Madrugada tormentosa

Le estaba dando vergüenza ajena el comportamiento de Kitty, trataba de disimularlo a toda costa pero le causaba hasta cierto punto gracia trágica que tratara de evadir que le gustaba Thomas. Negó con la cabeza mientras sostenía a su amiga hasta que Thomas llegara a ayudarle.

Y lo hizo. La tomó como si fuese una niña y pese que solamente era para ayudarle a colocarle en su cama, no pudo evitar sentir celos a los que solo dejó salir mediante una media sonrisa y rodando los ojos.

-No vamos a tardar Kitty, es por tu bien, no puedes ni caminar –

Lo que la hizo extrañarse aún más y que sus mejillas se encendieran como las llamas del averno por los celos era que el navajo sabía que ella tenía un termo con infusiones o quien sabe que cosas en su habitación. Si el pretendía que no se iba a dar cuenta de ello, estaba muy equivocado, le ponía mucha atención a todo lo que decía, quizá demasiada atención.

¿Cómo sabía que tenía esas cosas? Se paró en seco y se cruzó de brazos, observando como caminaba bien natural para llevar a la presidenta Theta a su dormitorio. En su rostro se podía ver el enojo, los celos y las ganas espantosas de arrojar a los dos sobre el balcón y ver como se partían la cabeza como si fuesen sandías. Exhaló pesadamente y arqueó una ceja, pretendió no haber escuchado nada y mejor continuo con su buena acción de la noche. Ya la había cagado una vez, no permitiría que le sucediera de nuevo aunque en esta ocasión hubiera un motivo real.

-sí, claro. Lo que sea, Thomas…


Lo tomó del brazo y aparecieron dentro del dormitorio de Kitty, le daría aviso a algunas theta para que se hicieran cargo de su presidenta. Ella no dejaba de mirarla con molestia ni a el tampoco pero ya tendrían otro momento para hablar sobre eso, mientras tanto ella debía pensar en el mejor de los castigos para Bridget y para Kimberly, pues habían dejado que Kitty subiera hasta arriba.