en vez de dejar que el Dr. Morgan hiciera todas las negociaciones.
- Y sucede además, que si el compromiso está de nuevo vigente, tus parafilias vienen a ser de incumbencia de mi familia, seguro es algo que puedes comprender. - Ni pestañeó cuando se acercó, ni cuando lo sintió tan cerca de él. Cuando su pecho casi se apretaba contra el de ella, y el aroma a su colonia estaba tan presente que nublar los sentidos era sencillo.
Cuando se acercó a su oído a susurrarle tales cosas, venenoso, nada en ello pareció cambiar. Si pretendía que lo mirara herida o sintiera repudio a la cama en la que se apoyaba, no lo consiguió. Simplemente le siguió con la mirada y la respuesta, tan breve como afilada que tuvo a todo aquello sobre el revolcón tan intenso que había cambiado su vida y era lo mejor del universo, fue un - Hasta ahora. - antes de que se apartara como si su cercanía le quemara.
- No entiendo porque te pones a la defensiva cuando mi única intención es la de aconsejarte. - Esta vez fue su turno de acercarse hacia donde él estaba, a paso lento pero decidido, llevando aún las manos entrelazadas a su espalda. - Así que aquí mi consejo; no vuelvas a hacer estupideces a menos que quieras ver a tu vaca de desierto perjudicada. Charlotte puede no estar enterada de muchas cosas, pero puedes estar seguro que mi padre no va a tolerar entrevistas sorpresivas similares a las de la de la otra noche. - Lo concedía, su hermana había tenido reflejos veloces como para manejar a la reportera de buena manera, pero aquel desliz fácilmente podría haber llegado a mayores de no ser más cuidadosos.
- Por favor no te pongas melodramático sobre si acaso te estoy amenazando o no. Es tan sencillo como que sabes a la perfección de lo que hablo y lo que puede suceder. - Acortó los pasos hacia él y quedaron ambos frente a frente, imponiéndose esta vez ella con su cercanía, aunque en vez de tratar de intimidarlo como él había hecho, alargó los dedos para arreglarle el cuello de la camisa en un gesto que parecía cuidadoso y hasta dedicado.- Lo demás viene sobrando. Te diría también que quizá es momento de que comenzaras a plantearte dejar de quedarte tras bambalinas tomando notas mientras todos los demás hacen lo necesario para conseguir lo que quiere, pero ese ya no es mi inconveniente. - En mucho, mucho más, que tan solo un aspecto de su vida.
- De cualquier manera, no necesito ser vidente para saber que no te vas a casar. - Susurró a su oído y terminó de acomodarle la camisa, y ahí estaba, aquella maldita suficiencia de quien se regodea en saber mucho más de lo que está dispuesto a decir.
- Y sucede además, que si el compromiso está de nuevo vigente, tus parafilias vienen a ser de incumbencia de mi familia, seguro es algo que puedes comprender. - Ni pestañeó cuando se acercó, ni cuando lo sintió tan cerca de él. Cuando su pecho casi se apretaba contra el de ella, y el aroma a su colonia estaba tan presente que nublar los sentidos era sencillo.
Cuando se acercó a su oído a susurrarle tales cosas, venenoso, nada en ello pareció cambiar. Si pretendía que lo mirara herida o sintiera repudio a la cama en la que se apoyaba, no lo consiguió. Simplemente le siguió con la mirada y la respuesta, tan breve como afilada que tuvo a todo aquello sobre el revolcón tan intenso que había cambiado su vida y era lo mejor del universo, fue un - Hasta ahora. - antes de que se apartara como si su cercanía le quemara.
- No entiendo porque te pones a la defensiva cuando mi única intención es la de aconsejarte. - Esta vez fue su turno de acercarse hacia donde él estaba, a paso lento pero decidido, llevando aún las manos entrelazadas a su espalda. - Así que aquí mi consejo; no vuelvas a hacer estupideces a menos que quieras ver a tu vaca de desierto perjudicada. Charlotte puede no estar enterada de muchas cosas, pero puedes estar seguro que mi padre no va a tolerar entrevistas sorpresivas similares a las de la de la otra noche. - Lo concedía, su hermana había tenido reflejos veloces como para manejar a la reportera de buena manera, pero aquel desliz fácilmente podría haber llegado a mayores de no ser más cuidadosos.
- Por favor no te pongas melodramático sobre si acaso te estoy amenazando o no. Es tan sencillo como que sabes a la perfección de lo que hablo y lo que puede suceder. - Acortó los pasos hacia él y quedaron ambos frente a frente, imponiéndose esta vez ella con su cercanía, aunque en vez de tratar de intimidarlo como él había hecho, alargó los dedos para arreglarle el cuello de la camisa en un gesto que parecía cuidadoso y hasta dedicado.- Lo demás viene sobrando. Te diría también que quizá es momento de que comenzaras a plantearte dejar de quedarte tras bambalinas tomando notas mientras todos los demás hacen lo necesario para conseguir lo que quiere, pero ese ya no es mi inconveniente. - En mucho, mucho más, que tan solo un aspecto de su vida.
- De cualquier manera, no necesito ser vidente para saber que no te vas a casar. - Susurró a su oído y terminó de acomodarle la camisa, y ahí estaba, aquella maldita suficiencia de quien se regodea en saber mucho más de lo que está dispuesto a decir.
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
Entre las cosas más estupidas que había hecho en su vida, la primera y la más terrible de todas, con las peores consecuencias había sido en efecto haber puesto sus ojos en algún momento de su vida sobre Lucienne, no porque no fuera hermosa, por los santos, parecía una belleza esculpida, de esas obras de arte que uno tiene que ver desde la distancia. Cuando por fin se había atrevido a no solamente confesarle que estaba loco por ella, si no a besarla y llegar un poco más allá, el señor Wardwell los había encontrado. Por supuesto todo se había manejado con la seriedad posible y él saliendo de la casa lo más pronto posible, pero no había apenas y llegado a la suya propia cuando el pertinente regaño y plática sobre los valores monetarios y empresariales se hacía llegar por parte de su padre. La cosa era simple y él solo le pedía tres cosas en la vida: Sanación Mágica – Nu Delta Pi – Charlotte Wardwell.
El estaba consciente que la cosa con Julisa había salido de su alcance, que tal vez era verdad y la chica no valiera todas esas cosas a las que se estaba arriesgando, pero tampoco le iba a dar la razón así como así a Lucienne, en primer lugar porque sentía que la odiaba y en segundo por que disfrutaba dándole la contra. Él solamente hizo gala de todo el auto control que poseía cuando ella se acercó para, amablemente, acomodarle la camisa. Adrien detestaba que la gente hiciera eso, todas las mujeres que conocía lo hacían, Lucienne, Kitty, su madre, ¿por qué rayos no le dejaban de una vez la camisa en paz?. En algún lugar había leído que era en parte por sentirse maternales (y por qué lo veían como un niño, cosa que no le gustaba) y en segundo que denotaba inseguridades en el carácter, ¿sería eso verdad con Lucienne?
¿Y qué vas a hacer Lucienne? ¿Qué pasará si esta vez simplemente no quiero dejarla? ¿Qué pasará si esta vez soy yo quién renuncia al compromiso?
Dio un paso atrás poniendo distancia segura entre ella y él, si ella parecía muy segura de saber sus movimientos ¿sabría también eso? Por supuesto que no, nadie jamás se esperaba que él se opusiera a algo que la familia Morgan ordenara, aun él no lo creía por supuesto. Le facilitaba las cosas ser de esa manera.
Lo que yo quiero no voy a conseguirlo de esa manera. Respondió con severidad. A muchos adolescentes ricos les ocurría siempre una etapa de rebeldía, por eso de los 17 o 18 años, bueno al parecer a Adrien le había llegado unos años después.
El estaba consciente que la cosa con Julisa había salido de su alcance, que tal vez era verdad y la chica no valiera todas esas cosas a las que se estaba arriesgando, pero tampoco le iba a dar la razón así como así a Lucienne, en primer lugar porque sentía que la odiaba y en segundo por que disfrutaba dándole la contra. Él solamente hizo gala de todo el auto control que poseía cuando ella se acercó para, amablemente, acomodarle la camisa. Adrien detestaba que la gente hiciera eso, todas las mujeres que conocía lo hacían, Lucienne, Kitty, su madre, ¿por qué rayos no le dejaban de una vez la camisa en paz?. En algún lugar había leído que era en parte por sentirse maternales (y por qué lo veían como un niño, cosa que no le gustaba) y en segundo que denotaba inseguridades en el carácter, ¿sería eso verdad con Lucienne?
¿Y qué vas a hacer Lucienne? ¿Qué pasará si esta vez simplemente no quiero dejarla? ¿Qué pasará si esta vez soy yo quién renuncia al compromiso?
Dio un paso atrás poniendo distancia segura entre ella y él, si ella parecía muy segura de saber sus movimientos ¿sabría también eso? Por supuesto que no, nadie jamás se esperaba que él se opusiera a algo que la familia Morgan ordenara, aun él no lo creía por supuesto. Le facilitaba las cosas ser de esa manera.
Lo que yo quiero no voy a conseguirlo de esa manera. Respondió con severidad. A muchos adolescentes ricos les ocurría siempre una etapa de rebeldía, por eso de los 17 o 18 años, bueno al parecer a Adrien le había llegado unos años después.
Última edición por Adrien Morgan el Jue 22 Ago - 14:47, editado 1 vez
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
- Creo que no estás entendiendo, Adrien. ¿Yo? Yo no voy a hacer nada. – Le respondió con tranquilidad. Si acaso estaba imaginándola que iba a montar un teatro de escalas colosales o decidir irrumpir en plena ceremonia para evitar que se casaran, estaba muy equivocado. Ella no iba a mover un dedo, así de convencida estaba de que las cosas caerían por su propio peso y que ese matrimonio no iba a llegar a ser. La verdad no entendía exactamente qué era lo que su padre planeaba volviendo a comprometer a Charlotte, pero Lucienne no era tonta, no iba a cuestionarlo.
- Pregúntate eso a ti mismo. Qué es lo que pasara si no quieres dejarla. – Día tras día tras día viendo junto a ti el mismo rostro que no habías elegido sino aceptado por imposición. No tocaba siquiera la noción tan romántica y hasta ilusa sobre lo que era un matrimonio sin amor, porque con sinceridad, en ese nivel en que se manejaba lo de Adrien y su hermana, ese acuerdo era una transacción de negocios disfrazada de otro nombre. El tedio, la resignación, la asfixia… que le llamaran lo que gustaran y dudaran de sus motivos, que no negaba estuvieran impulsados en parte por una veta de egoísmo, pero no era algo que quisiera para él ni tampoco para su hermana. Si Charlotte en verdad creía que esa era su mejor alternativa, firmar y aceptar ese anillo, entonces en verdad eran mucho más distintas de lo que suponían.
La respuesta que le daba le pareció de lo más llamativa. Lo que yo quiero no voy a conseguirlo de esa manera. Decía llamativa por ser gentil, porque eran esos detalles los que a veces le hacían creer que Adrien era un caso perdido. Si era un repentino arranque de rebeldía, moralidad o lo que fuera resultaba irrelevante en verdad. – No te engañes a ti mismo, eres más listo que eso. – Por favor, ¿esperaba que le creyese? El afán de complacer, el peso de cargar con el legado de un hombre exclusivamente sobre sus hombros sin replicar ni una sola vez, el medimago sobresaliente, la joven promesa, el heredero fiable y calculador, el que anteponía la razón al deseo y estaba en verdad dispuesto a desposar a alguien que no provocaba nada en él más allá de un ensoñamiento momentáneo cuando la magia en su sangre la hacía verse tan radiante como fuera posible…
No era tan distinto a ella misma. A ambos les movía una ambición que les iba a llevar a hacer lo que encontraran necesario para obtener lo que se propusieran. La diferencia radicaba en que él se negaba a abrazar del todo el camino que por tres generaciones había quedado comprobado ya era la llave a hacerse con todo lo que desearan. Docilidad a la orden y todo lo que pudieras desear queda al alcance de tus manos, manchadas de rojo, era la verdad, pero desbordando de los frutos que eras incapaz de contar.
- ¿Y qué es lo que quieres? Cuál es tu manera? – El escrutinio en su mirada persistía, y volvió a acortar aquel paso que les separaba. De alguna manera en que solamente ellos podrían entenderse, esa habitación se había vuelto un tablero a sus pies. La persecución apenas comenzaba – A veces me pregunto si en realidad lo sabes. Lo haces? Sabes en realidad qué es lo que deseas? Porque si lo haces, y aún así siempre quedas con las manos vacías pudiendo tenerlo todo... tu "manera"no te está funcionando... -
- Pregúntate eso a ti mismo. Qué es lo que pasara si no quieres dejarla. – Día tras día tras día viendo junto a ti el mismo rostro que no habías elegido sino aceptado por imposición. No tocaba siquiera la noción tan romántica y hasta ilusa sobre lo que era un matrimonio sin amor, porque con sinceridad, en ese nivel en que se manejaba lo de Adrien y su hermana, ese acuerdo era una transacción de negocios disfrazada de otro nombre. El tedio, la resignación, la asfixia… que le llamaran lo que gustaran y dudaran de sus motivos, que no negaba estuvieran impulsados en parte por una veta de egoísmo, pero no era algo que quisiera para él ni tampoco para su hermana. Si Charlotte en verdad creía que esa era su mejor alternativa, firmar y aceptar ese anillo, entonces en verdad eran mucho más distintas de lo que suponían.
La respuesta que le daba le pareció de lo más llamativa. Lo que yo quiero no voy a conseguirlo de esa manera. Decía llamativa por ser gentil, porque eran esos detalles los que a veces le hacían creer que Adrien era un caso perdido. Si era un repentino arranque de rebeldía, moralidad o lo que fuera resultaba irrelevante en verdad. – No te engañes a ti mismo, eres más listo que eso. – Por favor, ¿esperaba que le creyese? El afán de complacer, el peso de cargar con el legado de un hombre exclusivamente sobre sus hombros sin replicar ni una sola vez, el medimago sobresaliente, la joven promesa, el heredero fiable y calculador, el que anteponía la razón al deseo y estaba en verdad dispuesto a desposar a alguien que no provocaba nada en él más allá de un ensoñamiento momentáneo cuando la magia en su sangre la hacía verse tan radiante como fuera posible…
No era tan distinto a ella misma. A ambos les movía una ambición que les iba a llevar a hacer lo que encontraran necesario para obtener lo que se propusieran. La diferencia radicaba en que él se negaba a abrazar del todo el camino que por tres generaciones había quedado comprobado ya era la llave a hacerse con todo lo que desearan. Docilidad a la orden y todo lo que pudieras desear queda al alcance de tus manos, manchadas de rojo, era la verdad, pero desbordando de los frutos que eras incapaz de contar.
- ¿Y qué es lo que quieres? Cuál es tu manera? – El escrutinio en su mirada persistía, y volvió a acortar aquel paso que les separaba. De alguna manera en que solamente ellos podrían entenderse, esa habitación se había vuelto un tablero a sus pies. La persecución apenas comenzaba – A veces me pregunto si en realidad lo sabes. Lo haces? Sabes en realidad qué es lo que deseas? Porque si lo haces, y aún así siempre quedas con las manos vacías pudiendo tenerlo todo... tu "manera"no te está funcionando... -
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
A veces se preguntaba cómo es que su vida había cambiado tan rápido, su mundo en general se veía distinto, tal vez porque estaba comenzando a verlo con los ojos de un hombre y no solamente como los del heredero Morgan. ¿Sabía lo que quería? No, lo cierto es que no tenía la mas mínima idea de que es lo que quería realmente, toda su vida se la había pasado haciendo lo que los demás le decían porque era más fácil simplemente creer que no estás a favor de las cosas cuando realmente lo único que conoces es eso y Lucienne había dado en el clavo.
Le dolió escuchar sus palabras, precisamente porque tenía razón. Sabia muy dentro de él que quería estar al lado de Julisa, porque sus sentimientos eran verdaderos y no algo impulsado por compromiso social, pero precisamente ese compromiso social y el hecho de que no era tan idiota como para lanzarse en contra de la corriente eran lo que lo habían impulsado a dejarla, había malgastado mucho de su tiempo culpando a su familia, a los malditos estatutos sociales de Norte América, porque era más fácil que aceptar la realidad: eso es lo que él era, esos eran los deseos de su corazón. Se había esforzado, había sobresalido y había logrado estar por arriba de las expectativas de la gente todo con el fin de lograr estar en la cima… y si dejar a Julisa era el precio que tenía que pagar, estaba más que dispuesto a hacerlo.
Permaneció con la mirada fija en ella y se quedo en silencio, era de esos silencios que podían decir más que las palabras. ¿Cómo era eso posible? ¿Por qué era que aquello lo torturaba de tal manera?. Estaba cansado, exhausto de aquello, también dio un paso hacia ella terminando con la distancia que los separaba, su rostro estaba solo a centímetros del de ella, podía sentir su respiración sobre la piel.
Tienes razón… – La observo como aquel que mira una obra de arte, contemplándola, era como algo inalcanzable que jamás podría tener. Dio un paso hacia atrás y la rodeo para ir hasta su escritorio y dejar los libros ahí, como si nada hubiera pasado.
Dime Lucienne, ¿Qué es lo que tienes tu? … ¿te digo realmente que es lo que tienes? Nada, absolutamente nada que te pertenezca solo a ti. Ambos sabemos que no somos más un par de niños jugando en un colegio, las aspiraciones de nuestros padres nos han llevado a dónde estamos y cualquier cosa que podamos tener será lo que ellos quieran que tengamos. Pero, tienes razón, mis métodos no están funcionando y por eso es momento de cambiarlos, si la boda con Charlotte es lo que necesito para obtener lo que quiero, sabes muy bien que no voy a desistir, ¿Te digo por qué?... porque en el fondo soy igual que tu, igual que todos ustedes.
Le dolió escuchar sus palabras, precisamente porque tenía razón. Sabia muy dentro de él que quería estar al lado de Julisa, porque sus sentimientos eran verdaderos y no algo impulsado por compromiso social, pero precisamente ese compromiso social y el hecho de que no era tan idiota como para lanzarse en contra de la corriente eran lo que lo habían impulsado a dejarla, había malgastado mucho de su tiempo culpando a su familia, a los malditos estatutos sociales de Norte América, porque era más fácil que aceptar la realidad: eso es lo que él era, esos eran los deseos de su corazón. Se había esforzado, había sobresalido y había logrado estar por arriba de las expectativas de la gente todo con el fin de lograr estar en la cima… y si dejar a Julisa era el precio que tenía que pagar, estaba más que dispuesto a hacerlo.
Permaneció con la mirada fija en ella y se quedo en silencio, era de esos silencios que podían decir más que las palabras. ¿Cómo era eso posible? ¿Por qué era que aquello lo torturaba de tal manera?. Estaba cansado, exhausto de aquello, también dio un paso hacia ella terminando con la distancia que los separaba, su rostro estaba solo a centímetros del de ella, podía sentir su respiración sobre la piel.
Tienes razón… – La observo como aquel que mira una obra de arte, contemplándola, era como algo inalcanzable que jamás podría tener. Dio un paso hacia atrás y la rodeo para ir hasta su escritorio y dejar los libros ahí, como si nada hubiera pasado.
Dime Lucienne, ¿Qué es lo que tienes tu? … ¿te digo realmente que es lo que tienes? Nada, absolutamente nada que te pertenezca solo a ti. Ambos sabemos que no somos más un par de niños jugando en un colegio, las aspiraciones de nuestros padres nos han llevado a dónde estamos y cualquier cosa que podamos tener será lo que ellos quieran que tengamos. Pero, tienes razón, mis métodos no están funcionando y por eso es momento de cambiarlos, si la boda con Charlotte es lo que necesito para obtener lo que quiero, sabes muy bien que no voy a desistir, ¿Te digo por qué?... porque en el fondo soy igual que tu, igual que todos ustedes.
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
Contra todo lo que pudiera aparentar, no estaba disfrutando aquello. No dudaba ni por un segundo el tener la razón, tan convencida estaba así de sus palabras. Sabía que iba a lastimarlo, y que iba a herirle el escucharla decir todas aquellas cosas porque eran todas verdad, porque lo conocía, quizá más de lo que él mismo diera fe. Así que ver reflejado en su mirada que justo había dado la puñelada certera y en el punto preciso fue duro.
Sostuvo su mirada sin inmutarse y a pesar de ello su expresión no se suavizó ni un poco a pesar de reconocerle que estaba en lo correcto, ni tampoco de tenerlo tan cerca que pudiera sentir el calor de su pecho y a esa distancia muy fácilmente las cosas entre ellos pudieran tomar un rumbo completamente distinto con una facilidad casi increíble.
Le observó entonces apartarse, en silencio, e iba a conceder que algo de verdad había en sus palabras también. Ella y sus hermanos, sus amigos, él, todos tenían sobre los hombros un millar de expectativas por cumplir que habían sido impuestas por sus padres. No obstante, no era eso algo que Lucienne considerara que atentaba contra sus propios deseos. Era obvio que Adrien y ella veían sus obligaciones desde perspectivas distintas. Quizá era que Joseph Morgan y Auberon Wardwell lo veían distinto también. Quizá era sencillamente que ella y Adrien eran muy diferentes. Quizá había tenido un poco más de suerte, o ella deseaba aquel éxito con mucha más fuerza de lo que pensaba sobre sí misma, ¿cómo saberlo con certeza?
- Entonces quizá las cosas comienzan a cambiar para ti al fin. -
Le respondió con calma, sin morstrarse herida por sus palabras. Aún así, eso que transmitía en su voz y en la manera en que se movía era muy distinta a como se había mostrado hacía apenas cosa de unos instantes. No más fiera al acecho. Parecía inclusive dócil, como si el escuchar lo que tenía que escuchar de él, aún y si no fuera exactamente lo que esperaba, le hubiera apaciguado al fin.
- Lástima que tengas que hacerlo a costa de tí mismo. -
Aquello era algo en lo que, sin duda, nunca irían a coincidir.
Sostuvo su mirada sin inmutarse y a pesar de ello su expresión no se suavizó ni un poco a pesar de reconocerle que estaba en lo correcto, ni tampoco de tenerlo tan cerca que pudiera sentir el calor de su pecho y a esa distancia muy fácilmente las cosas entre ellos pudieran tomar un rumbo completamente distinto con una facilidad casi increíble.
Le observó entonces apartarse, en silencio, e iba a conceder que algo de verdad había en sus palabras también. Ella y sus hermanos, sus amigos, él, todos tenían sobre los hombros un millar de expectativas por cumplir que habían sido impuestas por sus padres. No obstante, no era eso algo que Lucienne considerara que atentaba contra sus propios deseos. Era obvio que Adrien y ella veían sus obligaciones desde perspectivas distintas. Quizá era que Joseph Morgan y Auberon Wardwell lo veían distinto también. Quizá era sencillamente que ella y Adrien eran muy diferentes. Quizá había tenido un poco más de suerte, o ella deseaba aquel éxito con mucha más fuerza de lo que pensaba sobre sí misma, ¿cómo saberlo con certeza?
- Entonces quizá las cosas comienzan a cambiar para ti al fin. -
Le respondió con calma, sin morstrarse herida por sus palabras. Aún así, eso que transmitía en su voz y en la manera en que se movía era muy distinta a como se había mostrado hacía apenas cosa de unos instantes. No más fiera al acecho. Parecía inclusive dócil, como si el escuchar lo que tenía que escuchar de él, aún y si no fuera exactamente lo que esperaba, le hubiera apaciguado al fin.
- Lástima que tengas que hacerlo a costa de tí mismo. -
Aquello era algo en lo que, sin duda, nunca irían a coincidir.
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
Tras aquellas palabras Adiren había tomado asiento en la silla frente a su escritorio, la habitación quedo en silencio unos momentos en los que él colocaba sus lentes sobre una pila de libros; estaba escuchándola y quiso ignorar ese cambio en su voz, tuvo que llevarse la mano hacia el cuello de su camisa, como si tenerlo abotonado lo estuviera asfixiando, así mismo aflojo un poco el nudo de su corbata y se llevo una mano al rostro, tratando de quitarse la pesadez que esa conversación le proporcionaba. Se giro hacia ella aun sentado, recargado cómodamente sobre la silla y alcanzó su mirada con la propia.
No respondiste mi pregunta Lucienne… - Le habló con un tono de voz cansado, pero realmente no le dio más tiempo para responder.- Dime la verdad, ¿viniste solo por eso? ¿A decirme que la boda no va a realizarse? - Adrien se inclinó hacia adelante para alcanzar la mano de Lucienne, la tomo entre las suyas para acercarla y entonces se levantó para quedar nuevamente frente a ella, durante mucho tiempo esa joven había sido el amor de su vida, la había idealizado a tal punto de que nadie en toda la existencia podría igualarla, Lucienne en su mente había llegado a tener la categoría de diosa inalcanzable, era como una estrella que brillaba lejos de él, a la cual solamente podía observar sin realmente tenerla.
Adrien con un movimiento de su cuerpo la había colocado frente al escritorio de una manera lenta con la intención de que no se escapara de su agarre, la conocía o eso pensaba hasta hace tiempo. – Sabes Siempre has tenido ese poder sobre mí, tal vez porque en algún momento pensé que eras como yo, que estabas destinada a ser mía. .
Se rio de manera sarcástica, como si aquella idea le pareciera ridícula en esos momentos, cuando había sido la única verdad hacia tiempo. Entrelazo sus dedos con los de ella, habia colocado las manos sobre sus caderas, muy cerca de su cintura, sus cuerpos estaban tan cerca que podía sentir su calor sobre él, su perfume, el deseo de su piel. – Durante mucho tiempo lo único que quise era estar a tu lado, tenerte conmigo, eras el premio por todos esos años de esfuerzo, de sacrificios y... obediencia. Habría hecho cualquier cosa por ti Lucienne incluso aceptar a Charlotte… - Estaba hablándole tan cerca que había pegado su mejilla a la de ella, su voz sonaba grave y aterciopelada sobre ella, incitante, ardiente; era casi innegable la atracción que sentía el uno por el otro, esa fuerza que ella emanaba lo volvía loco.
Pero ya no soy ese chico Lucienne, lo siento… no voy a dejar nuevamente a Charlotte… y tu ya no tienes ese poder sobre mí, lo siento. - Se separó de ella dándole un beso en el dorso de la mano y así como la había tomado la fue dejando lentamente. No, aquello no era por Charlotte, era por él, era por ellos, pero sobre todo, era por la persona que se había llevado todo de él.
No respondiste mi pregunta Lucienne… - Le habló con un tono de voz cansado, pero realmente no le dio más tiempo para responder.- Dime la verdad, ¿viniste solo por eso? ¿A decirme que la boda no va a realizarse? - Adrien se inclinó hacia adelante para alcanzar la mano de Lucienne, la tomo entre las suyas para acercarla y entonces se levantó para quedar nuevamente frente a ella, durante mucho tiempo esa joven había sido el amor de su vida, la había idealizado a tal punto de que nadie en toda la existencia podría igualarla, Lucienne en su mente había llegado a tener la categoría de diosa inalcanzable, era como una estrella que brillaba lejos de él, a la cual solamente podía observar sin realmente tenerla.
Adrien con un movimiento de su cuerpo la había colocado frente al escritorio de una manera lenta con la intención de que no se escapara de su agarre, la conocía o eso pensaba hasta hace tiempo. – Sabes Siempre has tenido ese poder sobre mí, tal vez porque en algún momento pensé que eras como yo, que estabas destinada a ser mía. .
Se rio de manera sarcástica, como si aquella idea le pareciera ridícula en esos momentos, cuando había sido la única verdad hacia tiempo. Entrelazo sus dedos con los de ella, habia colocado las manos sobre sus caderas, muy cerca de su cintura, sus cuerpos estaban tan cerca que podía sentir su calor sobre él, su perfume, el deseo de su piel. – Durante mucho tiempo lo único que quise era estar a tu lado, tenerte conmigo, eras el premio por todos esos años de esfuerzo, de sacrificios y... obediencia. Habría hecho cualquier cosa por ti Lucienne incluso aceptar a Charlotte… - Estaba hablándole tan cerca que había pegado su mejilla a la de ella, su voz sonaba grave y aterciopelada sobre ella, incitante, ardiente; era casi innegable la atracción que sentía el uno por el otro, esa fuerza que ella emanaba lo volvía loco.
Pero ya no soy ese chico Lucienne, lo siento… no voy a dejar nuevamente a Charlotte… y tu ya no tienes ese poder sobre mí, lo siento. - Se separó de ella dándole un beso en el dorso de la mano y así como la había tomado la fue dejando lentamente. No, aquello no era por Charlotte, era por él, era por ellos, pero sobre todo, era por la persona que se había llevado todo de él.
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
- Vine a aconsejarte que fueras más cauteloso con los errores que cometes. - Respondió con calma y parsimonía, aunque la ambigüedad de sus palabras dejaba mucho abierto a intepretaciones. Error era dejarse fotografiar con cualquiera que fuera su amante de turno, error era casarse con Charlotte, error era continuar con aquella pasividad de ser un simple espectador en su vida dejando pasar de largo todas las oportunidades frente a él.
Se vio arrinconada entre él y la mesa, con las manos de él en sus caderas, con la cercanía de su cuerpo contra el propio, con lo fácil que sería simplemente alcanzar sus labios y besarlo, tirar de su corbata ya aflojada y atraerlo hacia ella, tumbarlo sobre la silla y sentarse sobre sus muslos. Enterrándole los dedos en las caderas, besando sus labios hasta hacerlos enrojecer, piel contra piel, deslizándose dentro de ella y dejándose venir. No importaba el compromiso. No importaba que estuviera de pronto prometido a su hermana. Podría, si quisiera, tenerlo rendido en esa misma cama, en la que le acababa de asegurar había tenido el polvo de su vida con una pobre diabla. Podría reivindicar su orgullo. Podría demostrarle que se equivocaba y seguía teniendo ese mismo poder que negaba seguía ejerciendo sobre él. Podría, podría, podría ella hacer un montón de cosas por permitirse el capricho y mostrarle que se equivocaba.
Pero no lo haría. No ahora. No como él pensaba, porque no era así como Lucienne hacía las cosas. Lo que haría, sin lugar a duda, era dejarle bien en claro un par de cosas que quizá no había terminado de comprender.
No creía en tal cosa como el estar destinado a alguien más, en almas gemelas o en aquellas nociones de romanticismo que a algunas hacían perder la cabeza. Creía en la atracción, creía en la ambición, creía en la conexión que creaba la afinidad de principios e ideales, la compatibilidad de carácteres y la química. Creía en lo tangible, en lo que se podía tocar, en lo que se podía sentir, fueran aleteos inquietos en la boca del estómago o electricidad recorriendo cada poro de su piel. Creía en el amor porque lo vivía, en la forma en que sus abuelos se sonreían, en la manera en que sus padres se miraban. Pero aquello que ellos tenían no se debía a ningún misticismo. Era algo que habían buscado, cultivado y trabajado. No estaban destinados por que alguien así lo dispusiera; se habían ganado el uno al otro, se merecían. Esas eran las cosas en que creía.
- Ese fue el problema, ¿lo sabes? - Sus ojos azules recorrieron la sala de nuevo hasta encontrarse con una hilera de frascos cuyo contenido reflejaba la luz que se colaba por la ventana, deslizándose desde ellos hasta los instrumentos de medimagia en la mesa, de nuevo pasando hasta él. - No somos iguales, no ahora. Si tú fueras como yo, no te habrías resignado a solamente aceptar a Charlotte por estar cerca de mi. No hubieras cedido, y su reputación no se hubiera dañado, y me tendrías aquí y ahora mismo. Casi lo lograste una vez... -
No hubo sarcasmos de su parte, o sonrisas suficientes, o ninguna otra artimaña para tratar de mantenerse por encima de él y a la delantera en ese juego. Estaba, simplemente, diciéndole la verdad que le pedía.
- Y si yo fuera como tú no estaría aquí diciéndote nada de esto. -
Se vio arrinconada entre él y la mesa, con las manos de él en sus caderas, con la cercanía de su cuerpo contra el propio, con lo fácil que sería simplemente alcanzar sus labios y besarlo, tirar de su corbata ya aflojada y atraerlo hacia ella, tumbarlo sobre la silla y sentarse sobre sus muslos. Enterrándole los dedos en las caderas, besando sus labios hasta hacerlos enrojecer, piel contra piel, deslizándose dentro de ella y dejándose venir. No importaba el compromiso. No importaba que estuviera de pronto prometido a su hermana. Podría, si quisiera, tenerlo rendido en esa misma cama, en la que le acababa de asegurar había tenido el polvo de su vida con una pobre diabla. Podría reivindicar su orgullo. Podría demostrarle que se equivocaba y seguía teniendo ese mismo poder que negaba seguía ejerciendo sobre él. Podría, podría, podría ella hacer un montón de cosas por permitirse el capricho y mostrarle que se equivocaba.
Pero no lo haría. No ahora. No como él pensaba, porque no era así como Lucienne hacía las cosas. Lo que haría, sin lugar a duda, era dejarle bien en claro un par de cosas que quizá no había terminado de comprender.
No creía en tal cosa como el estar destinado a alguien más, en almas gemelas o en aquellas nociones de romanticismo que a algunas hacían perder la cabeza. Creía en la atracción, creía en la ambición, creía en la conexión que creaba la afinidad de principios e ideales, la compatibilidad de carácteres y la química. Creía en lo tangible, en lo que se podía tocar, en lo que se podía sentir, fueran aleteos inquietos en la boca del estómago o electricidad recorriendo cada poro de su piel. Creía en el amor porque lo vivía, en la forma en que sus abuelos se sonreían, en la manera en que sus padres se miraban. Pero aquello que ellos tenían no se debía a ningún misticismo. Era algo que habían buscado, cultivado y trabajado. No estaban destinados por que alguien así lo dispusiera; se habían ganado el uno al otro, se merecían. Esas eran las cosas en que creía.
- Ese fue el problema, ¿lo sabes? - Sus ojos azules recorrieron la sala de nuevo hasta encontrarse con una hilera de frascos cuyo contenido reflejaba la luz que se colaba por la ventana, deslizándose desde ellos hasta los instrumentos de medimagia en la mesa, de nuevo pasando hasta él. - No somos iguales, no ahora. Si tú fueras como yo, no te habrías resignado a solamente aceptar a Charlotte por estar cerca de mi. No hubieras cedido, y su reputación no se hubiera dañado, y me tendrías aquí y ahora mismo. Casi lo lograste una vez... -
No hubo sarcasmos de su parte, o sonrisas suficientes, o ninguna otra artimaña para tratar de mantenerse por encima de él y a la delantera en ese juego. Estaba, simplemente, diciéndole la verdad que le pedía.
- Y si yo fuera como tú no estaría aquí diciéndote nada de esto. -
- Lucienne Wardwell
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Re: Buenas Nuevas
Había perdido grandes cosas en su vida, amistades, amores, pero si había algo de lo que estaba seguro es que no había errores en sus decisiones, bueno, Julisa era punto y aparte, esa mujer le había hecho olvidar por momentos cual era realmente su objetivo en la vida, pero ya no lo iba a permitir, no más. Lucienne le había abierto los ojos más de lo que ella pensaba o podría llegar a imaginar. Adrien jamás se había considerado una persona falta de carácter, por más que muchos se lo dijeran, por más que esa apariencia diera con las personas, ¿Acaso no se imaginaban que eso era lo que él quería que vieran de él? No, Lucienne no lo entendía, no podía entenderlo porque no estaba en su lugar, a pesar de ser una Wardwell respetable, no se esperaba de ella más que lo normal, que hablara con su hermano a ver si es que él pensaba igual sobre desobedecer las órdenes de sus padres.
Se cruzó de brazos y camino hacia la ventana esta vez dándole la espalda con algo de dureza, misma que iba ganando mientras se acercaba al cristal, las cortinas estaban semi abiertas dejando entrar algo de luz desde afuera, la habitación en si era incomoda, más por que parecía que cualquier persona en ella era ajena a ese mundo, un invasor, todos menos Adrien quién parecía encajar a la perfección entre los detalles pseudo góticos.
¿Quién dice que yo me resigne? Lucienne a veces me sorprende demasiado el poco alcance de tu visión, para ser una persona que fue educada como tú lo fuiste, no estás pensando en lo absoluto de manera asertiva. Ese es el problema con los seres humanos en general, nos dejamos llevar por sentimientos, amor, odio, esperanza, orgullo, pero al final no pensamos en lo que es mejor para nosotros si no en lo que queremos de manera inmediata, yo no soy de esa manera, nunca lo he sido y si, efectivamente, ambos somos completamente distintos.
Y aun que no lo pareciera era así, Adrien tenía su propio plan de vida y dentro de su plan de vida no estaba el desobedecer a los deseos de su padre, no al menos por el momento. Los tropiezos de su vida eran fallos pero no errores y los estaba corrigiendo lentamente, uno a uno. Lucienne le había preguntado qué es lo que él realmente quería, lo que él deseaba era su propia autonomía, pero no podía conseguirla como un chiquillo revoltoso o mediante la anarquía, había otros métodos mejores que, desde luego, no iba a discutir con ella.
Creo que has dicho entonces todo lo que tenías que decir. ¿Quieres discutir algo más o te retiras de una vez?... – No estaba corriéndola, de hecho si conocía a Lucienne como él pensaba que lo hacía, esa no sería una palabra definitiva, pero nuevamente, no sabía si seguía conociendo a la mujer que estaba en esos momentos a sus espaldas.
Se cruzó de brazos y camino hacia la ventana esta vez dándole la espalda con algo de dureza, misma que iba ganando mientras se acercaba al cristal, las cortinas estaban semi abiertas dejando entrar algo de luz desde afuera, la habitación en si era incomoda, más por que parecía que cualquier persona en ella era ajena a ese mundo, un invasor, todos menos Adrien quién parecía encajar a la perfección entre los detalles pseudo góticos.
¿Quién dice que yo me resigne? Lucienne a veces me sorprende demasiado el poco alcance de tu visión, para ser una persona que fue educada como tú lo fuiste, no estás pensando en lo absoluto de manera asertiva. Ese es el problema con los seres humanos en general, nos dejamos llevar por sentimientos, amor, odio, esperanza, orgullo, pero al final no pensamos en lo que es mejor para nosotros si no en lo que queremos de manera inmediata, yo no soy de esa manera, nunca lo he sido y si, efectivamente, ambos somos completamente distintos.
Y aun que no lo pareciera era así, Adrien tenía su propio plan de vida y dentro de su plan de vida no estaba el desobedecer a los deseos de su padre, no al menos por el momento. Los tropiezos de su vida eran fallos pero no errores y los estaba corrigiendo lentamente, uno a uno. Lucienne le había preguntado qué es lo que él realmente quería, lo que él deseaba era su propia autonomía, pero no podía conseguirla como un chiquillo revoltoso o mediante la anarquía, había otros métodos mejores que, desde luego, no iba a discutir con ella.
Creo que has dicho entonces todo lo que tenías que decir. ¿Quieres discutir algo más o te retiras de una vez?... – No estaba corriéndola, de hecho si conocía a Lucienne como él pensaba que lo hacía, esa no sería una palabra definitiva, pero nuevamente, no sabía si seguía conociendo a la mujer que estaba en esos momentos a sus espaldas.
- Adrien Morgan
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Re: Buenas Nuevas
Podría parecer que todo en aquella habitación lo encontraba mil veces más interesante que cualquier cosa que Adrien tuviera por decir. Fuera el motivo que decoraba la alfombra a sus pies, o los diseños que creaban las vetas de madera en sus muebles, se le veía mucho más atenta a todos aquellos detalles que al dueño de todos esos objetos. Pero la verdad es que lo escuchaba y con bastante interés por el detalle. No importaba que le diera la espalda o que se marcara su distancia de ella, no eran esas la clase de cosas que tomaba como afrenta.
Se equivocaba si pensaba que de ella no se esperaba más de lo normal. Concedido, quizá gozaba de unas cuantas libertades más por el hecho de que ella y Charlotte siempre habían sido las niñas de los ojos - casi literalmente – de su padre. Y aunque exigiera de ellos nada más que grandeza, Auberon Wardwell no era ningún tirano. La cuestión era, por lo menos desde su perspectiva porque ella no podía hablar por sus hermanos, que Lucienne quería esa responsabilidad. Quería que le exigiera, porque entre más lo hiciera y mientras ella correspondiera a sus expectativas, más grande iba a ser su recompensa. No le bastaba con lo que le correspondía por nacer de quienes y en donde había nacido. Estaba dispuesta a trabajar y hacer lo necesario para que el alcance de lo que era capaz de lograr creciera hasta donde ella quisiera.
De ahí que no hubiera dudado ni un instante en unirse a la Secta. Ni un solo remordimiento al respecto. Que en cuanto a ello obedeciera hasta la más mínima orden.
Así que le causaba bastante gracia que le hablara tan solemne sobre tener perspectiva y lo bien calculada que tenía su manera de actuar, porque honestamente, dudaba ni que el mismo se lo creyera. Si tenía que racionalizarlo asía para sentirse mejor consigo mismo que así fuera, ¿pero a quien pretendía engañar? Debía ser que el besarla a ella a pesar del compromiso con su hermana o el meter a su amiguita aborigen a un territorio tan celado como lo era esa casa o mil y un ejemplos que se le venían a la mente sin tener que esforzarse mucho habían sido parte de un plan mayor, no cuestión de gratificación instantánea. ¿Quién había dictaminado que dejarse llevar por las pasiones auguraba y fracaso? No le parecía que la clave al éxito estuviera en el descontrol o el dominio total, pensaba, más bien, que era una cuestión de saber usarlas al beneficio propio.
La única muestra de sus pensamientos fue una breve risa, melodiosa y hasta incluso dulce. Hipocresía, condescendencia, incredulidad, genuina empatía o una súbita revelación o cualquier otra cosa que hubiera tras de ella, eso solamente Lucienne lo sabía. – No, tranquilo, ya me voy que estoy algo retrasada para otro compromiso. De cualquier manera, si descubrimos que tu manera de actuar te comienza a funcionar estoy dispuesta a reconocerlo. - Sonreía, por supuesto. – Imagino que nos veremos pronto, cuñado.-
El cómo se desenvolvían las cosas iba a ser, sin duda, entretenido de presenciar.
Se equivocaba si pensaba que de ella no se esperaba más de lo normal. Concedido, quizá gozaba de unas cuantas libertades más por el hecho de que ella y Charlotte siempre habían sido las niñas de los ojos - casi literalmente – de su padre. Y aunque exigiera de ellos nada más que grandeza, Auberon Wardwell no era ningún tirano. La cuestión era, por lo menos desde su perspectiva porque ella no podía hablar por sus hermanos, que Lucienne quería esa responsabilidad. Quería que le exigiera, porque entre más lo hiciera y mientras ella correspondiera a sus expectativas, más grande iba a ser su recompensa. No le bastaba con lo que le correspondía por nacer de quienes y en donde había nacido. Estaba dispuesta a trabajar y hacer lo necesario para que el alcance de lo que era capaz de lograr creciera hasta donde ella quisiera.
De ahí que no hubiera dudado ni un instante en unirse a la Secta. Ni un solo remordimiento al respecto. Que en cuanto a ello obedeciera hasta la más mínima orden.
Así que le causaba bastante gracia que le hablara tan solemne sobre tener perspectiva y lo bien calculada que tenía su manera de actuar, porque honestamente, dudaba ni que el mismo se lo creyera. Si tenía que racionalizarlo asía para sentirse mejor consigo mismo que así fuera, ¿pero a quien pretendía engañar? Debía ser que el besarla a ella a pesar del compromiso con su hermana o el meter a su amiguita aborigen a un territorio tan celado como lo era esa casa o mil y un ejemplos que se le venían a la mente sin tener que esforzarse mucho habían sido parte de un plan mayor, no cuestión de gratificación instantánea. ¿Quién había dictaminado que dejarse llevar por las pasiones auguraba y fracaso? No le parecía que la clave al éxito estuviera en el descontrol o el dominio total, pensaba, más bien, que era una cuestión de saber usarlas al beneficio propio.
La única muestra de sus pensamientos fue una breve risa, melodiosa y hasta incluso dulce. Hipocresía, condescendencia, incredulidad, genuina empatía o una súbita revelación o cualquier otra cosa que hubiera tras de ella, eso solamente Lucienne lo sabía. – No, tranquilo, ya me voy que estoy algo retrasada para otro compromiso. De cualquier manera, si descubrimos que tu manera de actuar te comienza a funcionar estoy dispuesta a reconocerlo. - Sonreía, por supuesto. – Imagino que nos veremos pronto, cuñado.-
El cómo se desenvolvían las cosas iba a ser, sin duda, entretenido de presenciar.
- Lucienne Wardwell
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