¿Tú? ¿Yo? ¡¿Cómo?!

Ya, por fin, nos habían asignado las habitaciones que posiblemente tendríamos durante el resto de nuestras vidas universitarias. Podía ser tonto que me emocionara por algo así pero de todos modos lo hacía, era una de las ideas que más me entusiasmaban de ir a la universidad: tener una habitación compartida con alguien nuevo que pudiera resultar interesante y tener esa sensación de independencia que hasta ahora no había experimentado mucho, no porque mi mamá fuera una demente controladora sobreprotectora pero sí estaba claro que tampoco era como si me hubiera dejado muy sola a lo largo de mis años.

Como fuera, iba ahí con maletas levitadoras, la mayoría con libros más que otra cosa, y de ropa solo pensaba dejar la mitad porque todavía no estábamos en periodos de clase y no iba a andar por ahí en mi vida muggle usando la misma ropa hasta que entráramos. Había otros estudiantes de primero buscando sus habitaciones asignadas, pero no me detuve a chismosear con ninguno, quería ir directamente a la mía.

Cuando la encontré, naturalmente se trataba de una habitación anodina con dos camas, pero era bastante amplia, quizá más que mi propia habitación en casa de mamá, aunque aquí la tuviera que compartir. No había rastros de la que sería mi compañera, así que tras echar un vistazo a la cocineta y al baño, elegí la cama de la derecha esperando que quien me tocara no tuviera manías extrañas, subí mis maletas y comencé a desempacar, aunque no podría elegir gavetas ni nada hasta que llegara la otra chica.

Justo entonces escuché que se abría la puerta. No giré inmediatamente porque estaba peleando con el cierre de una de las maletas en una lucha a muerte.

-¡Hola! Soy Lola. Espera…espera, tengo un dilema…ojalá no te moleste que haya tomado esta cama, por mi no hay problema si quieres cambiar o algo.

Dilema con el cierre, por supuesto, que ya me había hasta hecho subir una rodilla arriba de la cama. Quizá lo mejor fuera dejarlo e ir a saludar primero que nada, en lugar de comenzar a parlotear sin siquiera haberle visto la cara a mi compañera.

Si hubiera tenido mejor oído, hubiera encontrado en el timbre de voz de Bonnie algo parecido al mío, pero en ese momento estaba tan metida en el asunto de mi maleta que no me pareció nada sospechoso. Al fin logré abrir la tontería y solté un gritito de triunfo antes de girarme hacia Bonnie con toda la felicidad del mundo.
 
-Ya lo logré por fin, soy poderosa y muy fue…
 
Interrumpí mis tonterías de ser poderosa, fuerte e invencible porque me encontré conmigo misma en esa otra cama. Sí, en serio, conmigo misma. Solo que con otra ropa y cosas así. Primero el shock me provocó abrir mucho los ojos y hacerme un poquito para atrás, al borde de chocar con la cama. ¿QUÉ DIABLOS, POR QUÉ TENÍA MI CARA?. Abrí la boca para decir algo pero no me salió nada, al menos hasta que me acerqué y traté de estirar mi mano para tocarle la cara pero me daría cuenta de lo estúpido que resultaba antes de terminar el gesto y aparté violentamente la mano.
 
No podía hacer ninguna conexión entre ese hecho, mis moretones extraños que me hacía sin caerme, y mucho menos que otras personas me llamaran Bonnie en los propedéuticos. De hecho hasta se me había olvidado completamente que otras personas me llamaban, justo, como se llamaba ella, y que éramos idénticas. Claro que no podía carburar, estaba demasiado sorprendida para eso.
 
-¿Eres metamorfomaga? O…¿por qué?
 

Le pregunté medio agitada por el susto dejándome caer en mi propia cama. El mundo de la magia tenía respuestas para todo, ¿no? Incluso para eso tan raro que parecía salido de una película de ficción.

Lola pudo haber sido muy fea, tener cinco verrugas en la cara o la nariz de una verdadera bruja y la habría asustado muchísimo menos. Cuando le vio la cara reaccionó exactamente igual: abrió muchísimo los ojos por la sorpresa y ahogó un gritito por que ella era idéntica. Tenía los mismos ojos, el mismo pelo, la misma cara; lo único que no tenía era el lunar en la mejilla.
 
¿Yo? No, ¡eres tú! Tú eres la metamorfomaga… ahhh, ya entendí, es una broma, ¿verdad? Eres muy buena.
 
Y es que casi se la creía. No entendía muy bien que clase de magia estaba haciendo por que todavía sentía el susto, pero que se quedara con su cara si quería por que tarde o temprano la vería como era de verdad, de hecho ya hasta le había dado curiosidad. ¿Y si realmente estaba feísima?
 
Se bajó de la cama y se acercó hacia ella para agarrarle la mejilla, ¿y si era una broma? ¿Y si era un fantasma o un espejismo o una especie de novatada extraña? Al final no se atrevió por que le dio miedo.
 
Así que mejor regresó a su cosa y empezó a sacar sus cosas por que decidió que Lola ya no le gustaba, no importaba que se viera igual que ella. Lo cual era raro por que era muy difícil que alguien le cayera mal, a menos que fuera un hombre afeminado, eso si no lo soportaba.
 
¿Y… eras de Salem? –preguntó tratando de pegar a Robert Parker, el cazador de los Heliopahts de Winsconsin que no dejaba de exagerar y decir que la iba a matar o que lo estaba rompiendo pero era guapísimo y tenía cien mil imágenes suyas.

¿¡Cuál broma!? De verdad que la cabeza ya me estaba dando vueltas porque yo decididamente NO era metamorfomaga. Aquello se estaba poniendo tan confuso que me tuve que sentar sobre mi cama con una mano sobre el corazón, exagerando como lo hacía mi madre. Casi brinqué del susto cuando esa otra yo se acercó para agarrarme la mejilla y me hice involuntariamente para atrás, seguramente asustando a Bonnie porque el agarre nunca llegó.
 
Seguía muy asustada, y contrariada. Encima Bonnie se volteaba como si nada, ¿qué le pasaba a esa niña? ¿No se daba cuenta de lo que estaba pasando ahí, estaba loca o qué? Miré en silencio, casi encogida en mi cama al lado de mi maleta, el póster que estaba colgando y hasta tardé en digerir la pregunta por más fácil que fuera, de verdad el corazón me seguía latiendo a mil. Y como Bonnie estaba tan tranquila, concluí rápidamente que en efecto era yo la que estaba siendo víctima de una broma.
 
-No, me educaron en casa. Mi mamá era muy aprehensiva con esas cosas. Y además quería que me educara a la manera muggle y a la mágica a la vez. Fue muy cansado.
 
Pues al final tuve que responder aunque me demoré unos segundos. Tenía que pensar que era cosa de la magia y tratar de no verla mucho, en cualquier momento se le pasaría el efecto de la multijugos (que escalofrío pensar que se hubiera conseguido un cabello mío, ¿¡cómo!?) o se cansaría de tener mi cara.
 
-¿Tú fuiste a cuál?
 
Solamente me quedaba hacer conversación y ya, como si nada. ¿No?.  ¿O qué más hacía? ¿Obligarla a que se quitara mi cara por favor?.

De vez en cuando miraba a Lola por el rabillo del ojo, pero se giraba de inmediato para seguir pegando sus afiches por que le daba miedo ver su cara. Pensaba que si no se daba cuenta de que le veía, tal vez, aunque solo fuera por un segundo, la encontraría con su verdadera forma. Pero no, eso nunca pasó.
 
No creo que la conozcas, está en Perú. Mi papá se casó y mi madrastra creyó que era lo mejor por que era de las mejores y Salem… bueno es una larga historia, pero también estuve ahí.
 
Pues el matrimonio de sus padres había coincidido en una época extraña del colegio en el que su nivel académico además se vio afectado y por eso no tuvieron reparos en mandarla lejos. Se sentó en la cama por que gracias a la magia ya había terminado de pegarlo todo, todo lo de él y puso la mochila boca abajo para que todos sus cachivaches cayeran en la cama.
 
¿Entonces tu mamá nació muggle? ¿Por qué no quiso que fueras al colegio? –la verdad seguía sin mirarla, pero quiso seguir hablando para que supiera que no se sentía ni intimidada ni asustada y que no le importaba que quisiera tomarle el pelo, aunque en el fondo si que le importaba. En lugar de eso se puso a buscar las piezas de una pulsera que se le había roto y que no podía invocar por que tenía muchísimas igual a esa.
 
Casi la mayoría de los que estudiaban en casa eran o muy ricos que podían pagar perfectamente los mismos tutores que los hijos de la presidenta o hijos de hijos de muggles que vivían entre ellos a escondidas pero que igual les enseñaban para que estuvieran en los dos mundos.
 
¿Te gusta Robert Parker? Es guapo, ¿verdad? –ojala que si le gustara por que hablaba mucho en la noche y lo iba a tener en su cuarto para siempre, a menos que se metiera a alguna fraternidad después.

Me hubiera encantado estudiar en una escuela de magia como la gente normal. Así seguramente me sentiría menos como pez fuera del agua en esa universidad tan grande y llena de gente que no me conocía y se la pasaba llamándome Bonnie…
 
¡¡Bonnie!!
 
Fue ese pensamiento el que me dejó anonadada un segundo, pensando a toda velocidad en todas esas veces que hasta me hacían enojar o se enojaban ellos porque no les hacía caso cuando me llamaban por ese nombre. La chica frente a mi era Bonnie, y éramos idénticas. Eso no podía ser una novatada, simplemente nadie se tomaría tantas molestias por molestar a una sola alumna durante tanto tiempo, terminando con un clímax tan elaborado. Bonnie de verdad era igualita a mi, pero muchos lo habían notado mucho antes que yo.
 
-Me gusta ¿quién? No…espera…Bonnie espera…
 
Ni sabía quien era el tal Robert Parker, si sabía jugar quodpot muy bien era por el mismo hombre que me había enseñado a transformarme en animal pero no seguía las noticias deportivas ni iba a los estadios.
 
-Mi mamá no quiso que fuera a ninguna escuela mágica porque era muy sobreprotectora conmigo o estaba loca no sé. Bonnie escucha, durante los propedéuticos, ¿alguien te llamó Lola?

O había de dos cuando estaba nerviosa: que se portara muy grosera o que se pusiera a parlotear/balbucear, por eso casi no le prestaba atención a Lola. O sea sí la estaba escuchando, pero estaba más absorta en pegar sus cosas y si no la hubiera detenido de seguro seguiría hablando de su jugador favorito en todo el universo.

Dejó sus cosas en paz. ¿Qué si la habían llamado Lola? Bueno, ya que lo preguntaba… sí, pero creyó que era un nombre que le asignaban a todos los nuevos. No, no es cierto, ya la habían dicho así un montón de veces, pero y qué… ¡Lola! ¡Ella era la Lola con la que la confundían!

¿Por qué sino sus amigos la habían saludado según ellos? ¿Por qué le decían que había cambiado mucho? ¿Por qué había desconocidos que llegaban a preguntarle cosas de las clases? Por que habían hablado con Lola y no con ella.

Parpadeó un par de veces y la volvió a mirar de arriba abajo. Otra vez se asustó muchísimo, pero fue una sensación diferente… ¿y si? No, era imposible, ¿o no?

Asintió con la cabeza.

¿A t-ti te han llamado Bonnie? –estaba muy confundida y no sabía por qué, pero se sentía feliz. Se quedó sentada por que si se paraba de seguro se iba a caer-…. ¿crees que..? No, ¿verdad?

No quería decir la palabra “gemela” ni “hermana” por que no quería hacerse ideas extrañas. Pero entonces, ¿por qué había soñado muchísimas veces con ella misma hablándose? ¿Y si la niña con la que hablaba había sido siempre Lola? Sacudió la cabeza para no pensar en tonterías.

A ver, Lola, estoy es muy serio. ¿Dónde naciste? –por que si había nacido en México, entonces no sería más que una coincidencia. Bonnie nunca había pisado otro país que no fuera Estados Unidos y bueno Perú pero nada más.