La verdad

Llevaba varios días como errante, preocupado por todo aquel movimiento que se iba formando en la fraternidad Delta, ni siquiera le había puesto mucho cuidado a su vida personal pero había un par de temas que no lograban salirse de su cabeza. Uno de ellos era Odille con ese tipo, estaba jodido por eso y el dolor que le causaba llegaba a ser incluso físico.
 
El otro tema era Laise, había terminado con ella hacía ya u tiempo pero no la veía bien, no como antes. Habían terminado mal, a ella le entró una idea estúpida. Pensó que la estaba usando para arruinarle la vida, él se defendió pidiéndole que le de Veritaserum para que sepa la verdad pero ella no quiso hacerlo.
 
No sabía si el que terminasen había acabado por quebrar aquel alma frágil de Laise pero estaba preocupado, no por culpabilidad, era porque aunque no pudiese decir que era el único y gran amor de su vida la quería y la quería bien, no como esa gente que la rodeaba que se autodenominaban “amigos suyos”.
 
Toda la universidad estaba decorada por las fiestas navideñas, aún no se iban de vacaciones pero casi todos usaban los fines de semana para ir a hacer sus compras o para ir a bares a terminar de emborracharse con los amigos. Fue por eso que eligió un sábado por la noche para ir a verla, eran las nueve de la noche y se aseguró de que nadie lo viese ir a la fraternidad Epsilon, era el menos querido allí.
 
Todas las chicas parecían alborotadas, usó una capa de invisibilidad prestada para poder entrar y conocía su habitación, así que se metió sin pedir permiso y cerró la puerta detrás de él a sabiendas de que si estaba con otra chica allí era su fin. Socialmente no le importaba, pero eran capaces de decir que iba a violarlas o una estupidez así.

-Vamos a hablar.-le dijo al verla de espaldas a él, sosteniendo con fuerza un frasco en su mano, aún sin quitarse la capa.-

Simplemente estaba harta. Ya no podía más con aquello que no podía quitarse de encima. Las pesadillas eran cada vez más frecuentes y la ansiedad por beberse botellas enteras de alcohol y meterse coca por la nariz, iba en aumento. Pero ese día estaba decidida a terminar con toda esa mierda que insistía en perseguirla. Casi era navidad y bajo el espíritu navideño que su hermano y su madre tenía, iba a hacer todo lo posible por iniciar una nueva vida. Se inscribiría a una nueva universidad y se enfocaría en terminar su carrera y crecer como legeremaga. Lejos de todo, lejos de Thomas.

Decir que no lo extrañaba era mentirse a si misma. Lo seguía amando como una estupida a pesar de lo mal que habían terminado. Thomas Chee era una herida que siempre estaría abierta y por la cual respiraba sin permitirse cicatrizar como era debido. Esa noche estaba determinada a acabar con todo, había conseguido tres grapas de coca y una botella de vodka. De detuvo a contemplarlo por instantes cuando decidió verter todo el líquido de la botella por el lavabo. No podía seguir siendo el despojo humano que era. Se avecinaba un año nuevo y para ella era señal de que había ciertas cosas que debían cambiar.

La puerta de su habitación se abrió de golpe y la voz que escuchó la shockeó, al punto de soltar la botella y que esta se estrellara contra el suelo. Afortunadamente no había nadie con ella, no era muy popular en ese entonces y las pocas amistades que tenía, se empeñaron en darle la espalda. Abrió los ojos como platos e intentó sonreír pero no lo consiguió. Simplemente no podía olvidar todo lo que se dijeron en su habitación hace meses.

- ¿Thomas? -

Estaba netamente sorprendida, tanto que le costó comprender las palabras que escuchó de él. ¿De qué podrían hablar? Ya se habían dicho todo y ella creyó haber sido clara en pedirle que se alejara de ella para siempre. Pero algo le decía que todo podría cambiar esa noche. Laise nunca fue una persona que siguiera su instinto, solo por esa vez, se permitiría hacerle caso y dejar que Thomas Chee hablara.

- Pensé que ya había quedado todo claro entre nosotros, ¿De qué quieres hablar?-

Ya ni siquiera estaba molesta, solo curiosa sobre qué era lo que el navajo quería decirle. Seguramente era algo importante o no se hubiera atrevido a meterse a la fraternidad, con riesgo de que lo descubieran. Las bolsas de coca estaban sobre la mesa, las vio de reojo e intentó tomarlas para esconderlas de su vista. No quería dejarse como una débil al recurrir a las drogas para sacárselo del sistema.

Se le veía más delgada que la última vez pero seguía siendo muy guapa, no traía los labios pintados como le gustaba pero quiso besarla pero no lo hizo como tantas veces. Tuvo el primer impulso de abalanzarse sobre ella pero se contuvo aunque la ropa que llevaba no era difícil de quitar. Estaba ahí para otra cosa, necesitaba un poco de hierba para aligerar la mente.
 
Escucho lo que decía con la misma expresión de siempre, estoico esperó a que terminase sintiendo que no tenían el peso suficiente como para hacer que se fuese de su habitación porque tenía ya muy claro el por qué estaba ahí y necesitaba dejárselo claro.
 
-Vamos a hablar.-le repitió como toda explicación ya quitándose de encima la capa, no valía la pena tenerla porque ella sabía quién era. Se alejó de la puerta y fue a sentarse a una silla que estaba cerca de la cama de Laise, se le quedó mirando un momento como esperando a que asintiese o algo.-
 
Sacó una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo y encendió uno, luego la puso sobre la cama para que ella cogiese un si quería. Aún tenía la botella en la mano pero no la soltó. Dio la primera calada a su cigarrillo y sacó el humo por la nariz aún mirándola como si creyese que de la nada ella iba a entender a qué iba todo eso, pero parecía tan cerrada como antes.
 
Sostuvo de ambos extremos la botella, con el dedo índice y el pulgar, le hizo dar una vuelta  la atrapó con su mano antes de adelantar su brazo en dirección a la Epsilon dejando que pasen algunos segundos antes de volver a hablarle. El cigarrillo ayudó a que el silencio no se sintiese tan largo, pero había sido al menos diez segundos.

-Bebe sólo la mitad.-sonó a una orden y de alguna forma lo fue aunque era más por esa forma de ser tosca que tenía.-

Verlo despojarse de la capa de invisibilidad, trajo sensaciones que ya no estaba dispuesta a sentir. Era como una irracional y primitiva necesidad; tocarle el rostro con las yemas de sus dedos, el nacimiento de su barba o su largo cabello. Sobre todo, verse reflejada en la profundidad de sus ojos. Tragó saliva nerviosa y comenzó a recoger los pedazos mayores de la botella, cortándose la mano y soltando un "mierda" casi inaudible. Intentó no mirarlo, creía que si lo hacía, seria incapaz de controlarse y lanzarle a sus brazos a besarlo como la loca que era. La sangre escurría de su mano pero eso no evitó que con su varita limpiara el resto de los vidrios. Entonces volvió a escucharlo.

- Está bien- Se dirigió al baño y lavó la herida, haciendo gestos de dolor al caer el jabón debajo de su piel. Al terminar, se enredó una toalla pequeña y limpia en la mano para parar el sangrado, caminó hasta la cabecera de su cama, lo más lejos posible de él. Lo vio juguetear con un frasco y arqueó una ceja extrañada. No tenía la apariencia de su afamado té de peyote que tanto bebía y tampoco parecía ser jugo de calabaza.

La orden que vino después la hizo levantarse molesta y encararlo, el tono de voz que había empleado no era usual pero no dijo nada. Le arrebató el frasco de las manos y lo observó por algunos instantes. Dio un largo suspiro y cerró los ojos al darse cuenta que el líquido del frasco era veritaserum.

- ¿Qué es esto, Thomas? ¿En serio querías darme veritaserum? ¿Para qué? ¿Crees que te miento? Eres un...- No terminó la frase y abrió el pequeño contenedor y bebió de el, vaciándolo enteramente en su garganta. No tenía por que mentirle en nada de lo que decía ni comprobárselo tampoco, pero ya estaba cansada de que dudaran de ella.

-No me dejaste nada.-le dijo de mala gana, fastidiado, cogiendo el frasco y tirándolo hacia cualquier lado antes de mirarla de nuevo sin saber bien qué le producía estar allí con ella. Antes le resultaba sumamente sencillo estar a su lado porque ella lo hacía sencillo, se olvidaba de esas malditas poses de sus amigas y era realmente agradable cuando se lo proponía, además de malditamente sexy.-
 
Pasó saliva con fuerza como intentando tragarse esos gritos de su alma, los que le pedían que se la folle allí mismo. No sirvió de mucho pero su cuerpo comenzó a traducir aquello como enojo. Mantuvo su distancia con ella y comenzó a moverse de un lado al otro con los hombros ligeramente caídos, como un animal enjaulado, sus largos brazos apenas se balanceaban y no dejaba de verla mientras parecía masticar palabras que no lograban salir de su boca.
 
No entendía nada, desconfiaba de él, asumía que era tan maldito como sus amigos de siempre, esos que ya no aguantaban mirarla.
 
Recordaba haberle ofrecido beber Veritaserum cuando terminaron para que supiese sus intenciones reales, le había costado conseguir ese frasco y si ella había decidido tomarlo todo iba a tener que creerle quisiera o no, entender que cada una de sus palabras era real.
 
-¿Soy un qué? Dímelo ya.-exigió con voz gutural, tomándola por las muñecas con rudeza, exasperado, gesticulando de más.-Ahora vas a tener que creerme, porque no me dejaste ni una puta gota.
 
Soltó una de sus muñecas sólo para tomarla de la espalda y acercarla, pero la cercanía fue algo que no logró procesar bien, si bien su primer toque fue rudo y seco, pronto sus dedos se contrajeron para sentir lo tibio de su cuerpo, bajó sin delicadeza hasta su cintura y hasta el nacimiento de su trasero y cerró la mano con fuerza, como queriendo arrancarle un pedazo de piel, no podía desear menos que eso.
 

Bajó finalmente completamente su mano sin pensar en siquiera preguntarle y acarició sus muslos para susurrarle al oído.-Tira ese polvo de mierda, no lo necesitas. Te quiero consiente de todo.

-Un malnacido-

 Eso no había sido producto del veritaserum que ingerió, sino lo que pensaba en ese mismo instante. Le había costado la vida sobreponerse a él, aún le costaba en demasía no mandar todo al carajo y regresar a sus brazos. Se mantuvo quieta e inmóvil, analizando el rostro del navajo. No comprendía qué era lo que buscaba, era más que claro que nunca sintió lo mismo que ella, solo la usaba como muñeca, como una maldita puta que tenía la desdicha de no cobrarle cuando tenía ganas de follar como endemoniado, era eso y nada más. La tomó de las manos y se intentó zafar a como pudiese pero no estaba consiguiendo nada, Thomas era mucho más fuerte que ella. 

-¡Suéltame! ¡No me toques! - Intentó nuevamente quitarse de su agarre pero no lo consiguió. Tragó saliva al sentir como su mano resbalaba hacia abajo, tomándo su trasero con fuerza. Su respiración se agitó y ahogó un gemido que no deseaba que saliera, si lo hacía Thomas Chee creería que el control de la situación lo tenía él y no estaba dispuesta a seguir permitiéndolo. 

Se giró violentamente al sentir su mano en sus muslos y lo encaró, apuntando con el índice en su pecho. Era el colmo qué después de lo que había sucedido, aun tuviera el descaro de pretender que iban a acostarse solo así, olvidando lo que ella le había dicho aquella vez. 

-No voy a tirar una mierda! Sí lo necesito, lo necesito para olvidar que estoy aquí, que existo, que aun respiro. Para olvidar que tú estás aquí, para olvidar lo que siento por ti...Dime de una vez qué quieres y vete, por favor-

Estuvo a punto de responderle a eso de malnacido porque eso implicaba a su madre, a su familia, y a él que lo insultase pero no a su entorno.
 
-Realmente no te das cuenta de nada. ¿Crees que estaría aquí si no me importaras? ¿Te hartaste de que hablen de ti? Vámonos, líbrate de este nido de víboras, cada una de ellas es peor que la otra.-sonaba agitado, pero era enojo en realidad, la miraba con dureza como la de quien alecciona a un hermano aunque sus sentimientos por ella no fuesen de ese tipo.-
 
Le frustraba que no se diese cuenta de las cosas, que pareciese tan idiota como sus compañeras, que no viese que frente a sus ojos ella le había pedido que ambos tomasen el veritaserum, que estaba en esa cueva de leones por ella, que si lo encontraban no iban a parar hasta quitarle la beca para que lo expulsen. ¿No se daba cuenta o es que simplemente era como ellas?
 
Quizá estaba sobreestimándola cuando no era más que otra copia de Cherry, Mina o Violet, de Dianne o de cualquiera de esas tipas que pensaban que le hacían un bien al mundo pero que no tenían ni idea de lo que era tener en frente un bien mayor al propio, que sólo hacían caridad por piedad, no por solidaridad real.
 
Le importaba una mierda el control de la situación, sólo quería sacarla de eso que estaba destruyéndola. Podía llevarla a la reserva, no era mucho, pero quizá pudiese pasar unas semanas ahí hasta lograr encontrar algo de paz. Su abuelo era muy bueno con las pociones alucinógenas, con los viajes astrales a la conciencia de uno, es que ella ya estaba tan hundida que el haber ido ahí probablemente sólo hubiese sido un error.

-Quiero ayudarte maldita sea, ¿acaso estoy hablando en navajo para que no entiendas? Me estoy preocupando por ti como un imbécil cuando tú sólo sigues aquí encerrada con la gente que te pisotea, con la gente para la cual no vales nada. Abre los ojos de una puta vez.-se alejó de ella unos pasos y de pura rabia tiró contra una pared un perfume de los de Laise haciendo que la delicada botella de cristal se rompa y el líquido rosáceo salga disparado junto con las esquirlas.-No seas estúpida.

No quiso responderle a nada. Sentía como cada palabra que intentaba dejar salir era atropellada por algun improperio dirigido a él y ya no tenía fuerza para seguir siquiera con esa conversación. Con la sugerencia de irse le bajó la sangre a los pies de un golpe, en otro tiempo no lo hubiera dudado ni un minuto, se trataba de escapar de todo de mano del hombre que amaba, para los estándares románticos de Laise, eso era equivalente al sueño dorado que más anhelaba. Tragó saliva al verlo enfadado, realmente había temor en los ojos de Laise, por cómo actuaría hacia con ella. 

No tenía idea de qué era lo que pasaba por la mente del navajo, de saberlo se tomaría el tiempo de escucharlo y aceptar a su propuesta. No había nada más en el mundo que quisiera más que largarse de ahí y no volver jamás y si era con él, no podría pedirle más a la vida, pero lamentablemente sus habilidades en la legeremagia aún no llegaban al nivel que ella necesitaba en ese momento. 

- ¿Quieres ayudarme? entonces ¡déjame en paz! Me duele verte, Thomas...- Sentía el efecto del veritaserum en ella, estaba comenzando a decir cosas que no tenía planeado que salieran a la luz. - ¿Crees que no sé que mi presencia así que ha convertido en un lastre? en una carga que nadie quiere tener, por supuesto que lo sé y estoy consciente de ello...Desearía huír contigo, largarme de este maldito lugar y no volver a saber de el jamás, pero no puedo. No soy ninguna cobarde, ya lo he sido por mucho tiempo y ya no más, he cometido error tras error y debo tratar de resolver mi vida y tú también deberías....- Lo vio lanzar su perfume y lejos de molestarse, decidió ya no dar partido a esa clase de emociones que solo la lastimaban más y más. Se acercó a él y le tomó del rostro con la palma de su mano. - Ya basta, Thomas, por favor. Yo no puedo seguir con mi vida si tu insistes en aparecerte así, queriendo "ayudarme" y tocándome de la manera en la que lo haces. Si te ven aquí podrían expulsarte ¿qué harías después, eh? Estás a nada de graduarte, no quiero arruinar eso, no lo vale...- Se alejó despacio y tomó las dosis de coca que había en la mesa y rápidamente se dirigió al baño, abrió las bolsas y vació todo el contenido en el inodoro y jaló la palanca para que el agua se llevara todo. 

-Eso era lo que planeaba hacer antes de que tú llegaras. Ya no quiero ser esta persona pero quiero...necesito que permanezcas alejado. Te convertiste en una obsesión para mí, Thomas Chee y no supe manejarte, no quiero volver a recaer...no quiero volver a recaer en ti-