The Art of Loss
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The Art of Loss
Estaba hecha una furia. La vergüenza que le habían hecho pasar todos en la cena de caridad auspiciada por Violet jamás la podría olvidar, no se lo perdonaría a Bill, le tenía cierto aprecio por haber sido algo así como su amor platónico durante un tiempo pero ahora que lo conocía más a fondo y en terrenos mucho más reales merecía que le cortara la lengua con un atisador al rojo vivo por lo ruin que podía ser. Apareció en su cuarto y comenzó a quitarse los aretes y el anillo que llevaba, arrojandolos a la cama, dejó el bolso sobre su peinador y se sentó frente a él. Tomó e cepillo y comenzó a cepillarse el cabello con fuerza.
No podía con la magnitud del problema en el que se había metido. Jamás pensó en las terribles consecuencias de liarse con alguien como Thomas Chee. Había sido una completa idiota, dejarse embaucar por él y sus muy encantadores labios, se odiaba por haberle creído todo y por haber pretendido querer cambiar a su costa. Sí, el era un sueño de hombre físicamente, a Laise siempre le gustó desde que lo había conocido. Esa imagen de pordiosero insalubre y rudo le ponía y demasiado pero jamás consideró que pudo haber dejado todo por él y su “relación”. Maldecía en alemán cada que recordaba ese momento en el que se sinceró con él después de la fiesta de Harley.
Contenía las lágrimas de una forma extraordinaria, no lloraría, no le daría el placer de saberse derrotada. Le haría pagar cada una de las palabras “bonitas” que le dijo, por que fueron falacias. Ahora comprendía todo, seguramente Kitty ahogaba sus penas en alcohol después de que la destituyeran de la presidencia por culpa de Thomas. La única ventaja que tenía era que logró despertar de ese sopor en el que la tenía sometida el navajo, había despertado antes de que fuera demasiado tarde. Se levantó del taburete y arrojó el cepillo hacia el espejo rompiendolo en miles de pedazos, nadie le juagaba sucio a un Den Adel sin pagar las consecuencias y mucho menos a Laise.
-Soy una idiota! Una reverenda estúpida! -- gritó con fuerza y de inmediato se apareció en el dormitorio de Thomas.
Le pondría las cosas muy en claro, vería que fue un tremendo error jugar así con ella, hablaría con él pero esta vez ella sería quien pusiera las condiciones. Se vengaría de la forma más vil que podía; enamorándolo para luego deshecharlo como el trapo sucio que era. Tocó la puerta de su récamara, sin importarle que tal vez su compañero estuviera también en el.
-Thomas, necesitamos hablar-
----------------------
Off: PRIVADISIMO!! ¬¬
No podía con la magnitud del problema en el que se había metido. Jamás pensó en las terribles consecuencias de liarse con alguien como Thomas Chee. Había sido una completa idiota, dejarse embaucar por él y sus muy encantadores labios, se odiaba por haberle creído todo y por haber pretendido querer cambiar a su costa. Sí, el era un sueño de hombre físicamente, a Laise siempre le gustó desde que lo había conocido. Esa imagen de pordiosero insalubre y rudo le ponía y demasiado pero jamás consideró que pudo haber dejado todo por él y su “relación”. Maldecía en alemán cada que recordaba ese momento en el que se sinceró con él después de la fiesta de Harley.
Contenía las lágrimas de una forma extraordinaria, no lloraría, no le daría el placer de saberse derrotada. Le haría pagar cada una de las palabras “bonitas” que le dijo, por que fueron falacias. Ahora comprendía todo, seguramente Kitty ahogaba sus penas en alcohol después de que la destituyeran de la presidencia por culpa de Thomas. La única ventaja que tenía era que logró despertar de ese sopor en el que la tenía sometida el navajo, había despertado antes de que fuera demasiado tarde. Se levantó del taburete y arrojó el cepillo hacia el espejo rompiendolo en miles de pedazos, nadie le juagaba sucio a un Den Adel sin pagar las consecuencias y mucho menos a Laise.
-Soy una idiota! Una reverenda estúpida! -- gritó con fuerza y de inmediato se apareció en el dormitorio de Thomas.
Le pondría las cosas muy en claro, vería que fue un tremendo error jugar así con ella, hablaría con él pero esta vez ella sería quien pusiera las condiciones. Se vengaría de la forma más vil que podía; enamorándolo para luego deshecharlo como el trapo sucio que era. Tocó la puerta de su récamara, sin importarle que tal vez su compañero estuviera también en el.
-Thomas, necesitamos hablar-
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Off: PRIVADISIMO!! ¬¬
- Laise Den Adel
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Re: The Art of Loss
Los delta tenían habitaciones individuales, eso siempre era una ventaja cuando se trabajaba casi todo el día y lo último que se quería era llegar a escuchar a alguien que no entendía el cansancio de uno. Ese día había tenido dos pruebas por la mañana y se había desvelado para acabar de estudiar, había planeado tomar una siesta pero no pudo porque tuvo que hacer un viaje corto para recoger unas muestras para los sanadores, había tenido que ir él porque era en un lugar cerca de la reserva navajo y siempre le dejaban eso a él.
Se había duchado alrededor de las once de la noche, luego de eso había comido un par de emparedados y se había ido a dormir, molido por el día, ni siquiera había podido hablar con Laise o con Juli, y eso que su hermana estaba en su misma fraternidad. No estaba seguro de cómo se sentía por haber dejado de ser la presidenta pero a él le había agradado la idea, ya estaba demasiada delgada por todo lo que se estresaba, necesitaba descansar más.
Apenas se recostó en su cama cayó dormido, ni siquiera logró acomodarse bien, estaba sobre las mantas y ya. De un momento a otro sintió que un sonido interrumpía su sueño, unos golpes continuos, no reaccionó inicialmente porque creyó que se trataba de alguna alucinación pero al escuchar nuevamente el sonido se levantó de golpe, se sentó en la cama durante algunos segundos hasta que escuchó la voz de Laise hablarle desde el otro lado de su puerta.
No se imaginaba qué estaba haciendo allí pero su primera reacción fue enojarse un poco, así le pasaba cuando lo despertaban cuando necesitaba tanto de un buen sueño. Pasó las palmas de sus manos sobre su rostro para intentar despertarse un poco más y se levantó finalmente, estaba en ropa interior pero si era Laise no había necesidad de ser tan pudoroso como cuando bajaba a sabiendas de que Madison podía estar en la sala de convivencia.
-Dime, qué necesitas.-no intentó ser maleducado pero estaba agotado, pensó que debía ser por alguna cosa importante que estaba allí afuera, la hizo pasar sin preocuparse por ponerse ropa encima, estaban saliendo y no iban a jugar ahora a que jamás se habían visto desnudos.-
Abrió un poco más la puerta y con un brazo la invitó a entrar, bostezando aún y con la imperiosa necesidad de recostarse nuevamente en su cama. Cerró la puerta detrás de Laise y se fue a sentar a la cama esperando a que le dijese qué sucedía.-¿Está todo bien?-apenas notaba su semblante serio, se preocupó, se levantó de la cama y fue hasta donde estaba ella para quedar cerca, podían seguir en aquel limbo pero se preocupaba por ella.-
Se había duchado alrededor de las once de la noche, luego de eso había comido un par de emparedados y se había ido a dormir, molido por el día, ni siquiera había podido hablar con Laise o con Juli, y eso que su hermana estaba en su misma fraternidad. No estaba seguro de cómo se sentía por haber dejado de ser la presidenta pero a él le había agradado la idea, ya estaba demasiada delgada por todo lo que se estresaba, necesitaba descansar más.
Apenas se recostó en su cama cayó dormido, ni siquiera logró acomodarse bien, estaba sobre las mantas y ya. De un momento a otro sintió que un sonido interrumpía su sueño, unos golpes continuos, no reaccionó inicialmente porque creyó que se trataba de alguna alucinación pero al escuchar nuevamente el sonido se levantó de golpe, se sentó en la cama durante algunos segundos hasta que escuchó la voz de Laise hablarle desde el otro lado de su puerta.
No se imaginaba qué estaba haciendo allí pero su primera reacción fue enojarse un poco, así le pasaba cuando lo despertaban cuando necesitaba tanto de un buen sueño. Pasó las palmas de sus manos sobre su rostro para intentar despertarse un poco más y se levantó finalmente, estaba en ropa interior pero si era Laise no había necesidad de ser tan pudoroso como cuando bajaba a sabiendas de que Madison podía estar en la sala de convivencia.
-Dime, qué necesitas.-no intentó ser maleducado pero estaba agotado, pensó que debía ser por alguna cosa importante que estaba allí afuera, la hizo pasar sin preocuparse por ponerse ropa encima, estaban saliendo y no iban a jugar ahora a que jamás se habían visto desnudos.-
Abrió un poco más la puerta y con un brazo la invitó a entrar, bostezando aún y con la imperiosa necesidad de recostarse nuevamente en su cama. Cerró la puerta detrás de Laise y se fue a sentar a la cama esperando a que le dijese qué sucedía.-¿Está todo bien?-apenas notaba su semblante serio, se preocupó, se levantó de la cama y fue hasta donde estaba ella para quedar cerca, podían seguir en aquel limbo pero se preocupaba por ella.-
- Thomas Chee
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Re: The Art of Loss
Era increíble, de verdad increíble. Debía darle crédito, Thomas demostraba que era un excelente actor, por poco y le cree ese cuentito del novio preocupado y protector. Si no fuera porque la rabia que la alemana sentía en ese momento era grandísima, pudo haber olvidado todo e ir corriendo a sus brazos y decirle que en realidad lo quería, pero no sería así. Ya se había dado cuenta de sus intenciones y no podía sentir más que asco por todo lo que representaba Thomas Chee y su asquerosa fraternidad.
Lo veía de arriba hacia abajo, despectivamente, afirmándose así misma que por un tipo como él CASI manda todo al demonio. En ese momento, llegó como una epifanía los rostros de Mina, Madison y en especial el de Violet diciéndole un rotundo y duro “te lo dije”. Entró al cuarto de Thomas, hecha una furia, puso sus manos en la cintura para apoyar todo su peso y tratar de controlar toda su ira. Observó al piso y esperó a que el navajo cerrara la puerta. No podía siquiera mirarlo a la cara sin querer destruírsela con sus propias manos, deshacerle esa mueca de suficiencia que siempre mantenía.
”Dime, qué necesitas.-“ Esa frase le había calado hasta el fondo. Con cada segundo que pasaba más estaba segura de que la conclusión a la que había llegado era la correcta. Era un malnacido, cómo alguien podía jugar así con los sentimientos de una persona como si fueran cualquier cosa. Laise lo llegó a querer muchísimo, tanto que perdió la cabeza por él en tan poco tiempo de estar saliendo y eso le provocaba unas tremendas náuseas. Se llevó un par de dedos al tabique para tratar de calmarse y respiró profundamente antes de mirarle a la cara.
-No, pero lo estará. Déjame preguntarte algo ¿Recuerdas lo que hablamos en el observatorio la noche del cumpleaños de Harley? No, estoy mal, perdón, es decir ¿Sabes por qué Kitty Likens ya no es presidenta de TPA? dijo con desdén y mirándolo con repugnancia. Deseaba con toda su fuerza gritarle en la cara que ya sabía todo, que ya sabía los motivos por los cuales había salido con ambas, quería simplemente tomar su varita y conjurar la maldición de la tortura en él hasta que llevarlo a la locura. Se contenía de escupirle en la cara y decirle lo poco hombre que era, pero no, por él dejó de ser una dama y no le daría el gusto de verla convertida en una gata arrabalera sin clase y sin educación como lo era él.
-¿No? Por supuesto que no lo sabes, es muy conveniente que no lo sepas. Por ti, Chee, Kitty ya no es presidente por ti ¿Sabes lo que significa cierto?...Significa que ya no tienes porque fingir, Raven, ya lo sé todo-
Lo veía de arriba hacia abajo, despectivamente, afirmándose así misma que por un tipo como él CASI manda todo al demonio. En ese momento, llegó como una epifanía los rostros de Mina, Madison y en especial el de Violet diciéndole un rotundo y duro “te lo dije”. Entró al cuarto de Thomas, hecha una furia, puso sus manos en la cintura para apoyar todo su peso y tratar de controlar toda su ira. Observó al piso y esperó a que el navajo cerrara la puerta. No podía siquiera mirarlo a la cara sin querer destruírsela con sus propias manos, deshacerle esa mueca de suficiencia que siempre mantenía.
”Dime, qué necesitas.-“ Esa frase le había calado hasta el fondo. Con cada segundo que pasaba más estaba segura de que la conclusión a la que había llegado era la correcta. Era un malnacido, cómo alguien podía jugar así con los sentimientos de una persona como si fueran cualquier cosa. Laise lo llegó a querer muchísimo, tanto que perdió la cabeza por él en tan poco tiempo de estar saliendo y eso le provocaba unas tremendas náuseas. Se llevó un par de dedos al tabique para tratar de calmarse y respiró profundamente antes de mirarle a la cara.
-No, pero lo estará. Déjame preguntarte algo ¿Recuerdas lo que hablamos en el observatorio la noche del cumpleaños de Harley? No, estoy mal, perdón, es decir ¿Sabes por qué Kitty Likens ya no es presidenta de TPA? dijo con desdén y mirándolo con repugnancia. Deseaba con toda su fuerza gritarle en la cara que ya sabía todo, que ya sabía los motivos por los cuales había salido con ambas, quería simplemente tomar su varita y conjurar la maldición de la tortura en él hasta que llevarlo a la locura. Se contenía de escupirle en la cara y decirle lo poco hombre que era, pero no, por él dejó de ser una dama y no le daría el gusto de verla convertida en una gata arrabalera sin clase y sin educación como lo era él.
-¿No? Por supuesto que no lo sabes, es muy conveniente que no lo sepas. Por ti, Chee, Kitty ya no es presidente por ti ¿Sabes lo que significa cierto?...Significa que ya no tienes porque fingir, Raven, ya lo sé todo-
- Laise Den Adel
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Re: The Art of Loss
Al entrar lo hizo como un huracán, como una tormenta de desierto no anunciada que aparecía sin razón aparente, lo había dejado algo atontado con ese andar iracundo y la forma en la que le hablaba. Ni siquiera lo había saludado, no esperaba una disculpa por el hecho de haberlo despertado pero si lo hacía esperaba que fuese por un buen motivo, esperaba que no fuese otra tontería acerca de Odille que ya le había dicho que ese tema era intocable.
Ya debía de haberse enterado que había estado con ella en el tributo a Queen y que se había quedado con ella luego del incidente, ¿pero qué esperaba? Odille había estado herida y él no podía con la culpa de no haber sido capaz de hacer algo mejor por ella, además no era como si hubiese desaparecido del mapa, le había respondido a cada mensaje que le había enviado e inclusive fueron a comer hacía sólo un par de días, esa reacción parecía no salir de ningún lado.
Cuando mencionó el nombre de Kitty el que tuvo que calmarse fue él, iba a comenzar con aquel tema del maldito termo que ya le había explicado. Parecía que esperaba que fuese a olvidar cualquier cosa que hubiese sentido por una chica que le hubiese gustado antes de ella, él estaba haciendo las cosas bien, la respetaba y la quería. Recordaba lo que le había dicho y se lo iba a repetir, al menos la parte a la que creía que se refería.
No le gustaba el modo en el que lo miraba, le parecía idéntico al de sus amigas de fraternidad, había notado cada uno de esos movimientos de desdén que parecían nacer de algún punto que él desconocía. Sus manos se contrajeron pronto del fastidio que eso le causaba, no quedaba más de esa paciencia que había intentado tenerle, lo que ella continuó diciendo no ayudó a que se calmase y si no fuese una mujer ya la hubiese golpeado.
-¿Qué carajo sabes? Estoy tratando de tenerte paciencia Laise pero no voy a aguantar que sigas así, dime de una vez a lo que viniste en vez de estar hablándome de Kitty.-aunque ya no sintiese alguna cosa por la theta le gustaba protegerla, creer que de alguna forma correspondía a lo que pudo haberse traducido como amabilidad de su parte.-¿Ya sabes qué? Dímelo.
Ya debía de haberse enterado que había estado con ella en el tributo a Queen y que se había quedado con ella luego del incidente, ¿pero qué esperaba? Odille había estado herida y él no podía con la culpa de no haber sido capaz de hacer algo mejor por ella, además no era como si hubiese desaparecido del mapa, le había respondido a cada mensaje que le había enviado e inclusive fueron a comer hacía sólo un par de días, esa reacción parecía no salir de ningún lado.
Cuando mencionó el nombre de Kitty el que tuvo que calmarse fue él, iba a comenzar con aquel tema del maldito termo que ya le había explicado. Parecía que esperaba que fuese a olvidar cualquier cosa que hubiese sentido por una chica que le hubiese gustado antes de ella, él estaba haciendo las cosas bien, la respetaba y la quería. Recordaba lo que le había dicho y se lo iba a repetir, al menos la parte a la que creía que se refería.
No le gustaba el modo en el que lo miraba, le parecía idéntico al de sus amigas de fraternidad, había notado cada uno de esos movimientos de desdén que parecían nacer de algún punto que él desconocía. Sus manos se contrajeron pronto del fastidio que eso le causaba, no quedaba más de esa paciencia que había intentado tenerle, lo que ella continuó diciendo no ayudó a que se calmase y si no fuese una mujer ya la hubiese golpeado.
-¿Qué carajo sabes? Estoy tratando de tenerte paciencia Laise pero no voy a aguantar que sigas así, dime de una vez a lo que viniste en vez de estar hablándome de Kitty.-aunque ya no sintiese alguna cosa por la theta le gustaba protegerla, creer que de alguna forma correspondía a lo que pudo haberse traducido como amabilidad de su parte.-¿Ya sabes qué? Dímelo.
- Thomas Chee
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Re: The Art of Loss
¿Estaba consciente del tono que estaba usando con ella, y de lo que decía? No, claro que no, Thomas Chee era un hablador, un mentiroso sin escrúpulos. Ya no tenía ningún caso que siguiera fingiendo frente a ella, así pudiera decir misa, ella jamás volvería a creerle pese a que muy dentro de sí, deseaba más que nada olvidarse de todo y seguir como hasta ahora. Le dolió, le dolía como nada en el mundo esa denigrante situación y pese a lo herida que estaba, no podía simplemente arrancarse el navajo de la mente así como así.
-¿Qué creías? ¿Qué no me iba a dar cuenta? Estás pero muy equivocado, no sabes con quien te has metido Thomas Chee…- Necesitaba tranquilizarse, respirar y dejar que el ejercicio lograra calmar sus nervios y su furia. Si seguía así podría causarle un paro cardíaco y morir funestamente. Laise tendía a exagerar cuando estaba furiosa y la prueba más fehaciente era esa, que estaba recriminándole al navajo por algo que no estaba segura todavía que había hecho.
-Por primera vez en tú vida, sé un hombre y acepta que sales conmigo para destruirme, así como lo hiciste con Kitty. ¿La has visto? Está irreconocible y por tú culpa y yo, no voy a caer igual que ella…- No tenía ninguna prueba para sustentar lo que estaba diciendo, todo era meramente circunstancial y se lo había creado mentalmente por que le resultaba muy extraño que un indio becado de poca clase saliera con señoritas de clase y que además eran presidentas de fraternidad. Lo extraño aquí era que la fraternidad de los deltas seguía limpia de cualquier mancha adicional a las que ya tienen, claro, Julissa era su hermana y presidenta y el ahora presidente también era su amigo. Todo apuntaba a que era obra de ellos, realmente nadie creía listos a los Delta, para los ojos de los demás simplemente eran anarquistas drogadictos y con complejo de Napoleón, necesitaban sobresalir como sea para que les tomara en cuenta.
En tanto las fraternidades de los hombres, seguramente utilizarían como caballo de Troya a Madison o a cualquier otra para satisfacer las más bajas pasiones tanto de Alexander como de Bill, aunque este último era un hueso duro de roer.
-Soy una estúpida por haberte creído, faltó muy poco para que mandara mi vida al demonio por ti y para qué, para darme cuenta que estabas conmigo no por gusto, sino porque era parte de una estrategia política…- Escupía las palabras con dolo y creciente rencor. Nadie la había visto molesta, realmente molesta. Esa faceta de la alemana, así como podía ser dulce y tolerante podía ser en extremo vengativa y rencorosa, el hermano de la ex presidenta Delta iba a saber que jugar así con Laise Den Adel era el último error de su vida.
En sus ojos había ira y un sentimiento de traición que dejo sus huellas en forma de unas amargas lágrimas que no dejó salir a toda costa. Se acercó hasta él y le dio una fuertísima bofetada, acto seguido, se dirigió hacia la puerta para salir hecha un torbellino. No le daría el gusto de verla destruida, justamente como se sentía por dentro.
-¿Qué creías? ¿Qué no me iba a dar cuenta? Estás pero muy equivocado, no sabes con quien te has metido Thomas Chee…- Necesitaba tranquilizarse, respirar y dejar que el ejercicio lograra calmar sus nervios y su furia. Si seguía así podría causarle un paro cardíaco y morir funestamente. Laise tendía a exagerar cuando estaba furiosa y la prueba más fehaciente era esa, que estaba recriminándole al navajo por algo que no estaba segura todavía que había hecho.
-Por primera vez en tú vida, sé un hombre y acepta que sales conmigo para destruirme, así como lo hiciste con Kitty. ¿La has visto? Está irreconocible y por tú culpa y yo, no voy a caer igual que ella…- No tenía ninguna prueba para sustentar lo que estaba diciendo, todo era meramente circunstancial y se lo había creado mentalmente por que le resultaba muy extraño que un indio becado de poca clase saliera con señoritas de clase y que además eran presidentas de fraternidad. Lo extraño aquí era que la fraternidad de los deltas seguía limpia de cualquier mancha adicional a las que ya tienen, claro, Julissa era su hermana y presidenta y el ahora presidente también era su amigo. Todo apuntaba a que era obra de ellos, realmente nadie creía listos a los Delta, para los ojos de los demás simplemente eran anarquistas drogadictos y con complejo de Napoleón, necesitaban sobresalir como sea para que les tomara en cuenta.
En tanto las fraternidades de los hombres, seguramente utilizarían como caballo de Troya a Madison o a cualquier otra para satisfacer las más bajas pasiones tanto de Alexander como de Bill, aunque este último era un hueso duro de roer.
-Soy una estúpida por haberte creído, faltó muy poco para que mandara mi vida al demonio por ti y para qué, para darme cuenta que estabas conmigo no por gusto, sino porque era parte de una estrategia política…- Escupía las palabras con dolo y creciente rencor. Nadie la había visto molesta, realmente molesta. Esa faceta de la alemana, así como podía ser dulce y tolerante podía ser en extremo vengativa y rencorosa, el hermano de la ex presidenta Delta iba a saber que jugar así con Laise Den Adel era el último error de su vida.
En sus ojos había ira y un sentimiento de traición que dejo sus huellas en forma de unas amargas lágrimas que no dejó salir a toda costa. Se acercó hasta él y le dio una fuertísima bofetada, acto seguido, se dirigió hacia la puerta para salir hecha un torbellino. No le daría el gusto de verla destruida, justamente como se sentía por dentro.
- Laise Den Adel
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Re: The Art of Loss
Era consiente de cada palabra y del tono que usaba, no iba a ser de otro modo si se comportaba de ese modo porque así como podía buscar ser delicado y hasta gentil cuando salían no soportaba que llegase a la mitad de la noche a despertarlo para decirle esa infernal cantidad de cosas. El navajo tenía poca paciencia y a esa hora incluso mellaba más, detestaba que lo mirase así porque desarmaba su buena voluntad y le daban ganas de darle un revés para que reaccionase.
No lo hizo ni lo iba a hacer, pero la tentación quedó impresa en su rostro durante aquel discurso que parecía estar en el lugar intermedio de una amenaza y una revelación, no entendía el porqué de ninguna de esas cosas y se limitó a mirarla con el ceño fruncido para saber si con el pasar de los segundos aquello iba teniendo algún sentido, algo que le diese la remota idea de si esa actitud se debía a algún tipo de envenenamiento o alguna razón que pareciese al menos lógica.
El tiempo no le daba respuestas, todo continuaba en ese mismo y maldito tono confuso que había usado desde el inicio, además se atrevía a lanzar esos dardos de veneno que en vez de lastimarlo alimentaban esa malsana intención de callarla a gritos.
-¿Qué por primera vez sea un hombre? Por primera vez dime las cosas directamente, dime qué carajo pasa por tu cabeza para que hayas venido hasta acá a recriminarme algo que sólo tú entiendes.-lanzó un sonido de fastidio y dio unos pasos hacia atrás, dándole la espalda para calmarse, pasó sus dedos entre su propio cabello para llevarlo hasta atrás en un intento de despejarse.-Y ya deja de mencionar a Kitty.
Se fue de nuevo hasta la puerta de su habitación y se apoyó en ella hasta que escuchó esa idiotez de la estrategia política. ¿Realmente creía que de eso se trataba? Tenía que estar drogada o al menos haber bebido algo fuerte para que esas alucinaciones cruzasen su cabeza, si alguna vez se dedicaba a la política no iba a basarse en esos medios para obtener lo que necesitaba. Si realmente pensaba eso de él no encontraba una buena razón para que se quedase ahí, pero por orgullo quería demostrarle que estaba equivocada, la preocupación inicial se había desvanecido casi por completo.
Las lágrimas no le produjeron el mismo sentimiento que en el Observatorio, la cachetada no la vio llegar pero cuando fue hasta la puerta la sostuvo sin cuidado por las muñecas y la empujó hacia adentro de la habitación con la fuerza suficiente como para moverla pero no para que se cayese. Cerró la puerta mágicamente y se fijó en ella de nuevo.
-No voy a intentar convencerte porque estás fuera de cualquier lógica. ¿Veritaserum te bastará para que dejes de enloquecerme así?
No lo hizo ni lo iba a hacer, pero la tentación quedó impresa en su rostro durante aquel discurso que parecía estar en el lugar intermedio de una amenaza y una revelación, no entendía el porqué de ninguna de esas cosas y se limitó a mirarla con el ceño fruncido para saber si con el pasar de los segundos aquello iba teniendo algún sentido, algo que le diese la remota idea de si esa actitud se debía a algún tipo de envenenamiento o alguna razón que pareciese al menos lógica.
El tiempo no le daba respuestas, todo continuaba en ese mismo y maldito tono confuso que había usado desde el inicio, además se atrevía a lanzar esos dardos de veneno que en vez de lastimarlo alimentaban esa malsana intención de callarla a gritos.
-¿Qué por primera vez sea un hombre? Por primera vez dime las cosas directamente, dime qué carajo pasa por tu cabeza para que hayas venido hasta acá a recriminarme algo que sólo tú entiendes.-lanzó un sonido de fastidio y dio unos pasos hacia atrás, dándole la espalda para calmarse, pasó sus dedos entre su propio cabello para llevarlo hasta atrás en un intento de despejarse.-Y ya deja de mencionar a Kitty.
Se fue de nuevo hasta la puerta de su habitación y se apoyó en ella hasta que escuchó esa idiotez de la estrategia política. ¿Realmente creía que de eso se trataba? Tenía que estar drogada o al menos haber bebido algo fuerte para que esas alucinaciones cruzasen su cabeza, si alguna vez se dedicaba a la política no iba a basarse en esos medios para obtener lo que necesitaba. Si realmente pensaba eso de él no encontraba una buena razón para que se quedase ahí, pero por orgullo quería demostrarle que estaba equivocada, la preocupación inicial se había desvanecido casi por completo.
Las lágrimas no le produjeron el mismo sentimiento que en el Observatorio, la cachetada no la vio llegar pero cuando fue hasta la puerta la sostuvo sin cuidado por las muñecas y la empujó hacia adentro de la habitación con la fuerza suficiente como para moverla pero no para que se cayese. Cerró la puerta mágicamente y se fijó en ella de nuevo.
-No voy a intentar convencerte porque estás fuera de cualquier lógica. ¿Veritaserum te bastará para que dejes de enloquecerme así?
- Thomas Chee
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Re: The Art of Loss
Estaba demasiado enojada, guiándose por esa explosividad e impulsividad que llevaba en la sangre. Tenía la necesidad de estrellar su palma de nuevo en el rostro del navajo pero no lo valía, él no valía ni un solo pensamiento proveniente de la alemana. Cómo deseó por un momento ir al pasado y claudicar de salir con Thomas cuando se le presentó la oportunidad, estaba sumamente arrepentida por cómo se había comportado con todos aquellos quienes intentaron hacerle ver que su trato con el navajo no la iba a llevar a ningún lado. No comprendía aún como era que seguía en esa habitación, viéndolo ahí con esa perfecta y bien actuada imagen de indignación, siendo sujetada de las muñecas por un idiota que claramente era un trepador social.
-Suéltame! No me vuelvas a tocar en tu vida Thomas Chee! Utilizando bastante fuerza jaló los brazos del navajo para que la soltara. Se sentía muy dura con su roce, su tacto le estaba mucho más daño del que ella pensó alguna vez que podría hacerle. Ya no había llanto en su mirar, había decepción y una infinita tristeza, ya que dentro de sí deseaba que todo lo que ella había imaginado no fuera real. Lejos del enojo que sentía, percibió que un vacío comenzaba a comandarla. Caminó hacia donde estaba la cama de él, dándole la espalda y mirando al suelo. Ya no tenía caso seguir así, de cualquier forma lo que sea que ellos tuviesen iba a terminar.
Luego al navajo se le ocurrió la brillantísima idea del Veritaserum. Al escuchar esa palabra, sintió como algo dentro de ella se estrujó. ¿Hablaba en serio? ¿Dejaría que ella le diera veritaserum? Eso la confundía demasiado, si todo por lo que Laise lo estaba acusando era real ¿por qué se ofrecía a desenmascares solo? Algo ahí no estaba bien. Había un dicho por el cual su madre y su hermano se regían; “El que no debe, nada teme “y todo parecía que Thomas Chee no le temía a la confrontación que estaba teniendo con Laise.
Desde una perspectiva lógica y crítica, Laise no tenía por qué culparlo debido a que no existían pruebas para aseverar sus acusaciones, además que la humillación que sufrió en la cena fue el punto de quiebre para todo el estrés, el enojo y la tensión que la alemana llevaba acumulando desde que se atrevió a desafiar el orden establecido al salir con Thomas.
-Sé sincero conmigo Thomas …¿Por qué salías conmigo? No sabía si quedarse a escuchar la respuesta o preferir irse y pretender que nada había pasado, aunque sería demasiado difícil deshacerse de su orgullo herido.
-Suéltame! No me vuelvas a tocar en tu vida Thomas Chee! Utilizando bastante fuerza jaló los brazos del navajo para que la soltara. Se sentía muy dura con su roce, su tacto le estaba mucho más daño del que ella pensó alguna vez que podría hacerle. Ya no había llanto en su mirar, había decepción y una infinita tristeza, ya que dentro de sí deseaba que todo lo que ella había imaginado no fuera real. Lejos del enojo que sentía, percibió que un vacío comenzaba a comandarla. Caminó hacia donde estaba la cama de él, dándole la espalda y mirando al suelo. Ya no tenía caso seguir así, de cualquier forma lo que sea que ellos tuviesen iba a terminar.
Luego al navajo se le ocurrió la brillantísima idea del Veritaserum. Al escuchar esa palabra, sintió como algo dentro de ella se estrujó. ¿Hablaba en serio? ¿Dejaría que ella le diera veritaserum? Eso la confundía demasiado, si todo por lo que Laise lo estaba acusando era real ¿por qué se ofrecía a desenmascares solo? Algo ahí no estaba bien. Había un dicho por el cual su madre y su hermano se regían; “El que no debe, nada teme “y todo parecía que Thomas Chee no le temía a la confrontación que estaba teniendo con Laise.
Desde una perspectiva lógica y crítica, Laise no tenía por qué culparlo debido a que no existían pruebas para aseverar sus acusaciones, además que la humillación que sufrió en la cena fue el punto de quiebre para todo el estrés, el enojo y la tensión que la alemana llevaba acumulando desde que se atrevió a desafiar el orden establecido al salir con Thomas.
-Sé sincero conmigo Thomas …¿Por qué salías conmigo? No sabía si quedarse a escuchar la respuesta o preferir irse y pretender que nada había pasado, aunque sería demasiado difícil deshacerse de su orgullo herido.
- Laise Den Adel
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Re: The Art of Loss
Laise era una mujer guapísima, mirarla podía ayudar a disipar su enojo por haberlo despertado pero sus palabras iban calando más y más en la furia de Chee. No era un animal incontrolable, era la única razón por la que no le había tirado una cachetada para que detuviese esa metralleta que llevaba por boca. Escucharla ya lo irritaba, el solo sonido de su voz se le hacía insufrible y por eso se mantuvo callado necesitando un maldito cigarro en su boca para callar todo lo que podía decirle.
Se alejó un par de pasos cuando ella se soltó, acomodó su cabello hacia atrás jalando más de lo debido en un intento de calmarse sin ponerle una mano encima. No por lo que ella dijo, más bien porque de hacerlo no sería un toque cuidadoso, detestaba la idea de que hubiesen algunos hombres que maltratasen a las mujeres pero ahí estaba, frente a ella y siendo presa de aquellas ideas.
El silencio que se produjo luego de que se rompió el contacto entre ambos no fue incómodo, más bien fue necesario porque necesitaba poner en orden sus ideas. Ya no tenía sueño, se alejó un poco más de ella pero no hacia la puerta, fue hacia su cama porque al lado estaba tirada su camiseta y se la puso simplemente por hacer algo, por no mirarla más. No la odiaba pero estaba enojado, sentía que trataba con una loca que necesitaba un psiquiátrico con más urgencia que Kitty.
Volvió sobre sus pasos para evitar que se largase sin darle una explicación y le pareció que ya le hablaba con otro tono, de todos modos no quería confiarse porque en cualquier momento podía volver a ese estado insano. Esa era una pregunta más normal que las anteriores y ya no habían acusaciones de por medio, sus ganas de estrujarle el cuello se alejaban de él pero sólo lo suficiente como para rodearlo cual buitres.
-De dónde mierda ha salido todo esto que me has dicho. ¿Estás loca o qué? No tengo paciencia suficiente como para aguantar esto.-se lo dijo enojado, gesticulando mucho a falta de poder hacer otra cosa, estaba justo frente a ella y deshizo el espacio dando sólo un paso.-
La tomó de las manos como hacía un rato y la llevó hasta la pared más cercana, para apresarla allí con fuerza, por lo menos el tiempo suficiente como para que lo escuchase que se lo iba a decir sólo una vez así como cuando le advirtió de Odille.
-Salí contigo porque me gustas, mierda…eres preciosa. Follas como una maldita veela y además tienes un carácter entre malsano y sexy que me gusta.-la soltó con un bufido de enojo de por medio y volvió a pasarse la mano por el cabello, se fue a apoyar en la puerta porque no se iba a ir sin darle una explicación completa de toda esa escenita. Era una combinación peligrosa de cosas, pero le resultaba excitante.-
Se alejó un par de pasos cuando ella se soltó, acomodó su cabello hacia atrás jalando más de lo debido en un intento de calmarse sin ponerle una mano encima. No por lo que ella dijo, más bien porque de hacerlo no sería un toque cuidadoso, detestaba la idea de que hubiesen algunos hombres que maltratasen a las mujeres pero ahí estaba, frente a ella y siendo presa de aquellas ideas.
El silencio que se produjo luego de que se rompió el contacto entre ambos no fue incómodo, más bien fue necesario porque necesitaba poner en orden sus ideas. Ya no tenía sueño, se alejó un poco más de ella pero no hacia la puerta, fue hacia su cama porque al lado estaba tirada su camiseta y se la puso simplemente por hacer algo, por no mirarla más. No la odiaba pero estaba enojado, sentía que trataba con una loca que necesitaba un psiquiátrico con más urgencia que Kitty.
Volvió sobre sus pasos para evitar que se largase sin darle una explicación y le pareció que ya le hablaba con otro tono, de todos modos no quería confiarse porque en cualquier momento podía volver a ese estado insano. Esa era una pregunta más normal que las anteriores y ya no habían acusaciones de por medio, sus ganas de estrujarle el cuello se alejaban de él pero sólo lo suficiente como para rodearlo cual buitres.
-De dónde mierda ha salido todo esto que me has dicho. ¿Estás loca o qué? No tengo paciencia suficiente como para aguantar esto.-se lo dijo enojado, gesticulando mucho a falta de poder hacer otra cosa, estaba justo frente a ella y deshizo el espacio dando sólo un paso.-
La tomó de las manos como hacía un rato y la llevó hasta la pared más cercana, para apresarla allí con fuerza, por lo menos el tiempo suficiente como para que lo escuchase que se lo iba a decir sólo una vez así como cuando le advirtió de Odille.
-Salí contigo porque me gustas, mierda…eres preciosa. Follas como una maldita veela y además tienes un carácter entre malsano y sexy que me gusta.-la soltó con un bufido de enojo de por medio y volvió a pasarse la mano por el cabello, se fue a apoyar en la puerta porque no se iba a ir sin darle una explicación completa de toda esa escenita. Era una combinación peligrosa de cosas, pero le resultaba excitante.-
- Thomas Chee
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Re: The Art of Loss
Se sentía como barco en altamar, sin dirección ni timón que la guiase a puerto seguro. No tuvo tiempo de elegir cuál sería su reacción ante lo que le dijo Thomas porque ya no tenía la necesidad y las ganas de volver a recriminarle algo. Le sorprendió de cierta manera pensar que él si hubiese actuado por cuenta propia, sin que ningún tipo con índoles presidenciales le ordenase nada. Solo tragó saliva, entre queriendo y no, escuchar lo que el navajo le decía, no levantó la mirada en lo absoluto y solo dejó que las palabras fluyeran como agua de río.
- No tengo idea. Quizá si estoy loca y ni cuenta me he dado. Lo sé, Thomas y no te pido que la tengas, el problema soy yo: Tengo demasiadas inseguridades y no sé cómo lidiar con ellas…-
El tono de voz empleado era uno bastante apagado, ya no tenía ganas de siquiera caminar para salir de ahí, sintió como sus fuerzas se extinguieron de pronto sin siquiera impedirlo, estaba cansada y fastidiada de todo. Dejó que el chico la llevara hacia la pared, no se opuso ninguna forma, solo no le miraba de frente, prefería mirar a los lados o al suelo, cualquier otro lugar era mejor que ver los ojos del navajo.
-También me gustas muchísimo Thomas, me atreví a desafiar las imposiciones que manda la sociedad por que creí que tú lo valías. El inconveniente aquí es que no estaba preparada para las consecuencias. Mi actual presidencia peligra porque te preferí a ti, que a todo lo que según debía hacer. Todo esto fueron ideas que adquirí en la desesperación de no saber qué hacer, sucumbí ante la maldita presión social y mírame ahora, mandándote al demonio por tonterías…-
Respiró profundamente y se ladeó su rostro para no estar cerca del de Thomas, en un estúpido impulso podía besarlo y no era lo que tenía en mente. Una opción resultaba prometedora, era como una especie de rayo de esperanza que aún se disponía a no perder. Tal vez lo suyo con el navajo, en el plan romántico no funcionaría pero prefería mil veces tenerlo como amigo a simplemente no tenerlo. Estaba llegando a esa conclusión pero aun dudaba de que fuera lo que ella realmente quería o en todo caso lo que necesitaba.
-Dejemos las cosas como están, Thomas. Tú no estás para mis berrinches y yo no estoy para lidiar con más malos entendidos… -
Durante una fracción de segundo, no coordinó su pensar con su sentir, lo que desembocó a que lo sujetara del rostro con sus manos y besarlo lentamente por última vez. Era una decisión que le costaba muchísimo tomar, le dolía en el alma finalizar aquello que florecía con Thomas.
Se separó de él y tomó aire de nuevo.
-Al demonio con todos! - volvió a besarlo, esta vez con mucho más desesperación y ahínco. No podía simplemente abrirse la cabeza y el corazón para arrancarse todos los sentimientos que Thomas despertaba en la epsilon. Justo en ese momento, pensaba que si de verdad iba a perder la presidencia, que fuera por algo que valiera la pena, no por idioteces creadas por su mente o por el que dirán de la sociedad.
- No tengo idea. Quizá si estoy loca y ni cuenta me he dado. Lo sé, Thomas y no te pido que la tengas, el problema soy yo: Tengo demasiadas inseguridades y no sé cómo lidiar con ellas…-
El tono de voz empleado era uno bastante apagado, ya no tenía ganas de siquiera caminar para salir de ahí, sintió como sus fuerzas se extinguieron de pronto sin siquiera impedirlo, estaba cansada y fastidiada de todo. Dejó que el chico la llevara hacia la pared, no se opuso ninguna forma, solo no le miraba de frente, prefería mirar a los lados o al suelo, cualquier otro lugar era mejor que ver los ojos del navajo.
-También me gustas muchísimo Thomas, me atreví a desafiar las imposiciones que manda la sociedad por que creí que tú lo valías. El inconveniente aquí es que no estaba preparada para las consecuencias. Mi actual presidencia peligra porque te preferí a ti, que a todo lo que según debía hacer. Todo esto fueron ideas que adquirí en la desesperación de no saber qué hacer, sucumbí ante la maldita presión social y mírame ahora, mandándote al demonio por tonterías…-
Respiró profundamente y se ladeó su rostro para no estar cerca del de Thomas, en un estúpido impulso podía besarlo y no era lo que tenía en mente. Una opción resultaba prometedora, era como una especie de rayo de esperanza que aún se disponía a no perder. Tal vez lo suyo con el navajo, en el plan romántico no funcionaría pero prefería mil veces tenerlo como amigo a simplemente no tenerlo. Estaba llegando a esa conclusión pero aun dudaba de que fuera lo que ella realmente quería o en todo caso lo que necesitaba.
-Dejemos las cosas como están, Thomas. Tú no estás para mis berrinches y yo no estoy para lidiar con más malos entendidos… -
Durante una fracción de segundo, no coordinó su pensar con su sentir, lo que desembocó a que lo sujetara del rostro con sus manos y besarlo lentamente por última vez. Era una decisión que le costaba muchísimo tomar, le dolía en el alma finalizar aquello que florecía con Thomas.
Se separó de él y tomó aire de nuevo.
-Al demonio con todos! - volvió a besarlo, esta vez con mucho más desesperación y ahínco. No podía simplemente abrirse la cabeza y el corazón para arrancarse todos los sentimientos que Thomas despertaba en la epsilon. Justo en ese momento, pensaba que si de verdad iba a perder la presidencia, que fuera por algo que valiera la pena, no por idioteces creadas por su mente o por el que dirán de la sociedad.
- Laise Den Adel
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Re: The Art of Loss
Pudo mandarla al diablo de una vez pero no lo hizo, la escuchó creyendo que no podía ser tan mala si se había tomado tantos riesgos por él, de hecho jamás se lo pidió y entendía poco o nada de las fraternidades como la de Laise. No entendía como era que alguien podía decirte cómo actuar, cómo manejarte simplemente porque su sistema parecía haber funcionado para ellos hacía muchos años o porque parecía haber sido así.
-Estás loca, cómo carajo quieres que te entienda.-le dijo tras el primer beso, su tono parecía serio pero fue con una sonrisa porque había sido una buena sorpresa, de hecho iba a alargarlo él mismo pero ella ya lo tomaba por sorpresa de nuevo.-
El beso fue distinto, ya no lento como el primero, era más osado y salvaje como los que varias veces se habían dado. Acercó a Laise por la cintura para besarla sin problema, volvían a estar a la mitad de la habitación y como por instinto acarició su pierna aunque pareciese fuera de lugar luego de todo lo que le había dicho, aunque pareciese el movimiento más arriesgado para hacer ese momento.
Julisa lo iba a maldecir cuando le contase, le diría que lo que debió hacer fue sacarla de su habitación apenas pudo para dejarla atrás y seguir los consejos de todos los que le decían que no era una buena chica, de todos los que le habían dicho que era como un maldito escorpión que esperaría la oportunidad de joderle la vida.
No le tenía miedo pero probablemente el ser tan poco precavido era su problema, esa sería su perdición, eso y los muslos de Laise. Pero qué podía hacer cuando ya había comenzado con eso, sí, podía estarse apresurando pero no bastaba esa voz de alarma en su cabeza.
-¿No quieres ir a gritarme más cosas a la cama? Ahí mejora mi audición.-se alejó de ella para caminar hacia atrás, seguía con una mano en su cintura como para tentar sus pasos, para que avanzase con él. Su locura la podían tratar después, prefería recordar por qué le gustaba y luego hacer el esfuerzo de entender a qué se debía todo eso, por qué había llegado tocando como loca a su puerta a esa hora.-
-Estás loca, cómo carajo quieres que te entienda.-le dijo tras el primer beso, su tono parecía serio pero fue con una sonrisa porque había sido una buena sorpresa, de hecho iba a alargarlo él mismo pero ella ya lo tomaba por sorpresa de nuevo.-
El beso fue distinto, ya no lento como el primero, era más osado y salvaje como los que varias veces se habían dado. Acercó a Laise por la cintura para besarla sin problema, volvían a estar a la mitad de la habitación y como por instinto acarició su pierna aunque pareciese fuera de lugar luego de todo lo que le había dicho, aunque pareciese el movimiento más arriesgado para hacer ese momento.
Julisa lo iba a maldecir cuando le contase, le diría que lo que debió hacer fue sacarla de su habitación apenas pudo para dejarla atrás y seguir los consejos de todos los que le decían que no era una buena chica, de todos los que le habían dicho que era como un maldito escorpión que esperaría la oportunidad de joderle la vida.
No le tenía miedo pero probablemente el ser tan poco precavido era su problema, esa sería su perdición, eso y los muslos de Laise. Pero qué podía hacer cuando ya había comenzado con eso, sí, podía estarse apresurando pero no bastaba esa voz de alarma en su cabeza.
-¿No quieres ir a gritarme más cosas a la cama? Ahí mejora mi audición.-se alejó de ella para caminar hacia atrás, seguía con una mano en su cintura como para tentar sus pasos, para que avanzase con él. Su locura la podían tratar después, prefería recordar por qué le gustaba y luego hacer el esfuerzo de entender a qué se debía todo eso, por qué había llegado tocando como loca a su puerta a esa hora.-
- Thomas Chee
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Re: The Art of Loss
Estaba jodida. No pensaba como se debería, su cerebro no carburaba correctamente al sentir la presencia del navajo tan cerca. El simple hecho de ver a Thomas Chee a los ojos hacía que todo cuanto ella pensó decirle, gritarle y reclamarle a la cara se desvaneciera, jamás pensó que sintiese algo así, tan fuerte, tan intenso por alguien como él, que estaba muy lejos de ser lo que Laise siempre aspiró en un hombre. En ese momento, toda la ira y la frustración se fue y en su lugar dio paso a una líbido que iba in crescendo con cada palabra del navajo.
-¿Quién es el loco ahora?- Dejó que la llevara hacia su cama, en ese momento lo tomó bruscamente del cuello y aprisionó sus labios con los suyos. Lo besaba de una forma tal que en cualquier momento pensaba que dejaría de respirar. Entrelazó sus largos dedos en el cabello del navajo, revolviendolo, llenándose de esa suave textura y el aroma a peyote que siempre lo caracterizaba. Lo jalaba más y más a ella, sin dejar de besarlo. Había algo que no estaba bien ahí, hacía menos de 15 minutos que Laise entró echa una salvaje al dormitorio de Thomas y ahora él simplemente la domaba con un par de palabras. Solo él tenía el poder de hacer que la alemana se tirara de un precipicio sin objeción alguna.
Quería sentir las manos del navajo recorrerla por completo, sus labios tibios en su cuello, necesitaba que la poseyera como nunca antes lo había hecho por que estaba segura que sería la última vez que estaría en una situación así con él. Luego de un breve juego, lo arrojó a la cama, se levantó la falda del vestido que llevaba puesto y se quitó los zapatos. En un segundo, colocó encima de Thomas y comenzó a besarlo, para después pasar su lengua sobre su pecho, quedándose a la altura de sus pectorales, mordiéndolos despacio, jugando con todas las terminales nerviosas del joven.
-Será la última vez, Thomas Chee. Después ya no habrá ningún nosotros- Después de haber dicho eso, se inclinó para besarlo nuevamente, esta vez colocando ambas manos en su rostro y moviendose hacia delante y hacia atrás para provocarle una mayor excitación. Estando en esa situación, le llegó una epifanía, la razón por la cuál había tenido tantos problemas era ella, la única y verdadera razón era que todo lo que sentía por Thomas la sobrepasaba, dejó que sus emociones la controlaran y por ese motivo ahora sufría las consecuencias.
-¿Quién es el loco ahora?- Dejó que la llevara hacia su cama, en ese momento lo tomó bruscamente del cuello y aprisionó sus labios con los suyos. Lo besaba de una forma tal que en cualquier momento pensaba que dejaría de respirar. Entrelazó sus largos dedos en el cabello del navajo, revolviendolo, llenándose de esa suave textura y el aroma a peyote que siempre lo caracterizaba. Lo jalaba más y más a ella, sin dejar de besarlo. Había algo que no estaba bien ahí, hacía menos de 15 minutos que Laise entró echa una salvaje al dormitorio de Thomas y ahora él simplemente la domaba con un par de palabras. Solo él tenía el poder de hacer que la alemana se tirara de un precipicio sin objeción alguna.
Quería sentir las manos del navajo recorrerla por completo, sus labios tibios en su cuello, necesitaba que la poseyera como nunca antes lo había hecho por que estaba segura que sería la última vez que estaría en una situación así con él. Luego de un breve juego, lo arrojó a la cama, se levantó la falda del vestido que llevaba puesto y se quitó los zapatos. En un segundo, colocó encima de Thomas y comenzó a besarlo, para después pasar su lengua sobre su pecho, quedándose a la altura de sus pectorales, mordiéndolos despacio, jugando con todas las terminales nerviosas del joven.
-Será la última vez, Thomas Chee. Después ya no habrá ningún nosotros- Después de haber dicho eso, se inclinó para besarlo nuevamente, esta vez colocando ambas manos en su rostro y moviendose hacia delante y hacia atrás para provocarle una mayor excitación. Estando en esa situación, le llegó una epifanía, la razón por la cuál había tenido tantos problemas era ella, la única y verdadera razón era que todo lo que sentía por Thomas la sobrepasaba, dejó que sus emociones la controlaran y por ese motivo ahora sufría las consecuencias.
- Laise Den Adel
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Re: The Art of Loss
Dejarse hacer con ella era fácil, era una bomba de tiempo llena de detonantes que a cualquier estímulo podía matarte o besarte, eso le gustaba por autodestructivo que fuese. Dejó que hiciese lo que quisiera, había aprendido de todos esos encuentros con Laise que era mejor dejarle cierto poder de mando al inicio de esas situaciones, que siempre traía buenas consecuencias y si algo sabía hacer era follar.
No sabía si era en parte todo ese ruido generado alrededor de su relación o que realmente tenía un insano talento el que le daba esa sensualidad asesina, besó su cuello con necesidad por si era la última vez, recorrió su cintura hasta llegar a sus caderas y las apretó con fuerza cuando ella lo lamió, las mordidas lo excitaron a sobremanera y ya quería estar sobre ella, quería que no dijese más.
-No va a ser la última vez.-tenía que decírselo antes de que se le acabase la voluntad, sus movimientos funcionaban, su erección aumentaba y apretaba el fino cuerpo de la Epsilon hacia él para aumentar el roce, hizo que levantase los brazos para quitarle la ropa que llevaba y así tener el camino libre hacia sus senos, los besó y desesperado quitó su sujetador.-
Empujó el torso de Laise hacia él para pasar sus manos por su espalda y llegar a su espalda baja, apretó cuanta carne encontró sin medir su fuerza que su razonamiento no era el mejor en ese momento. LE dio un par de palmadas antes de levantarla de nuevo para ver el balanceo de sus senos, se quedó hipnotizado un rato y sólo quería desnudarla para hacerla gritar.
Estaba loca, eso ya le resultaba evidente, pero no le quitaba en lo mínimo el mérito de ponerlo como loco a él también, era capaz de hacer que se mimetice con su condición porque sabía lo que hacía. Metió la mano por debajo de la ropa interior de Laise y con dos dedos sintió su humedad, ingresó en ella guiado por esa sensación caliente en sus dedos, entró hasta chocar con algo y recorrió el interior de Laise con un perverso antojo de ella.
-Hay que encerrarnos toda la semana para hacer sólo esto.
No sabía si era en parte todo ese ruido generado alrededor de su relación o que realmente tenía un insano talento el que le daba esa sensualidad asesina, besó su cuello con necesidad por si era la última vez, recorrió su cintura hasta llegar a sus caderas y las apretó con fuerza cuando ella lo lamió, las mordidas lo excitaron a sobremanera y ya quería estar sobre ella, quería que no dijese más.
-No va a ser la última vez.-tenía que decírselo antes de que se le acabase la voluntad, sus movimientos funcionaban, su erección aumentaba y apretaba el fino cuerpo de la Epsilon hacia él para aumentar el roce, hizo que levantase los brazos para quitarle la ropa que llevaba y así tener el camino libre hacia sus senos, los besó y desesperado quitó su sujetador.-
Empujó el torso de Laise hacia él para pasar sus manos por su espalda y llegar a su espalda baja, apretó cuanta carne encontró sin medir su fuerza que su razonamiento no era el mejor en ese momento. LE dio un par de palmadas antes de levantarla de nuevo para ver el balanceo de sus senos, se quedó hipnotizado un rato y sólo quería desnudarla para hacerla gritar.
Estaba loca, eso ya le resultaba evidente, pero no le quitaba en lo mínimo el mérito de ponerlo como loco a él también, era capaz de hacer que se mimetice con su condición porque sabía lo que hacía. Metió la mano por debajo de la ropa interior de Laise y con dos dedos sintió su humedad, ingresó en ella guiado por esa sensación caliente en sus dedos, entró hasta chocar con algo y recorrió el interior de Laise con un perverso antojo de ella.
-Hay que encerrarnos toda la semana para hacer sólo esto.
- Thomas Chee
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Re: The Art of Loss
La calidez de las manos del navajo trasportaban a Laise a un extraño lugar, un paraíso en donde cualquier razonamiento no funcionaba, en donde el más primitivo pensamiento era el entregarse al placer. Se contoneaba con cada roce, cada electrizante y efímera sensación que le brindaba su tacto. Luchó contra sí misma, para no dejarse vencer por la pasión pero no lo lograba. Lanzó un gemido al momento que Thomas pasó sus dedos sobre su sexo, cerró los ojos intensificando la sensación y enterrando sus uñas en su pecho. Temblaba con cada momento que transcurría entre las mil y un formas del navajo de hacerla gritar, perderse en ese túnel oscuro de deseo. Mordió su labio inferior y luego volvió a besarlo, tocó su miembro delicadamente, lo recorría con extrema suavidad, era su turno de hacerlo perder la razón.
-Quítate la ropa...AHORA-
No era una petición amable, era una orden. Terminó por rasgarse el vestido ella misma y esperó con un gesto lleno de desdén que él hiciera lo propio con lo que le quedaba. El decía que no sería la última vez, para ella lo era y no había nada que la hiciera cambiar de parecer, ni siquiera el propio Thomas. Necesitaba mucho más de sus besos, de sus caricias, de todo lo que le provocaba pero era más que justo y necesario por lo menos fingir y pretender que quién tenía el control de la situación era la alemana.
Se acomodó el cabello y se levantó para darle espacio al chico de que se desvistiera. Le daba cierto placer perverso notar las marcas de sus uñas en el pecho de Thomas, ella mordió la uña de su dedo pulgar y esbozó una sonrisa bastante descarada. Lo veía detenidamente, le gustaba demasiado todo sobre él, desde su largo cabello hasta su cintura estrecha y sus largas y delgadas manos. Con un gesto con la mano, le pidió que al terminar de desvestirse se diera una vuelta.
-Déjame verte- Tenía una obsesión que iba en aumento con él, era algo que simplemente no podía controlar. Quizá Thomas estaba en lo correcto, Laise había perdido la razón y lo demostraba con cada acción suya.
-Quítate la ropa...AHORA-
No era una petición amable, era una orden. Terminó por rasgarse el vestido ella misma y esperó con un gesto lleno de desdén que él hiciera lo propio con lo que le quedaba. El decía que no sería la última vez, para ella lo era y no había nada que la hiciera cambiar de parecer, ni siquiera el propio Thomas. Necesitaba mucho más de sus besos, de sus caricias, de todo lo que le provocaba pero era más que justo y necesario por lo menos fingir y pretender que quién tenía el control de la situación era la alemana.
Se acomodó el cabello y se levantó para darle espacio al chico de que se desvistiera. Le daba cierto placer perverso notar las marcas de sus uñas en el pecho de Thomas, ella mordió la uña de su dedo pulgar y esbozó una sonrisa bastante descarada. Lo veía detenidamente, le gustaba demasiado todo sobre él, desde su largo cabello hasta su cintura estrecha y sus largas y delgadas manos. Con un gesto con la mano, le pidió que al terminar de desvestirse se diera una vuelta.
-Déjame verte- Tenía una obsesión que iba en aumento con él, era algo que simplemente no podía controlar. Quizá Thomas estaba en lo correcto, Laise había perdido la razón y lo demostraba con cada acción suya.
- Laise Den Adel
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