lo que faltaba

Solo recurría a las palabras altisonantes cuando era algo realmente necesario, eso o cuando su frustración alcanzaba niveles insospechados. Y como si de una maldición gitana se presentase, aquella no era su semana. Bastaba solo recordar como apenas hacia 48 horas su relación se había deslizado por el caño, sin que alguno de los dos metiese las manos y esta se les escurriera entre los dedos. Aquello había sido lo peor, pero no lo último.

Pues como la pólvora, había despertado un sinnúmero de chismes entre los corredores del colegio, que iban desde los clásicos rumores de infidelidad, hasta los más disparatados como eran la magia oscura, asesinatos, y secretos oscuros, de los dos. Mismos, que había preferido hacer caso omiso, pero que no podía evitar escuchar en los salones de clase, o lugares de afluencia entre los estudiantes.

Eran mediados de semana, por lo que no tendría función, hasta el fin de semana. Por lo que tendría que desquitar su exceso de frustración de otras formas. El entrenamiento, no era buena idea, pues en su equipo figuraban amigos muy cercanos de la antigua pareja. Y no se sentía listo para hablar de aquello. Los bares, aunque eran una mejor opción, prefería descartarlos, pues la última ocasión había acabado liándose con Harley y Madison, así que esa opción también estaba descartada.

Su habitación era otro de los lugares descartados, pues como pensarían muchos, sería el primer lugar donde se le podía encontrar. Y con el pequeño accidente de las pociones, que había acabado por minar cada una de sus pertenencias, no se le apetecía lidiar con aquel aroma, y menos con la sensibilidad que la proximidad que la luna llena, dejaba en sus sentidos.

Así que como siempre él decía, pero que ahora se le antojaba más real que de costumbre. Mierda, su vida se convertía en una maldita mierda, con cada minuto que pasaba.

Así que intentando apremiar su más reciente necesidad, se había dirigido a uno de los laboratorios de pociones. Pues de lo contrario, la maldita estrella que le jugaba de aquella forma, se vería tentada a seguir con sus jugarretas.

No tardo mucho en llegar al área de los laboratorios, pues en aquellas horas las mismas no se encontraban ocupadas por clases o similares, solo quizás algunos practicantes, o despistados como él.

Toco la puerta, pare entrar, pero la misma no cedió a su fuerza. Lo cual le resulto extraño, pues las luces que se filtraban por las rendijas demostraban que el lugar se encontraba libre para todo público.

Intentando no perder la paciencia, respiro lenta y profundamente, mientras volvía a marcar dos sendos golpes sobre la puerta, pues lo último que esperaba es que alguna parejilla odiosa se encontrase en el laboratorio “jugando a la casita”.

Grite, exasperado por la situación. Pues seguramente parecería un corajudo idiota ante los ojos de cualquiera.

Ese mal sabor en la boca y la puerta abriéndose hacia afuera, lo que hace que tenga que dar un paso hacia atrás, y una cara que no alcanza a reconocer al instante se asoma, le hacen sentir ligeramente estúpido, y más por el comentario tan acertado de la joven y que deja entrever lo poco cabal que es el joven lobo en aquel estado. Claro, pero es que tampoco iría a admitirlo, y menos frente a una extraña.

Se siente estúpido, pero no lo admite. Solo alcanza a dedicar una mirada entre abierta a la pelirroja y se adentra en el laboratorio. Dirigiendo una mirada de lado  a lado del recinto, dando a entender lo que sus suposiciones no apuntaban. La joven estaba sola, haciendo sepa dios que, y no lo que el chico se había imaginado.

Le ve dirigirse hacia el lugar que imaginaba debía ocupar hace unos momentos y recoge sus cosas. Al parecer el que llegaba a importunar había sido el. Pero en aquel estado, era muy difícil notar alguna diferencia en aquello.

Da un largo suspiro y deja su pequeño bulto sobre la mesa. Llevándose la mano al rostro, pues cuan más estúpido podía continuar siendo hasta que alguien le pusiese un alto.

Agrego con un dejo de sorna en la voz. Mientras con las manos, voy cambiando de lugar un par de matraces que se encontraban en la mesa. Pues aunque no era necesario, sí que necesitaba tener las manos o mi mente haciendo algo.

Digo, con algo de extrañeza, mientras me llevaba aquel singular presente a los la boca. Porque aunque no fuese un gran adepto a aquellos dulces, por alguna maldita razón, había acabado en el taller de cocina de la Srita. Henningway por tal de darle una sorpresa a……

Niego con la cabeza, antes de llevar mis pensamientos hacia un lugar que no quiero y vuelvo a poner atención a la pelirroja, pues ahora que le veo en la claridad del laboratorio, va haciéndoseme más familiar.

Tampoco es que le apetecía hacer mucha plática al rubio, pero tampoco la chica se tenía la culpa.

Pregunte, porque tampoco me iba a referirme a ella como chica del chocolate o cabello de fuego.

Esa misma burla en su cara, pero no burla de la situación, sino burla por el hecho de lo parecida que resultaba la patetica situación del individuo rubio con la de su padre hacía meses atras, almenos en lo que a su cara fatal representaba. El fastidio del simplón al responder le da a entender sin error, que no esta para bromitas tontas. Y a la pelirroja no le interesa hacerla de celestina ni mucho menos de hombro para llorar. Asi que tampoco le interesaba escuchar esas palabras o hacerla de metiche preguntando lo que le pasaba por la cabeza al tontuales de musculatura que podría volver tontas y locas a las mujeres descerebradas que habitaban por la universidad en algunos lares, superficiales y llenas de perfección por doquier. Con los libros en sus brazos bien amarrados a su pecho, se da cuenta de que el rubiales le ha hablado de nueva cuenta.

Una ceja alzada mientras piensa que quiza le esta queriendo tocar las narices, pero cuando se ha comido el chocolate intenta pensar que quiza solo es su mal rato por el que pasa y del que a ella no le incumbe en absoluto. Niega, su cabeza almenos lo hace y Tabatha recuerda esos días de poca inspiración de su alocado Padre, donde venía ese dicho agusanado y polvoriento que resumia en: si hace como pato y parece pato, seguro es una oca.

Aquel individuo catalogado como "super modelo frustrado" por la pelirroja de mente colorida, le empezaba a causar una situación de cierta  preocupación. Siempre que su padre entraba en esas crisis le daba por pasar por esas rachas realmente deplorables. Se sentiría muy culpable si se encontraba al chico dos dias despues pintarrajeado con marcador negro, vomitado y la cabeza metida en el excusado. No, no, ni llegar a eso.

Ni siquiera escucho lo de no irse, pero cuando lo escucho presentarse su radar le dijo que una persona normal sería amigable. Con los ojos abiertos como dos chispas brillantes fruncio primero la nariz y luego, sonrio.

acompleto dejando sus libros otra vez en un espacio libre.

Una de dos o la chica era una de esas detectives de las cuales uno debía irse cuidando a 100 metros a la distancia, o el mal de amores lo tenía casi tatuado a flor de piel. Aquello, sí que era ridículo, y dejo escapar una pequeña carcajada por aquel hecho. Gesto que seguramente le causaría extrañeza a la pelirroja, pues acababa de presentarse y aquello, si que acentuaría lo extraño del joven.

Contesté, recomponiéndome poco a poco de aquel pequeño ataque.

Agregué, volviendo la mirada a mis pergaminos. Pues en ellos llevaba las recetas de varias de las pociones que utilizaba en mis clases para Auror, y en las que usualmente disimulaba mi poción matalobos. Pues aunque aquello ya no era tan mal visto. Nunca acabaría por acostumbrarme a que mis cosas fueran del dominio público, quizás por ello aún no me hacía mucha gracia el que hablasen de mí en los pasillos y me irritase. Eso, o lo otro.

Tentado me vi a declinar su oferta, pues lo último que necesitaba era a alguien husmeando entre mis cosas, pero el declinar, tampoco ayudaría a mi “fantástico” estado de ánimo. Y con la suerte que me mandaba, seguramente acabaría mezclando mal algo, y transformándome, si bien me iba.

Admití, luego de moverme hacia un costado de la mesa y tomar un par de mecheros. Mientras le tendía a mi improvisada compañera, un recetario para multijugos. Ya que aunque no era lo que principalmente buscaba hacer, era parte de mi stock de pociones que utilizaba en mis incursiones al trabajo. No era un delito, pero igual, era algo de lo que no me gustaba mucho que se hable.

 -No he tenido mucha cabeza para ello, pero no por eso debo dejar mis deberes de lado. ¿No?-

Indique, mientras regresaba a mi lugar y fingía que repasaba los ingredientes para mi poción matalobos, pues aquello era algo, que seguramente hasta dormido podía preparar.

Pues aunque la preparación, no sería gran problema. Pocas veces gozaba de un laboratorio a mi entera disposición, y así llenarme de pociones, hasta año nuevo. Era algo, que no podía dejar pasar así de sencillo.

Pregunte, solo para aclarar, lo que mi mente ya comenzaba a despejar de entre toda la maraña de recuerdos.

Su risa borra la sombra fría. Almenos le he sacado la burla del día y con eso puede vivir mejor, sin el recuerdo de querer arrojarse frente a una Bludge para que le quiebre la cabeza. Aprieta los labios alzados orgullosamente, en un gesto más parecido a la forma de cerrar los labios de los ancianos. Se acaricia el cabello y pronto la música vuelve a estar en su cabeza como si fuera un resonar obligado.

Tan concentrado como ningún hombre debería poder en sus notas. La pelirroja lo observa más por educación que por curiosidad, por que esta de sobra decir lo buena que es para las pociones y lo mala y despistada que resulta para los hechizos en lo particular. En un duelo seguramente perdería a pronta mano. No lo nota amedrentarse, tampoco inquiere que quizás oculte algo o intente ocultarlo, es algo que indistintamente le da igual. Ella es metamórfago, sabe lo que es intentar ocultar "Tu rareza" y lo mejor que puedes hacer es dominarle, enseñarla al mundo con honor, con placer, pero ella no es quien para decirle como nota ese temor en el chico que quizá solo piensa en su reciente dolor del cual no han hablado ni hablaran al momento.

Le informa de su estado escolar y ella le hace una seña con el dedo acercándose y alejándose de su frente, como un saludo que en realidad significa que ha captado la idea. Lo nota empezar a tomar lo necesario. De nuevo lo observa como intuyendo que si va a necesitarla aunque aún no se lo diga explicitamente. Cuando le tiende el recetario alza una ceja, como ofendida, pero bueno, que tampoco es que todos tengan su cerebro.

-Yap..una multijugos para hacerte pasar por otra persona...si es por lo que te paso...¡Es una Idea genial!-

Empieza a buscarlo todo. El sigue hablando, ella lo ignora, aunque no debería, pero mueve la cabeza afirmativamente como si lo escuchara. El punto es que Tabatha Levine es una distraída, soñadora.

-Ignorame ¿Bien?...De acuerdo, te ayudo-

Y sin mas ya ha puesto manos a la obra, agradeciendo que el chico no se ponga mal por su imprudencia y siga normal.

Ante la cuestión del recién desertado a la zona negra, la incauta lo observa con sus grandes ojos bien abiertos pues la ha tomado por sorpresa, intenta conectar todas sus neuronas con lo que debe decir y así lo hace.

-Reciente ingreso si a eso le llamas el ultimo año, y pues, si, estoy en música, ¿a que se nota?-

Presume enseñándole con una sonrisa de revista y las manos como flechas iluminando, al señalar su dije en forma de clave sol al cuello.

Luego todo encaja. Lo recuerda con esa rubia de cara bonita y estatura corta.

-Tu me viste en mi ceremonia de ingreso, yo te vi después con la que yo creo que es tu hermana, ya sabes, la rubia esa de estatura pequeña y cara bonita...uf, ser como ella debería ser ilegal, ¿No te causa repulsión tanta ternura? no soy elitista pero, esa chica es un ataque excesivo de azúcar, tus padres deberían malearla más-

Tuerzo la comisura en algo parecido a una media sonrisa, pero no contesto. Pues cualquier respuesta pondría en evidencia más de lo que estaba dispuesto a contarle a esta aún extraña. Pues a fin de cuentas, no era de las personas que iba por el mundo regando sus problemas para que otros se lo solucionasen, no, aquel no era el método del oji-azul.

Volví a mater mi mano a mi bulto, y de el extraje un pequeño vial, que contenía el cabello castaño de mi singular apariencia falsa. Y con mucho cuidado se lo tendí a la pelirroja, con la esperanza de que no fuera a hacer muchas indagaciones acerca del tema, pues con su imaginación, ya me estaba teniendo bastantes problemas.

Estaba de más aquello, pero no perdía nada. Pues hasta donde podía observar la joven tenía bastante pericia con la fabricación de aquella poción, y lo cual no encajaba mucho con tan singular perfil educativo.

Levante una ceja, cuando advertí tan singular colgante en el cuello de la chica. Pues sin duda, aquello iba bastante a doc con su personalidad.

Y antes de que pudiera recitar alguno de esos cumplidos prefabricados. Casi me corto el dedo con aquel cuchillo de plata por la impresión. Pues aunque intente disimularlo, dibujando un pequeño gesto de dolor en mis labios, sí que aquello me saco de mi zen. Pues al igual que ella, con sus palabras, le había recordado aquel día entre la multitud de nuevos ingresos a la universidad. Tan perfectamente como si aquello hubiese sido el día anterior, pues el entusiasmo de aquel día, me había hecho reparar en cada uno de los detalles, como el que la joven se hubiese situado a unos metros de donde se había colocado A….

Niego con la cabeza nuevamente y entre cierro los ojos. Había estado cerca…

Indico, intentando restar importancia a las palabras de la chica. Pues, aún aquel tema no me es algo fácil de digerir.

Acabo diciendo, intentando regresar a concentrarme en la tarea de cortar en finas láminas la mandrágora, que necesitaría para mi poción matalobos. Aquello era lo que prefería, a seguir tocando aquel tema de A.

Vuelvo a decir, intentando que esta vez mis palabras, fueran lo suficiente para que la chica, no escarbase más en aquella llaga. Pues como al principio, no era de los que iba por ahí contando sus problemas.

Me apresure a decir, mientras colocaba cada uno de los ingredientes en su recipiente, y procedía a encender el mechero. Necesitaba rellenar aquel silencio o de lo contrario, la perspicacia de la chica, acabaría por matarlo.

No es que le interese más indagar en el por que de la herida, de hecho hace falta ser idiota para no entender que la chica del inicio de cursos, si, la rubia con cara de conejo de peluche abrazable y detestablemente lindo, era su novia, ex novia, o lo que fuera que hubiese sido ella de el. Con las manos ocupadas y la cabeza intentando pasar su concentración a lo de la poción empieza con lo de la primer parte de mezcla. Como buena pocionista, la chia pelirroja sabe de antemano que lo dificil de esta poción no es el preparado sino la espera para el reposo y poder usarse. No se disculpa por haber metido la pata por que en realidad no es como que lo haya visto llorar y tirarse al suelo con evidentes instintos de tomar la varita y cortarse las venas y, mientras no haga nada parecido, el esta bien para ella. Quizá no debería tocar más terreno, pero esa boca incesantemente parlanchina y vivaracha que tiene se niega a mantenerse calada y otorgar al momento la gracia de la disciplina. Es tarde para callarse, lo dice antes de que pueda siquiera medirse.

-Ya decía yo que las bonitas no eran buenas personas, pero deja tu lo bonita, lo melosa y patética...me da siempre algo raro cuando la veo y..-

Y de pronto ya lo esta mirando a el por que sabe que ha pensado en voz alta y que eso no fue del todo correcto, más bien, nada correcto. Si será idiota. No aprende cuando callarse pero sabe sin preguntárselo que a el no le va mucho que hable de la rubia bonita. Aclara su garganta y a su cabeza viene el dicho rockero de su padre: "Si al hablar no has de agradar, te será mejor callar". Se finje dispersa y afortunadamente de nuevo el salva el momento y le habla de la carrera. Con una mueca mucho más agradable se va a sus recuerdos del por que eligió la carrera y mientras más lo piensa más se remite a lo mismo. ¿Quien es el para contarle su vida?, ¿Es que acaso es su vida un libro privado? ¡claro que no!, si no debe ser ridícula, su vida es para ser contada como un pergamino abierto al que desee aprender de los errores. Ella realmente apreciaría esa locura espigada para no ser tan repulsiva a ojos ajenos.

-A bueno, pues, es una larga historia-

Y se muerde un poco el labio antes de empezar a narrar mientras bate un poco algunos ingredientes, por que es mas fácil batirlos en el recipiente pequeño.

-Haz oído hablar del cantante Dan levine ¿No?...si, ese, el famoso cantante de rock-

Completa antes de que el hable con tono de burla en sus palabras. Todos lo conocen, es obvio que el tambien, sobre todo por que se ha colado en la radio más de lo que muchos querrían quizá o a gusto de otros tantos.

-Bueno, ese espécimen raro es mi papá, o eso dicen, pero lo de mi carrera, digamos que traigo los genes y la música me corre en la sangre como parte de ella, era eso o ser una adicta caza talentos y tu, ¿Que estudias? , ¿Algo deportivo u otro así?-

tantea por la musculatura.

Todo en las pociones se resumía al punto exacto, como en el sazón de un cocinero. Pues era necesario permanecer al pendiente de cada uno de los pasos en el proceso para obtener el resultado siempre deseado, y aunque sus pociones matalobos, eran lo que se decía “buenas”, en algunas ocasiones se arriesgaba con otros ingredientes, dado el secretismo con el que siempre las preparaba.  A fin de cuendas, medidas desesperadas requerían métodos desesperados.

De ahí, que con el mayor cuidado del que era capaz, movía con cuidado aquella mezcla y tal era su concentración en el batir de la sustancia, que casi se salpica dé la impresión, al reconocer las palabras musitadas por la pelirroja.

Carraspeo la garganta, y asiento haciendo algo de ruido el utensilio que utilizaba para mezclar la sustancia. Pues aquello, sí que había sido un comentario fuera de lugar.

No era justo, y más teniendo en cuenta que él, de alguna forma le preguntaba acerca de su vida. Pero le agradece en el silencio de su atención, cuando la pelirroja cambia el tema y se dirige en la dirección de su pregunta.

Indica, con educación. Poniendo interés a la historia de la joven. Mientras sus manos regresan al meticuloso proceso de la mezcla al fuego de la poción. Que seguramente requeriría de algo de tiempo para estar lista.

Agrego, con gesto de sorpresa, pues aquel era un de mis géneros favoritos de música. Y si bien, aquello confirmaba mi teoría de que a pesar de todo, aquel mundo era más pequeño de lo que uno imaginaba, pues… una de sus canciones,  hacia algunos ayeres, formaba parte de uno de sus actos.

Con cuidado, retiro el instrumento de agitación,  pues lo único que faltaba era que alcanzase la temperatura y consistencia suficiente para estar lista.

Dije, volviendo mi atención hacia la joven, pues a pesar de todo, se comportaba medianamente en lo usual.

Aquello era lo bueno, de conocer a una persona que no frecuentara entre su círculo de amigos. Pues podía ser sincero, sin temor a las miradas acusatorias, o al menos eso era lo que esperaba.

Tal como ella lo esperaba, el conoce a su padre. No se emociona por ello, de hecho es que no le mortifica tampoco si no lo hiciera. Con una amplia sonrisa sin embargo agradece la ovación respecto al talento de su progenitor. Los últimos años con su padre habían sido una verdadera aventura sobre todo considerando que nunca antes lo había tratado tanto como ahora. Su querido "Jefe" como solía decirle, era más que un padre cualquiera, de hecho Tabatha aveces creía que ella era la madre que debía cuidarlo. Con un gesto de recuerdos fantásticos rodándole por la cabeza se mantuvo ahí mirándole mientras el hablaba de sus propios padres. Aclaró su garganta un poco y luego volcó nuevamente toda su atención en el, mientras la conversación había virado ahora rumbo a lo que el hacía dedicadamente para ganarse el pan de cada día o como diría su padre: los caprichos diarios.

Intentó recordar un poco más de el, y tal como lo pensaba, si que lo recordaba. Una revista Muggle que no podía recordar bien su nombre pero le parecía recordar que algo con una bebida tenía que ver. Meneo la cabeza como si recordara una canción pero todo era más bien por que no recordaba de donde le venía su cara, excepto de aquél día en la escuela. Quien sabe, quizá lo había visto antes y ahora no podía saberlo con exactitud.


-¿Modelo eh?...dime que no eres un maniquí descerebrado-

Condena mirándole con una sonrisa que luego estalla en carcajada; es evidente que no ha tenido muy buena relación con las modelos, o los modelos, seguramente por que la regla es que así sea, pero vamos, no todo tendría por que ser así y Tabatha lo sabe, no puedes juzgar al libro por la portada. Aunque claro, como a todo ser vivo, aveces se le olvida lo que debe y no debe ser y como es normal, en ocasiones es más fácil juzgar cuando por lo menos en una ocasión uno mismo ha sido fuertemente juzgado.

-Bien, pues yo he trabajado en algún video de mi padre, pero no soy modelo ni pretendo modelar, almenos no pronto...es algo que detesto, pero tampoco es como que no me fuera a comprar el ejemplar de la revista donde salgas con una toalla tapándote el..espera...¡YA TE RECUERDO!-

grita señalándolo como cuando se anota un gol

-¡Como pude olvidarte! ¡eres el Gentleman que salio en la revista cosmopolitan, en la sección del calendario!

Y de nuevo ríe, volviendo a la poción.

-¿Fuiste sensación no? todas las modelos de papá se preguntaban de donde habrías salido-

y hace ademán de hacer remembranza.

-Excepto Amanda, ella es un poco más grotesca, inclusive para hablar, lo que tiene de bonita lo tiene de bruta-

y le mira

-Por la cara que has hecho parece que la conocieras...¿No me digas que tambien te hice daño con ella?-

Hasta terapéutico podía resultarle su improvisado encuentro con la pelirroja. Pues las ventajas de no conocerse previamente abrían un mundo de posibilidades, aunque claro unas más agradables que otras.

Y aunque no era especialmente un Einstein, le gustaba pensar que no era tan vacío como los demás de su profesión, eso y que le funcionaban al menos más de un par de sus neuronas en cada proceso. Claro, eso le gustaba pensar. Además tan mal, tan mal en la universidad no le iba, y aunque había dejado ir, por la estabilidad de su relación, muchas conductas reprobables, existía el ligero temor de que estas regresasen, aunque muy en el fondo.

Ahí estábamos de nuevo, esa maldita publicación, que aunque me había pagado muy bien y me había lanzado a la fama, no dejaba de traerme “inconvenientes”, y el primero de ellos, aún recuerdo, fue cuando A, lo había visto, y de primera mano de nuestras compañeras en Salem. Había sido todo un relajo, pero las cosas habían salido más o menos bien.

Sonreí ligeramente incomodo por mi “descubrimiento”, pero escuche atentamente la pequeña historia de tabatha. Pues igual me sorprendía que frecuentara el mismo círculo, y no es porque no fuese guapa, por el contrario. Era que me asombraba aún, lo pequeño que era aquello círculo si uno lo veía en aquel punto.

Agregué intentando excusarme por dicha publicación. Pues… aún era más joven cuando la había hecho, y aún recordaba la cara de sorpresa cuando mi agente en aquel entonces me lo propuso (a veces pensaba que en son de broma), y había terminado accediendo.

Pero el último nombre que musito, hizo que casi se me cayera la boca de la impresión. Pues como antes había pensado, el mundo era pequeño… pero me costaba creer que hasta aquel nivel.

Carraspeé un poco, intentado no parecer más estúpido, de lo que ya la pelirroja seguramente se imaginaba, y me removí en mi lugar.

Pregunte con algo de incredulidad en la voz.

Volví a inquerir, intentando recordar a alguien como ella aquel día, pues aunque con las únicas personas que había estado eran su padre, ella y A. no recordaba a ninguna peliroja pululando por ahí.-

 Su cara de sorpresa y la manera de formular la pregunta. La carcajada de la chica besada por el fuego no se hace esperar. Es evidente que el rubio a malentendido el hilo del cuestionamiento y la risa no podría saberse a ciencia cierta y de primera impresión si es cuestión de burlas, pero la verdad es más solamente de gracia, la gracia que le hace a la señorita Levine el punto de que el no pueda entender su pregunta sencilla y se vaya por otro lado. Es obvio que le afecta en demasía lo que sea por lo que este pasando. Menea la cabeza como a sabiendas de que los líso pandrosos del amor no tienen pronto remedio. Es como  ver las nubes en el cielo nublado, que van y vienen y no importa cuanto se vayan, tarde o temprano volveran. La vida esta destinada a sobrevivir por encima inclusive de las lluvias viajeras y perdidas. Es el ciclo sin fin. No hay luz, no hay quien pueda iluminarnos a decirnos como debe ser el camino para espinarnos o herirnos menos, Tabatha lo sabe, lo ha vivido en carne propia, pero es quizá cuando has pasado por tantas dificultades que te das cuenta de lo que debes o no hacer en tu vida, principalmente para pasarla lo mejor posible.

Sonrie mirandole

y de nuevo ríe, pero se calla pronto. No quiere parecer tan loca e inmadura aunque uno no pueda ocultar sus raices. La poción va por buen camino y mientras más avanza, solo hace por checar que no pusiera ningun ingrediente mal, lo que le resultaria casi imposible de creer ya que ha preparado esa poción para su padre cientos de veces. Cuando eres un artista, esa poción estu mejor arma. Se rasca un poco el cuello y le mira.

suelta de tajo, como lo que ya le resulta normal.

Mezcla un poco mas y deposita una porción en un frasco que cierra perfectamente batiendolo de arriba a abajo entre sus manos cuidado que todo tome un color y consistencia uniforme. Lo observa deteniendo el mezclado un poco y comienza de nuevo mirandole de vez en vez. No es que espere una reacción por parte del rubio, pero el silencio tampoco le agrada. Ya le paso el tiempo de ser el bicho raro. Mira al fondo del salón aquel reloj de arena y mide  con estimación la hora del día. Luego solo sigue su trabajo. Le parece recordar a su padre apurandola por estar distraida cuando necesita esa poción lo más pronto posible.

Bueno, creo que por algo había nacido rubio, eso o andaba más perdido que de costumbre. Y aquello seguramente ya había sido captado por su perspicaz compañera.

Indique, soltando una pequeña risa, pues la tensión me había hecho pasar una mala pasada.

Y en aquellos otros, el nombre de A, se encontraba tatuado… pues de haber continuado en aquella agencia, muy probablemente no hubiese terminado de striper, como ahora… Y aquello era algo que no se había puesto a pensar hasta aquel momento, pues aquel mal día había preferido guardarlo en un cajón, y quedarse con lo sucedido después en las habitaciones abandonadas de su tío.

Agregue algo sorprendido de aquello, pues aún a pesar de lo sucedido, había yo creído que todo formaba parte de un mal entendido. Y además, de que me era muy difícil odiar a las chicas, no podía, no estaba en mis genes. De ahí, que muchas veces pecaba de ingenuo ante aquellas situaciones, bueno, menos mal que en aquella ocasión le había hecho caso…

Pero aquella espinita aún me calaba.

Digo, apartando como puedo, las ideas de aquella tarde. Pues tampoco es algo que desée. Pero es difícil, casi imposible… pues ella había sido mi vida, mi sol y mi luna… y estar lejos de todo aquello, era extraño, no tenía las palabras suficientes para describir mi extraño estado, y mi humor.

Pero como si la chica no acabara con las sorpresas, me espeta aquello que muchos conocidos solo contaban a sus más grandes conocidos. Aunque claro esta, aquel estado no era precisamente tan peligroso como el de él, pero a fin de cuentas, todo estaba en la intención.

La palabra muere en los labios, pues no es tan sencillo. Pocas personas conocían su estado, y muy seguramente sus símiles, por eso del aroma. Pero del resto, siempre había sido muy receloso en aquello, desde el especial cuidado en que ponía a su aspecto (por lo de las uñas largas y el exceso de pelo), hasta en sus hábitos alimenticios, pues aunque la carne cruda le sabía a gloria, prefería no llamar tanto la atención con aquello. Pues nunca sabía, cuando alguien “inadecuado” podía estar escuchando.

El silencio se prolonga, y por el rabillo observa a su compañera. Pues se nota a leguas que aquello del silencio no iba mucho con ella, y en general con los músicos.

Río, por lo cómico que todo se me hace y vuelvo para mirarle.

Era la primera vez que lo decía con tal soltura, pero que demonios… lo peor ya había pasado, ¿o, no?.