Mini Trama: Ayuda en el Experimento

Pues qué decir, 50 galeones por una tarde de voluntariado era una oferta que valía la pena considerar. La beca que tenía le ayudaba bastante, pero tenía que admitir que iba casi siempre (ok, siempre), algo corta de efectivo. Sin contar las cosas básicas como cuotas, comida y ropa, manufactura no era una carrera barata. Zlatan le había comprado algunas cosas con dinero que honestamente a ella no le importaba de donde había salido, y ayudaba en el negocio de Thomas cuando las interesadas en comprarle drogas eran niñas curiosas a las que le todavía les daba algo de pena ir a tratar con el hombresote navajo con cara de pocos amigos. A veces cobraba por hacer reparaciones sencillas y si ya de plano estaba con sus números en cero se iba los fines de semana a cubrir el turno de alguno de sus amigos en Arizona y repartir cartas en una mesa de BlackJack. Cliché, daba igual, pero era dinero rápido y sin complicaciones.

Además, Murphy era el encargado del proyecto, ¿qué podía salir mal?
Su racha de malas noches seguía, aunque ahora sentía que vaya que tenía una razón para sentirse ansiosa. Presidenta Julisa Chee. No se lo había esperado ni tampoco lo había venido venir  y es que en realidad no había perseguido el puesto, pero ahora que lo tenía se sentía muy muy humilde y muy comprometida con sus compañeros. No importaba si no lo entendían o si pensaban otros que era una estupidez, pero Thomas y ella eran los primeros en la familia en llegar a la universidad, y vaya…

Su madre le había dicho que estaba orgullosísima de ella, no importaba que no comprendiera bien qué era aquello de las fraternidades, y eso para Julisa bastaba. Así que hoy día era una presidenta novata – y pobre -, algo nerviosa pero entusiasta, ¿y cómo había dicho el periódico estudiantil? Con el peso de llevar a flote una fraternidad que lo tenía todo en contra, vaya tela.

Así que había llegado al aula indicada en el departamento de maleficios, sintiéndose muy incómoda de andarse paseando por terrenos tan hostiles – que llevaba la varita bien a la mano por si se llegaba a topar con según qué infeliz – y había tenido que preguntar por lo menos a dos personas exactamente donde quedaba el salón, pero al fin había llegado. Un par de amigos suyos estaban ahí también. Un par de personas con las que no llevaba exactamente el mejor trato de todos también. ¿Pues qué decir? Ella iba por el dinero, es decir, por los créditos y la contribución a la ciencia. Le sonrió a Murphy esperó, ni siquiera le dieron ganas de reírse cuando al medimago se le partía la voz porque, pues vaya, de él no se podía reír.

Tomó el contrato  el bolígrafo que le tocó, mirando a Murphy con mucha curiosidad antes de ponerse a leer a detalle el contrato, porque aunque él lo estuviera explicando, nunca firmaba nada hasta no haberse memorizado las letras pequeñitas. Apenas así había sobrevivido sin caer en la tentación de los préstamos estudiantiles.

El contrato de confidencialidad se veía todo en orden y no le encontró nada extraño así que fue lo primero que firmó. No era el primero que se topaba así, a veces cuando le ayudaba al profesor Da Quirm en sus proyectos también tenía que firmar uno de esos. La exención de responsabilidad pues ya era otra cuestión. No le gustó como se escuchaba eso (y ya, que el hombre tenía su fama) pero si les aseguraba que al momento de la verdad no les gustaba lo que fuera que los pusieran a hacer eran libres de marcharse, entonces no tenía mayor objeción. Además les habían dicho que no iban a experimentar entre ellos, no se le ocurría que pudiera ser mal.

-Ya Murphy, ya, ¡tu lugar feliz! Ve a tu lugar feliz. – Se rio un poco mientras le entregaba su formulario. Este hombre era caso especial.

Puntualidad ante todo. ¿Qué hacían dos Thetas participando en un experimento de sanación mágica? Era lógico que ninguna había puesto un pie ahí ni de casualidad por que hasta tuvieron que pedir indicaciones para llegar y obviamente a ninguna de las dos les faltaba dinero como para venderse así a la ciencia.
 
La verdad, la verdad, la verdad, 50 galeones eran 50 galeones. Casi nadie lo sabía, pero Kitty estaba juntando dinero para irse a Cancún antes de que el verano terminara sin tener que pedirles ni un solo knut a sus papás. Si ellos no pagaban no tenía por qué pedirles permiso, ¿o si? De las fotos de Betty ya había acomodado un par de cuantas y estaba a menos de la mitad para alcanzar su presupuesto. No sabía bien las razones de Charlie, pero debían de ser muy buenas por que no le costó mucho convencerla para que la acompañara. Es más, su nombre estaba escrito muchísimo antes que el suyo.
 
Claro que si le preguntaban diría que lo hacía por razones familiares… si es que alguien lo hacía, aunque lo dudaba mucho.
 
Entró del brazo de Charlie a tiempo para ver a Murphy hablándole al espejo. Sonrió y la volteó a ver con complicidad antes de soltar una carcajada mientras se dirigían a un lugar de las primeras filas; ese tipo era rarísimo.
 
¿Quieres una pastillita? No contiene calorías, te lo juro –le ofreció en cuanto se sentaron, sacando una cajita metálica de pastillitas de menta diminutas de su bolso, ofreciéndole de paso a todos los que estaban alrededor. Kitty era completamente incapaz de permanecer en silencio o mantenerse callada, por eso comenzó a hablar de la boda, de Matilda y de los chismes de la fraternidad hasta que a Murphy le dio por hablar.
 
¡Qué desesperación de hombre! ¿De dónde lo habían sacado? No podía concentrarse en lo que decía por que se distraía en tratar de conectar sus palabras. Si, literal, hasta lo veía con el ceño ligeramente fruncido y no de enojo sino por que realmente no comprendía bien. ¿Por qué se vestía así?
 

Firmó su contrato medio leyendo medio viendo el de la semiveela para ver si eran iguales y firmó con su propia pluma, enseñándole su carnet rapidísimo por que la verdad odiaba cómo salía. La verdad no le importaba mucho leerlo por que si se metía en algún problema su papá pagaba y ya; sonaba horrible, la verdad, pero era cierto.

Es curioso, pero suele pasar. Cuando está a punto de iniciar un nuevo semestre piensas en cualquier uta cosa: en las chicas nuevas, o tu exmujer como mi caso, en los colegas, en las fiestas de bienvenida, en las evidencias de las iniciaciones colgadas en algún lado, en las prácticas de quodpot, en las próximas vacaciones… joder en todo, menos en las putas clases. En esas no pensaba prácticamente nadie y si pensar en ellas era raro, qué decir de los experimentos al principio de semestre en los que BK ofrecía un poco de dinero a cambio de voluntarios.

¿Qué hacía entonces yo ahí?, bueno… pues necesitaba el dinero y listo. Voy a explicar algo acerca de mis condiciones económicas actuales ya que en varias ocasiones me lo han preguntado: Syd había dejado una enorme cantidad de dinero, y cuando digo enorme me refiero a… joder, pues bastante dinero (no hablo de las cantidades que tienen los consorcios imperialistas, porque esa ya es harina de otro costal… no, yo hablo de dinero y negocios normales). El 60% de esa herencia se podía contabilizar en galeones; solidos, valiosos y contantes galeones que por alguna estúpida razón Syd había decidido guardar hasta que cumpliera cinco años de casado. Si joder, así como lo oyen, solo podía tocar esos galones si cumplía esa cantidad de tempo casado y dios sabe que de verdad lo había intentado (No es la razón por la que le pedí matrimonio a Mini, eso que quede bien puto claro. Syd murió unos meses luego de casarme con ella y conocer las condiciones del testamento). Queda el otro 40% del dinero y además está mi pequeño bar en la gran manzana… pero ese es dinero muggle y aquí no cuenta, y tal.

De camino al aula de Maleficios me encontré con Mini. No nos habíamos encontrado tan de cerca desde… desde el puto festival de bienvenida en donde le había ofrecido disculpas con sonorus incluido (y no nos habíamos hablado desde el asunto de Miles en su departamento). La sensación no podía ser más extraña y no encontré otra cosa que hacer más que caminar irremediablemente a su lado de camino al aula, de manera casi tan silenciosa que lo único que se escuchaba era nuestro caminar.

-No pensé que tú necesitaras dinero… estás como forrada, ¿no?-

Esa era, por mucho, el intento de conversación más imbécil que jamás se me podría haber ocurrido luego de tanto tiempo, pero aun así trate que sonara como una de esas bromas que ella siempre había escuchado salir de mí, y no como un ataque ni mucho menos. Al fin los dos entramos al aula y por alguna razón igual de estúpida busqué sentarme a su lado, como si pensara que la simple cercanía fuera a hacer el trabajo por si solo… lo que coño fuera que significara “trabajo”. No pasó demasiado tiempo para que James Murphy hiciera la presentación y nos diera la bienvenida con aquel semblante tímido y nervioso digno de llevarse un par de buenas risas. Nos pasó los papeles protocolarios de declinación de responsabilidades que para alguien de mi curso ya era bastante habitual, tanto que uno hasta lo firmaba sin siquiera leer una mierda mal hecho, lean todo).

-Tranquilo Murphy, si alguien muere te cubriremos las espaldas. Nadie lo sabrá-


Me reí y casi por inercia miré hacia donde estaba Mini para sonreírle, como idiota. No me lo van a creer pero aquello había sido una especie de reacción involuntaria. Estar en esa aula al lado de mi exesposa me hacía sentir una especie de añoranza por otros tiempos o algo así de patético

Había que decir, que realmente el metamorfomago, a pesar de ya haber comenzado el curso, sentía que su rutina se estaba volviendo demasiado monótona, muy temprano para su gusto. Asistir a las clases, comer, dormir, asearse, ir a la biblioteca, pasar un rato con su mejor amigo, fumar,... básicamente en eso consistían aquellos primeros días en el nuevo curso de la universidad. Y no, no iba a morirse del asco tan temprano, joder.

Para su suerte, algo llamó su atención, y fue un cartel que pedía ayuda para un experimento, para además su campo de estudio, la medimagia. Aquello sería bueno, ¿no? Y además si asistía y hacía lo que tenía que hacer, además ganaría algo de dinero que podría guardar a buen recaudo y así pasar más tiempo sin la necesidad de pedirle nada a su padre. Decidido, iría allí, escucharía lo que fuera necesario y ya después haría lo que tendría que hacer o lo que creía mejor de hacer.

Llegado el día el metamorfomago mantuvo su puntualidad en llegar al sitio, y no tardó en estar ahí a la hora que se pedía.
Entró se acomodó en uno de los sitios, procurando quedar en lo que aproximadamente podría considerarse los primeros sitios pero sin ser en la primera fila, y esperó a que la gente fuera entrando, terminando por ver como una vez la puerta cerrada, el profesor parecía dispuesto a hablar.
Stall miró un momento alrededor, apenas reconociendo un par de caras, sin prestar demasiada atención, y volvió su atención enseguida al hombre cuando este empezó a hablar.

Que leyese aquello y comentase de que tendrían que firmar el formulario no le extrañó. Los rumores allí volaban, y siendo uno de los que habría sido un posible profesor, como para no saber lo que sucedió con sus experimentos.
No estaba desacuerdo con firmar aquello, a fin de cuentas si alguien moría por su culpa, por haber estado probando a hacer una nueva poción o algo, tampoco le gustaría que le jodiesen, ¿no?

Cuando cogió uno de los formularios y un bolígrafo lo pasó al siguiente que quedaba más cerca, ni se molestó en leerlo, y directamente lo firmó con su firma simple de garabato encriptado. Escuchó hablar al profesor, parecía un niño de primaria recién llegado a una nueva escuela titubeando, dudando y con esa actitud. Ya lo había visto en alguna ocasión, y ciertamente, le ponía un poco nervioso que estuviese hablando así. ¿No se suponía que era un adulto, un hombre, con autoridad, un profesor? ¿Por qué narices estaba hablando de ese modo en el que cualquiera podría echarse a reír por su actitud?

Suspiró y negó con la cabeza, escuchando algún que otro comentario de fondo y terminó por acercarle el pedazo de papel firmado al profesor, sin decir nada a diferencia de otros. Si le decía algo, sería que se tranquilizase y poco más.


Y sentado se quedó a la espera de que el profesor Murphy empezase con la verdadera explicación, queriendo que dejase ya de lado aquella continua repetición de lo mismo, la confidencialidad, la suma de dinero y el castigo a pagar si se comentaba algo y blabla.

Lo que menos hubiera esperado de todo eso era que, al ir en camino hacia allá, se encontrara precisamente con Jesse. No iba con Harley porque sus clases y pasillos pre-experimento no habían coincidido pero ya sabía que la vería ahí, y se maldijo por no haber ido acompañada de ella en el momento del incómodo encuentro. Claro que no le había ni dirigido una sola mirada desde su declaración en la feria, aunque varias chicas se le habían acercado a decirle que “lo que había hecho Crawford era taaan tierno”, tan tierno y tan ridículo, claro, aunque lo segundo no contara. Y Mina no tenía más remedio que fingir sonrisas y ser amable al dar a entender que no quería hablar del tema. Por supuesto, ellas qué sabían del mini infierno que habían sido los últimos meses, ya no decir del golpe que le había dado en su propia casa.
 
Al ver a Jesse trató de apresurar el paso, ignorando olímpicamente su comentario de que ella estaba forrada. Y el caso era que tenía una ñoña respuesta –de esas de las que él siempre se burlaba, desde Salem- para eso: créditos extra. No era nada más que ser participativa e involucrarse en todas las actividades escolares que pudiera, le daban igual los 50 galeones. Aprender cosas no estaba de más pero si eso iba directamente a su expediente como le habían prometido, pues ella se anotaba. Además, siempre había sido curiosa. En vez de responder eso le lanzó una mirada gélida y siguió su camino. Bufó cuando él se sentó a su lado y trató de concentrarse en Murphy chupándose los dedos, o en la cosa misteriosa que todavía no se destapaba, o en saludar a Kitty de lejos, en vez de voltear a mirarlo un poco si quiera. Le costaba la vida, el idiota seguía teniendo un efecto aterrador sobre ella, como un imán, pero no iba a hacer tonterías.
 
Miró a Murphy con la misma mirada gélida –o casi- que le lanzó a Crawford. Según Werther por su culpa había muerto el tío Silvester, aunque Mina ni se acordaba de él y la verdad, ni estaba segura de si era un Schweinsteiger o un Immëndorff, pero bueno, había sido culpa de Murphy. Y no, en realidad en circunstancias normales no hubiera visto feo al tipo pero estaba canalizando su ira a todos lados.  Miró los formularios con una ceja arqueada y expresión adusta, al parecer la noche se le había convertido, de la nada, en un extraño suplicio.
 
Al escuchar la bromita de Crawford mientras revisaba los formularios, casi le dieron ganas de voltear a verlo, contestarle con una sonrisa y rematar con un “ojalá te mueras tú”, pero al  llegar al primer paso –el de mirarle- sintió una punzada de estúpida melancolía en el estómago por su risa de idiota y terminó por volver a desviar la mirada. Terminó de leer los formularios y firmó, pensando que la multa era ridícula.
 
Se levantó para entregarlo y aprovechó para darle un apretón a Eleazar en el hombro a modo de saludo cuando lo tuvo al lado. Hizo entrega oficial a Murphy sin bromas, ni sonrisitas idiota sin nada, y volvió a su lugar. Ya qué.

Participar en actividades extracurriculares y ser voluntario para experimentos dentro del campus eran esa clase de cosas que iban directo a tu expediente y lo engordaban para que en un futuro las cosas se te fueran facilitando profesionalmente. No estaba nunca de más, y a diferencia de las tonterías en un colegio básico como Hogwarts, Salem u otros; participar en todo lo que te fuera posible era hasta socialmente bien visto. Y además eran cincuenta galeones extra, que nunca venían mal.

Por supuesto, ni él ni los otros que participarían tenían una idea de lo que se iba a tratar aquello, y esa incertidumbre, al menos para Suberland, también podía considerarse como un extra positivo. Asistió al aula en donde se encontraría con rostros conocidos entre los que estaban Kitty Likens, Draken Stall, Mina Shweinsteiger y el imbécil de Jesse Crawford, entre otros. No entendía qué hacia un tipo de su calibre en esa clase de actividades y peor, el licántropo sintió su ya tan acostumbrado golpe de celos al verlo cerca de Mina que además parecía no estar muy contenta con su presencia.

Suberland estaba al tanto de lo que sucedía, del divorcio y de lo terrible que Mina la estaba pasando por culpa de aquel tipo que alguna vez había sido amigo de Bill. No podía sino lamentarse de que una chica como ella estuviera condenada y atada a una clase de sujeto que iba por la vida embarrando de mierda todo lo que tocaba, y esperaba que si no podía ser él, al menos Bill fuera capaz de sacarle de ese agujero.

Al final se sentó a un lado de Kitty a quien saludó con un beso en la mejilla y su atención logró despejarse de aquellos dos cuando James Murphy comenzó a hablar, entonces por fin reparó en el bulto con forma cilíndrica que se encontraba en frente de todos cubierto con aquella manta. Su mente volvió de nuevo a la incertidumbre de lo que iba a pasar ahí dentro y hasta el nerviosismo de Murphy le pasó desapercibido. Él fue el primero en recibir los formularios y se los pasó a Likens para que hiciera lo mismo.

-Alguien me dijo que te vio con Bill en la feria. Eres una descarada-



Bromeó en voz baja con Kitty antes de recibir una de sus mentas, para luego volver al formulario y leerlo vagamente. En realidad ni siquiera era necesario leerlo, debido a que no podía ser sino exactamente el mismo que les hacían firmar en cualquier actividad en la que estuviera implicado el mínimo de riesgos.

Aula de Maleficios
Facultad de Medimagia
Universidad Basset-Knapp, Florida
Lunes 26 de Agosto
18:30

Murphy no sabía por qué pero notaba una cierta... hostilidad en el ambiente. El único que parecía relajado, más o menos, era Jesse, al que sonrió nervioso a la broma, pero prefirió no reiterar por nosecuanta vez que nadie iba a salir herido de allí. Negarlo tantas veces le daba la impresión de que ocultaba algo.

Una vez tuvo los acuerdos firmados revisó uno a uno que las firmas fuesen idénticas al carnet. Tras comprobar que todo estaba bien guardó el fajo en su mochila y… Si, en vez de maletín sigue usando mochila. Lo guardó en la mochila y se acercó al objeto tapado. Cilíndrico, con un borde acampanado y de unos treinta centímetros de largo. Miró a los alumnos y con una sonrisa a mitad de ser por nervios y por complicidad, tiró de la sábana. Debajo había una especie de linterna de un bronce medio cobrizo con una punta redondeada y de mayor tamaño, como una pequeña pecera sellada, salvo que donde debería estar la “bombilla” sólo había un líquido trasparente.

-Les presento el Resonador Espectral de Murphy. Patente mundial en trámite- añadió más rápido y en voz más baja -como todos habrán leído el trabajo del profesor Guy Montag , de la Universidad Mágica Svenhorn de Suecia iré directamente al desarrollo de la…- Al ver algunas de las caras su tono de voz fue disminuyendo hasta desaparecer. ¿Nadie leído su trabajo? Bueno, uno o dos parecía que si, pero… vaya… Suspiró derrotado.

-A ver, el profesor Montag leyó que los thestrals pueden distinguir la causa de la…ahm… muerte de una persona incluso antes de que esta se… ehr… produzca. Intrigado comenzó a investigar el fenómeno hasta que descubrió que el secreto estaba en…- Decidió no irse mucho por las ramas ni meter términos que sólo los alumnos de medimagia o veterinaria podrían seguir -sus ojos. Dicho esto extrajo el ojo a un thestral y vio que si lo clavaba en la punta de su varita y lanzaba un Lumos el haz de luz resultante… al… ehm… incidir en un… bueno, en un cadáver revelaba una… ahm… serie de… marcas… si el… bueno, si la… muerte la había producido un hechizo o un maleficio pues… ahm… las marcas eran pues... distintas.

Dejó pasar unos segundos para que los alumnos lo asimilasen.

-Quedó como algo curioso pero sin utilidad práctica porque… bueno… os lo… pueden decir vuestros compañeros, los threstals son… criaturas de máxima peligrosidad y… ahm… con el método del Profesor Montag no se puede pues… bueno, usar más de una vez el ojo y claro, no es que crezcan en los árboles, ¿sabeis? Entonces pues, tuve una idea y… lo hablé con distintos miembros de la universidad y… ahm… todos ayudaron un poco, quiero… quiero agradecérselo, la verdad. Pues para empezar a la facultad de Seguridad Mágica, que han financiado el… la… investigación. Si esto sale bien pues vamos a… bueno, a revolucionar su campo y… a la facultad de Criaturas Magicas, que nos ha dado el ojo de thestral y a la facultad de Derecho que está tramitando la patente mundial y ahm… a… bueno, por supuesto a los chicos de la facultad de Manufactura Mágica que han hecho realidad mi diseño y… ahmmm… a varios hospitales que nos han proporcionado los cadáveres de envenenamientos y… ahm… Por supuesto, a vosotros que juntos vamos a derrumbar las fronteras del conocimiento mágico. ¡Yey!– dijo tratando de inspirarles un poco de emoción a los alumnos.

Entonces se dio cuenta que después de semejante parrafada aún no les había explicado todavía qué hacía el objeto ni en qué consistía el experimento. Le dieron ganas de irse a la pared más cercana y darse cabezazos contra ella.
-A ver, entonces… por el lado fino introduzco la varita– dijo haciéndolo mientras lo decía -En el lado con líquido hay flotando un ojo de Thestral, obvio no lo podéis ver a no ser que hayáis tenido una experiencia cercana a la muerte. La mía fue un paciente que me apuñaló quince veces en el vientre con un bisturí porque me confundí y le diagnostiqué por error una enfermedad venérea y su mujer lo dejó por ello así que cuando le dije en persona que me había equivocado pues pensé que era una buena noticia, pero entonces se giró y…- En ese momento su cerebro obligó a su boca a cerrarse con la pregunta de “¿En realidad los alumnos necesitan saber esto? No, ¿verdad? Por tercera vez se sonrojó.

Intentó seguir como si nada.

-Entonces, con la varita metida en el cuerpo de metal, si digo, si digo, si digo… un lumos el Resonador Espectral Murphy canalizará la luz mágica, la hará pasar por el ojo y ahí, con el espectro alterado iluminará al cadáver. No se preocupen, no va a explotar ni a pasar nada. En eso no consiste el experimento-.

Dijo una vez más para alejar de sí el fantasma de la cláusula de declinación responsabilidad.

-El experimento es el siguiente: Ahora me seguirán todos ustedes a la morgue, donde nos esperan seis cadáveres. Todos irán, cadáver a cadáver, lanzándoles una maldición distinta a cada uno de los séis, ahm… y después de… cada uno de ustedes, yo pasaré con el REM iluminando y clasificaré las marcas. La hipótesis que espero probar es que cada mago, o, bueno, cada varita, eso ya es para otro experimento, bueno, que cada usuario de la magia tiene una, como una firma mágica en sus hechizos y que con el REM y, ahm, una buena base de datos podemos, bueno, podremos encontrar a un asesino que ha usado mágia examinando el cadáver con, ehm… er… bueno, el REM-. Carraspeó - Para los que ven cine muggle, intento demostrar que… bueno… pasa algo parecido con magos y varitas a lo que sucede con los casquillos de las balas y las marcas únicas para identificar pistolas…

Guardó silencio para que sus alumnos sopesasen las implicaciones… Si el experimento salía bien iba a ser un avance enorme para los aurores.

(Off: contesten todos aquí. Una vez no falte nadie se abrirá un nuevo post en la morgue. ¡Sorpresa :D).
(Off 2: Los que hayan tenido una experiencia cercana a la muerte verán el ojo tan pronto Murphy retire la sábana)
(Off 3: Señorita Ciel, en atención de sus circunstancias puede usted incorporarse en este post como si hubiese llegado con los demás)

Demonios, había llegado un poco tarde, tomé el formulario que me pasaron y el bolígrafo azul, sabía como eran estos experimentos y que debían deshacerse de responsabilidades antes de comenzar, sin mas tapujos pasé mis ojos por los papeles y los firmé de inmediato. Después de todo, ¿Qué podía pasarme? Podría retirarme en el momento que fuese necesario. 

Le entregué los documentos a Murphy, siempre tan nervioso, le regalé una sonrisa amable esperando que no creyera que me estaba burlando de él. 

Volví de inmediato a mi asiento, noté que había muchos rostros conocidos, saludé con la mano a Mina, noté la presencia de su ex esposo, al cuál ignoré tras su estúpida broma hacia Murphy.

Había llegado tarde, pero al parecer no me había perdido nada aún, todo iba bien. 

El dr. Murphy continuó explicando, de inmediato al descubrir la sábana noté al ojo de threastal, no pude evitar sentir un poco de asco, muchos de mis compañeros no vieron nada, les tenía envidia en el fondo. Pasé saliva y continué escuchando. 

Cuando llegó el dr. a la parte de lanzar maldiciones a los cadáveres pensé. Ok, tiene sentido, en el mundo muggle hacen experimentos de ese tipo para registrar bases de datos que les ayudan a identificar asesinos, es por un bien, pero lanzar maldiciones a un muerto, bueno, ¿Eso no tendría consecuencias? Me pregunto si podría dormir bien después de hacerlo. 

-Doctor Murphy, podremos lanzar cualquier tipo de maldición a los cadáveres, es decir, eso no tendrá...ya sabe...repercusiones, no sería lindo que nos atormentara un fantasma, o peor aún, que los familiares de los difuntos, en caso de aparecer, nos demandasen. (Creo que tengo que ordenar mis prioridades, pensé)

Ah y otra pregunta, Disculpe, ¿Cómo sabrán que la huella dejada por nuestros maleficios es la nuestra y no la de otra maldición, la del causante de la muerte?

Esos 50 galeones y los créditos extra me motivaban, a pesar de tener tanto trabajo en Salem y tareas en BK.

A Julisa casi se le desencajaba la mandíbula al ver el aparato. Claro que no estaba al día con estudios y publicaciones de medimagia, esa no era su área de especialidad, y aunque en sí al ver el curioso dispositivo no causaba una primera gran impresión, conforme Murphy iba hablando ella se quedaba cada vez más y más anonadada. ¡Así que eso era lo que los alumnos de último curso habían estado haciendo en los talleres! No podía ver el ojo de Threstal porque a menos que el que Rover, su perro de la infancia, se muriera de de viejo, contara como presenciar la muerte de cara a cara, pues entonces no tenía en realidad ninguna experiencia de ese tipo que contar. 

Y es que para su gente la muerte se trataba de una manera distinta. No tenían funerales de la manera que los demás entendían. Quienes veían un cadáver eran únicamente el curandero de la reserva y los cuatro familiares más cercanos a los que no les importaba exponerse a los malos espíritus por ayudar a su ser querido a dar el siguiente paso. Nadie lloraba ni gritaba extrañando al ausente, porque creían que si el espíritu del fallecido sentía todas aquellas emociones que su falta provocaba se sentiría renuente a marchar al otro mundo y se quedaría anclado en el mundo de los vivos...

Así que mientras más tiempo daba a que aquella sorpresa y entusiasmo que sentía por ese dispositivo - que no podía definir de otra manera que increíble - se asentaran, la realidad iba afianzándose cada vez más. Tenía que trabajar con cadáveres. Ella nunca había visto un cadáver. Y en su cultura, ver de frente un cadáver era muy, muy mala señal.

Oh.

Se sintió incómoda, no lo iba a negar. No se burló de nada de lo que Jae o Ciel decían porque había una vocecita en su interior que le decía más o menos lo mismo. Y esa vocecita se escuchaba exaaaactamente como la de su abuela, y le decía que eso no era buena idea. 

Claro, ya no estaba en la reserva. Florida estaba muy, muy lejos del Diné Bikéyah, y trabajos como ese eran necesarios para seguir avanzando en la tecnología. La medicina como la conocían no existiría si a alguien no se le hubiera ocurrido estudiar cuerpos, por mucho reparo o respeto o miedo que pudiera provocarle el hacerlo. Esas personas habían donado sus cuerpos al estudio - es decir tenían que haberlo hecho o no podrían estarlos usando como un experimento, ¿qué no? - así que en realidad estaban ayudando a cumplir sus deseos, ¿no era así? Si lo racionalizaba entonces podía ignorar a la voz de la abuela. No estaba en la reserva. Las cosas eran distintas allá afuera. 

No le respondió nada a las chicas porque supuso que ese era trabajo de Murphy. Lo que si hizo fue acercarse a Draken, porque de alguna manera se sentía un poco más segura sabiendo que su amigo estudiaba medimagia así que él debía de ver todo aquello como lo más natural del mundo. - Tú ya has trabajado con cuerpos, ¿verdad? - Le preguntó en voz baja. 

Ella estaba dentro. Si tenía que lanzar maldiciones, pues lo haría. Necesitaba el crédito y sobre todo el dinero. ¿Qué podía salir mal?

En el momento en el que Murphy parecía por fin develar el objeto que tenía cubierto al frente de todos los presentes, Suberland dejó de socializar y enfocó su atención en tan intrigante artefacto cuya naturaleza le era por completo desconocida. Trató de recordar y de ubicar alguna referencia en el pasado que le fuera útil para poder identificar de lo que se trataba, encontrándose con que en efecto, era la primera vez que se topaba con algo parecido. “Resonador espectral de Murpy”, nombre que evidentemente le atribuía la característica de “único” y que lo hacía aún más interesante de lo que ya era por su simple aspecto. Suberland tuvo que mirar a su alrededor, sintiéndose directamente ridiculizado por, en efecto, no haber leído un carajo acerca del trabajo del profesor Guy Montag. El alpha lo anotó en su pergamino para buscar la bibliografía luego de que terminara el experimento.

Estaba por demás decir que Murphy parecía encontrarse un poco más nervioso de lo habitual, a tal grado que sus palabras salían torpemente, hilándose con dificultad y siendo interrumpidas de vez en vez por él mismo como si temiera que alguno de los estudiantes no fuera capaz de entender la explicación acerca de Montag y su relevancia en el contexto del proyecto. Pero era lo suficientemente claro; Suberland asintió con la cabeza sorprendido de que Montag encontrara el hilo negro del secreto de los thestrals de forma tan literal y que a nadie nunca antes se le hubiese ocurrido hacerlo.  El licántropo sonrió y volteó hacia Kitty de forma cómplice para corresponder, aunque fuera de forma bastante vaga, al entusiasmo que Murphy parecía querer imprimir.

Después del marco teórico explicado de manera torpe pero efectiva por parte del mago cuasi-juvenil que tenían en frente, llegaba el momento de por fin escuchar qué era exactamente el aparato en el que habían trabajado e invertido tanto (que dado el nombre de mismo y la explicación que acababa de dar, Nick ya se imaginaba cuáles eran las capacidades de aquel objeto tubular); y más aún, cuál sería la función de los presentes para aquel experimento que bien podría estar a punto de, en efecto, significar un cambio revolucionario en más de un campo del estudio de la ciencia mágica.

Murphy puso manos a la obra, metiendo la varita desde un extremo mientras explicaba paso por paso la metodología (y como extra nos contaba aquella anécdota tan divertida como innecesaria) la cual emulaba, en efecto, los estudios experimentales del mismo Guy Montag pero, teóricamente, con una superior, o al menos lo suficientemente capaz como para reproducir el campo espectral necesario para encontrar e identificar no solo las marcas en un cadáver, sino las características de las mismas. En pocas palabras, era una obra maestra que podía dar el salto, sobre todo, en criminología mágica; justo en tiempos tan violentos como los que vivían.

Le costaba muchísimo seguirle el hilo a Murphy, no porque fuera tonta, sino porque Murphy se trababa a cada rato. Los “ehr”, los “uhm”, los “bueno” hacían que le fuer difícil conectar sus palabras. Casi le daban ganas de gritarle COMPOSTURA POR FAVOR, porque la verdad era que siempre había preferido ser oyente de personas que hablaban claro y de corrido. Le hubiera gustado tener a Nick al lado para que al menos le explicara las cosas que a ella se le iban, pero en vez de eso tenía a Jesse al que no quería ni voltear a ver.
 
Al final y gracias a las notas que había hecho en una libretita –ridícula como ella sola como Jae quería evitar-  y poniendo mucho esfuerzo por ignorar los titubeos de Murphy, terminó captando las cosas. Estaba genuinamente interesada en todo eso, aunque el ojo se veía terrible. Y sí, lo podía ver y eso era gracias a Jesse que tenía una interesantísima historia sobre muerte y drogas en la que ella había terminado súper embarrada y él casi muerto. Horrible la cosa.
 
Le jodió que hasta la visión asquerosa del ojo de thestral le recordara a ese tonto y decidió mejor borrarlo de su memoria a corto plazo y concentrarse en los aspectos técnicos, que no emocionales, de todo ese asunto. La verdad era que una vez comprendido el asunto resultaba interesante y todo.
 
Le gustó la pregunta de Jae, en parte porque ella también tenía la misma duda aunque solo era por detalle técnico, no porque tuviera complicaciones morales en atacar o no a un cadáver. Estaban muertos ¿no? Y seguramente donados para la ciencia así que no tenía problema alguno con ese asunto como si tuviera que lanzarles un Crucio. Claro que no se le pasaba por la cabeza todo lo que Jae sentía al respecto, pero no creía que hubiera nada ilegal en eso, casi era hasta obvio que la Universidad no se iba a meter en esos líos.
 
Lo que a ella le preocupaba era otra cosa: ¿iba a ser tan fácil toda la investigación si ese experimento era exitoso? Por supuesto no iba a compartir sus líos mentales con nadie, así que solo se mordió el labio inferior y esperó muy paciente las respuestas de Murphy a las dudas planteadas por sus compañeras.

El Alemán miró con atención a Murphy dar su explicación y revelar un artefacto totalmente desconocido por el futuro Auror, cosa que capto aun más su atención, Eleazar miraba con pleno interés porque era parte de él querer conocer lo desconocido. A pesar de estar en primera fila quiso acercarse más pero simplemente se limito a ver desde donde estaba, hasta que James prosiguió hablando con aquellos pequeñas trabas, las cuales irritaban un poco al novato, pero no porque era obsesivo con el habla ni mucho más solo estaba ansioso de saber que era, para que servia y que era verdaderamente lo que harían diez alumnos bastantes diferentes el uno del otro en aquel salón escuchando aquella noticia tan singular.

A su sorpresa pudo ver el ojo con total claridad, sabía todo eso sobre los thestal pero no recordaba que en su niñez cuando los medimagos no encontraban solución a su debil sistema inmunologico, una pequeña gripe se había convertido en grande para luego complicarle la respiración de tal modo que su corazón se detuvo por unos segundos, unos diez segundos bien llorados por su madre y su hermana que estaban ahí fuera, ya que eran ellas quienes estaban a su lado en pleno paro respiratorio, "él chico es un milagro" fue lo que les alivio la vida a sus familiares.

Lo cierto era que lo podía ver y no recordaba el porque pero tampoco hizo un alboroto por ello, solo giro el rostro observando las expresiones del resto y luego siguió las palabras de Murphy. Entró en pánico al escuchar lo de atacar a los cadáveres, esa no era una opción más atractiva que le habían propuesto y se alivio tras la pregunta de Jae, eran personas sin vida, pero no era necesario que fueran humilladas de tal modo atentando contra su cuerpo con una maldición. En ese particular esperaba en el futuro dejar algún tipo de prescripción en la cual se aseguraba de no dejar que nadie tocase su cuerpo moribundo para experimentar. Sintió casi de inmediato un escalofrió recorrer su columna vertebral, haciéndole erguirse contra el espaldar del sillón.

Por el otro lado se encontraba recordando un par de películas Muggles, si, miraba películas muggles y algunas le encantaban la verdad, el actuar de esa manera era considerado por el chico tener un don debido a que él no podía mentir sin que alguna facción en su rostro le delatara sin vergüenza alguna. Por el lado contrario tenia imaginado a su padre diciéndole que tenia que enfrentar las cosas que escogía hasta superarlas y crecer, y ya de plano se imagino con la varita en la mano y lanzando un avada kedavra, no es como si lo supiese usar pero si, tenia una gran curiosidad de hacerlo que le nacía desde una parte de él bien desconocida.

Al fin de cuentas había firmado aquellos papeles y se sentía incómodamente comprometido en corresponder las intenciones de Murphy y su experimento.

En cuanto Murphy develó el misterioso objeto que tenía justo en frente de nosotros; me incliné levemente solo para verlo con detalle y encontrarme con aquel extraño ojo en la parte frontal del aparato, flotando sobre aquel puto liquido que le hacía un pelín más asqueroso. Poco más tarde, entre las atropelladas palabras de Murphy, entendí más o menos que se trataba del ojo de un thestral, lo cual no tenía sentido porque para ver algo así tenías que haber… oh.
 
Recordé no haber visto a alguien morir, pero si que había estado cerca de la muerte alguna vez. Había sido hace unos años. aquí mismo en Florida. Mini y yo, antes de casarnos, nos habíamos ido de viaje de placer (y negocios) y las cosas se habían puesto tan peliagudas que nos habíamos visto envueltos en un altercado con el cabrón de James Marco. El hijo de puta había estado a nada de robarme a mi chica para convertirla en una de sus putas (o su puta principal, lo más probable) y de paso nos había disparado casi a quema ropa luego de tratar de escapar. Después contaré la historia completa; pero el punto es que tenía sentido poder ver a un puto caballo de esos… o bueno, una de sus partes.
 
Seguirle el hilo al cabrón de Murphy terminó siendo una putada; pero lejos de preocuparme, tan solo recargué mi espalda sobre mi asiento y dejé que el tiempo fluyera. No era necesario que entrecerrara los ojos como los demás idiotas para tratar de entender, porque no tenía que entender ni el cuento del viejo ni otra mierda; lo ideal era enfrentarse a lo que diablos fuéramos a hacer e implementar el aprendizaje empírico sobre la marcha.
 
-Hey Mini, ¿querrás explicarme un poco más adelante todo el rollo?, me he perdido un poco...-
 

Le susurré aquello a Mini como si de vedad la chica fuera a si quiera prestarme un poco de atención. Sonreí y me recargué de nuevo mientras Murphy continuaba dando instrucciones y tal.  Luego de explicar se dispuso a probar su propio aparato-patentado-noséqué y todos los pibes se quedaron con esa carita de impresión, y por supuesto fingí hacer exactamente lo mismo. No importaba, como ya dije, todo resultaría bien actuando sobre la marcha al más puro estilo del Bronx.

Se distrajo un segundo de la plática de Charlotte y le sopló saludó a Mina, soplándole un beso. Eran tan distraída que ni se preguntó que estaba haciendo ahí. Está bien, no era tan distraída como para que su niña chismosa interna lo olvidara solo que se sentía como en una clase. Además jamás se le iba a pasar por alto que llegara y se sentara con Jesse Crawford.

Pero qué infamia, ¿quién te lo dijo? Nadie guarda un secreto aquí, aquí nadie fuma, nadie coopera –no tenía ni la menor idea de qué significaba infamia pero, como siempre, creyó que se escuchaba bien. Su voz era como el de una falsa santa ofendía. Le dio un medio abrazo y quitó sus cosas para que se sentara junto a ella.

Que Charlie llamara “China” a la China le hizo soltar una risita, pero le dio un codazo discreto que Jae pudiera ver, mirándola como diciendo “o sea no es china” mitad en broma, mitad en serio, mitad quién sabe. Ella ya no le decía China por que le había dicho que no le gustara que la llamaran así y por que no era de China, pero la verdad es que Kitty los veía también a todos iguales. De todas formas le encantaba eso de Charlotte. También la saludó con la mano.

Aunque no lo creyeran, Kitty si sabía sobre el tal Montag. No a cal y canto o canto y sal o como fuera, pero lo habían discutido el semestre anterior en clase de quién sabe qué. Ya ni se acordaba.

Qué desesperación con ese hombre. Buscó la mirada de Kitty para ver si se sentía igual.

Matenlo, por favor –pero se giró hacia el profesor y le sonrió con ese ánimo de TPA. No gritó, obvio.

No pudo ver el ojo de thestral por que nunca había tenido un encuentro cercano a la muerto, ni siquiera cuando se enfermó y contagió a la hija que se murió de la squib. Ni siquiera ahí. Había visto morir perritos, pero tampoco contaba. ¿Por qué no contaba?

Sacó un papelito de su bolsa y comenzó a escribir en tinta morada. “¿Ya viste quién está junto a mi? Nick “soy guapísimo y lo sé” Suberland, ¿por qué no te emparejas con él para maldecir a los muertitos? Solo por si acaso. No, más bien deberías emparejarte con él para toda la vida. Te amo. K.” Lo tomó en sus manos, se agachó poquito super disimulada según ella y le sopló. El papelito se dobló en forma de mariposa y voló hacia la mano de Wilhelmina.

Oye Nick –le verdad le habló casi en un susurro. No era de las que participaban en clase ni preguntaba cosas-, ¿Crees que también funcione en animales? Ya sabes, aunque su piel sea mágica y esas cosas. ¿Cress que si lo uso en unas botas de dragón…?

Se rascó la sien. Recordaba haber Puesto en el cartel "Se buscan estudiantes abiertos de mente" aunque por otro lado los muertos podían dar mucha impresión a aquellos no acostumbrados a tratar con ellos. Asintió a las preguntas y un poco a trompicones (que novedad) fue respondiendo a Jae y Ciel.

-No, a ver... Ahm... bueno, No se deben preocupar por... bueno,  demandas por parte de la familia y tal, porque estos cadáveres firmaron... bueno, cuando no eran cadáveres, claro, firmaron un consentimiento. Ahm, han donado su, eh, cuerpo a la magia. "Por el avance de la Sociedad Mágica", ahm... ese es el, bueno, el, el, el membrete del documento. Es voluntario así que no hay... fantasmas-. Carraspeó -Ni demandas judiciales por parte de la familia.  


Recogió para dirigirse a la morgue y ya en la puerta se detuvo. Se le había olvidado responder a la otra cuestión.

- Y bueno, son seis hechizos, los que queráis. Interesa que... bueno, de hecho interesa que hayan maldiciones y no maldiciones, como, como, como, ahm... un leviosa, así vemos también las permutaciones entre una maldición y un... buneo, quiero decir, bueno, un conjuro normal. Sólo recuerden que las, ahm, las tres imperdonables siguen estando pues... prohibidas-. Salió del aula y habló ya desde el pasillo -Entonces, recordarles que la participación es voluntaria, así que, pues.... El que vaya a marcharse pues... vaya, que se marche, no hay problema. Recordad el... bueno, el contrato de confidencialidad-. Y en un alarde de virtuosismo mercadotécnico añadió -Los que quieran... bueno, ganar cincuenta galeones y... caray, avanzar las fronteras de la medimagia y la seguridad mágica pues... que me sigan.




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