El Vuelo de la Flecha

Tenía la flecha montada en la cuerda y el arco reposado en la pierna. El sol de la mañana a su espalda, la brisa de verano a su favor y nadie frente a él en la cancha de quodpot. Inspiró profundamente y fijó su vista en la diana a cien pasos. Dejó escapar el aire. Inspiró de nuevo. Alzó el arco. Tensó la cuerda. Su cuerpo se tensó por entero. Su mente se despejó. 

Sólo existían él, la diana y la flecha. Nada importaba, nada existía. Ni sus padres, ni sus problemas con las mujeres, ni esos imbéciles que recurrían a la violencia como primera y única opción, ni sus dudas acerca de su vocación académica. 

Nada. Existía. Salvo él, la diana y la flecha.

Liberó la cuerda y la saeta voló firme hendiendo el mimbre coloreado casi en el centro, junto a las demás. Kaleph cerró el puño en un gesto silencioso de victoria y extendió los brazos para destensar los músculos. Por todo la Magia, amaba la arquería. No se le ocurría una manera mejor de aislarse de todo, de darse un espacio a sí mismo que la concentración que el tiro con arco despertaba en él. También corría, pero esas carreras de media y larga distancia eran para machacarse y dormir bien cuando estaba estresado. También escalaba, pero eso era cuando quería el subidón de adrenalina de saberse sujeto por la punta de los dedos a veinte metros del suelo.

La arquería era para olvidarlo todo y renovar su mente, convertir sus preocupaciones en el plumaje de sus flechas y sentir cómo volaban lejos de él. Suspiró satisfecho y se preparó para recoger sus flechas y guardar su equipo completo de tiro con arco, cuando entonces cayó en la cuenta de que había otra persona en la cancha. 

¿Llevaría mucho rato ahí? Se cubrió los ojos con la mano y trató de reconocerla. En otras circunstancias se hubiese enfadado, pero por un lado la muchacha había tenido el buen juicio de observarle por el lado -parece mentira cuantos idiotas se acercan a la diana antes de un disparo... ¿hola? ¿Están locos?- 

Por otro lado se sentía demasiado relajado como para enfadarse por una nadería. Le hizo un gesto de saludo y esperó que cuando estuviese más cerca pudiese reconocerla.

Definitivamente en su otra vida Billy había sido un militar o un chino, tal vez un chino, si. Tenía la misma disciplina que uno y que el otro, además, si se trataba del quodpot o de cualquier entrenamiento era realmente  i-n-s-o-p-o-r-t-a-b-l-e. ¿Qué tenía que ver con que estuviera de camino rumbo a la cancha? ¡Todo! La había despertado en la madrugada con un patronus para verse ahí y entrenar, entrenar, entrenar, entrenar y entrenar hasta el cansancio disque para ir habituando a Jae a la intensidad del equipo.
 
Así que ahí estaba, despierta en la mañana durante sus últimos días de vacaciones en lugar de estar en la cama. Sinceramente no le importaba por que jugar le gustaba mucho, a pesar de que si le costó muchísimo levantarse, por eso no se quejaba y de hecho estaba tarareando una cancioncilla cuando llegó.
 
No Billy, no Maddie, no Charlie, no Jae y no chico de las rastas. ¿Dónde estaban todos? Dejó caer la mochila con sus cosas y la escoba en una de las gradas por que aún no tenía la nueva contraseña del vestidor, los iba a esperar a todos un ratito. Rayos, ¿por qué no esperó a Charlie y se fue con ella? Al menos tendría con quién platicar y su amiga no se iría sola tampoco.
 
Estaba así, divagando cuando vio la flecha. La mirada de la rubia fue idéntica a la de un gato que encuentra un insecto, su juguete favorito o solo algo que llama su atención, Igual a un bebé que encuentra algo desconocido y sus ojos siguieron su camino hasta que se sobresaltó ligeramente cuando llegó al centro haciendo ese sonido característico que, aunque sutil, no se lo esperaba.
 
Cuando se dio cuenta ya estaba a mitad de camino entre Kaleph y sus cosas. ¿Cuándo se levantó? No lo supo. O sea no tenía cerebro de mosca ni de rubia oxigenada ni mucho menos tenía una resaca que le robaba horas de su vida, pero se había quedado tan absorta en aquella imagen que se le olvidó todo lo demás. Sí, así de ridícula. Si, tal vez Kitty si sería capaz de ponerse en medio de la diana y la flecha sin pensarlo.
 
Se acercó y lo saludó con la mano después de haber recibido el saludo, se dio cuenta de que a él no le molestaba que lo hiciera.
 

No sé por qué pensé que tú eras solo de los que estudiaban y leían mucho. Hazlo otra vez, por favor –o por favor, tendría esa imagen pegada en la cabeza todo el día.

¡Ah, ya la reconocía! Su nombre era Kitty. Se acordaba porque en su momento el se le hizo entre tierno y peculiar. Y por que su memoria era prodigiosa, por supuesto. No eran de la misma carrera, ni siquiera de la misma facultad pero el campus no era tan grande como para no coincidir con ella a menudo, sobre todo en la cafetería o la biblioteca. Sin embargo no habían intercambiado más que saludos y algunas conversaciones intrascendentes sobre el tiempo o la comida. Era una chica simpática. Un tanto ruidosa, pero vital. Y bonita, sin duda.

En ese preciso instante, atrás en su subconsciente, un plan empezó a fraguar. No tomaría forma hasta haber pasado más de una semana y cada circunstancia sería distinta, pero... ahí estaba la idea, cristalizando lentamente.

Volviendo al Aquí y Ahora...

Cabe decir que tanto el comentario como la petición le extrañaron. Sin embargo, desde su paz casi zen esta vez no se molestó en enmascarar sus emociones. Dejó que fluyesen, despacito, pero a su ritmo. Para empezar, sonrió.

-Verás, en mi familia hay antecedentes de asma. Mi abuela fue a mi padre con que la mejor manera de prevenirlo era metiéndonos en algún deporte desde pequeños, y yo empecé con el atletismo. De ahí pasé a la escalada y a los quince, leí el poema "La Flecha", de J.E. Pacheco y me dije "vaya, qué maravilla". Así empecé con el tiro al arco-. Enarcó una ceja y sonrió con un leve matiz de burla. -Como ves, aparte de andar hasta las cejas de libros también hago ejercicio. En solitario, pero lo hago-.

En respuesta a su petición, y sintiéndose halagado, tomó otra flecha y la acomodó en la cuerda del arco. Respiró hondo, alzó el arco, tensó la cuerda y hubo ese instante de perfecta inmovilidad en la que Kaleph era la viva imagen de la concentración. 

Un instante después la flecha volaba hasta hundirse en la diana. Un poco más cerca del borde que del centro, pero oye, buen tiro. Miró a Kitty y le ofreció el arco.

-¿Quieres probar?-

Ay Kitty, ¿a qué hora te dedicas a estudiar? Pero sí tenía un pretexto para conocer a Kaleph sin que pareciera que a todas horas se la pasaba fuera de las aulas, hasta a ella misma se le hacía raro conocer a tantas personas. ¿Cómo iba a poder ella conocerlo? Pues simple, era de la fraternidad de la mejor amiga que tenía en toda el alma y la misma a la que pertenecía su ex novio. A todos los conocía aunque fuera de saludo.
 
Decir que le había entendido perfectamente era mentir descaradamente, por que no parecía que de verdad necesitase de esfuerzo físico para realizar eso, ¿cómo podría ser un deporte? O sea, no parecía ser lo más fácil del mundo pero tampoco creía que se pudiera comparar con las horas que pasaba corriendo un atleta o el tiempo que ella pasaba entrenando. Ok, ya estaba confundida.
 
Nuevamente se quedó anonadada, viéndolo. Definitivamente podría hacerlo todo el día y más por que era la primera vez que estaba a solas con él desde que lo había conocido y pues… le gustaba, poquito. Él, no la flecha y el arco, eso le llamaba muchísimo la atención.
 
¿Pero qué ejercicio puedes hacer? No quiero molestarte pero… –cómo no sonar ni hueca ni como si estuviera mofando-. digo, ni siquiera te mueves. ¿Yo? Oh, claro que sí.
 
Tomó el arco y la flecha, mientras se ponía a su lado.
 
¿Así lo estoy haciendo bien? –puso el arco en la misma posición que había visto en las historietas, pero la flecha le costó un poco de trabajo y se le resbalaba, frunciendo ligeramente el entrecejo por que no le salía.
 

Bueno tal vez algo estaba haciendo mal, pero Kaleph lo hacía ver muy muy muy fácil y de verdad pensó que sería pan comido.

La verdad es que el comentario de la Theta le resultó un tanto ofensivo. No hizo el menor gesto para exteriorizarlo, peores cosas le habían dicho, pero desde luego eso de que la arquería no era ejercicio le hirió en su amor propio. Para empezar, como la muchacha se daría cuenta en breve, hacía falta una fuerza enorme en los antebrazos para mantener el arco tenso y firme los quince o veinte segundos necesarios para apuntar.

En cualquier caso, decidió no tenerselo demasiado en cuenta, al fin yal cabo tampoco era la primera vez que oía un comentario similar. Aún así quedó como una pequeña espinita en su costado. En fin.

Se acercó un poco más a Kitty y revisó su postura. La verdad es que no estaba mal para ser la primera vez que empuñaba un arco. 

-Lo haces bien, pero mantén el brazo que sujeta el arco paralelo al suelo y la empuñadura perpendicular...- Giró suavemente la muñeca de la muchacha, enderezando un poco el ángulo de reposo de la flecha. Tuvo una idea mejor y extrajo una flecha y con ella fue indicando a Kitty los detalles a corregir en vez de tocarla con las manos o invadir su espacio personal. -yergue un poco la espalda... Gira un poquito más la cintura... un poco más arriba el arco... Ahora tienes que alinear el mástil de la flecha con la diana, apuntar un poco más alto para tener en cuenta la distancia... Ténsalo al tope... y suelta la flecha cuando estés lista.

Alguien con más talentos sociales y picardía habría aprovechado la ocasión para situarse tras Kitty y con un medio abrazo desde la espalda empezar un coqueteo a base de leves toques, susurros y otras artes...

Kaleph no es que considerase la idea y desdeñase la opción, es que ni siquiera se le pasó por la cabeza. Desventajas de vivir entre libros.

Por primera vez en toda su vida Kitty puso atención a todo lo que le dijo, imitándolo casi casi a la perfección según ella por que usar flechas no era ninguna clase de juego. Ok, tal vez estaba exagerando; sin embargo, si le daba un poquito de miedo no hacerlo bien. ¿Y si volaba mal y le sacaba un ojo alguien? Podía pasar, ¿no?

La verdad Kitty no lo había dicho a propósito para se le acercara pero sí ya se imaginaba que lo haría, o sea, por favor, era una Theta. Por eso le sorprendió un poquititititito que no lo hiciara, qué caballero. 
 
Irguió la espalda como le dijo, giró la espalda y acomodó el arco. Tensó lo que sea que tenía que tensar y se quedó así un ratito largo largo largo largo, apuntando. ¿Cuándo estuviera lista? ¡Pero si era la persona más indecisa del mundo! Apunta, Kitty… apunta….
 
Se sobresaltó al soltar la flecha y escuchar el mismo golpe que le había llamado la atención, obviamente no le atinó justo en el centro de la diana pero al menos había caído dentro y cerca. Parpadeó unos instantes sin poderlo creer y después soltó un gritito de triunfo levantando las manos con todo y arco antes de abrazarlo como dos segundos.
 
¿Viste lo que hice? ¡No puedo creerlo! Qué bárbara, estoy qué ardo -¿si decían así? Golpeó sus manos dando un pasito de un lado a otro, emocionada. Era la primera vez que lo hacía.
 
Seguramente todo el día se la pasaría diciéndole a todo el mundo que había logrado lanzar una flecha.
 

¿Cómo lo hice? Oye, ¿por que no te haces cazador? Serías buenísimo y podríamos jugar juntos de vez en cuando…. Ay, me dolió el hombro –si, la verdad como que se le cansó.

A Kaleph le sorprendió sinceramente que la flecha diese en la diana. Él esperaba, como mucho, que ni llegase a la mitad del camino. Se notaba que Kitty era deportista, vaya. Por satisfacción de su propio ego decidió que el acierto era suerte del principiante. Por cortesía no lo dijo, obvio.

Disfrutó de su exhibición de alegría por el éxito, más que nada por la rareza de ver a alguien tan alegre y feliz a principios de semestre. Estos primeros días, ahora con las clases a la vuelta de la esquina, la expresión normal era "zombie depresivo" con algunos tintes de "busco una rama alta para colgarme". Se cruzó de brazos y sonrió como reflejo de la efusividad de Kitty. Si. Kaleph es un poquito rancio, cosas de la vida.

-Si quieres probar de nuevo, me quedan flechas- Torció el gesto al oír lo del hombro -Aunque a lo mejor prefieres descansar. Y calentar antes-. Añadió algo preocupado. Respecto a lo de ser cazador, como tenía un arco en las manos pensó por un instante en ser un cazador literal. Ya iba a lanzarse a una defensa de la vida animal cuando su sentido común intervino y señaló la polisemia del término.

Sacó de la mochila pequeña a sus pies un par de barritas de chocolate, miel y mantequilla de cacahuete y le ofreció una. Las llevaba por las agujetas, o eso decía. En realidad era un goloso sin redención. Ni la buscaba, oiga. -Nah, no podría. Jugué un par de años como buscador en Salem, y aunque me gustaba jugar éramos el peor equipo. Al final me cansé de que nos diesen palizas en la cancha y tras...- Sacó cuentas -tres temporadas dejé el equipo. Por eso me dedico al tiro con arco, escalada y atletismo, ahí si fallo es cosa mía y no puedo culpar a nadie. Duermo mejor, la verdad-. Desenvolvió su chocolatina y tomó un pedacito. -Pero seguro te veré en las gradas, ¿Quien juega en tu equipo?-