Mente abierta

Desde que estaba muy chica le había intrigado el funcionamiento de la mente y de sus componentes. Al ser la única que llevó una relación más o menos estrecha con su abuelo materno Johann Den Adel (quien durante años fungió como el Jefe del departamento de Psiquiatría Mágica en San Mungo ) le tomó especial estima a sus conversaciones con respecto al cerebro como parte importante de la magia. Laise no sabía de su pasado como un consumado mago oscuro, a pesar de los rumores y de lo que su madre siempre decía de él, así que simplemente dejó de ver sus pláticas como eso y poco a poco se convirtieron en sus aspiraciones. No iba a estudiar lo mismo que su abuelo, pero lo de lo que sí estaba segura es que su interés por la Legeremagia era en serio.

 Además de llevar las materias propias de la carrera y las de tronco común, Laise siempre leía algunos temas referentes. Le intrigaba saber que secretos escondía la mente humana y como podía descubrirlos. No tenía mucho de haberse inscrito al curso de Teoría de la Mente y lo había hecho a escondidas de todos, si se topaba conocidos dentro del curso pues ya hablaría con ellos, para que le hicieran el grandísimo favor de mantener la boca callada.

Después de lo que había sucedido con su vida los últimos meses pues necesitaba retomar de nuevo su carrera y dirigirla hacia el camino que nunca debió abandonar.  Por parte del consejo escolar, se le asignó que su profesor sustituto, Laise casi muere de un infarto al darse cuenta que sería nada más y nada menos que Auberon Wardwell.  El profesor titular había tenido unas complicaciones de salud que lo habían obligado a dejar el país indefinidamente y ahora tenía que estar viendo al padre de Charlotte y Lucienne Wardwell casi todos los días.


Ese día se levantó muy temprano, como era su costumbre, tomó Derecho Constitucional como primera clase en el día y luego vió los principios de la Economía de los Duendes. Dieron exactamente las 1:53pm y metió velocidad a su paso. Tenía que estar a las 2pm en punto para que la clase comenzara. Corrió lo más que pudo y llegó al aula magisterial. Respiró profundo y se acomodó el cabello para no lucir agitada y tocó la puerta tres veces para entrar. No accesaría hasta que Auberon le diera permiso.

Si había un curso que Marcellus no podía dejar de tomar era Teoría dela Mente. Su aspiración a ser Legeremago lo había llevado a consultar todos los libros disponibles sobre el tema, de todos los medios que se pudieran encontrar, había utilizado el nombre de su familia para conseguir algunos que al parecer "no existen" o están fuera de impresión. Ah, textos antiguos, escasos y de amplio interés para su curiosidad, justo lo que más le gustaba adquirir.
 
No era la primera vez que tomaba un seminario parecido al de Teoría de la Mente, Marcellus empezó a tomar los seminarios magistrales que le interesaban desde que tuvo oportunidad de hacerlo. Cada vez que un profesor nuevo se encontraba iniciando en la institución y el contenido del seminario era alterado, aunque fuera ligeramente, Marcellus se aseguraba de ver el programa.
 
Ahora era un nuevo seminario que simplemente no podía pasar por alto, era de vital importancia para sus planes el conocer todo aquello que los libros simplemente no le pueden enseñar. La guía de un maestro es invaluable, así que le era importante tomar provecho de la ocasión.
 
Hizo todo lo que pudo y logró hacer espacio en su agenda para el seminario, el reintegrarse a la facultad le llevaría un ritmo algo demandante por un tiempo, pero no es como si hubiera dejado de dormir por divertirse antes, así que por lo menos en esta ocasión era con un fin educativo.
 
Se encaminó al aula y vio a Laise, formal y elegante como la recordaba, llamar a la puerta. Marcellus se detuvo a un a lado de ella, mirando entre la puerta y la chica.
 

"¿Está cerrada? Oh no, pensé que estaba a tiempo" exclamó mirando su reloj de pulsera y frunció el cejo. En efecto, estaban a tiempo, el aula aún no debería estar cerrada. 

Miró a la puerta y luego a Laise de nuevo, no quiso pasar de largo el detalle de cortesía de la chica al llamar a la puerta, después de todo ella había llegado primero, aunque quisiera entrar de una vez.

-Está a tiempo, señor Lovecraft, no tiene nada de qué preocuparse.
 
Dijo la voz de Auberon Wardwell detrás de la joven pareja de alumnos. Había decidido que las sesiones que se harían mientras él fuera suplente, sería de dos en dos, con trato más personalizado y mejores posibilidades de realmente enseñarles algo, que fuera más allá de lo teórico. Las parejas se habían decidido mediante una rifa y ahí estaban los resultados. No había nadie más al otro lado de la puerta.
 
Enfundado en un traje sastre, con el porte serio de siempre, se abrió paso entre los dos para abrir la puerta. No tuvo el descuido de mirar a Laise de reojo o alguna niñería así a pesar de que tuviera curiosidad de lo que encontraría en su mente luego de lo sucedido en el sótano. Simplemente hizo que la puerta cediera con un encantamiento y permitió que los alumnos pasaran antes.
 
-Ahora sus clases, al menos mientras llega el nuevo profesor de planta, serán de dos en dos. A mi me gusta dar tratos personalizados y creo que poniendo atención a un alumno o dos a la vez, es ganancia para todos.
 
No se presentó porque, ¿quién no conocía a Auberon Wardwell, heredero de la que era quizá la mayor fortuna del país, y el monopolio más imponente de todos?. No necesitaba decirles quién era, ni tampoco darles a entender que si estaba ahí era como un favor a su amada universidad, no por otra cosa.

Les indicó que se sentaran en los pupitres que estaban en primera fila y él se colocó de pie frente a su propio escritorio. 
 
-Ahora díganme sus nombres y el porcentaje de avance que consideran que llevan desde que empezaron su formación como legeremagos, si practican también la oclumancia y si han logrado desarrollar algún hechizo que involucre el control mental. Y estoy esperando que me sorprendan.

Mediante un gesto de total seriedad, Laise aceptó el compromiso que significó que Auberon fuera su profesor en teoría de la mente que era hasta un punto muy absurdo. Sabía que no era del agrado del hombre desde lo que pasó con Adrien Morgan, así como tampoco él le caía muy en gracia. Dejó ese miedo que estuvo torturándola durante días, ¿qué tan malo podría ser que el padre de tu amiga a la cual traicionaste con su prometido te diera clases? Está de más mencionar que parte del conocimiento que obtendría en esas clases era para detener las horribles pesadillas que tenía desde aquella vez que, sin que lo supiera el Vater Familias de la fam. Wardwell la aprisionó y junto a su hija la violentaron de horribles formas.

Al entrar al aula, solo vio dos asientos, se sentó del lado izquierdo sin dejar de mirar a Auberon, asintió al entender perfectamente las instrucciones del profesor. Realmente había leído poco, pero sustancioso, no había practicado alguna clase de hechizo aunque pensándolo bien, si lo había hecho aunque no precisamente como parte del estudio de la legeremagia.

-Laise Den Adel, 30%, No practicante y sin hechizo alguno- No le importaba si lo sorprendía de una mala forma, al verse ignorante y hasta cierto punto insolente. Estaba ahí para aprender, le demostraría a Auberon que no era tan fácil quebrarla como aparentaba, aún existía la vena obstinada Den Adel en ella y haría lo imposible por salir de ahí siendo una legeremaga consumada.

Al terminar de hablar volvió su cabeza hacia Marcellus, cruzandose de brazos esperando a que el hiciera lo propio y dijera cuales eran sus avances. Seguramente el iría mucho más avanzado en el tema, Laise pensaba que sería una buena idea acercarse al joven con respecto a ese tema, dejando de lado la amistad que los unía. Estaban entrando a un terreno en el que no se permitían estar inestables mentalmente y pese a Laise estaba hecha un lío, no quitaría el dedo del renglón.

Al escuchar que se dirigían a él, Marcellus levantó la vista para ver al que sería su profesor del curso. No esperaba ver a Auberon Wardwell pues no era común que el hombre diera cursos en la escuela. En alguna ocasión lo había visto en el Club de Duelos y sabía por parte de su tío Kael que Auberon era parte del Consejo Escolar, pero el verlo como catedrático era algo distinto.
 
Se hizo a un lado para que Auberon entrara primero al aula y escuchó con atención como sería el formato del curso, encontrando que era interesante y ahora que lo pensaba, adecuado para la naturaleza del curso que no fuese una cátedra con un grupo grande. El hecho definitivamente hacía el trato más personal, aunque también lo convertía en algo de más presión y expectativa, aunque eso no debería presentar problema alguno, él estaba ahí porque quería aprender.
 
Escuchó las palabras de Laise, centradas y directas. Entrecerró los ojos preguntándose que podría estar molestando a Laise, pero no era el momento ni el lugar, por lo que lo dejó pasar.
 
"Marcellus Lovecraft," inició cuando Laise le cedió la palabra con una mirada, "Entre 40% y 45% de avance teórico, 35% a 40% práctico, dependiendo de su criterio, he tenido más práctica en oclumancia que en legeremancia, pero no considero estar en un nivel de competencia…" su práctica había sido con sus parientes, la verdad le había costado más jaquecas de las que podía recordar, pero ese era el punto.
 
Prosiguió con cuidado para contestar la siguiente pregunta, "Tengo conocimiento de un hechizo relacionado con efectos mentales, pero no lo desarrollé yo, no es de control mental directo, sino de ataque."
 
Delirium, el hechizo creado por Selene Lovecraft, Jefa de la Familia, cuyo objetivo, básicamente, era el de volver loco a tu oponente. Marcellus no lo practicaba seguido, era un hechizo difícil de dominar. 

No esperaba sorprender al hombre, simplemente aprender algo de el, quien por obvias razones, tenía dominio de un arte que Marcellus le fascinaba.

Al menos no le hacían perder el tiempo. Se hubiera sorprendido de mala manera si hubieran intentado impresionarlo aunque fuera mintiendo, pero la buena sorpresa se la llevó cuando Laise fue tan honesta respecto a sus avances.

-Bien, con los dos podemos empezar con lo básico de la práctica entonces. Vamos a olvidarnos de la teoría por un momento, quizá excepto la parte en la que se piensa que estamos ante la posibilidad de “leer la mente”. Ese concepto es muy burdo. Estamos, más bien, ante la posibilidad de reconocer a nuestro igual de maneras mucho más profundas, sus debilidades y sus fuerzas, sus sueños más anhelados, su verdadera esencia.

Se irguió un poco más y miró fijamente a Marcellus Lovecraft. Su familia tenía buenas ramas de adivinos que se preciaban, y tenían bastante dinero, pero su influencia en el país estaba muy por debajo del promedio de otras familias poderosas, porque siempre habían preferido mantenerse al margen en lugar de hacerse espacio en el sistema. Posibilidades prometedoras a las que les sacaban muy poco jugo, aunque quizá la juventud tuviera mejores miras.

Por otro lado, Den Adel estaba actualmente en un muy mal momento, pero era joven y si demostraba su valía y dejaba de fingir que tenía algo entre manos para de verdad tenerlo, cualquier cosa podía pasar.

-Vamos a empezar con el hechizo básico, supongo que ya lo conocen aunque sea de oídas. Lovecraft, tú se lo aplicarás primero a Den Adel. Den Adel, no quiero que pongas resistencia, quiero ver hasta donde puede llegar en lo básico. Adelante. Lovecraft, una vez que hayas salido de su mente, tendrás que describir lo que viste. Y no quiero que guardes detalles o lo sabré.


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Ustedes pónganse de acuerdo en cuánto avanza Marcellus y cuánto no. Los pensamientos a los que tenga acceso tendrán que ser recientes e intensos, un enamoramiento, un enojo explosivo, una pelea con un ser querido, un deseo  particularmente fuerte. Y ya voy a actualizar diario, lo juro por mis hijas.

Miró a Laise, silenciosamente pidiendo permiso y esperando que ella estuviera de acuerdo en abrir su mente para que hicieran el ejercicio, ambos habían contemplado el practicar el uno con el otro antes, pero esto era más oficial porque ya estaba un Tutor observando, no era igual que cuando Marcellus practicaba con sus primos bajo la supervisión de su padre, porque Laise no era parte de su familia y se sentía algo extraño indagando en su pensamiento, porque era su amiga… si fuese otra persona otro sería el caso.
 
Sin embargo uno no podía escoger siempre, así que haría esto lo mejor que pudiera, como sabía que Laise lo haría en su llegado caso. 
 
Se movió para quedar frente a Laise, mirándola fijamente a los ojos y alzando la varita para hacer el hechizo, concentrándose en la técnica y la forma, buscando entrar en un espacio en su mente.
 
"Legeremens."
 
Lo primero que vio fue a Laise discutiendo con Lucian, entre gritos y acusaciones parecía que Laise estaba por decirle a su hermano hasta lo más indeseable, todo por… Oh… Thomas Chee… había un fuerte deseo entrelazado con el Navajo que se única en un ataque de celos el cual había tomado más de lo que Laise pudo soportar. Pudo verla dejarse caer en una adicción como resultado de haber perdido el control de su vida, hasta que todo se bloqueó y cerró con el nombre de una institución de rehabilitación.
 
Cerró los ojos, podía ver cosas relacionadas principalmente con esos tres sucesos, ligadas y adjuntas, hasta que se retrajo de la mente de Laise. Frunció el cejo, armando una línea de sucesos y esperando que Laise no se molestara con él por hablar sobre lo que había visto. Ahora estaba agradecido que la clase fuera en parejas, haciendo todo el asunto más interno.
 
Tragó saliva y bajó la varita, abriendo los ojos parpadeando varias veces, "Durante una fiesta… Laise estaba discutiendo con Lucian, el conflicto fue considerablemente fuerte… pude ver desde la perspectiva de Laise a Thomas Chee diciendo que iría a ver… Odille… Dejándola sola después de eso…También pude ver diferentes lugares… bares y establecimientos por el estilo… lo que más vi en esa línea fue el reflejo de Laise en el espejo detrás de la barra… y lo último que vi fue la entrada del Hospital Sir Greystone."
 
Sabía que Laise había ido a rehabilitación creía haber escuchado a Kael haber mencionado a el Hospital Sir Greystone, era una centro psiquiátrico especializado en el mundo mágico. 

Parpadeó unas cuantas veces y luego miró a Auberon, esperando por su palabra.

Todo pasó muy rápido, trató de que Marcellus no viera toda la porquería que llevaba en la cabeza pero cuando quiso hacer algo al respecto ya era demasiado tarde. Él entró con relativa facilidad y eso le preocupó demasiado, oponer tan poca resistencia a un legeremago implicaba que su mente era mucho más débil de lo que imaginó. Durante la inspección mental, su respiración se agitó y su frente no pudo evitar más que perlarse en sudor, aquella experiencia le había dejado bastante inquieta.

Miró a Marcellus con recelo, no voluntariamente si no que había visto en los rincones más oscuros de su mente, pese a que ya sabía el proceder de la legeremagia no dejó de sentirse invadida aunque fuera por una persona como lo era el joven Lovecraft que para ella era mucho más que un simple amigo. Respiró un par de veces para controlarse, y luego volvió a ver a Auberon, esta vez ya no había ni una clase de orgullo tonto, era más bien como un desafío, quería que le enseñara todo respecto a esa habilidad, absolutamente todo.

No pudo esperar a que Auberon le diera la orden, le hizo la señal a Marcellus para que tomara asiento, ahora sería ella quién se adentrara en su psique y vería con detalles que secretos ocultos mantenía su amigo. Se levantó de la silla y limpió su sudor con la manga de su blusa, no estaba de humor para los modales y pedirle a algún amable caballero un pañuelo. Esperaba que tomar la iniciativa no le molestara a Wardwell, aunque realmente no le importaba mucho.

-Legeremens-

Lo que vió fue verdaderamente duro, jamás creyó que alguien como Marcellus hubiera pasado por tanto, veía algún lugar en Europa unos tipos lo estaban tratado de matar por ser mago y encima Lovecraft –-Fue perseguido por unas personas que descubrieron que era un mago y además un Lovecraft, estuvo a punto de morir… Siguió observando con detalle y notó a su padre recriminándole el por qué llevaba una cicatriz muy peculiar en la espalda. -Tuvo un fuerte disgusto con su padre, por el proceder de una cicatriz que lleva en la espalda, Marcellus no recuerda como se la hizo Lo que vino a continuación la puso en un terrible aprieto, ella también comenzó a sudar en frío pues lo que estaba viendo era demasiado fuerte. Aquel encuentro con Claude Darcy que terminó en aquel momento fragmentado de la mente del joven. De todos era el que más se le dificultaba describir pues el hecho de que alguien tuviera la certeza de fragmentar la memoria le ponía los pelos de punta. Tuvo un encuentro muy pasional con Claude Darcy pero no puedo ver más allá, su mente está fragmentada desde ahí…

Salió de su mente y se le quedó mirando con suma extrañeza y terror a Marcellus, ¿de verdad había estado guardando todo aquello? Era demasiado incluso para él, no le hubiera extrañado que explotara un día de estos, con tanta mierda en su cabeza, justo como ella.

Pedirles que dijeran en voz alta lo que habían visto no era una cuestión de hacerlos sufrir y de ponerlos en evidencia entre ellos mismos, era una cuestión de fuerza y voluntad, aunque quizá ellos no lo vieran así en ese momento. A Auberon le interesaban bien poco los líos amorosos, estudiantiles y escándalos que sufrieran ambos, o cualquier otro alumno que se presentara por ahí, su interés radicaba en otros matices.

Observó el proceso de Marcellus con un gesto de aprobación, lo hacía bien y se notaba que había hecho buenos avances teóricos que se veían reflejados directamente en la nitidez con la que cachaba las imágenes. Estuvo a punto de hablar cuando Laise decidió ignorar olímpicamente su autoridad y hacer el hechizo sin ninguna clase de indicación, sin embargo debió admitir que también lo hizo bien, aunque no sabía hasta que punto eso era gracias a la benevolencia de Marcellus y que tanto a su talento.

-Lovecraft, primero vamos contigo. Necesitas controlar tus emociones, si involucras demasiado el corazón cuando practique la legeremancia comenzarás a autoimponerse barras. No te estoy sugiriendo que conviertas tu corazón en piedra, pero que sí  que pongas en una balanza tus escrúpulos, no siempre vas a poder pedir permiso para ahondar en los pensamientos de alguien.

Luego miró a Laise. Los recuerdos de lo acontecido en el sótano lo hacían sonreír por dentro, pero no se le notaba. Y claro, aprovecharía cada oportunidad para seguir siendo un hijo de puta con ella de ser preciso, como en ese instante.  

-En cuanto a ti, tienes que aprender que la impulsividad no siempre es sinónimo de arrojo. Ser impulsiva no te va a hacer ganar respeto ante nadie. Quiero pensar que es buena en lo que hace, pero ahora nunca lo sabremos, ¿verdad? O al menos no por el momento. Van a repetir el ejercicio, aunque esta vez tendrán que ponerse resistencia el uno al otro y tendrán que evocar recuerdos específicos, engañarse. Al final terminarán exhaustos pero no vamos a tener contemplaciones, la legeremancia no es para los débiles. Estoy justo aquí.


- Pueden hacer un último post, por aquello de la experiencia. Luego, on rol, diremos que tuvieron una sesión a la misma hora cada miércoles y cada viernes durante un mes. Pueden hacer uso de su habilidad una vez que se cierre este tema en cualquier tema nuevo, recuerden que se necesitan tiradas y sabiduría, a menos que se pongan de acuerdo con el user respectivo-