Primera ronda: Crawford vs Schwartz

El torneo de duelos se organizaba siempre a principios de curso cuando todos teníamos al menos un poco de tiempo para ponerle la atención suficiente. Tengo que ser sincero, la verdad es que históricamente mis habilidades con varita en mano no eran tan vastas como para creer que yo podía ser un fuerte candidato a llevarse el título de este año. De hecho, solo había participado dos veces en ese torneo y en los dos había pasado solo la primera ronda.

¿Por qué me inscribía entonces?, bueno, como sabrán, tengo una especie de mal congénito que me hace querer sufrir en lo que sea allá por donde vaya; y además de eso había beneficios incluso si solo ganabas un combate. Y quién sabe, a lo mejor en una de esas me acompañaba la suerte y resultaba ganar el puto torneo... nunca se sabe.

Mi rival era un tal Damien Schwartz. No le conocía en lo absoluto, lo cual hacía del chico un contendiente aun más peligroso, y me di el tiempo para investigar sus antecedentes académicos horas antes de que fuera nuestro turno para subir a la tarima de duelo. Al final tampoco es que hubiera investigado toda su puta vida, pero lo poco que había podido obtener tal vez me ayudaría en algun momento. Finalmente los dos estábamos ahí, frente a frente mientras el tremendo culo que estaba hecho Wednesday Suberland nos daba las indicaciones iniciales. Saludo, postura... aquí vamos.

-Glacius!-

Apunté directo a la cara. Era necesario, por completo, ganas la iniciativa y terminar ese duelo antes de que el chico pudiera reaccionar de buena forma. No era por la gloria, ni por la experiencia, ni por quedar bien con nadie... era por el dinero. Yo mismo había abierto las apuestas y en mi propia papeleta estaba mi victoria, como debe ser.

Tan pronto era Wednesday quien iba a arbitrear aquel duelo. La cosa no podía pintar peor, y más si perdía contra alguien que no perteneciera al club de duelos. Bueno, al menos si todo salía mal sus posibilidades de hacerse con una buena pasta, aumentaban. Así, que no todo era perder... y con un buen dinero, los regaños de la profesora, se harían mas livianos.

Como cada semestre se había inscrito, bueno fuera quizás por alcanzar la victoria. Era más bien un entrenamiento más para su formación como Auror, y aunque un duelo no siempre decidía quien era mejor, a todos les sentaba bien ganar. Y en especial, a los del club, que de no figurar entre los dies primeros, les esperaba una larga semana con Wednesday.

Irrumpí en el lugar, intentando no desconcentrarme con los gritos de las niñas de las butacas. La mirada serena, la tenía posada en mi contrincante. De quien aunque no sabía mucho. Las cosas serían similares para ambos bandos, o eso me gustaba creer. Extraje de mis bolsillos unos auriculares y me los asegure en las orejas. Eliminando así, aquel factor de distracción que con los sentidos agudizados, me era tan molesto.

Con el rabillo busque a Aimeé entre los invitados, pero no le alcance a distinguir entre tantas chicas. Al mal paso... Pensé, cuando subí a al tarima e hice un pequeño gesto de saludo a mi profesora.

Guarde silencio para escuchar sus instrucciones y extraje mi varita de ébano de mis ropas. No llevaba capa ni túnica para la ocasión. Siempre me había quejado de lo mucho que le restaban movilidad a uno cuando lo que importaba era la movilidad y una buena estrategia.

Imité a Crawford, y luego de saludarlo. Tome postura.

Era más duro que Crawford, pero no por ello más lento. Y aunque me había ganado el primer movimiento ofensivo, intente reaccionar lo suficientemente rápido para esquivar el rayo y apuntar directamente a su torzo.

-Bombarda Máxima!-


exclamé en su dirección. Buscaba además de impactarlo, desconcertarlo al mandarlo a volar fuera de la plataforma.

Sentí correr el poder del glacius correr a lo largo de mi brazo hasta salir expulsado por la punta de la varita. Y joder, de verdad había jurado que el hechizo iba a impactar directo en la puta cara de Damien. Fuerza, velocidad, conjuración, todo en orden y con la suficiente potencia como para congelarle los pelillos del interior de su nariz y ganar la primera ventaja del duelo. Pero bendita mierda no iba a ser así, y la verdad es que quedé impresionado por la forma en la que el chico había esquivado mi ataque. Y a continuación, tan rápido como había empezado el duelo, ya venía su contraataque... 

-Pero qué mier...-

Por algún motivo no creí que aquellas palabras fueran de verdad lo que parecían, y al final sí que lo eran. El muy desgraciado, y gran hijo de puta, acababa de conjurar un bombarda máxima que bien aplicado podría sacarme la putas entrañas cual muñeco de trapo. ¿Pero qué mierda le pasaba a ese sujeto?. Un paso hacia atrás fue lo último que pude hacer antes de que una gran explosión reventara la duela a tan solo unos centímetros de distancia, lo que provocó que la misma fuerza del impacto me lanzara varios metros hacia atrás. Humo, dolor... comencé a toser mientras mi cabeza se encendía en su punto más alto.

Era un puto duelo, nada más. Me parecía increíble que aquel sujeto lanzara una cosa que, independientemente de la presencia de Wednesdey y su capacidad para no dejar morir a nadie, sí que podía lastimar de forma severa y además dejar secuelas permanentes. ¿Es que era imbécil?, ¿quién cojones lanzaba un bombarda máxima en un simple duelo de colegio cuando para lo que servía algo de tal magnitud era para demoler edificios?. Y una mierda, ese bastardo merecía más que una lección.

Sobreponiéndome al dolor, me levanté y crucé el espacio que nos separaba a grandes zancadas, aprovechando el humo que se había creado para poder acercarme lo suficiente y propinarle uno de esos puñetazos con toda la saña del mundo en toda la puta nariz con intenciones de reventar cada uno de sus cartílagos.

-¿ES QUE TIENES RETRASO MENTAL, AH?, ¿CUÁL ES TU PUTO PROBLEMA?, PEDAZO DE MIERDA!-

Y después de decirle aquello, me dí la vuelta y me bajé de la puta tarima sin más. Conocía perfectamente las reglas, y conocerlas también me hacía saber que oficialmente estaba fuera del duelo. ¿Pero qué cojones?, ganar una tontería como esa nunca me había importado; y poco menos me interesaba ser volado en pedazos por nada.

Existían muchas formas de ganar una batalla, o lo que era en este caso, un duelo. Cada una era diferente, pero la estrategia era algo que compartían ambas en la base. Sabía que no iba a poder matarlo, ni mucho menos dejarlo gravemente herido. Aquella era una de las facultades de aquel torneo. Existían las medidas de seguridad suficientes para que se pudiera usar cualquier hechizo y proteger la integridad tanto de los espectadores, como de los duelistas. Así que por ello, me sentía en la libertad de conjurar casi cualquier cosa.

Estar al límite, era mi verdadera droga. Había heredado de mis padres ese maldito gen de falsa invulnerabilidad y de poco apreció por mi integridad, solo por el afán de sentir esa excitación y así, sentirme vivo.

I can not believe on what now I see
when the two demons awake from the sleep...

La música a todo volumen, no había sido suficiente para amortiguar el sonido de la explosión. Aquel pequeño caos, aún formaba parte de la estratagema. Así que intentando prepararme para el contra-impulso como consecuencia del hechizo, me hice hacia un lado, pero no fue suficiente.

Astillas, humo y una parte de mi contra la tarima, era lo que encontraba. 

Me mordí el labio e hice acopio de toda mi experiencia en percances similares, para re-incorporarme y prepararme para el contra-ataque de lo que fuera que ahora sea Crawford. Había buscado terminar aquel duelo desde el primer movimiento, pero si aquello no había sido suficiente, aún tenía un par de Ases bajo la manga.

Siguiendo a mis instintos, me seguí moviendo hacia la lateral de la plataforma. Mientras Wednesday aspiraba con su varita el humo que comenzaba a despejarse de la plataforma. 

Con la varita en ristre, no me sorprendió observar a un Crawford encolerizado salir de la humareda. Aquello al parecer había superado sus cabales, y por todo aquello, en otras circunstancias le hubiera costado la vida. Apunte hacia él, y lo mantuve a tiro hasta que sus verdaderas intenciones habían salido a la luz. 

Baje la varita, y moví un poco mi rostro, para así no recibir de lleno el impacto de su puño. La adrenalina mitigaría el dolor inicial y me permitiría seguir en pie. Ya que la diferencia de fuerzas y corpulencias era bastante similar.

Lleve mi mano al lugar donde me había golpeado, intentado controlarme. Suerte era que las fases de la luna no jugaban en mi contra, o aquello me hubiera costado aquel dejo de civilidad que aún conservaba por el duelo. Balbuceo algo, pero solo alcance a reconocer algunas palabras de sus labios, como "demian" "puto problema" y "retraso mental". 

Permanecí estoico y con la mirada concentrada, mientras Crawford salía ya de la plataforma. Conocía lo que aquello significaba y mientras esperaba el designio de Wednesday me acomode uno de los auriculares. Pocos de los espectadores hubieran esperado aquel resultado, salvo que tuvieran la suficiente experiencia en peleas y demás. No era necesario ser el mejor para ganar, solo era necesario ser un poco mas astuto, en aquello se resumía todo.

Las reglas eran las reglas y en ninguna cláusula se prohibían ese tipo de hechizos, por mucho que Wednesday los odiara cuando era ella quien tenía que estar cerca. Si bien era poco común y un tanto agresivo para un duelo, Demian no había hecho nada en contra del reglamento y por eso el árbitro no lo había detenido.

Si se dio cuenta o no de las intenciones de Crawford, se lo guardó para si al mantenerse estoica mirando como lo golpeaba directamente en la nariz. Eso sí no estaba permitido, pero el humo aún era un tanto denso “y no vio”. Obviamente cuando se acercó ya era demasiado tarde y la nariz de Demian ya estaba sangrando. Comenzó a reñirlo (a Jesse), pero se fue hacia otro lado.

¡Crawford no puede abandonar su duelo! –le gritó llamándolo para que regresara a la tarima. Ella también estaba muy molesta pero más le molestó que se fuera dejándola con la palabra en la boca y sin oportunidad de ver su contraataque. Estúpido.

Se giró hacia Demian ignorando completamente a los Alphas y demás, arrancándole los audífonos del oído.

Felicidades –su tono no fue en lo absoluto entusiasta. Odiaba que sus duelos terminaran de esa manera sin haber comenzado y le puso de malas ver quemada su túnica nueva. Bajó de la tarima sin hacerle fiestas ni las ovaciones que un ganador merecía.