Ya fue suficiente...
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Ya fue suficiente...
Por fortuna, un instante antes de usar la aparición conjunta, mi cabeza había encontrado el espacio necesario para hacer el dibujo mental de mi dormitorio presidencial en la fraternidad Delta, el cual no estaba demasiado lejos de donde se había organizado la fiesta de las Épsilon. Según las recomendaciones, siempre se consideraba como algo arriesgado el hacer una aparición conjunta en un estado de alto estrés. Y yo me encontraba justamente en uno de esos estados, por decirlo de alguna manera.
Aterrizamos adecuadamente adentro de mi habitación. Se trataba de un cuarto bastante sencillo que incluso no se comparaba con los que tenpian en otras fraternidades, el cual era incluso del mismo tamaño que el resto de las habitaciones de los Delta a pesar de ser “presidencial”, con la única diferencia de no estar compartida con nadie y además estar ligeramente apartada del resto. Cuando llegamos, aun aferraba el brazo de Wilhelmina con fuerza, tratando de lastimarla intencionalmente aunque fuera un poco, algo incomparable cn lo que ella estaba haciendo conmigo. Por fin la solté, para de inmediato cerrar la puerta del dormitorio con seguro.
Pero no solo eso. En un arranque de paranoia, en medio de ese terrible momento de ansiedad y frustración que me había generado la situación en la fiesta, me puse detrás del ropero que estaba junto a la puerta y lo empujé con violencia hasta tapar la puerta por completo, olvidándome por un segundo de la varita, de que atrancar la entrada de ese modo podría algo más que asustar a Wilhelmina, y de que lo que estaba haciendo se podría considerar como secuestro. Pero no me importaba, necesitaba terminar con toda esa mierda, escuchar lo que Wilhelmina tuviera que decirme, y tratar de olvidarme de todo de la forma que fuera. Al final, lancé varios hechizos de protección, los que fueran necesarios, o más bien, los que mi mente podía recordar, todo con tal de evitar que algún imbécil interrumpiera aquel encuentro que esperaba, fuera el más breve de todos.
Con la respiración agitada, al fin me di la vuelta para encontrarme de nuevo con la chica. Lancé la varita a cualquier parte, aun con la sangre palpitándome sobre las sienes, dispuesto a escuchar lo que tuviera que decir pero con la convicción de romperlo todo si me venía con alguna de sus estupideces, si acaso se le ocurría burlarse de mi o si de alguna manera me sacaba de mis casillas.
-Tengo la impresión de que no me vas a hablar de la lista que te di, así que habla de una buena vez-
Me acerqué varios pasos a ella, mirándola fijamente, tratando de hacerle ver el profundo desprecio que me provocaba en esos momentos. La imagen de Marcellus volvió a mi cabeza, esa imagen de su tonta cara sonriéndole, tomándola de la mano, besando sus labios. No podía soportarlo, me seguía pareciendo ridículo que alguien como él fuera capaz de arrebatármela, que todo lo que había planeado y soñado se fuera al demonio por un simple capricho, por una carta con un estúpido poema que bien habría podido concebir cualquier imbécil del club de teatro al que bastaba con pagarle veinte dólares.
Aterrizamos adecuadamente adentro de mi habitación. Se trataba de un cuarto bastante sencillo que incluso no se comparaba con los que tenpian en otras fraternidades, el cual era incluso del mismo tamaño que el resto de las habitaciones de los Delta a pesar de ser “presidencial”, con la única diferencia de no estar compartida con nadie y además estar ligeramente apartada del resto. Cuando llegamos, aun aferraba el brazo de Wilhelmina con fuerza, tratando de lastimarla intencionalmente aunque fuera un poco, algo incomparable cn lo que ella estaba haciendo conmigo. Por fin la solté, para de inmediato cerrar la puerta del dormitorio con seguro.
Pero no solo eso. En un arranque de paranoia, en medio de ese terrible momento de ansiedad y frustración que me había generado la situación en la fiesta, me puse detrás del ropero que estaba junto a la puerta y lo empujé con violencia hasta tapar la puerta por completo, olvidándome por un segundo de la varita, de que atrancar la entrada de ese modo podría algo más que asustar a Wilhelmina, y de que lo que estaba haciendo se podría considerar como secuestro. Pero no me importaba, necesitaba terminar con toda esa mierda, escuchar lo que Wilhelmina tuviera que decirme, y tratar de olvidarme de todo de la forma que fuera. Al final, lancé varios hechizos de protección, los que fueran necesarios, o más bien, los que mi mente podía recordar, todo con tal de evitar que algún imbécil interrumpiera aquel encuentro que esperaba, fuera el más breve de todos.
Con la respiración agitada, al fin me di la vuelta para encontrarme de nuevo con la chica. Lancé la varita a cualquier parte, aun con la sangre palpitándome sobre las sienes, dispuesto a escuchar lo que tuviera que decir pero con la convicción de romperlo todo si me venía con alguna de sus estupideces, si acaso se le ocurría burlarse de mi o si de alguna manera me sacaba de mis casillas.
-Tengo la impresión de que no me vas a hablar de la lista que te di, así que habla de una buena vez-
Me acerqué varios pasos a ella, mirándola fijamente, tratando de hacerle ver el profundo desprecio que me provocaba en esos momentos. La imagen de Marcellus volvió a mi cabeza, esa imagen de su tonta cara sonriéndole, tomándola de la mano, besando sus labios. No podía soportarlo, me seguía pareciendo ridículo que alguien como él fuera capaz de arrebatármela, que todo lo que había planeado y soñado se fuera al demonio por un simple capricho, por una carta con un estúpido poema que bien habría podido concebir cualquier imbécil del club de teatro al que bastaba con pagarle veinte dólares.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
La carcajada que había soltado Billy la había hecho fruncir el ceño pero sabía que lo había hecho por molestar a Crawford, no a ella. Lo último que hizo antes de ser literalmente secuestrada de su fiesta fue ver a Brownie como si fuera a asesinarla. ¿Qué diablos le pasaba por su cabecita hueca? ¿Con qué derecho se creía de decirle esas cosas? Menos mal que Jesse puso los puntos sobre las íes, se hubiera decepcionado mucho si no. Sin embargo, eso no significaba que no le fuera a guardar algo a Brownie para luego.
Sintió que se le detuvo el corazón cuando Jesse la tomó del brazo de esa manera, y ni siquiera pudo articular un “suéltame” en forma porque de pronto ya sentía el jalón horrible de una aparición imprevista. Aterrizó en la “habitación presidencial”, en la que, contrario a todo pronóstico, no había estado tantas veces y sintió un ligero mareo que solamente se le pasó por recobrar consciencia de la presión que Jesse ejercía en su brazo.
-Suéltame, estás loco.
Le dijo jalándose con violencia de él, pero Jesse la soltó hasta que quiso y lo único que Mina hizo, fue echar un vistazo a la piel enrojecida de su brazo mientras, como un auténtico enfermo demente, Jesse comenzaba a lanzar hechizos e incluso atrancó la puerta con un ropero. El corazón, que se le había detenido, comenzó a palpitarle histéricamente.
-¿Qué coño te pasa? Estás muy mal, ¿por qué me trajiste aquí?.
Se calló de golpe cuando él se giró a mirarla. Pudo sentir todo su desprecio y toda su desesperación a través de su mirada. Odiaba cómo era capaz de volverla tan vulnerable de la nada, de hacerla sentir como una niña pequeña con unas profundas ganas de llorar. Se echó hacia atrás por instinto cuando él dio esos pasos hacia delante, pero luego se detuvo en seco. No iba a huir de él, ni siquiera podía. Y aprovecharía entonces que la hubiera llevado lejos del mundo para ser más honesta de lo previsto.
-Lo siento, solo quería decirte que no quería que las cosas se dieran así. Pienso en ti todos los días y en las cosas que hemos hecho, en…lo que tú has hecho por mi. Y no es justo, ¿sabes? Pero ese día…sentí que no sabía en donde estaba parada. Y…viste lo que nos pasó. Nos volvimos locos, Jesse, no es normal, lo que teníamos, en todos los sentidos, no era nada normal. Nos hicimos demasiado daño y ya no quiero hacerte daño….no sé cómo remediar eso, en lo que te convertí, en lo que nos convertimos. Lo siento, necesito que me perdones, me agobia sentir que me odias.
Lanzó un hondo suspiro y luego volvió a tomar aire, como si hubiera hablado demasiado, sin descanso. Se sentía a punto del desmayo.
-Eso era lo que quería decir.
Buscó su mirada una vez más y no pudo evitar, al encontrarla, lanzarse a sus brazos para abrazarlo y acariciar su nuca, aunque él la mandara al diablo. Quizá la gente solo tenía la versión de que Jesse era un hijo de puta que la había engañado y ella era la idiota que lo había perdonado, pero no sabían nada más de lo que había pasado a puerta cerrada, entre mucho odio, entre sangre, entre la espantosa necesidad de abrir viejas heridas y crearse nuevas.
-En verdad lo siento mucho.
Sintió que se le detuvo el corazón cuando Jesse la tomó del brazo de esa manera, y ni siquiera pudo articular un “suéltame” en forma porque de pronto ya sentía el jalón horrible de una aparición imprevista. Aterrizó en la “habitación presidencial”, en la que, contrario a todo pronóstico, no había estado tantas veces y sintió un ligero mareo que solamente se le pasó por recobrar consciencia de la presión que Jesse ejercía en su brazo.
-Suéltame, estás loco.
Le dijo jalándose con violencia de él, pero Jesse la soltó hasta que quiso y lo único que Mina hizo, fue echar un vistazo a la piel enrojecida de su brazo mientras, como un auténtico enfermo demente, Jesse comenzaba a lanzar hechizos e incluso atrancó la puerta con un ropero. El corazón, que se le había detenido, comenzó a palpitarle histéricamente.
-¿Qué coño te pasa? Estás muy mal, ¿por qué me trajiste aquí?.
Se calló de golpe cuando él se giró a mirarla. Pudo sentir todo su desprecio y toda su desesperación a través de su mirada. Odiaba cómo era capaz de volverla tan vulnerable de la nada, de hacerla sentir como una niña pequeña con unas profundas ganas de llorar. Se echó hacia atrás por instinto cuando él dio esos pasos hacia delante, pero luego se detuvo en seco. No iba a huir de él, ni siquiera podía. Y aprovecharía entonces que la hubiera llevado lejos del mundo para ser más honesta de lo previsto.
-Lo siento, solo quería decirte que no quería que las cosas se dieran así. Pienso en ti todos los días y en las cosas que hemos hecho, en…lo que tú has hecho por mi. Y no es justo, ¿sabes? Pero ese día…sentí que no sabía en donde estaba parada. Y…viste lo que nos pasó. Nos volvimos locos, Jesse, no es normal, lo que teníamos, en todos los sentidos, no era nada normal. Nos hicimos demasiado daño y ya no quiero hacerte daño….no sé cómo remediar eso, en lo que te convertí, en lo que nos convertimos. Lo siento, necesito que me perdones, me agobia sentir que me odias.
Lanzó un hondo suspiro y luego volvió a tomar aire, como si hubiera hablado demasiado, sin descanso. Se sentía a punto del desmayo.
-Eso era lo que quería decir.
Buscó su mirada una vez más y no pudo evitar, al encontrarla, lanzarse a sus brazos para abrazarlo y acariciar su nuca, aunque él la mandara al diablo. Quizá la gente solo tenía la versión de que Jesse era un hijo de puta que la había engañado y ella era la idiota que lo había perdonado, pero no sabían nada más de lo que había pasado a puerta cerrada, entre mucho odio, entre sangre, entre la espantosa necesidad de abrir viejas heridas y crearse nuevas.
-En verdad lo siento mucho.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
Ese era el momento en el que se tenía que definir todo, no más. Aquel día en su departamento, después de encontrarme con la carta de Marcellus, había cometido el error de dejar que todo pasara, de no cumplir mis amenazas y de incluso sentir que la chica se había resuelto por mi en ese preciso instante, y que solo necesitaba un poco de espacio para aclarar la mente. No había sido así, WIlhelmina solo me había tomado el pelo, y pensarlo de esa forma me volvía a atormentar y toda calma que hubiese podido llegar se extinguía en un segundo.
Y la miré de esa forma porque, en ese momento, no tenía otra forma de cómo hacerlo, porque la idea de haber sido solo un sujeto pasajero me podía más que cualquier otra cosa. Para mí, la idea de estar con ella había perdurado siempre por sobre todas las cosas, incluso durante mis tropiezos, mi vida la había proyectado junto a ella, sin lugar a ninguna duda. Esa misma idea se había hecho más fuerte con el pasar de los años, con todas esas cosas que habíamos compartido y que solo ella y yo conocíamos. Que de la nada, el sueño de compartir mis años con ella se estuviera muriendo, simplemente me partía el alma en un millón de pedazos. Eso era justamente lo que me frustraba, lo que me enfurecía, el que ella no pudiera verlo, que para ella fuera mucho más sencillo irse con cualquier idiota en turno solo por sus tontos caprichos, o por esa imbécil necesidad de sentirse deseada, de sentirse más segura de sí misma a causa de un pasado que parecía que iba a afectarle a su propia estima para siempre.
Traté de mantenerme estoico cuando comenzó a hablar, de pie frente a ella, mirándola a los ojos y sintiendo que su alma dependía de un hilo tanto como la mía. Una gran parte de mi razón me pedía a gritos que la callara, que me negara a escuchar todas esas cosas que tal vez no eran más que una vil mentira para buscar su propia paz interior. Cada una de sus palabras, lejos de tranquilizarme, lejos de hacerme entender por qué nos sucedía esto, solo me provocaba más y más dolor hasta el punto de lo insoportable. Pero no podía retirarme, no podía dar ningún paso atrás y no me quedaba otra cosa que enfrentarme a ese dolor y dejar que la chica terminara lo que tuviera qué decir.
Cuando terminó, me mantuve callado, apretando los dientes, guardando sus palabras en mi memoria y buscando la forma de no decirle que se fuera al demonio. Se merecía lo peor de mí, o al menos eso era lo que quería sentir; de verdad deseaba sentir ese odio profundo, el que me diera el valor para deshacerme de ella, el necesario para poderla ver a los ojos sin perderme en esa profundidad que tanta felicidad me había causado en su momento. Wilhelmina me abrazó, su cuerpo buscó el mío y su mano me tomó de la nuca, en un gesto que me era imposible de descifrar del todo. Estuve a nada de tratar de besarle, de pedirle de nuevo que me perdonara, de decirle que la amaba con todas mis fuerzas y que me era mortal alejarme de ella; pero todas esas ganas tenían que ser ahogadas junto con mi debilidad. La tomé de los hombros y la alejé delicadamente, sintiendo que cada centímetro de distancia era más doloroso que cualquier tortura.
-Tienes razón, nada de esto es normal, toda esta locura no puede ser normal. Pero eso era justamente lo que valoraba de nosotros, ¿sabes?, esa intensidad con la que tú y yo éramos capaces de amarnos, esa que no se podía comparar con ninguna otra cosa. Éramos únicos, y ese era mi alimento a cada minuto. Todos los días pensaba en ello… en el deseo de que perdurara por siempre, en la certeza de que no nos podíamos cansar de ello y de que nos podíamos morir en la raya, pero siempre juntos. Si ya sé, es la mayor estupidez que podrías haber escuchado en esta vida, porque aunque me duela admitirlo, ahora sé que tú no eres así, que no puedes ni quieres ser así, y está bien.
Me di la vuelta y caminé hacia cualquier parte, dándole la espalda, tratando de evitar que su simple mirada fuera suficiente para tropezar. Me obligué a mí mismo a despreciarla, a recordarla de la mano con Marcellus, a quien ahora, de ninguna forma, podía menospreciar, porque era justamente él quien me la estaba quitando. No quería pasar en lo que iba a suceder después, en si de verdad podría con todo ello, en el cómo iba a enfrentar mis responsabilidades con los Delta, conmigo mismo, en sí iba a perder la cordura e iba a ser capaz de asesinar a Lovecraft con mis propias manos. Volví a darme la vuelta para volver a encontrarme con esos terribles ojos que me traspasaban el alma.
-No te odio Wilhelmina, no puedo hacerlo. Te lo dije ese día y te lo digo ahora; no voy a hacer nada para lastimarte, nunca más. Eres libre de hacer con tu vida lo que mejor te convenga, y si me estás pidiendo perdón por el cómo fueron las cosas, entonces te perdono. Pero escúchame bien… a partir de esta noche, no quiero que te me acerques, no quiero que te vuelvas a aparecer en mi vida. Nos vamos a ver muchísimas veces porque no me puedo ir ahora, pero quiero que sepas que por mí, tú ya has tomado tu decisión. Elegiste a Marcellus, y no puedo saber si es una elección adecuada, ni me interesa saberlo; pero lo que sí espero, de verdad, es que alejarte de mí sí lo sea, al menos para ti.
Y la miré de esa forma porque, en ese momento, no tenía otra forma de cómo hacerlo, porque la idea de haber sido solo un sujeto pasajero me podía más que cualquier otra cosa. Para mí, la idea de estar con ella había perdurado siempre por sobre todas las cosas, incluso durante mis tropiezos, mi vida la había proyectado junto a ella, sin lugar a ninguna duda. Esa misma idea se había hecho más fuerte con el pasar de los años, con todas esas cosas que habíamos compartido y que solo ella y yo conocíamos. Que de la nada, el sueño de compartir mis años con ella se estuviera muriendo, simplemente me partía el alma en un millón de pedazos. Eso era justamente lo que me frustraba, lo que me enfurecía, el que ella no pudiera verlo, que para ella fuera mucho más sencillo irse con cualquier idiota en turno solo por sus tontos caprichos, o por esa imbécil necesidad de sentirse deseada, de sentirse más segura de sí misma a causa de un pasado que parecía que iba a afectarle a su propia estima para siempre.
Traté de mantenerme estoico cuando comenzó a hablar, de pie frente a ella, mirándola a los ojos y sintiendo que su alma dependía de un hilo tanto como la mía. Una gran parte de mi razón me pedía a gritos que la callara, que me negara a escuchar todas esas cosas que tal vez no eran más que una vil mentira para buscar su propia paz interior. Cada una de sus palabras, lejos de tranquilizarme, lejos de hacerme entender por qué nos sucedía esto, solo me provocaba más y más dolor hasta el punto de lo insoportable. Pero no podía retirarme, no podía dar ningún paso atrás y no me quedaba otra cosa que enfrentarme a ese dolor y dejar que la chica terminara lo que tuviera qué decir.
Cuando terminó, me mantuve callado, apretando los dientes, guardando sus palabras en mi memoria y buscando la forma de no decirle que se fuera al demonio. Se merecía lo peor de mí, o al menos eso era lo que quería sentir; de verdad deseaba sentir ese odio profundo, el que me diera el valor para deshacerme de ella, el necesario para poderla ver a los ojos sin perderme en esa profundidad que tanta felicidad me había causado en su momento. Wilhelmina me abrazó, su cuerpo buscó el mío y su mano me tomó de la nuca, en un gesto que me era imposible de descifrar del todo. Estuve a nada de tratar de besarle, de pedirle de nuevo que me perdonara, de decirle que la amaba con todas mis fuerzas y que me era mortal alejarme de ella; pero todas esas ganas tenían que ser ahogadas junto con mi debilidad. La tomé de los hombros y la alejé delicadamente, sintiendo que cada centímetro de distancia era más doloroso que cualquier tortura.
-Tienes razón, nada de esto es normal, toda esta locura no puede ser normal. Pero eso era justamente lo que valoraba de nosotros, ¿sabes?, esa intensidad con la que tú y yo éramos capaces de amarnos, esa que no se podía comparar con ninguna otra cosa. Éramos únicos, y ese era mi alimento a cada minuto. Todos los días pensaba en ello… en el deseo de que perdurara por siempre, en la certeza de que no nos podíamos cansar de ello y de que nos podíamos morir en la raya, pero siempre juntos. Si ya sé, es la mayor estupidez que podrías haber escuchado en esta vida, porque aunque me duela admitirlo, ahora sé que tú no eres así, que no puedes ni quieres ser así, y está bien.
Me di la vuelta y caminé hacia cualquier parte, dándole la espalda, tratando de evitar que su simple mirada fuera suficiente para tropezar. Me obligué a mí mismo a despreciarla, a recordarla de la mano con Marcellus, a quien ahora, de ninguna forma, podía menospreciar, porque era justamente él quien me la estaba quitando. No quería pasar en lo que iba a suceder después, en si de verdad podría con todo ello, en el cómo iba a enfrentar mis responsabilidades con los Delta, conmigo mismo, en sí iba a perder la cordura e iba a ser capaz de asesinar a Lovecraft con mis propias manos. Volví a darme la vuelta para volver a encontrarme con esos terribles ojos que me traspasaban el alma.
-No te odio Wilhelmina, no puedo hacerlo. Te lo dije ese día y te lo digo ahora; no voy a hacer nada para lastimarte, nunca más. Eres libre de hacer con tu vida lo que mejor te convenga, y si me estás pidiendo perdón por el cómo fueron las cosas, entonces te perdono. Pero escúchame bien… a partir de esta noche, no quiero que te me acerques, no quiero que te vuelvas a aparecer en mi vida. Nos vamos a ver muchísimas veces porque no me puedo ir ahora, pero quiero que sepas que por mí, tú ya has tomado tu decisión. Elegiste a Marcellus, y no puedo saber si es una elección adecuada, ni me interesa saberlo; pero lo que sí espero, de verdad, es que alejarte de mí sí lo sea, al menos para ti.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
Todo lo que decía era cierto, no lo podía negar. Habían sido únicos, había tenido con él algo que no había encontrado en ningún lado, y ahora, luego de haber probado lo que tenía que probar, sabía que no se trataba solamente de lo que le hacía sentir físicamente, sino que siempre había habido algo más. La manera en que Jesse le decía las cosas, la mirada en su rostro, hacía que se le estrujara el corazón y al mismo tiempo sentía unas inmensas ganas de golpearlo, como si así pudiera neutralizar lo que le hacía sentir.
-No es una estupidez…
Musitó quedamente. Dejó de mirarlo a los ojos porque le podía demasiado y ella también estaba intentando obligarse a dejar todo eso. Era veneno puro, se daba perfecta cuenta, pero a la vez sentía que no había nada de malo en ello, y por eso estaba confundida. Al final todo se reducía a ese estúpido 14 de febrero, a ese día que las cosas se les habían salido de control.
Sintió un vacío en el estómago cuando la apartó de su lado y le dio la espalda. Le tembló el labio inferior con la amenaza del llanto pero solamente apretó los puños y lo miró con los ojos entrecerrados. No pasó mucho tiempo para que se hiciera ideas. El Jesse que ella conocía no lo hubiera dejado ir así como así, ese Jesse que se había arrodillado, que había asesinado, que había dejado a sus amigos por ella, no era el Jesse que estaba ahí, no podía ser el mismo.
Mina no era capaz de entender que quizá, él había comprendido mucho más pronto que ella la verdadera magnitud de la frase “nos hacemos daño”. En el fondo ella seguía resentida con él, seguía dañada en su autoestima y en su orgullo, seguía deseando desesperadamente que fuera solo suyo y en el proceso, aunque le hubieran dado todas las garantías, de todas las formas posibles, era capaz de desconfiar y de encontrarle tres pies al gato en cuestión de segundos, como en ese momento. Ese era, precisamente, el infierno del que hablaba.
-Ha sido muy sencillo para ti, ¿verdad? Desde ese día…porque habíamos vuelto a donde empezamos, volvimos a ese maldito lugar en el que sentías que me tenías tan segura que no importaba lo que hicieras, yo iba a seguir contigo. Por eso te fue tan fácil desechar cualquier cosa. Pero parece que te he quitado un peso de encima, ¿no es así? ¿Ya te cansaste de pelear por mi? Se te nota. No te preocupes, ya no tienes que hacerlo.
Bajó la vista un momento solamente para reprimir las ganas que tenía de llorar, que cada vez se le acumulaban más. ¿Por qué diablos tenía que quererlo tanto? ¿Por qué había dejado que se le metiera en la sangre? De pronto la Mina que había querido arreglar las cosas bien, civilizadamente, ya no era la misma que estaba frente a él. Estaba desesperada por la idea de perderlo para siempre, a pesar de que eso pareciera ser lo mejor.
-Lo siento, lo siento mucho por ti, porque voy a estar en tu vida hasta que te mueras, ¿entendiste? Y es algo que no vas a poder cambiar. Y vas a tener que joderte, porque hicimos un pacto, porque tenemos cosas que hacer, juntos. Me vas a tener que ver cada día, todos los días.
Hablaba de los planes que tenían, de los cambios profundos, de lo que estaban orquestando, pero bajo ese contexto podía estar refiriéndose a cualquier cosa y seguiría teniendo razón de todos modos aunque ese contexto cambiara. Estaban atados, no había vuelta de hoja. Acortó las distancias de nuevo pero esta vez no fue para darle un abrazo sentido, sino un beso violento, tomándolo por el cuello de la camisa y jalándola hacia ella con ese ímpetu que él le conocía tan bien.
-Esto es algo que no puedes cambiar, Jesse. Y yo tampoco.
-No es una estupidez…
Musitó quedamente. Dejó de mirarlo a los ojos porque le podía demasiado y ella también estaba intentando obligarse a dejar todo eso. Era veneno puro, se daba perfecta cuenta, pero a la vez sentía que no había nada de malo en ello, y por eso estaba confundida. Al final todo se reducía a ese estúpido 14 de febrero, a ese día que las cosas se les habían salido de control.
Sintió un vacío en el estómago cuando la apartó de su lado y le dio la espalda. Le tembló el labio inferior con la amenaza del llanto pero solamente apretó los puños y lo miró con los ojos entrecerrados. No pasó mucho tiempo para que se hiciera ideas. El Jesse que ella conocía no lo hubiera dejado ir así como así, ese Jesse que se había arrodillado, que había asesinado, que había dejado a sus amigos por ella, no era el Jesse que estaba ahí, no podía ser el mismo.
Mina no era capaz de entender que quizá, él había comprendido mucho más pronto que ella la verdadera magnitud de la frase “nos hacemos daño”. En el fondo ella seguía resentida con él, seguía dañada en su autoestima y en su orgullo, seguía deseando desesperadamente que fuera solo suyo y en el proceso, aunque le hubieran dado todas las garantías, de todas las formas posibles, era capaz de desconfiar y de encontrarle tres pies al gato en cuestión de segundos, como en ese momento. Ese era, precisamente, el infierno del que hablaba.
-Ha sido muy sencillo para ti, ¿verdad? Desde ese día…porque habíamos vuelto a donde empezamos, volvimos a ese maldito lugar en el que sentías que me tenías tan segura que no importaba lo que hicieras, yo iba a seguir contigo. Por eso te fue tan fácil desechar cualquier cosa. Pero parece que te he quitado un peso de encima, ¿no es así? ¿Ya te cansaste de pelear por mi? Se te nota. No te preocupes, ya no tienes que hacerlo.
Bajó la vista un momento solamente para reprimir las ganas que tenía de llorar, que cada vez se le acumulaban más. ¿Por qué diablos tenía que quererlo tanto? ¿Por qué había dejado que se le metiera en la sangre? De pronto la Mina que había querido arreglar las cosas bien, civilizadamente, ya no era la misma que estaba frente a él. Estaba desesperada por la idea de perderlo para siempre, a pesar de que eso pareciera ser lo mejor.
-Lo siento, lo siento mucho por ti, porque voy a estar en tu vida hasta que te mueras, ¿entendiste? Y es algo que no vas a poder cambiar. Y vas a tener que joderte, porque hicimos un pacto, porque tenemos cosas que hacer, juntos. Me vas a tener que ver cada día, todos los días.
Hablaba de los planes que tenían, de los cambios profundos, de lo que estaban orquestando, pero bajo ese contexto podía estar refiriéndose a cualquier cosa y seguiría teniendo razón de todos modos aunque ese contexto cambiara. Estaban atados, no había vuelta de hoja. Acortó las distancias de nuevo pero esta vez no fue para darle un abrazo sentido, sino un beso violento, tomándolo por el cuello de la camisa y jalándola hacia ella con ese ímpetu que él le conocía tan bien.
-Esto es algo que no puedes cambiar, Jesse. Y yo tampoco.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
Y sí, todo lo que le estaba diciendo, además de ser completamente sincero, también era una advertencia, una de esos últimos recursos que estaba utilizando para que WIlhelmina, con un poco de suerte, pensara un poco mejor las cosas y pudiera ver las terribles decisiones que estaba tomando. Era una breve esperanza, bastante lejana, que trataba de hacerse espacio de entre todo el dolor y la decepción que se arremolinaba en mi pecho. Al final eso era lo único que podía hacer, y no más allá.
En algún momento, casi de la nada, me di cuenta de que aun en esas instancias, aun cuando todo pendía ya de un hilo muy delgado, mi capacidad para sorprenderme aún no se había terminado. Me sentí absolutamente perplejo cuando Wilhelmina comenzó a soltarme uno a uno aquellos reproches que parecía haber estado guardando, pero que resultaban completamente fuera de contexto dadas las circunstancias. Fruncí el ceño, sintiéndome confundido y hasta insultado, porque Mini hablaba como si de verdad le importara la forma en la que yo me había tomado la relación, porque parecía no importar nada mientras pudiera volver a ese círculo interminable por el que ya habíamos pasado una y otra vez.
-¿Qué?, ¿de qué diablos hablas? ¿No celarte por una imbécil carta de Marcellus Lovecraft me hace culpable de “sentirte segura”? ¿Qué diablos quieres que pelee? Si ya he hecho por ti todo lo que estaba a mi alcance, si ya he tratado de convencerte una y otra vez que no vas a tener con nadie más lo que tenías conmigo. ¿Qué más coño quieres que haga? ¿Qué me arrodille otra vez? Dime a quién más tengo qué matar, dime qué puta forma se te ocurre para que yo te pueda demostrar lo importante que eres para mí. Estás muy confundida, Wilhelmina, y eres muy idiota si crees que voy a seguir arrastrándome como un puto perro cada que decidas que ya no es muy buena idea estar conmigo, o cada que se te dé la gana besar o coquetear y después follar con quien se te ponga en frente, justificándolo todo con lo terrible persona que he sido contigo. Tú misma lo has dicho, ya es demasiado tarde-
Un instante, unas cuantas palabras habían sido suficientes para que una violenta ráfaga de pensamientos volviera a mi cabeza. En ese momento, daba la impresión de que todo lo que había pasado no fuera más que el producto de un simple capricho insulso y barato. Traté de ser fuerte, de mantenerme en esa posición, incluso cuando mis ojos la vieron agachar la cabeza y estar al borde del llanto. Necesitaba pensar que aquello no era más que un chantaje, o una especie de juego para ella; tenía que convencerme de ello si no deseaba caer de nuevo y terminar por doblegarme. Luego vino su advertencia, me decía que ya estaba jodido, que la iba a tener que ver todos los días, que teníamos muchísimas cosas que hacer; algo tan ambiguo que incluso, por un breve instante, mi corazón saltó de alegría ante la posibilidad de tenerla junto a mi aunque yo estuviera diciendo lo contrario. Pero no sabía cómo interpretarlo, y en realidad no sabía qué hacer ni cómo actuar con tal de que aquello no terminara en un desastre. Pero con ella era imposible, porque siempre todo terminaba en un enorme desastre…
Y su siguiente acción me sacó por completo de mi plano terrenal. En un acto rápido y violento, su cuerpo se lanzó sobre el mío, y me rodeó con ambos brazos para besarme como si la vida se le fuera en ello. Mis labios y mis manos le correspondieron, tan simple y tan burdo como atribuirlo a la necesidad que mis labios tenían de los suyos, a lo mucho que la había imaginado de ese modo día tras día. Mis brazos la empujaron con fuerza para alejarla, pero no tardé ni medio segundo en atraerla de nuevo hacía mi y volver a besarla como nunca. Estaba más confundido que nunca, temeroso de que Wilhelmina solo estuviera jugando conmigo, de que no importaba en realidad nada de lo que yo pudiera hacer si al final ella iba a tener guardado ese odio que parecía tenerme desde quién sabe cuánto tiempo.
-¿Qué diablos estás haciendo Wilhelmina?, necesito que me digas qué está pasando contigo, necesito saberlo antes de volverme loco, ¿entiendes?-
Prácticamente no esperé a que me respondiera, porque apenas haberle dicho eso, volví a besarla, esta vez rodeándola con ambos brazos y usando mi fuerza para reducir el espacio entre ambos a la nada. Mis manos acariciaron su espalda, su cintura, sus nalgas; enloquecido por el sabor de sus labios y por ese mar de sensaciones que me golpeaba a cada instante. La cargué sobre los brazos y la llevé hasta la cama mientras mis manos obligaban a sus piernas a rodear mi cuerpo, acariciando cada centímetro de ellas; llevando mi tacto por debajo del vestido y haciendo mía su carne de nuevo como había pensado que nunca iba a volver a suceder. Mis labios buscaron su cuello para besarlo hasta consumirlo, para lamer y morder la piel de sus hombros, de su clavícula, de su barbilla. Ya no importaba nada, estaba dispuesto a salir de ahí y matar a Marcellus Lovecraft si se le ocurría volver a sus brazos, o a las de cualquier otro. Mataría a quien se nos pusiera en frente, a quien fuera tan imbécil como para pensar que me la podía arrebatar de las manos.
-Te odio por hacerme esto. No entiendes lo mucho que te voy a amar pase lo que pase-
En algún momento, casi de la nada, me di cuenta de que aun en esas instancias, aun cuando todo pendía ya de un hilo muy delgado, mi capacidad para sorprenderme aún no se había terminado. Me sentí absolutamente perplejo cuando Wilhelmina comenzó a soltarme uno a uno aquellos reproches que parecía haber estado guardando, pero que resultaban completamente fuera de contexto dadas las circunstancias. Fruncí el ceño, sintiéndome confundido y hasta insultado, porque Mini hablaba como si de verdad le importara la forma en la que yo me había tomado la relación, porque parecía no importar nada mientras pudiera volver a ese círculo interminable por el que ya habíamos pasado una y otra vez.
-¿Qué?, ¿de qué diablos hablas? ¿No celarte por una imbécil carta de Marcellus Lovecraft me hace culpable de “sentirte segura”? ¿Qué diablos quieres que pelee? Si ya he hecho por ti todo lo que estaba a mi alcance, si ya he tratado de convencerte una y otra vez que no vas a tener con nadie más lo que tenías conmigo. ¿Qué más coño quieres que haga? ¿Qué me arrodille otra vez? Dime a quién más tengo qué matar, dime qué puta forma se te ocurre para que yo te pueda demostrar lo importante que eres para mí. Estás muy confundida, Wilhelmina, y eres muy idiota si crees que voy a seguir arrastrándome como un puto perro cada que decidas que ya no es muy buena idea estar conmigo, o cada que se te dé la gana besar o coquetear y después follar con quien se te ponga en frente, justificándolo todo con lo terrible persona que he sido contigo. Tú misma lo has dicho, ya es demasiado tarde-
Un instante, unas cuantas palabras habían sido suficientes para que una violenta ráfaga de pensamientos volviera a mi cabeza. En ese momento, daba la impresión de que todo lo que había pasado no fuera más que el producto de un simple capricho insulso y barato. Traté de ser fuerte, de mantenerme en esa posición, incluso cuando mis ojos la vieron agachar la cabeza y estar al borde del llanto. Necesitaba pensar que aquello no era más que un chantaje, o una especie de juego para ella; tenía que convencerme de ello si no deseaba caer de nuevo y terminar por doblegarme. Luego vino su advertencia, me decía que ya estaba jodido, que la iba a tener que ver todos los días, que teníamos muchísimas cosas que hacer; algo tan ambiguo que incluso, por un breve instante, mi corazón saltó de alegría ante la posibilidad de tenerla junto a mi aunque yo estuviera diciendo lo contrario. Pero no sabía cómo interpretarlo, y en realidad no sabía qué hacer ni cómo actuar con tal de que aquello no terminara en un desastre. Pero con ella era imposible, porque siempre todo terminaba en un enorme desastre…
Y su siguiente acción me sacó por completo de mi plano terrenal. En un acto rápido y violento, su cuerpo se lanzó sobre el mío, y me rodeó con ambos brazos para besarme como si la vida se le fuera en ello. Mis labios y mis manos le correspondieron, tan simple y tan burdo como atribuirlo a la necesidad que mis labios tenían de los suyos, a lo mucho que la había imaginado de ese modo día tras día. Mis brazos la empujaron con fuerza para alejarla, pero no tardé ni medio segundo en atraerla de nuevo hacía mi y volver a besarla como nunca. Estaba más confundido que nunca, temeroso de que Wilhelmina solo estuviera jugando conmigo, de que no importaba en realidad nada de lo que yo pudiera hacer si al final ella iba a tener guardado ese odio que parecía tenerme desde quién sabe cuánto tiempo.
-¿Qué diablos estás haciendo Wilhelmina?, necesito que me digas qué está pasando contigo, necesito saberlo antes de volverme loco, ¿entiendes?-
Prácticamente no esperé a que me respondiera, porque apenas haberle dicho eso, volví a besarla, esta vez rodeándola con ambos brazos y usando mi fuerza para reducir el espacio entre ambos a la nada. Mis manos acariciaron su espalda, su cintura, sus nalgas; enloquecido por el sabor de sus labios y por ese mar de sensaciones que me golpeaba a cada instante. La cargué sobre los brazos y la llevé hasta la cama mientras mis manos obligaban a sus piernas a rodear mi cuerpo, acariciando cada centímetro de ellas; llevando mi tacto por debajo del vestido y haciendo mía su carne de nuevo como había pensado que nunca iba a volver a suceder. Mis labios buscaron su cuello para besarlo hasta consumirlo, para lamer y morder la piel de sus hombros, de su clavícula, de su barbilla. Ya no importaba nada, estaba dispuesto a salir de ahí y matar a Marcellus Lovecraft si se le ocurría volver a sus brazos, o a las de cualquier otro. Mataría a quien se nos pusiera en frente, a quien fuera tan imbécil como para pensar que me la podía arrebatar de las manos.
-Te odio por hacerme esto. No entiendes lo mucho que te voy a amar pase lo que pase-
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
Tenía que admitir que Jesse tenía razón. Lo había hecho absolutamente todo por ella, cualquier cosa que le había pedido se había cumplido, pero la cabeza se le había nublado completamente aquél día, se había sentido obnubilada por una carta, por una posibilidad, había dejado que la venciera el miedo. Pero viéndolo en perspectiva, Jesse lo había hecho todo, lo había cumplido todo, a ella le quedaba claro. Y sí, era muy idiota si pensaba que iba a arrastrarse más, pero en el fondo lo deseaba, había una parte de ella que sentía que no lo había destruido lo suficiente, pero eso simplemente ya no podía seguir así, tenía que enfrentar sus propios miedos, sus propias inseguridades. Quizá por eso era que se sentía tan cómoda con Marcellus, porque se sentía segura, no había ese arrebato de locura, de paranoia, esa fracción de odio intenso que todo el tiempo la hacía estar alerta, desesperada.
Cuando la alejó de él por segunda vez en medio de aquél beso, tuvo la sensación de que de verdad se había terminado, de que ahí ya no había nada más y que, así tal cual, había perdido su poder sobre él. Ese pensamiento mezquino la aterró totalmente, no solo por el juego de poder involucrado, sino porque de verdad lo quería, porque en un segundo pensó en el futuro, en que él buscaría a alguien más, querría a alguien más, miraría a alguien más, tocaría a otra persona que no iba a ser ella y ese pensamiento no podía soportarlo.
Trastabilló cuando la empujó, pero el sentimiento duró precisamente apenas un segundo porque luego volvió a acercarla a él. El beso la tomó por sorpresa porque pensó que todo estaba terminado y resultaba que no. Lo abrazó con fuerza, con esa desesperación que había sentido al pensar que lo perdía y se entregó al beso porque simplemente no podía hacer otra cosa.
-¡No sé! ¡No sé qué estoy haciendo! No quiero perderte, me aterra perderte. Nadie me conoce como tú, nadie sabe lo que soy, solo tú…en cualquier forma. Y te quiero, eres todo, siempre has sido todo.
Le dijo con honestidad, completamente abierta y vulnerable. Quizá era la primera vez que se lo decía sin amenazas de por medio, sin corazas, sin mentiras y sin ese rencor que la había carcomido durante muchos años. Perdió el aliento al sentir sus manos recorrer esos bien conocidos caminos y lo rodeó con sus piernas cuando la cargó. Ella también lo recorría desesperada, reconociéndolo. Sentía que no respiraba por el espacio tan reducido entre los dos pero parecía no importarle.
Todo su cuerpo estaba tenso como una cuerda. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, que volvía a ese círculo vicioso de ser una arpía egoísta, pero no podía ni quería detenerlo.
-¿Me odias? ¿En serio? ¿Quieres parar?
Le dijo con tono casi de burla, aunque en realidad era poco posible distinguir si era así en realidad pues su respiración estaba agitada, apenas y podía expresarse con claridad, estaba en blanco. Tomó a tientas los bordes de la camisa de Jesse para sacársela atropelladamente por la cabeza sin siquiera desbotonársela, pasó sus uñas por su piel, las yemas de sus dedos después, con más ansias de reconocimiento. En un segundo arrebato atrapó su labio inferior entre sus dientes y tiró de él con una contrastante delicadeza. Estaba ahí, de nuevo, como siempre.
Cuando la alejó de él por segunda vez en medio de aquél beso, tuvo la sensación de que de verdad se había terminado, de que ahí ya no había nada más y que, así tal cual, había perdido su poder sobre él. Ese pensamiento mezquino la aterró totalmente, no solo por el juego de poder involucrado, sino porque de verdad lo quería, porque en un segundo pensó en el futuro, en que él buscaría a alguien más, querría a alguien más, miraría a alguien más, tocaría a otra persona que no iba a ser ella y ese pensamiento no podía soportarlo.
Trastabilló cuando la empujó, pero el sentimiento duró precisamente apenas un segundo porque luego volvió a acercarla a él. El beso la tomó por sorpresa porque pensó que todo estaba terminado y resultaba que no. Lo abrazó con fuerza, con esa desesperación que había sentido al pensar que lo perdía y se entregó al beso porque simplemente no podía hacer otra cosa.
-¡No sé! ¡No sé qué estoy haciendo! No quiero perderte, me aterra perderte. Nadie me conoce como tú, nadie sabe lo que soy, solo tú…en cualquier forma. Y te quiero, eres todo, siempre has sido todo.
Le dijo con honestidad, completamente abierta y vulnerable. Quizá era la primera vez que se lo decía sin amenazas de por medio, sin corazas, sin mentiras y sin ese rencor que la había carcomido durante muchos años. Perdió el aliento al sentir sus manos recorrer esos bien conocidos caminos y lo rodeó con sus piernas cuando la cargó. Ella también lo recorría desesperada, reconociéndolo. Sentía que no respiraba por el espacio tan reducido entre los dos pero parecía no importarle.
Todo su cuerpo estaba tenso como una cuerda. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, que volvía a ese círculo vicioso de ser una arpía egoísta, pero no podía ni quería detenerlo.
-¿Me odias? ¿En serio? ¿Quieres parar?
Le dijo con tono casi de burla, aunque en realidad era poco posible distinguir si era así en realidad pues su respiración estaba agitada, apenas y podía expresarse con claridad, estaba en blanco. Tomó a tientas los bordes de la camisa de Jesse para sacársela atropelladamente por la cabeza sin siquiera desbotonársela, pasó sus uñas por su piel, las yemas de sus dedos después, con más ansias de reconocimiento. En un segundo arrebato atrapó su labio inferior entre sus dientes y tiró de él con una contrastante delicadeza. Estaba ahí, de nuevo, como siempre.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
No podía terminarlo así. En el mismo instante en el que Mini me había besado, mi mente tomó conciencia de lo que en realidad estaba pasando, de quién era yo, de quiénes éramos juntos. En ese momento, mientras la besaba pr segunda vez, tuve la certeza de que no podía haber ninguna duda, de que había estado a punto de cometer el peor error de mi vida, y todo por el imbécil orgullo que en algún momento me había hecho creer que era capaz de darle la espalda a quien me estaba dando la vida misma. Me aferré a ella, a su carne, a sus labios y a su aliento en un arranque desesperado de necesidad, y fui presa por completo de sus caricias, de sus palabras que me traspasaban el alma y me revindicaban como el hombre que quería ser.
Supe que ese era el preciso instante en el que no podía dejarla ir otra vez, nunca más. Me acababa de decir que no quería perderme, que me quería, y eso significaba todo para mí, era todo lo que necesitaba escuchar para rendirme a sus pies sin condiciones, para entregarme y convertirnos juntos en lo que habíamos pensado ser desde hace mucho tiempo. Mis labios no paraban de rozar su piel, de recorrerla como si fuera la primera vez que lo hiciera, con esa misma ansiedad y deseo que siempre habían caracterizado nuestros encuentros. Mi mente recorrió nuestra historia, y de verdad, no recordaba una sola vez en la que no la hubiera hecho mía sintiendo exactamente ese deseo que me podía volar la cabeza en mil pedazos. Al final terminé por sonreírle ante aquella burla en medio de todo ese caos, completamente fuera de lugar, pero lo suficientemente acertada como para iluminarme el alma como si fuera el mismo puto sol.
-Solo si tú me detienes. Dime que me detenga y te juro que dejo de tocarte, ¿quieres que lo haga?
Justo cuando preguntaba, con una sonrisa, mis dedos se deslizaron por encima de lo que pensé que eran sus bragas, justo encima de su coño, acariciándola suavemente, deteniendo por un momento ese ritmo frenético para solo deleitarme con ese rostro que hasta hace unos minutos no había imaginado tener tan cerca. Volví a buscar sus labios, otra vez con esa ansiedad y premura, ayudándole torpemente a despojarme de la camisa y luego de eso, deshaciéndome de la parte superior de su vestido. Me encontré con ese precioso traje de baño color morado que jamás le había visto, probablemente nuevo, y por un instante, los celos me volvieron a tomar por asalto al pensar que probablemente era para Marcellus que se lo había puesto. La tomé con fuerza del rostro y besé sus labios con furia, haciéndome luego con su cuello y despojándola también de la parte superior del bañador. Me erguí, sentado sobre ella, y busqué sujetarla por las muñecas mientras le miraba las tetas.
-¿Y eso? ¿te lo pusiste para mí?, ¿o es que más bien era para tu Marcellus the pooh?-
Dije aquello burlonamente, sonriendo mientras la sometía con mi fuerza. Aquellos celos repentinos se mezclaron con el propio deseo que ya me desbordaba, y me incliné sobre ella, aun sujetando sus muñecas, para devorarle las tetas justo como sabía que le enloquecía. Lamí su superficie una y otra vez, alrededor y encima, hasta que al fin dejé de ejercer presión a sus manos para dejarla libre y acariciar sus pechos delicadamente, poniendo especial atención en cada punto, en cada puta fibra posible. Después de un rato, me puse de pie fuera de la cama para deshacerme de los pantalones, pero mirándola de arriba abajo, expresándole cuán deseoso estaba de arrancarle toda la ropa, de hacerla mía de una puta vez.
-Tócate para mí. Quiero que me enseñes como te tocas, anda-
Necesitaba verla de ese modo, aunque fuera por un pequeño instante. Me conocía y sabía perfectamente que no era capaz de mantenerme al margen demasiado tiempo, pero necesitaba ver sus dedos deslizándose sobre su coño, necesitaba pensar y sentir que lo hacía por mí, para mi y para nadie más.
Supe que ese era el preciso instante en el que no podía dejarla ir otra vez, nunca más. Me acababa de decir que no quería perderme, que me quería, y eso significaba todo para mí, era todo lo que necesitaba escuchar para rendirme a sus pies sin condiciones, para entregarme y convertirnos juntos en lo que habíamos pensado ser desde hace mucho tiempo. Mis labios no paraban de rozar su piel, de recorrerla como si fuera la primera vez que lo hiciera, con esa misma ansiedad y deseo que siempre habían caracterizado nuestros encuentros. Mi mente recorrió nuestra historia, y de verdad, no recordaba una sola vez en la que no la hubiera hecho mía sintiendo exactamente ese deseo que me podía volar la cabeza en mil pedazos. Al final terminé por sonreírle ante aquella burla en medio de todo ese caos, completamente fuera de lugar, pero lo suficientemente acertada como para iluminarme el alma como si fuera el mismo puto sol.
-Solo si tú me detienes. Dime que me detenga y te juro que dejo de tocarte, ¿quieres que lo haga?
Justo cuando preguntaba, con una sonrisa, mis dedos se deslizaron por encima de lo que pensé que eran sus bragas, justo encima de su coño, acariciándola suavemente, deteniendo por un momento ese ritmo frenético para solo deleitarme con ese rostro que hasta hace unos minutos no había imaginado tener tan cerca. Volví a buscar sus labios, otra vez con esa ansiedad y premura, ayudándole torpemente a despojarme de la camisa y luego de eso, deshaciéndome de la parte superior de su vestido. Me encontré con ese precioso traje de baño color morado que jamás le había visto, probablemente nuevo, y por un instante, los celos me volvieron a tomar por asalto al pensar que probablemente era para Marcellus que se lo había puesto. La tomé con fuerza del rostro y besé sus labios con furia, haciéndome luego con su cuello y despojándola también de la parte superior del bañador. Me erguí, sentado sobre ella, y busqué sujetarla por las muñecas mientras le miraba las tetas.
-¿Y eso? ¿te lo pusiste para mí?, ¿o es que más bien era para tu Marcellus the pooh?-
Dije aquello burlonamente, sonriendo mientras la sometía con mi fuerza. Aquellos celos repentinos se mezclaron con el propio deseo que ya me desbordaba, y me incliné sobre ella, aun sujetando sus muñecas, para devorarle las tetas justo como sabía que le enloquecía. Lamí su superficie una y otra vez, alrededor y encima, hasta que al fin dejé de ejercer presión a sus manos para dejarla libre y acariciar sus pechos delicadamente, poniendo especial atención en cada punto, en cada puta fibra posible. Después de un rato, me puse de pie fuera de la cama para deshacerme de los pantalones, pero mirándola de arriba abajo, expresándole cuán deseoso estaba de arrancarle toda la ropa, de hacerla mía de una puta vez.
-Tócate para mí. Quiero que me enseñes como te tocas, anda-
Necesitaba verla de ese modo, aunque fuera por un pequeño instante. Me conocía y sabía perfectamente que no era capaz de mantenerme al margen demasiado tiempo, pero necesitaba ver sus dedos deslizándose sobre su coño, necesitaba pensar y sentir que lo hacía por mí, para mi y para nadie más.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
La parte consciente de ella parecía gritar que, en efecto, debía detenerlo. Le había dicho a Marcellus que solamente arreglaría las cosas, que volvería pronto. Sabía que técnicamente, de alguna forma, le había pedido un poco de confianza, y como siempre iba y hacía exactamente lo contrario. Brownie quizá tenía razón, pero no era lo suficientemente sensata como para reflexionar sobre ello, mucho menos al sentir el suave roce de sus dedos por encima de la tela de su traje de baño, provocándole que arqueara la espalda. Otra vez se había puesto en blanco.
Notó su mirada al ver el dichoso traje, por cierto. Entendió perfectamente ese beso celoso y arrebatado y le provocó una sonrisita maliciosa que no pudo esconder cuando le preguntó si era para Marcellus o si era para él. No contestó, aunque en realidad la respuesta era que se lo había puesto con la firme intención de atraer miradas, tal cual, para alimentar ese pequeño monstruo vanidoso, y que entre esas miradas, sí, también iba incluida la de él, aunque fuera para torturarlo.
El peso de su cuerpo fue reconfortante, pero también supo que estaban ascendiendo, lentamente, a ese punto peligroso del no retorno. Su cuerpo respondió positivamente a él tomándola por las muñecas, y aunque había estado aguantando la respiración, al sentir su lengua sobre su piel, la temperatura comenzó a aumentar vertiginosamente, tanto como los gemidos que salían de entre sus labios cuando humedecía los puntos exactos, sintiendo como la piel se tensaba y se endurecía ante el contacto. Podía enloquecerla solo con eso, aumentar el deseo y al mismo tiempo acercarse a la perfección que su interior pedía a gritos obtener.
Lo miró bajarse de la cama dejándola con la respiración agitada y la piel erizada. Sonrió ante su petición, pero se demoró en cumplirla. O más bien, no pensaba cumplirla. Esperó a que Jesse terminara de despojarse de sus pantalones antes de levantarse de la cama e ir hacia él.
-¿Qué te crees? ¿Que vas a ordenarme?
Lo tomó por el rostro y volvió a besarlo antes de empujarlo hacia uno de los pocos muebles que tenía en la habitación, un anodino buró de madera donde no tenía nada más que un libro de historia de la magia que hizo a un lado antes de volver a empujarlo con más violencia para que se sentara encima del mueble. Esperó un segundo para deshacerse de lo que restaba de su traje de baño, que quedó en toda su morada soledad sobre el piso antes de que ella se sentara, a su vez, sobre Jesse, acomodándose para hacerlo entrar en ella con una suavidad que era la antítesis a la manera en que lo tomaba por el cabello rojizo y tiraba de él. Ahogó un gemido al sentirlo dentro y se apoyó sobre las puntas de sus pies que apenas alcanzaban el piso antes de comenzar a moverse sinuosamente sobre él.
-No era para ti.
Le susurró al oído antes de morder el lóbulo de su oreja e intensificar sus movimientos, apretar de la forma precisa, entrando a ese juego peligroso que tanto le gustaba, solo por verlo rabiar.
Notó su mirada al ver el dichoso traje, por cierto. Entendió perfectamente ese beso celoso y arrebatado y le provocó una sonrisita maliciosa que no pudo esconder cuando le preguntó si era para Marcellus o si era para él. No contestó, aunque en realidad la respuesta era que se lo había puesto con la firme intención de atraer miradas, tal cual, para alimentar ese pequeño monstruo vanidoso, y que entre esas miradas, sí, también iba incluida la de él, aunque fuera para torturarlo.
El peso de su cuerpo fue reconfortante, pero también supo que estaban ascendiendo, lentamente, a ese punto peligroso del no retorno. Su cuerpo respondió positivamente a él tomándola por las muñecas, y aunque había estado aguantando la respiración, al sentir su lengua sobre su piel, la temperatura comenzó a aumentar vertiginosamente, tanto como los gemidos que salían de entre sus labios cuando humedecía los puntos exactos, sintiendo como la piel se tensaba y se endurecía ante el contacto. Podía enloquecerla solo con eso, aumentar el deseo y al mismo tiempo acercarse a la perfección que su interior pedía a gritos obtener.
Lo miró bajarse de la cama dejándola con la respiración agitada y la piel erizada. Sonrió ante su petición, pero se demoró en cumplirla. O más bien, no pensaba cumplirla. Esperó a que Jesse terminara de despojarse de sus pantalones antes de levantarse de la cama e ir hacia él.
-¿Qué te crees? ¿Que vas a ordenarme?
Lo tomó por el rostro y volvió a besarlo antes de empujarlo hacia uno de los pocos muebles que tenía en la habitación, un anodino buró de madera donde no tenía nada más que un libro de historia de la magia que hizo a un lado antes de volver a empujarlo con más violencia para que se sentara encima del mueble. Esperó un segundo para deshacerse de lo que restaba de su traje de baño, que quedó en toda su morada soledad sobre el piso antes de que ella se sentara, a su vez, sobre Jesse, acomodándose para hacerlo entrar en ella con una suavidad que era la antítesis a la manera en que lo tomaba por el cabello rojizo y tiraba de él. Ahogó un gemido al sentirlo dentro y se apoyó sobre las puntas de sus pies que apenas alcanzaban el piso antes de comenzar a moverse sinuosamente sobre él.
-No era para ti.
Le susurró al oído antes de morder el lóbulo de su oreja e intensificar sus movimientos, apretar de la forma precisa, entrando a ese juego peligroso que tanto le gustaba, solo por verlo rabiar.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
Los pocos segundos que pasaron después de despojarme de lo que me quedaba de ropa, mis ojos se clavaron en ella, recorriéndola con la mirada, completamente ávido de esa visión que bien me podría servir por sí misma para muchas noches de soledad, incluso si la chica ni siquiera cumplía lo que le ordenaba. El simple hecho de ver la forma de sus piernas, de sus tetas descansando por encima de su torso, de sus labios sonrientes y de esa mirada que seguía siendo mortalmente penetrante, de una forma completamente distinta; era suficiente para mantenerme ahí de pie, enloqueciendo por ella y por ese cuerpo que necesitaba más que nunca.
Le sonreí cuando comenzó a preguntarme aquello de manera retadora, como si en efecto, mi poder para ordenarle cualquier cosa hubiera muerto desde hace mucho tiempo. No le dije nada, y mis labios se fundieron con los suyos mientras mis manos seguían recorriendo su cuerpo una y otra vez; reconociendo cada curva y cada detalle, tratando de que la memoria de mis manos se guardara bien adentro esa textura que tal vez luego de esa noche no iba a volver a tener. Porque aunque en esos momentos sonreía y me sentía completamente pleno; una parte de mi aun temía estar dentro de un simple juego. Aún era posible que Wilhelmina solo estuviera torturándome, porque ella conocía lo sencillo que era darme un puñado de esperanzas para luego arrebatármelas si se le daba la gana; porque lo peor de todo es que no solo la creía capaz, la sabía completamente capaz de dejarme con la miel entre los labios y luego abandonarme de nuevo, presa de su odio, de ese orgullo que en el pasado yo mismo había pisoteado.
Dejé que me empujara, pensando por un instante en aquello. Si todo eso no era más que un juego, no importaba, en realidad no importaba absolutamente nada porque bien hubiera podido dar cualquier cosa por tenerla de ese modo. Todo lo que tenía, todo lo que mi vida significaba, mi último aliento o el último aliento de cualquier persona; hubiera sido capaz de pagar con lo que fuera con tal de tenerla una vez más, de sentir su cuerpo desnudo pegado al mío, de morder sus labios, hacer mía su piel, sentir su coño deslizarse alrededor de mi sexo aunque fuera por una última vez. Aquella certeza se confirmó en el instante en el que precisamente su cuerpo se acomodó sobre mí hasta que logré penetrarla. Solté un gemido largo y profundo, y maldije entre susurros como si no hubiera estado con ella desde hace años mientras sus caderas avanzaban y se movían, con esa contundente lentitud que era capaz de llevarme a otro puto mundo.
La rodee con los brazos sobre su espalda, y cerré los ojos por un instante, producto de ese movimiento aún más preciso de su interior, ese que ella bien sabía cómo hacer y en qué momento. Busqué mirarla a los ojos cuando al fin sentenció que en efecto, aquel traje de baño no había sido para mí; y si su cometido era encender algo en mi interior, Mini lo estaba logrando con creces. La miré con severidad, siendo víctima de esos terribles celos que jamás me iban a dejar en paz, clavándole a los ojos como si estuviera viendo a la mayor de las putas; y eso traté de hacerle sentir aun cuando yo mismo no lo pensaba de ese modo, porque ella sabía que incluso esa clase de miradas eran parte de mí, parte de mi deseo y de ese empuje emocional cuando se trataba de follármela hasta el delirio.
En un arranque de fuerza, la levanté con ambos brazos con violencia, golpeando el buró y tirando una pequeña lámpara que se hizo pedazos al caer al suelo. La llevé hasta la pared y la azoté de mala manera, empujando mis caderas hacia ella, penetrándola lo más profundo posible y aferrando mis manos a su carne con una demencia absurda. Busqué sus labios, fingiendo acercarme para besarla, pero sin terminar por hacerlo, casi rozando sus labios, sintiendo su aliento.
-¿Quieres que vaya y lo mate? ¿Eso quieres verdad?, eso es lo que buscas… claro que sí, es lo que más te gusta-
La alejé de la pared y la tiré sobre la cama, sin permitirle un solo segundo para que se recuperar el aliento, obligándola a darse la vuelta y quedar de rodillas sobre la cama. La penetré de nuevo, moviéndome lentamente, pero con embestidas contundentes y profundas. Mis ojos no podían dejar de mirar la zona en la que mi sexo se confundía con el suyo, recorriendo sus nalgas, sus caderas, la curva de su cintura, la forma en la que su cabello caía sobre el lateral de su rostro.
Mis dedos se clavaban sobre la carne de su más que nunca perfecto culo, y una mano fue directo hasta su cabello para sostenerlo con fuerza, y luego tirar de él hasta tener su cuello y su oído a mi alcance. Hice que se irguiera en frente de mí, aun de rodillas. Aun penetrándola, mis manos tomaron sus tetas, y busqué de nuevo sus labios para lamerlos un poco. No me importaba estar siendo demasiado brusco con ella, porque al final ella misma lo había buscado, era justamente eso lo que quería de mí, y yo estaba dispuesto a dar lo que fuera, lo que ella pidiera, en cualquier lugar y en cualquier instante.
Le sonreí cuando comenzó a preguntarme aquello de manera retadora, como si en efecto, mi poder para ordenarle cualquier cosa hubiera muerto desde hace mucho tiempo. No le dije nada, y mis labios se fundieron con los suyos mientras mis manos seguían recorriendo su cuerpo una y otra vez; reconociendo cada curva y cada detalle, tratando de que la memoria de mis manos se guardara bien adentro esa textura que tal vez luego de esa noche no iba a volver a tener. Porque aunque en esos momentos sonreía y me sentía completamente pleno; una parte de mi aun temía estar dentro de un simple juego. Aún era posible que Wilhelmina solo estuviera torturándome, porque ella conocía lo sencillo que era darme un puñado de esperanzas para luego arrebatármelas si se le daba la gana; porque lo peor de todo es que no solo la creía capaz, la sabía completamente capaz de dejarme con la miel entre los labios y luego abandonarme de nuevo, presa de su odio, de ese orgullo que en el pasado yo mismo había pisoteado.
Dejé que me empujara, pensando por un instante en aquello. Si todo eso no era más que un juego, no importaba, en realidad no importaba absolutamente nada porque bien hubiera podido dar cualquier cosa por tenerla de ese modo. Todo lo que tenía, todo lo que mi vida significaba, mi último aliento o el último aliento de cualquier persona; hubiera sido capaz de pagar con lo que fuera con tal de tenerla una vez más, de sentir su cuerpo desnudo pegado al mío, de morder sus labios, hacer mía su piel, sentir su coño deslizarse alrededor de mi sexo aunque fuera por una última vez. Aquella certeza se confirmó en el instante en el que precisamente su cuerpo se acomodó sobre mí hasta que logré penetrarla. Solté un gemido largo y profundo, y maldije entre susurros como si no hubiera estado con ella desde hace años mientras sus caderas avanzaban y se movían, con esa contundente lentitud que era capaz de llevarme a otro puto mundo.
La rodee con los brazos sobre su espalda, y cerré los ojos por un instante, producto de ese movimiento aún más preciso de su interior, ese que ella bien sabía cómo hacer y en qué momento. Busqué mirarla a los ojos cuando al fin sentenció que en efecto, aquel traje de baño no había sido para mí; y si su cometido era encender algo en mi interior, Mini lo estaba logrando con creces. La miré con severidad, siendo víctima de esos terribles celos que jamás me iban a dejar en paz, clavándole a los ojos como si estuviera viendo a la mayor de las putas; y eso traté de hacerle sentir aun cuando yo mismo no lo pensaba de ese modo, porque ella sabía que incluso esa clase de miradas eran parte de mí, parte de mi deseo y de ese empuje emocional cuando se trataba de follármela hasta el delirio.
En un arranque de fuerza, la levanté con ambos brazos con violencia, golpeando el buró y tirando una pequeña lámpara que se hizo pedazos al caer al suelo. La llevé hasta la pared y la azoté de mala manera, empujando mis caderas hacia ella, penetrándola lo más profundo posible y aferrando mis manos a su carne con una demencia absurda. Busqué sus labios, fingiendo acercarme para besarla, pero sin terminar por hacerlo, casi rozando sus labios, sintiendo su aliento.
-¿Quieres que vaya y lo mate? ¿Eso quieres verdad?, eso es lo que buscas… claro que sí, es lo que más te gusta-
La alejé de la pared y la tiré sobre la cama, sin permitirle un solo segundo para que se recuperar el aliento, obligándola a darse la vuelta y quedar de rodillas sobre la cama. La penetré de nuevo, moviéndome lentamente, pero con embestidas contundentes y profundas. Mis ojos no podían dejar de mirar la zona en la que mi sexo se confundía con el suyo, recorriendo sus nalgas, sus caderas, la curva de su cintura, la forma en la que su cabello caía sobre el lateral de su rostro.
Mis dedos se clavaban sobre la carne de su más que nunca perfecto culo, y una mano fue directo hasta su cabello para sostenerlo con fuerza, y luego tirar de él hasta tener su cuello y su oído a mi alcance. Hice que se irguiera en frente de mí, aun de rodillas. Aun penetrándola, mis manos tomaron sus tetas, y busqué de nuevo sus labios para lamerlos un poco. No me importaba estar siendo demasiado brusco con ella, porque al final ella misma lo había buscado, era justamente eso lo que quería de mí, y yo estaba dispuesto a dar lo que fuera, lo que ella pidiera, en cualquier lugar y en cualquier instante.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
Se encendió de inmediato con su mirada, casi adivinando lo que pasaba por su cabeza, imaginando como en una fantasía muy personal la manera en que su ira ascendía por su cuerpo, esa mirada la hizo poner más intención en sus movimientos, enfatizando los sinuosos jugueteos de su cadera al menos hasta que Jesse la levantó y la azotó contra la pared. El dolor de su espalda dando contra la misma le provocó un corrientazo de furia que desquitó enterrando las uñas en la piel de Jesse, estrechándolo con fuerza, empujando hacia delante como si quisiera deshacerse de su yugo violento, más excitada que nunca.
-¿Podrías? ¿Te crees capaz?
Lo retó atrapando su labio inferior entre sus dientes, aunque esta vez tiró de ellos sin ninguna delicadeza. Por supuesto, luego se iba a arrepentir totalmente de lo dicho, aunque dudaba que Jesse se lo tomara en serio. Quería a Marcellus, sería absurdo decir que no, le había demostrado que podía merecer más, en muchos sentidos, y seguramente cuando toda esa demencia terminara, le pasarían muchas cosas por la cabeza. Pero en ese momento, seguía siendo parte del juego absurdo que se extendía hasta el delirio, hasta los puntos más delicados.
No forcejeó con Jesse, lo dejó hacer su voluntad, lo dejó que sintiera que tenía el poder absoluto sobre ella y sobre su cuerpo. Acomodó las palmas de sus manos sobre el colchón de su cama, y frunció el ceño ahogando un grito de dolor al sentirlo penetrarla de ese modo, pero poco a poco el dolor fue dando paso a una sensación mucho mejor. El placer que se acumulaba entre sus piernas se extendía por todo su cuerpo, que hervía, inmerso en un remolino de sensaciones intensas a las que ya era adicta. Ni siquiera sintió dolor cuando él jaló su cabello, o al menos no exactamente. Se lo merecía, se había portado tan mal con él que sentía que merecía cualquier cosa que él quisiera hacerle. Para su fortuna, lo único que había ahí era un delicioso cúmulo de placer, nada más.
No quería que terminara, hubiera dado todo por extender hasta el final de los tiempos esa imagen exacta, con su espalda contra el pecho de Jesse, con sus manos acariciándola, con su lengua jugueteando con la de él, hambrienta, demandante. Cada centímetro de piel, cada gemido, tanto suyo como de ella, cada sensación embriagante. Al estar cerca del orgasmo no pudo evitar anunciárselo entre gemidos, extasiada, sintiendo que estaba al borde de la muerte literalmente, porque eso simplemente no podía ser posible.
Si iba a haber lugar para errores o arrepentimientos, para seguirse lastimando, ya se vería después, cuando volvieran a la realidad.
-¿Podrías? ¿Te crees capaz?
Lo retó atrapando su labio inferior entre sus dientes, aunque esta vez tiró de ellos sin ninguna delicadeza. Por supuesto, luego se iba a arrepentir totalmente de lo dicho, aunque dudaba que Jesse se lo tomara en serio. Quería a Marcellus, sería absurdo decir que no, le había demostrado que podía merecer más, en muchos sentidos, y seguramente cuando toda esa demencia terminara, le pasarían muchas cosas por la cabeza. Pero en ese momento, seguía siendo parte del juego absurdo que se extendía hasta el delirio, hasta los puntos más delicados.
No forcejeó con Jesse, lo dejó hacer su voluntad, lo dejó que sintiera que tenía el poder absoluto sobre ella y sobre su cuerpo. Acomodó las palmas de sus manos sobre el colchón de su cama, y frunció el ceño ahogando un grito de dolor al sentirlo penetrarla de ese modo, pero poco a poco el dolor fue dando paso a una sensación mucho mejor. El placer que se acumulaba entre sus piernas se extendía por todo su cuerpo, que hervía, inmerso en un remolino de sensaciones intensas a las que ya era adicta. Ni siquiera sintió dolor cuando él jaló su cabello, o al menos no exactamente. Se lo merecía, se había portado tan mal con él que sentía que merecía cualquier cosa que él quisiera hacerle. Para su fortuna, lo único que había ahí era un delicioso cúmulo de placer, nada más.
No quería que terminara, hubiera dado todo por extender hasta el final de los tiempos esa imagen exacta, con su espalda contra el pecho de Jesse, con sus manos acariciándola, con su lengua jugueteando con la de él, hambrienta, demandante. Cada centímetro de piel, cada gemido, tanto suyo como de ella, cada sensación embriagante. Al estar cerca del orgasmo no pudo evitar anunciárselo entre gemidos, extasiada, sintiendo que estaba al borde de la muerte literalmente, porque eso simplemente no podía ser posible.
Si iba a haber lugar para errores o arrepentimientos, para seguirse lastimando, ya se vería después, cuando volvieran a la realidad.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
No solo era capaz, de verdad mi cabeza le estaba dando vueltas a la idea de asesinar a Marcellus Lovecraft, por mucha estima que le podría haber tenido en el pasado. La descabellada certeza giraba en torno a sí la chica se atrevía a volver a sus brazos luego de aquel fugaz encuentro, y en realidad era muy probable, porque al final, lo único que tenía a mi favor seguía siendo toda esa intensidad, y cualquier tipo de esperanza que yo mismo pudiera recrear en mis pensamientos.
Pero aquella idea solo se me pasó por la mente durante unos breves instantes; solo cuando ella me cuestionaba, dentro de nuestro propio contexto sexual, si es que era capaz de hacerlo. El resto del tiempo, mientras mis caderas seguían empujando hacia ella, solo había espacio en mi consciente para tratar de percibir cada uno de los detalles que podía obtener de ella, de su cuerpo y de todas esas olas de placer que solo ella me podía provocar de ese modo.
Seguí follándomela de esa manera durante un tiempo más que considerable. Existían muchas formas de hacerlo, y mi mente podía recrear una y otra vez posiciones y formas distintas de obtener esa humedad, pero de alguna forma, en ese momento, me fue completamente imposible pensar en otra cosa que no fuera seguir de ese modo. Bastaba con echar un solo vistazo, apenas bajar un poco la mirada para encontrarme con la carne de sus nalgas siendo presa del choque de nuestros cuerpos, con las líneas perfectas de sus caderas viniendo hacia mí. No podía creer como es que era tan imbécil como para haber dejado que otros la tuvieran, me era completamente imposible creer que hubiera sido tan idiota como para olvidar que lo que estaba justo delante de mis ojos iba más allá de toda concepción de la gloria. Me sentí molesto conmigo mismo por haber buscado otras cosas en otro tiempo, con ella por poner las cosas tan complicadas… me sentía fúrico y capaz de arrancarle la cara a quien fuera que siquiera se atreviera a imaginarse a sí mismo en el mismo lugar en donde yo me encontraba. Ese culo, esas tetas, ese rostro perfecto, esos labios gruesos, ese coño suave y húmedo tendría que haber sido siempre para mí y solo para mí, para nadie putas más.
-Córrete Mini, córrete sobre mí. ¿Quieres que lo haga dentro?, ¿quieres que te llene toda? No me importa lo que pienses, a partir de hoy vas a ser solo mía, solo para mi ¿me entiendes?-
Sus gemidos, cada vez más audibles, provocaban a su vez que aquel cosquilleo comenzara a recorrer espasmódicamente mi sexo y todos mis sentidos. La obligué a bajar la cabeza de nuevo, hasta el nivel de la superficie de la cama, y me aferré a sus caderas para seguir golpeando y embistiendo a cada segundo con más violencia, aumentando el ritmo hasta lo imposible, perdiendo toda consciencia del presente y guiándome únicamente por la deliciosa sensación de perderme dentro de la perfección de su sexo. Me corrí sonoramente, sin ahogar ningún gemido, moviéndome descontroladamente mientras mi cuerpo dejaba ir todo dentro de ella.
Me rendí hasta que dejé caer el peso de mi propio cuerpo, dejándola boca abajo y yo casi encima de ella; y comencé a repartirle besos en el cuello y en la mejilla mientras mi cuerpo continuaba sintiendo los rastros de placer que aún me quedaban. Aun no tenía tiempo de pensar en los minutos posteriores, en si mis mayores temores estaban a punto de cumplirse o si por el contrario, aun había espacio para pensar en nosotros. Simplemente me quedé ahí, besándola y disfrutando de esos pequeños instantes que necesitaba guardar para mis adentros, aunque fuera por unos minutos.
Pero aquella idea solo se me pasó por la mente durante unos breves instantes; solo cuando ella me cuestionaba, dentro de nuestro propio contexto sexual, si es que era capaz de hacerlo. El resto del tiempo, mientras mis caderas seguían empujando hacia ella, solo había espacio en mi consciente para tratar de percibir cada uno de los detalles que podía obtener de ella, de su cuerpo y de todas esas olas de placer que solo ella me podía provocar de ese modo.
Seguí follándomela de esa manera durante un tiempo más que considerable. Existían muchas formas de hacerlo, y mi mente podía recrear una y otra vez posiciones y formas distintas de obtener esa humedad, pero de alguna forma, en ese momento, me fue completamente imposible pensar en otra cosa que no fuera seguir de ese modo. Bastaba con echar un solo vistazo, apenas bajar un poco la mirada para encontrarme con la carne de sus nalgas siendo presa del choque de nuestros cuerpos, con las líneas perfectas de sus caderas viniendo hacia mí. No podía creer como es que era tan imbécil como para haber dejado que otros la tuvieran, me era completamente imposible creer que hubiera sido tan idiota como para olvidar que lo que estaba justo delante de mis ojos iba más allá de toda concepción de la gloria. Me sentí molesto conmigo mismo por haber buscado otras cosas en otro tiempo, con ella por poner las cosas tan complicadas… me sentía fúrico y capaz de arrancarle la cara a quien fuera que siquiera se atreviera a imaginarse a sí mismo en el mismo lugar en donde yo me encontraba. Ese culo, esas tetas, ese rostro perfecto, esos labios gruesos, ese coño suave y húmedo tendría que haber sido siempre para mí y solo para mí, para nadie putas más.
-Córrete Mini, córrete sobre mí. ¿Quieres que lo haga dentro?, ¿quieres que te llene toda? No me importa lo que pienses, a partir de hoy vas a ser solo mía, solo para mi ¿me entiendes?-
Sus gemidos, cada vez más audibles, provocaban a su vez que aquel cosquilleo comenzara a recorrer espasmódicamente mi sexo y todos mis sentidos. La obligué a bajar la cabeza de nuevo, hasta el nivel de la superficie de la cama, y me aferré a sus caderas para seguir golpeando y embistiendo a cada segundo con más violencia, aumentando el ritmo hasta lo imposible, perdiendo toda consciencia del presente y guiándome únicamente por la deliciosa sensación de perderme dentro de la perfección de su sexo. Me corrí sonoramente, sin ahogar ningún gemido, moviéndome descontroladamente mientras mi cuerpo dejaba ir todo dentro de ella.
Me rendí hasta que dejé caer el peso de mi propio cuerpo, dejándola boca abajo y yo casi encima de ella; y comencé a repartirle besos en el cuello y en la mejilla mientras mi cuerpo continuaba sintiendo los rastros de placer que aún me quedaban. Aun no tenía tiempo de pensar en los minutos posteriores, en si mis mayores temores estaban a punto de cumplirse o si por el contrario, aun había espacio para pensar en nosotros. Simplemente me quedé ahí, besándola y disfrutando de esos pequeños instantes que necesitaba guardar para mis adentros, aunque fuera por unos minutos.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
La sensación de sus labios recorriendo su mejilla y su cuello fue muy reconfortante, al menos lo suficiente como para contrastar con el frenesí demente en el que se había dejado ahogar antes. Soltó un largo suspiro de satisfacción y jaló la almohada que había en la cabecera de la cama para recargarse sobre ella, al menos hasta que recordó que tenía que volver a la fiesta en vez de quedarse ahí con Jesse.
-Quítate, por piedad.
Le dijo con un tono afable, empujándolo con su cuerpo y cambiando las posiciones para que fuera ella quien quedara encima de él. Acarició su cabello y pasó los dedos por sus labios antes de sellar todo con un beso rápido en ellos. Lo quería y en esos momentos se había dado cuenta de que perderlo era lo último que esperaba. No preguntaría como una loca celosa si se había acostado con alguien más mientras se separaron, si era verdad lo que le habían dicho de que había buscado refugio en las TPA y todo eso, quería guardar esos celos para no arriesgar ese momento perfecto.
-Lo siento, Jesse. Perdóname por seguir con todo esto. Quisiera que dejáramos de lastimarnos tanto.
Se lo dijo honestamente. Habría preferido tener una relación completa pero sin todo ese dolor que siempre los aquejaba, quería dejar de pensar que el pasado no podía olvidarse, o que Jesse, aunque en ese momento fuera perfecto, de repente volviera a cambiar a ese Jesse que la había herido tanto. No sabía cómo deshacerse de sus miedos y confiar, sin más, pero de verdad quería hacerlo. Por eso había preferido buscar seguridad, cariño más allá de todo ese tormento.
-Dime qué quieres hacer, dime cómo vamos a manejar esto.
-Quítate, por piedad.
Le dijo con un tono afable, empujándolo con su cuerpo y cambiando las posiciones para que fuera ella quien quedara encima de él. Acarició su cabello y pasó los dedos por sus labios antes de sellar todo con un beso rápido en ellos. Lo quería y en esos momentos se había dado cuenta de que perderlo era lo último que esperaba. No preguntaría como una loca celosa si se había acostado con alguien más mientras se separaron, si era verdad lo que le habían dicho de que había buscado refugio en las TPA y todo eso, quería guardar esos celos para no arriesgar ese momento perfecto.
-Lo siento, Jesse. Perdóname por seguir con todo esto. Quisiera que dejáramos de lastimarnos tanto.
Se lo dijo honestamente. Habría preferido tener una relación completa pero sin todo ese dolor que siempre los aquejaba, quería dejar de pensar que el pasado no podía olvidarse, o que Jesse, aunque en ese momento fuera perfecto, de repente volviera a cambiar a ese Jesse que la había herido tanto. No sabía cómo deshacerse de sus miedos y confiar, sin más, pero de verdad quería hacerlo. Por eso había preferido buscar seguridad, cariño más allá de todo ese tormento.
-Dime qué quieres hacer, dime cómo vamos a manejar esto.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
Después de follármela y rendirme por completo mientras los rezagos de placer se alejaban poco a poco; siguieron unos pocos minutos en los que pude olvidarme absolutamente de todo y en donde me dediqué únicamente a repartirle besos como idiota, como si por fin, todo entre nosotros hubiera quedado arreglado sin saber en realidad lo que exactamente se dibujaba en la cabeza de Wilhelmina.
Me quité de encima y dejé que fuera su cuerpo el que descansara sobre el mío. Aunque no lo pareciera, todas mis capacidades de percepción despertaron solamente para comprobar y medir cuál era el lenguaje corporal que Mini utilizaría a partir de ese momento, porque leer acertadamente sus reacciones eran ahora la clave de todo. Fruncí el entrecejo cuando comenzó, de nuevo, con aquello de lastimarnos, como si el asunto fuera un círculo eterno imposible de erradicar.
-¿Dejar de lastimarnos?, joder Mini, ¿Es posible pensar de alguna manera que eso del dolor inagotable entre nosotros pueda ser algo meramente imaginario a partir de hoy? Yo ahora mismo la tengo bien clara, y con esto me refiero a que no pienso volver a lastimarte de ningún modo, nunca más… a menos que me lo pidas, ya sabes…-,al final bromee con aquello último, haciendo una pequeña alusión a cuánto nos había gustado siempre, de vez en cuando, ser un poco más agresivos de lo normal encima de la cama. Pero luego de eso me volví a poner medianamente serio, sobre todo al escuchar su último cuestionamiento en donde se iban a poder definir nuestras posturas respecto a lo que sucedía.
-Sabes perfectamente que lo que más deseo en esta vida es estar contigo siempre, del modo que sea. Simplemente no puedo dejarlo pasar… ¿sabes?, esta vez no. Y sí, ya sé que tenemos que hablar de otras cosas bastante serias al respecto, el cómo podemos manejar la situación por lo que se viene y tal. Pero antes de decirte cualquier cosa, Mini; antes de continuar y poder saber cómo podemos planear lo que sigue, primero tengo que saber si estás dispuesta a caminar a mi lado, a afrontar las cosas amándonos, como en realidad siempre lo hemos hecho.
Le tomé las manos, mirándola directamente a los ojos. No se lo decía, pero de alguna manera, podía casi asegurar que ella estaba consciente de que no podía digerir un no como respuesta, no más. Una enorme gran parte de mi tenía plena confianza en ello, en que ella era capaz de ver las cosas claras, de que ambos estábamos madurando y que lo que venía en adelante no podía ser más que positivo mientras estuviéramos juntos. Claro, también tenía miedo de una respuesta negativa, pero increíblemente, era una muy pequeña parte de mí; como si esa sonrisa dibujada en los labios fuera suficiente pars devolverme la fe y la confianza en mí mismo.
Me quité de encima y dejé que fuera su cuerpo el que descansara sobre el mío. Aunque no lo pareciera, todas mis capacidades de percepción despertaron solamente para comprobar y medir cuál era el lenguaje corporal que Mini utilizaría a partir de ese momento, porque leer acertadamente sus reacciones eran ahora la clave de todo. Fruncí el entrecejo cuando comenzó, de nuevo, con aquello de lastimarnos, como si el asunto fuera un círculo eterno imposible de erradicar.
-¿Dejar de lastimarnos?, joder Mini, ¿Es posible pensar de alguna manera que eso del dolor inagotable entre nosotros pueda ser algo meramente imaginario a partir de hoy? Yo ahora mismo la tengo bien clara, y con esto me refiero a que no pienso volver a lastimarte de ningún modo, nunca más… a menos que me lo pidas, ya sabes…-,al final bromee con aquello último, haciendo una pequeña alusión a cuánto nos había gustado siempre, de vez en cuando, ser un poco más agresivos de lo normal encima de la cama. Pero luego de eso me volví a poner medianamente serio, sobre todo al escuchar su último cuestionamiento en donde se iban a poder definir nuestras posturas respecto a lo que sucedía.
-Sabes perfectamente que lo que más deseo en esta vida es estar contigo siempre, del modo que sea. Simplemente no puedo dejarlo pasar… ¿sabes?, esta vez no. Y sí, ya sé que tenemos que hablar de otras cosas bastante serias al respecto, el cómo podemos manejar la situación por lo que se viene y tal. Pero antes de decirte cualquier cosa, Mini; antes de continuar y poder saber cómo podemos planear lo que sigue, primero tengo que saber si estás dispuesta a caminar a mi lado, a afrontar las cosas amándonos, como en realidad siempre lo hemos hecho.
Le tomé las manos, mirándola directamente a los ojos. No se lo decía, pero de alguna manera, podía casi asegurar que ella estaba consciente de que no podía digerir un no como respuesta, no más. Una enorme gran parte de mi tenía plena confianza en ello, en que ella era capaz de ver las cosas claras, de que ambos estábamos madurando y que lo que venía en adelante no podía ser más que positivo mientras estuviéramos juntos. Claro, también tenía miedo de una respuesta negativa, pero increíblemente, era una muy pequeña parte de mí; como si esa sonrisa dibujada en los labios fuera suficiente pars devolverme la fe y la confianza en mí mismo.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
Jesse tenía razón, ya no podía seguir pensando que vivían en un círculo vicioso interminable, tenía que cortar de raíz esa idea si quería llegar a algo. Sonrió con su broma al final pero no parecía tan contenta. Estaba pensando muy bien las cosas. Tenía claro, por ejemplo, que pasara lo que pasara, no quería ni podía lastimar a Marcellus. No se lo iba a decir a Jesse pero en verdad lo quería mucho, además no se lo merecía y había sido perfecto y caballeroso con ella. Era lo último que querría hacer.
-Quiero estar contigo. Pero la verdad es que no podemos hacerlo. Piénsalo, ha sido muy conveniente nuestra separación, hablando estrictamente de los planes a futuro. Pero quiero estar contigo, Jesse.
Se lo reafirmó con un beso, antes de levantarse de la cama para ir a la regadera de la habitación y darse una ducha muy veloz. Abrió la llave del agua y se metió dentro con todo y que el agua estaba fría. Como daba por hecho que Jesse la seguiría, siguió hablando.
-Volveré a la fiesta, pero no diré nada respecto a lo que pasó aquí. Hablaré con Marcellus y…arreglaré las cosas. Solo…necesito que no digas nada respecto a que hemos regresado. Es lo mejor para ti y para mi. ¿Estás de acuerdo con eso?.
Porque de otro modo veía muy difícil que las cosas se dieran como debían darse. Solo quedaba confiar el uno en el otro en todos los sentidos. Y así nada sería un desastre, al menos no uno muy grande. El agua fría le despertaba los sentidos y le hacía concluir que sí, que le estaba dando la mejor opción.
-Quiero estar contigo. Pero la verdad es que no podemos hacerlo. Piénsalo, ha sido muy conveniente nuestra separación, hablando estrictamente de los planes a futuro. Pero quiero estar contigo, Jesse.
Se lo reafirmó con un beso, antes de levantarse de la cama para ir a la regadera de la habitación y darse una ducha muy veloz. Abrió la llave del agua y se metió dentro con todo y que el agua estaba fría. Como daba por hecho que Jesse la seguiría, siguió hablando.
-Volveré a la fiesta, pero no diré nada respecto a lo que pasó aquí. Hablaré con Marcellus y…arreglaré las cosas. Solo…necesito que no digas nada respecto a que hemos regresado. Es lo mejor para ti y para mi. ¿Estás de acuerdo con eso?.
Porque de otro modo veía muy difícil que las cosas se dieran como debían darse. Solo quedaba confiar el uno en el otro en todos los sentidos. Y así nada sería un desastre, al menos no uno muy grande. El agua fría le despertaba los sentidos y le hacía concluir que sí, que le estaba dando la mejor opción.
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
Que afirmara que quería estar conmigo, fue suficiente como para hacerme sonreír internamente y darle gracias a todos los demonios por no llevarme aun al jodido infierno. Ese instante, incluso sin importar el ‘pero’ que Mini tenía entre labios, fue tan putamente glorioso que estuve cerca de mostrárselo en ese momento a base de besos y promesas para el futuro. Pero en lugar de ello, asentí con la cabeza, aun con semblante serio, fingiendo que sus palabras no me habían iluminado el alma como nunca antes.
Y es que, de hecho, Mini tenía razón respecto a lo mucho que podíamos aprovechar la imagen que habíamos dado durante las últimas semanas. La premura, la preocupación de simplemente no tenerla no me había permitido pensar las cosas con completa claridad, pero ahora que estaba ahí, acostado junto a ella, los pensamientos comenzaban a ser más precisos.
Aun sin decirle nada, me levanté y caminé detrás de ella, directo a la regadera en donde me quedé afuera, sopesando todas las opciones y tratando de ignorar ese pequeño demonio interior que pedía a gritos exigirle anuncia al mundo que me amaba a mí y a nadie más. Mis ganas de vivir una vida plena con ella eran más grandes que nunca, pero antes de ello, primero tenía que hacer valer todo por lo que estábamos luchando.
-Si lo estoy. De hecho, es lo mejor que podemos hacer en este momento. Toda la gente piensa que entre tú y yo todo está más roto que nunca, y esa idea se tiene que mantener…al menos ante los ojos de cierta gente, ya sabes.
Mis ojos se clavaron en su silueta, en las perfectísimas formas de su cuerpo reflejando la luz a causa del agua que caía delicadamente sobre su cuerpo. Ya era hora de poner un orden a las cosas, a dejar un poco de lado todo ese caos pasional para comenzar a actuar más con la puta cabeza. Al final tomé una decisión, y no podía ser más que la correcta.
-Este mismo lunes convocaré a todos los Delta. Ya es tiempo de anunciar nuestras intenciones y lo que queremos hacer, de comenzar a mover las piezas. Tengo confianza en que estamos haciendo bien las cosas, y sé que es un riesgo en cierta medida que tú y yo estemos juntos aunque sea en secreto… pero no podría estar más seguro que ahora en toda mi vida, y ahora mismo te digo que el riesgo lo vale.
Y es que, de hecho, Mini tenía razón respecto a lo mucho que podíamos aprovechar la imagen que habíamos dado durante las últimas semanas. La premura, la preocupación de simplemente no tenerla no me había permitido pensar las cosas con completa claridad, pero ahora que estaba ahí, acostado junto a ella, los pensamientos comenzaban a ser más precisos.
Aun sin decirle nada, me levanté y caminé detrás de ella, directo a la regadera en donde me quedé afuera, sopesando todas las opciones y tratando de ignorar ese pequeño demonio interior que pedía a gritos exigirle anuncia al mundo que me amaba a mí y a nadie más. Mis ganas de vivir una vida plena con ella eran más grandes que nunca, pero antes de ello, primero tenía que hacer valer todo por lo que estábamos luchando.
-Si lo estoy. De hecho, es lo mejor que podemos hacer en este momento. Toda la gente piensa que entre tú y yo todo está más roto que nunca, y esa idea se tiene que mantener…al menos ante los ojos de cierta gente, ya sabes.
Mis ojos se clavaron en su silueta, en las perfectísimas formas de su cuerpo reflejando la luz a causa del agua que caía delicadamente sobre su cuerpo. Ya era hora de poner un orden a las cosas, a dejar un poco de lado todo ese caos pasional para comenzar a actuar más con la puta cabeza. Al final tomé una decisión, y no podía ser más que la correcta.
-Este mismo lunes convocaré a todos los Delta. Ya es tiempo de anunciar nuestras intenciones y lo que queremos hacer, de comenzar a mover las piezas. Tengo confianza en que estamos haciendo bien las cosas, y sé que es un riesgo en cierta medida que tú y yo estemos juntos aunque sea en secreto… pero no podría estar más seguro que ahora en toda mi vida, y ahora mismo te digo que el riesgo lo vale.
- Jesse Crawford
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Re: Ya fue suficiente...
Escuchaba la voz de Jesse ahuecada, pero solamente la primera parte de su discurso. Luego de la ducha rápida salió goteando de la regadera hasta buscar a tientas cualquier toalla. Se envolvió en ella mientras le decía lo que pensaba hacer con los Delta la semana entrante. Lo miró con atención mientras se secaba el cuerpo y cuando terminó de hablar, se lanzó sobre él, rodeándolo con los brazos para darle un beso sentido y profundo, lo amaba muchísimo, no había manera de negarlo.
-¿Crees que haya forma de que escuche esa charla? Quizá cambiando con Bettina, una multijugos. Me encantaría saber lo que les vas a decir. Tengo confianza en que mejorarás esa fraternidad, Jesse.
Y que los haría soldados en pos de mejorar el mundo en el que vivían, para ambos, para todos. Que los harían fuertes, y que poco a poco ese sistema que se podría podía dar paso a algo mucho mejor. Tenían que estar juntos. Tener a Yuri como intermediario no había sido malo pero sí poco práctico y al fin y al cabo, Spektor tampoco era mensajero de nadie.
Le dio unos cuantos besos más, tomándose su tiempo, sintiendo la carnosidad de sus labios, la humedad de su lengua. Lo besó hasta que se le acabó el aliento y luego lo miró fijamente.
-Todo va a salir bien. Podemos seguir viviendo juntos fuera de aquí, puedo hacerte visitas furtivas. Y de todos modos tenemos que encontrar un lugar seguro donde reunirnos cuando sea necesario, o bien, tener pensadas varias locaciones distintas. Si lo piensas hasta será emocionante.
Le hizo una mueca graciosa, para hacerlo reír, subiendo y bajando las cejas repetidas veces mientras sonreía, antes de acariciar su mejilla con la punta de la nariz y luego darle otro pequeño beso.
-Te amo.
Fue lo último que le dijo antes de ir por el traje de baño y volvérselo a poner, lo mismo con el vestido y los zapatos. Se secó el cabello con un hechizo para que quedara como antes y suspiró.
-Entonces, ¿me llevas de vuelta y finges que me odias?
-¿Crees que haya forma de que escuche esa charla? Quizá cambiando con Bettina, una multijugos. Me encantaría saber lo que les vas a decir. Tengo confianza en que mejorarás esa fraternidad, Jesse.
Y que los haría soldados en pos de mejorar el mundo en el que vivían, para ambos, para todos. Que los harían fuertes, y que poco a poco ese sistema que se podría podía dar paso a algo mucho mejor. Tenían que estar juntos. Tener a Yuri como intermediario no había sido malo pero sí poco práctico y al fin y al cabo, Spektor tampoco era mensajero de nadie.
Le dio unos cuantos besos más, tomándose su tiempo, sintiendo la carnosidad de sus labios, la humedad de su lengua. Lo besó hasta que se le acabó el aliento y luego lo miró fijamente.
-Todo va a salir bien. Podemos seguir viviendo juntos fuera de aquí, puedo hacerte visitas furtivas. Y de todos modos tenemos que encontrar un lugar seguro donde reunirnos cuando sea necesario, o bien, tener pensadas varias locaciones distintas. Si lo piensas hasta será emocionante.
Le hizo una mueca graciosa, para hacerlo reír, subiendo y bajando las cejas repetidas veces mientras sonreía, antes de acariciar su mejilla con la punta de la nariz y luego darle otro pequeño beso.
-Te amo.
Fue lo último que le dijo antes de ir por el traje de baño y volvérselo a poner, lo mismo con el vestido y los zapatos. Se secó el cabello con un hechizo para que quedara como antes y suspiró.
-Entonces, ¿me llevas de vuelta y finges que me odias?
- Wilhelmina Schweinsteiger
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Re: Ya fue suficiente...
La recibí con los brazos abiertos, rodeando si cintura y estrechándola hacia mi cuerpo, sintiendo su piel recién secada refrescando la mía, y casi al borde de una nueva erección por el simple efecto de ese beso que me lograba dar toda esa calma que no había tenido desde hace semanas. Incluso por un momento me sentí un tanto extraño, como si no pudiera creer que aun fuera capaz de merecer sentirme de esa forma a pesar de todo lo que había hecho, a pesar de esa grandísima sombra que había detrás de mí.
-¡Pero claro!, ella de cualquier forma ya sabe todo. Mañana mismo le arranco algunos cabellos para que hagas tu poción, y puedas estar presente. Me encantaría que estuvieras así tal cual, sin multijugos ni nada, que ellos supieran tu importancia en todo esto. Pero seremos pacientes, ¿vale?, con el tiempo, tal vez…-
La tomé por la mejilla y respondí a sus besos de la misma forma, saboreando la textura de sus labios, recorriéndolos y profundizando en cada detalle posible. Podría haber pensado lo que se me diera la gana antes de ese día, que era lo suficientemente fuerte como para afrontar todo lo que venía por delante por mi propia cuenta, confiando únicamente en unas cuantas personas cercanas, despedazando todo cuanto se me pusiera en frente solo con el poder de mi puta voluntad. Eso era lo que había querido pensar en el momento más miserable de mi resignación, pero lo cierto es que no era así.
-Por dios, yo también te amo, más que nunca Mini-
Le sonreí antes de que la chica se diera la vuelta y caminara hacia la habitación para vestirse de nuevo. Estaba más consiente que nunca que la fuerza que necesitaba para lo que se venía en el futuro solo podía encontrarla mientras pudiera mirar a un lado y encontrarla a ella. La fuerza de su voz, la profundidad de esos ojos preciosos, la magnitud de sus pensamientos que me habían ubicado en un plano muy alejado a la vida simplista que sin ella, habría sido lo único que hubiera podido conseguir. Esa era la realidad, y no se trataba de menospreciar mis propias capacidades como persona o como hombre, se trataba simplemente de aceptar y comprender que ella era mi complemento en todo sentido.
Caminé detrás de ella y me vestí de nuevo. Fingir que la odiaba sonaba demasiado complicado, y era probable que no fuera capaz de engañar a toda la gente. Lo importante, en todo caso, era hacerle creer a cierto grupo de personas que en definitiva, ella y yo ya no estábamos juntos.
-Te llevo de vuelta, pero quizás no tenga la fuerza de voluntad para lanzarte una cerveza a la cabeza.Tranquila, lo voy a intentar-
Por fin vestidos, la tomé de nuevo entre mis brazos y la besé por última vez, tan profundamente y con tal ansiedad, que estuve a punto de volver a desvestirla y decidir mejor mantenerla encerrada para hacerla mía toda la puta noche. Al fin la solté, le arreglé un poco algunos detalles del vestido, extendí la varita y practiqué por última vez mi cara de seriedad falsa antes de aparecernos d enuevo a la dichosa fiesta de las Épsilon, que probablemente a estas alturas ya había agarrado el mood necesario para divertirse al menos unas cuántas horas más.
-¡Pero claro!, ella de cualquier forma ya sabe todo. Mañana mismo le arranco algunos cabellos para que hagas tu poción, y puedas estar presente. Me encantaría que estuvieras así tal cual, sin multijugos ni nada, que ellos supieran tu importancia en todo esto. Pero seremos pacientes, ¿vale?, con el tiempo, tal vez…-
La tomé por la mejilla y respondí a sus besos de la misma forma, saboreando la textura de sus labios, recorriéndolos y profundizando en cada detalle posible. Podría haber pensado lo que se me diera la gana antes de ese día, que era lo suficientemente fuerte como para afrontar todo lo que venía por delante por mi propia cuenta, confiando únicamente en unas cuantas personas cercanas, despedazando todo cuanto se me pusiera en frente solo con el poder de mi puta voluntad. Eso era lo que había querido pensar en el momento más miserable de mi resignación, pero lo cierto es que no era así.
-Por dios, yo también te amo, más que nunca Mini-
Le sonreí antes de que la chica se diera la vuelta y caminara hacia la habitación para vestirse de nuevo. Estaba más consiente que nunca que la fuerza que necesitaba para lo que se venía en el futuro solo podía encontrarla mientras pudiera mirar a un lado y encontrarla a ella. La fuerza de su voz, la profundidad de esos ojos preciosos, la magnitud de sus pensamientos que me habían ubicado en un plano muy alejado a la vida simplista que sin ella, habría sido lo único que hubiera podido conseguir. Esa era la realidad, y no se trataba de menospreciar mis propias capacidades como persona o como hombre, se trataba simplemente de aceptar y comprender que ella era mi complemento en todo sentido.
Caminé detrás de ella y me vestí de nuevo. Fingir que la odiaba sonaba demasiado complicado, y era probable que no fuera capaz de engañar a toda la gente. Lo importante, en todo caso, era hacerle creer a cierto grupo de personas que en definitiva, ella y yo ya no estábamos juntos.
-Te llevo de vuelta, pero quizás no tenga la fuerza de voluntad para lanzarte una cerveza a la cabeza.Tranquila, lo voy a intentar-
Por fin vestidos, la tomé de nuevo entre mis brazos y la besé por última vez, tan profundamente y con tal ansiedad, que estuve a punto de volver a desvestirla y decidir mejor mantenerla encerrada para hacerla mía toda la puta noche. Al fin la solté, le arreglé un poco algunos detalles del vestido, extendí la varita y practiqué por última vez mi cara de seriedad falsa antes de aparecernos d enuevo a la dichosa fiesta de las Épsilon, que probablemente a estas alturas ya había agarrado el mood necesario para divertirse al menos unas cuántas horas más.
- Jesse Crawford
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