Rituales.

Había un límite para el dolor que el cerebro humano podía recibir antes de perder la cordura, él había pasado ese límite ahí mismo, entre las  baldosas donde otros más habían servido como sacrificios humanos.  Su cuerpo estaba temblando mientras se quedaba viendo hacia el vacio, aun podía escuchar los gritos de Laise, las risas, el tintinear de los dientes desgarrando lo que quedaba de los miembros de su cuerpo.  Cerró los ojos con fuerza apretando entre sus dedos el tazón de barro oscuro que contenía el liquido escarlata y se encamino hacia el centro de sacrificios.

No estaba pidiendo por perdón, jamás lo haría y sabía que ninguno de ellos estaría dispuesto a escuchar sus palabras. Se habían encargado de hacerle creer que era su culpa todo lo que estaba ocurriendo en su vida, pero no habría sido de esa manera si hubieran tenido la cordialidad de preguntarle qué era lo que él quería, así fuera Julisa, así fuera cualquier otra persona, así fuera la misma Charlotte, su padre ahora estaba pagando por ello y en el fondo eso le satisfacía, no es que deseara ver a su familia hundida, pero tenían lo que merecían.

Había un silencio por supuesto, un silencio casi sepulcral que solamente se rompía en momentos con el sonar de sus pasos y el lloriqueo de un imbécil que se había cruzado por su camino.  Si, en efecto los otros Venerables habían optado por no confiar más en él, por sacarlo de la secta y de hundirlo completamente, pero eso no significaba que borraran lo que él sabía o por lo que él había pasado, por tal quitar una vida en esos momentos no significaba un gran problema. Por supuesto había tenido la precaución de averiguar quién era Jonathon Marshall, un don nadie que  trabajaba en el departamento de limpieza en la morgue escolar y gustaba  de complacer sus turbias fantasías por las noches con los cuerpos inertes que ahí yacían, un don nadie que nadie extrañaría, alguien a quién no llorarían su muerte.

¿Quieres dejar los gimoteos? Tienes aun 10 minutos antes de morir, solo te he cortado la arteria lingual… – El hombre estaba sentado en una de las esquinas del lugar, sujetándose parte del cuello y la mejilla derecha.  Era una enorme masa de sebo tirada en el piso entre un charco de sangre proveniente de la herida que trataba de cubrir y sus talones. - Oh… lo olvidaba, también lo hice con la plantar media y los tendones, ¿Dónde tengo la cabeza últimamente? – Se dio un pequeño golpecito en la sien con uno de los dedos, tenía partes del rostro cubiertas de sangre.

Se puso en cuclillas en medio del lugar, paso la yema de sus dedos por los restos de un antiguo símbolo, su mandíbula se tensó y como si se convirtiera de un momento a otro en una persona autista, con la sangre del hombre comenzó a trazar nuevamente los mismos sobre el suelo.  Escuchó pasos detrás de él pero ni siquiera eso lo detuvo.

Tus dones para escabullirte entre las sombras están disminuyendo…. – Su rostro se salpicaba con sangre al hablar, no levanto la vista para ver quién era el que irrumpía, pensaba que era Asbeel, por supuesto, solamente él vivía prácticamente en el sótano de la mansión.  – Si vas a llamar a los otros hazlo cuando termine para que puedan matarme de una vez… .

No había sido particularmente fácil, todo ese asunto. El proceso había sido largo y angustiante, aunque se había encargado de no mostrarle eso a nadie, quizá solamente Jesse se había dado cuenta del cambio, por obvias razones. Todos habían abogado por ella aunque ahora ya no estaba muy seguro de que Billy siguiera teniendo las mismas ganas de compartir con ella esas cosas, como antes. Había tenido que deshacerse de estigmas y de miedos, las complicaciones morales habían sido más duras que ninguna otra cosa, pero después de mucho tiempo, estaba lista.
 
La primera vez que había bajado no había sido sencilla, pero tampoco fue difícil soportar el dolor ajeno y la sangre, no era su propio dolor y a esas alturas, sufrir en carne era lo único que le preocupaba, había aprendido a desprenderse de los demás, menos de Harley y de Jesse, pero de Wardwell había aprendido también, que todos debían tener un leitmotiv específico que se repitiera en su cabeza una vez tras otra para recordarle por quienes, por qué y ante qué hacía lo que hacía.
 
Todavía le daba miedo bajar sola, pero no era como si eso fuera algo que a los demás les preocupara, ni siquiera a Werther. Seguramente tenían la idea –no falsa- de que ahí abajo estaban protegidos a pesar de la insondable oscuridad siempre y cuando no se incurriera en locuras rituales que pusieran en riesgo la vida de una sin presencia de un venerable, pero a Mina no terminaba de convencerle el asunto, seguía sintiendo escalofríos ante la inclemencia de ese sótano vacío, a oscuras, que olía a sangre de animal y un poco a humedad, a veces. La tarea era relativamente sencilla, solamente tenía que bajar algunos ingredientes básicos como pigmentos y arcillas, y algunas hierbas que a ella todavía le seguían pareciendo extrañas porque nunca las había usado en pociones, pero ya aprendería.
 
No sabía la historia de Adrien. Se habían saltado deliberadamente con ella “Historia contemporánea del sótano parte II” porque no tenía idea de lo que había pasado. En algún punto quizá fueran a contárselo, era buena historia de amedrentamiento, pero por el momento, desconocía totalmente lo que había sucedido y por ende, también que Adrien había formado parte de ellos. El corazón le palpitó con locura cuando se dio cuenta de que no estaba sola, y no supo de inmediato si se trataba de alguna novatada horrible, así que encendió una de las antorchas con la varita y distinguió a Adrien, cubierto de sangre, casi irreconocible. Dejó el cuenco con los ingredientes sobre una de las mesas rituales y se acercó a él, pero no lo suficiente como para pisar la sangre del suelo con sus flats.
 
-Adrien, ¿eres tú? ¿qué estás haciendo aquí?
 
Sus ojos se pasearon por el hombre atacado, que no conocía de nada, y de nuevo al charco de sangre, para terminar en el rostro de Adrien. Ahora sí estaba sorprendida. ¿Matarlo? ¿Avisarle a los demás? Sonaba lógico considerando que ella pensaba que él no formaba parte –y nunca había formado- pero de todos modos estaba tan anonadada que no pensó lo suficientemente rápido.

Adrien había cambiado también y eso era seguro, ahí abajo entre el sótano nauseabundo y el olor a sangre podía reflejarse realmente quién era él, una persona destrozada de muchas maneras buscando desesperadamente demostrar algo, demostrar quién era él, demostrar que lo necesitaban más que a otros, que seguía siendo útil de alguna manera. El conocía hasta que pudo podía destrozar el espíritu humano la magia que ahí abajo se conducía y la deseaba.

Escucho la voz de Wilhelmina entre la oscuridad y la luz encendida de la antorcha, podía verse cada uno de los gestos de dolor del hombre ahí tirado en un rincón mientras la vida se le escapaba, los ojos cristalinos fueron apagándose lentamente mientras alzaba su mano hacia ella esperando por una salvación que no iba a llegar, segundos después había caído muerto sobre su propio cuerpo con unos últimos gorgoreos de sangre en su garganta.

Adrien alzó la vista, sus ojos azules reflejaban una pizca de demencia mientras sus labios se curvaban en un extraño gesto de satisfacción al encontrarla ahí abajo, él por supuesto sabía que había otras mujeres aparte de Lucienne que compartían el secreto, pero no de alguien tan joven como ella, parecía temerosa, su cuerpo hablaba por ella, pero él no iba a lastimarla, no lo haría ni tenía intenciones de hacerlo en un futuro cercano. Se puso de pie dejando el cuenco en medio de los símbolos que había trazado, sus manos estaban cubiertas de sangre y polvo negro, se paso el brazo por la mejilla quitándose los restos de la misma que habían salpicado sobre su rostro y luego dio un paso hacia ella.

¿Lo soy?... Si, lo soy… .- Su voz sonaba diferente, había algo en él que no estaba bien, pero todo estaba en su cabeza, hablaba para sí mismo.- Estoy haciendo una ofrenda, ¿No te han mandado a eso? Pensaría que si… que curioso… . - Dio otro paso más acercándose pero no a ella si no al cadáver.- Samahin ha pasado pero estoy seguro que no los han invocado aun, no pude sentirlo… ¿Es por White? Estoy seguro que lo sabes, de lo contrario no habría razón para que estuvieras aquí parada y no llorando por tu vida…

El se coloco frente al cadáver y volvió a inclinarse como si solamente estuviera examinándolo.- Que curioso, aun le quedaban 5 minutos, estoy seguro que fue una insuficiencia pulmonar, el hombre fumaba demasiado… - Luego acerco sus manos al rostro del hombre, estaba muerto. Su rostro se endureció de pronto cuando, en un movimiento frenético, acerco sus manos a las cuencas de los ojos del cadáver y sin decir más, le quito uno de los ojos bañando sus dedos en la sangre.

¿Crees que le gusten a Auberon? Estoy seguro que funcionan mejor que los chocolates envinados... .

Era un Adrien que desconocía totalmente, y nada tenía que ver con el efecto óptico que daba la antorcha. Había bajado la vista para ver al hombre que alzaba las manos hacia ella en un claro gesto de súplica pero desvió la mirada rápidamente quitándole el último halo de esperanza antes de morir. No tenía idea de lo que Adrien hacía ahí, y lo dicho, era un desconocido para ella. Su mirada, sus gestos. No lo había notado en el andar escolar casual porque no se habían topado mucho, pero era como si ahí se despertaran todos los demonios, también los que uno llevaba dentro, hablando de forma metafórica.
 
Aquella debía ser una prueba, una muy complicada. Quizá el asunto estaba en que probaban su lealtad, ver si era capaz de soltar todo en menos de un segundo solo porque se le aparecía alguien de confianza pretendiendo saber de qué hablaban. Estaba turbada por su expresión, no porque le sorprendiera que matara a alguien enfrente de ella, sino porque se notaba a todas luces que no estaba muy bien, porque no era lo mismo ver esa expresión en alguien que siempre había tenido como sensato, amable y caballeroso.
 
Negó con la cabeza con eso de las ofrendas y sus ojos verdes lo enfocaron más, entornándose, cuando mencionaba a Julius White con soltura. La recorrió un escalofrío por la columna solamente de pensar que estaba metiéndose en una trampa. No habían hecho rituales porque, según Wardwell, la magia se les estaba escapando de las manos, y que el asunto de los zombies en la morgue había sido un daño colateral que lo demostraba, por ende, había mandado detener muchas cosas dentro del sótano en lo que arreglaban ese “escape”. Hasta donde sabía, estaba en varios desacuerdos con White por esa razón.
 
No le contestó todo eso, solamente lo siguió con la mirada. Se mordió los labios y puso un gesto de asco inevitable cuando le sacaba el ojo al cadáver, y volvió a mirarlo entre la alarma y el desconcierto cuando mencionaba a Wardwell, el mismo que la había mandado ahí abajo a dejar esas cosas. Volvió a mirar el ojo entre los dedos de Adrien, estaba en la peor encrucijada de su vida. Y por alguna razón, sentía que tenía que medir sus palabras con Adrien cuidadosamente. Se pasó un mechón de cabello por detrás de la oreja y carraspeó, nerviosa como pocas veces, sintiéndose un poco estúpida y muy vulnerable también.
 
-Adrien…creo que lo mejor será que avise que estás aquí, si quieres entregarle ese ojo a alguien…
 
Se encogió de hombros tratando de parecer normal y dueña de la situación, segura de sí misma. No tenía la autoridad para sacarlo, ni para hacer preguntas, y tampoco iba a caer en la posible trampa de hablar de cosas que se suponía que no tenía que hablar con alguien que no sabía que había sido parte de esa secta. Dio un par de pasos hacia atrás. 
 
-¿Qué vas a hacer con el cadáver?

Le era difícil concentrarse en algo en específico, lo sabía. Mientras estaba observando a traves de aquel ojo que tenia entre las manos muchas cosas pasaron por su mente, entre memorias corporales que hacían le dolieran las extremidades hasta recuerdos de otros sacrificios de los que había sido participe. Era como ver a través de una ventana, lo apretó con dos dedos hasta casi el punto de explotarlo entre ellos, pero entonces Mina hablo nuevamente  y atrajo su atención al menos por un par de segundos, él tomo el ojo dentro de su puño y se levanto.

No tienes que preocuparte, seguramente si no lo haces tú alguien más lo hará… – Comenzó a caminar hacia la mesa de sacrificios, acariciando el ojo entre sus manos como si se tratara de una especie de criatura, luego lo dejo ahí e incluso lo acomodo para que quedara en el centro. – Aun que tal vez debas hacerlo, llama a alguien para mostrarles su error… .

Tampoco era imbécil por más loco que estuviera sus palabras eran premeditadas, había soltado nombres antes para adivinar la reacción en ella  y había funcionado justo después de que hablara de Auberon con soltura, sabía que era él quien la había mandado hasta ahí solamente por como reacciono su cuerpo ante la mención, misma que no había pasado al hablar de White.

Sonrió ampliamente con la mención del cadáver, luego se inclino para seguir con los símbolos y el cuenco de sangre.  Una de las cosas que Adrien siempre había tenido a su favor era la medicina.  Entendía que antes no le pidieran llevar cadáveres al incinerador porque era Murphy quien estaba a cargo y él solamente era un asistente de ese sanador mediocre, pero ahora con su inminente muerte técnicamente él había quedado al mando pues, a pesar de ser un estudiante ya era un egresado con menciones honorificas en la rama de la sanación mágica.  Pero eso tampoco se lo dijo a Mina, no sentía que tuviera que dar explicaciones al qué haría después.

Una pregunta a la vez señorita Schweinsteiger…  ¿Qué te han mandado hacer aquí? … oh.. y no digas “a vigilar”, por favor… . – No levantaba su vista del suelo mientras hablaba, estaba consciente de que ella seguía ahí en la habitación  pero no le prestaba atención a su existencia, como si no representara un peligro para él,  la verdad a esas alturas Adrien solo temía a una cosa y no era la muerte, sino algo mucho peor.

Lo que yo planeo hacer, por otro lado con el señor John Doe es extraer su páncreas para poder corregir un error que esta por cobrarle la vida al señor James Murphy... ¿Lo conociste? Era una persona patética, extremadamente inteligente, pero patética...  entonces,  si vas a llamar a alguien asegúrate que sea  a Wardwell para que piense mejor en quién puede confiar y quién no....

La frase de que si no lo hacía ella lo haría alguien más desató todas las alarmas. Era cierto, si perdía un segundo más sin avisar seguramente la que pagaría los platos rotos sería ella. Pero fue la frase sobre el error lo que terminó por cansarla de ese juego. Del miedo y la confusión pasaba paulatinamente al enojo, así que solo lo miró con los ojos entrecerrados antes de cruzarse de brazos, como si estuviera cansándose de niñerías. No sabía exactamente la historia de Adrien pero cuando fue él quien la interrogó a ella, decidió que no iba a permitir ni una cosa más. Tenía muy metido en la cabeza que, en primer lugar, ahí no se tenían errores porque costaban caros y que, en segundo lugar, no tenía por qué responderle nada, y eso fue justo lo que hizo.
 
En algún punto le había dado miedo moverse antes porque, fuera como fuera, que Adrien estuviera ahí sin que ella supiera que era parte de todo eso solo significaba algo malo para una persona dentro de esa húmeda y oscura habitación: para él. Por supuesto que se le había pasado por la mente que lo más seguro era que si daba la alarma inmediatamente fueran a matarlo, por eso había intentado ser razonable. Después de todo, Adrien era amigo de tiempo atrás.
 
-El señor Murphy se merece lo que le está pasando. Mató a mucha gente y lo peor es que ni siquiera fue a consciencia. Le hará un favor al mundo muriéndose de una vez.
 
La verdad le daba bastante igual si el tipo sobrevivía o no, porque ella no veía su extremada inteligencia por ninguna parte. ¿No había matado a muchos por nada más que negligencia médica? Igual, ella sabía perfectamente que de eso no iba el tema.
 
-Habla claro, Adrien. Crees que tienes algún efecto aquí, hablando sobre Wardwell y alardeando de cosas, pero lo cierto es que no lo tienes. Voy a darte la última oportunidad de que me expliques qué diablos haces aquí y qué es lo que se supone que crees que tienes tan cogido por los huevos.
 
Claro, su curiosidad por saber las respuestas a ese enigma en particular le podía, más que cierto grado de sensatez, pero se sentía tan segura en el lugar en el que estaba –el lugar al que correspondía, por fin- que se permitió alargar eso solo un poco más. Si Adrien no la cansaba, entonces se pensaría mejor las palabras que le dedicaría, efectivamente, a Wardwell cuando llegara, en vez de solamente decir que se había encontrado al loquito del bosque y fingir estar muy asustada. Quizá seguía siendo una prueba y es que, de muchas maneras se sentía observada aunque ni Wardwell ni White estuvieran ahí en persona, y sabía perfectamente por qué.

La mezcla viscosa del cuenco se le había pegado en las manos, había sangre y algunos coágulos con cosas parecidas a órganos internos, negrecidos por la otra mezcla con hierbas. Aun así, Adrien podía maniobrar bien en el suelo, trazando símbolos sobre otros, como si se hubiera quedado estancado en algún lugar espacio-tiempo. Luego se detuvo, sacado de su estupor y volteo a ver a Mina fijamente, cuando decía eso de Murphy y todo.

Adrien conocía a Murphy desde antes que fuera asistente en el área de Investigación, todo el mundo había escuchado hablar de él, el hombre conocía más ramas de la sanación que muchas personas cercanas a Adrien y realmente había contribuido en ese mundo con estupendas aportaciones. Si, había matado a mucha gente por estúpidas negligencias, pero esa no era su culpa, la culpa era de aquellos que pensaban en primer lugar que él podría utilizar sus conocimientos para ayudarles. No dijo nada al respecto, porque no podía culpar a Mina por no conocer de eso, de hecho su ingenuidad lo enterneció y volvió a sonreír a penas y curvando sus labios, pero la sonrisa no alcanzo su mirada.

Estas tomando valor, eso es bueno y bien apreciado… ¿habías visto eso antes? …¿Cómo se extingue la vida en los ojos de alguien?... – No contesto a su segunda pregunta, de hecho se levanto con el porte que siempre había mantenido. Adrien se movía con seguridad, pero como si realmente no supiera qué diablos estaba haciendo, pocas cosas en sus movimientos denotaban realmente nerviosismo y una de ellas fue volver hacia donde Mina se encontraba. Se acerco a paso firme, con el cuenco aun entre las manos y estando cerca de ella fue que volvió a hablar.

Tan suave… – Apenas murmuro, alzo su mano hasta la mejilla de Mina y la acaricio, manchando con la sangre de sus dedos la nívea piel de la joven. - ¿No lo entiendes, verdad? No es mi intención tener ningún efecto en ti o en ellos. Verás, hice algo malo movido por las razones incorrectas, no voy a disculparme con Auberon, pero voy a reparar mi error… – Sonrió esta vez como si estuviera diciendo la cosa más normal del mundo, luego soltó su rostro.

Y no se preocupe señorita Schweinsteiger… no trate de intimidarme, he visto, sentido y escuchado peores cosas que cualquier amenaza que pueda darme. – Con los modales que siempre lo caracterizaron, extendió su mano para tomar la de Mina con delicadeza, sin importarle que estuviera lleno aun de esa extraña y viscosa mezcla. – ¿Tienes alguna otra pregunta? … oh, estoy seguro que si… .

Alex estuvo buscando por todos lados a Adrien, tenía que hablar con él seriamente peo al parecer el muy idiota se había ocultado en quien sabe donde. 
Al llegar a la casa de la fraternidad, se encontró cara a cara con Auberon. Alexander sólo le tenía respeto a dos personas, a su madre, y al señor Auberon, y más después de lo que le hizo a Adrien. 

Auberon empezó con su típica pedorreta sobre la responsabilidad, el liderazgo y esas cosas que le decía cada que lo veía. Alex estaba a punto de darle algún pretexto para irse de ahí pero justo entonces, el señor miró su reloj y balbuceó algo de que se le hacía tarde y le pidió al joven que fuera a buscar a Mina que había tenido que bajar a dejar algunas cosas pero que aún no subía. 

Esa era la oportunidad perfecta para que hiciera algo con ella, respecto a su situación actual. Se despidió con un simple asentimiento de cabeza de Auberon y se dirigió hacia el sótano. Escuchó un par de voces pero el eco no podía reconocerlas, según Mina estaría sola pero al parecer no era así. 

Al llegar al último escalón, se dio cuenta de que ahí estaban las dos personas a las que buscaba. Escuchó un momento el monólogo que Adrien mantenía y cuando se acercó a la chica, Alex salió de la oscuridad y los miró alzando una ceja.

-Buenas noches, ¿Interrumpo algo?

Siempre recordaría la primera vez que vio morir a alguien, pero ahora que Adrien lo mencionaba, no había visto la mirada de Elisabethcomofuera cuando Jesse la había matado, porque la tipa había tenido los ojos vendados. Recordaba cuando le había hecho saber a Jesse que, de hecho, le hubiera gustado que la víctima la viera bien antes de morir. No habían matado a nadie todavía en ese sótano desde que ella había entrado. Wardwell estaba completamente seguro de que se tenían que revisar los rituales, que tenían que buscarse otros caminos, y no quería exponer a nadie. Además, mientras la pelea entre un Venerable y otro siguiera, no había mucho que pudiera hacerse, solo que para todos ahí estaba más que claro quién terminaría imponiendo su opinión encima del otro. Por decirlo de algún modo.
 
No se movió cuando Adrien se acercó, porque haber dado un paso atrás habría significado tener miedo. Solo hizo un mohín al sentir la sangre impregnando su rostro. Era la segunda vez que alguien hacía eso con ella, pero las razones y el contexto eran completamente distintas, por supuesto. No se limpió la cara pero la sustancia viscosa comenzaba a incomodarle, como si la sintiera escurrir demasiado fresca, desde su mejilla hasta su cuello.
 
-No estoy tratando de intimidarte. Pero creo que a este punto es obvio para los dos que no deberías estar aquí.  No creo que puedas reparar ningún error si lo que hiciste…te ha llevado a esto para hacerlo.
 
Miró de nuevo a su alrededor, el lugar lúgubre, el sitio más terrible en el que había estado o estaría jamás. Incluso el aire se sentía turbio, pero no se arrepentía de haber dicho que sí a su hermano, y de estar en esa búsqueda que sabía que la llevaría por caminos inesperados y que terminaría por carcomerla de un modo u otro. Notó como su mano se llenaba de esa mezcla. Bajó la vista y de alguna forma, esa sensación la inquietó más que la de la sangre en su cara. No le pudo contestar nada, porque Alexander llegó.
 
Era obvio, en algún momento alguien iba a bajar por ella. Respiró profundo, como si se hubiera quitado algún peso de encima y miró a Alexander casi con languidez. Sin inmutarse de tener la mejilla llena de sangre se separó de Adrien y negó con la cabeza en su dirección, no creía que tuviera muchas opciones en su futuro.
 
-Nada, qué bueno que llegaste. Voy a traer a Wardwell. Adrien dice que tiene un regalo para él. Lamento haber hecho que bajaras, necesitaba saber qué hacía…
 
Claro, sabía que no era su posición hacer las preguntas pero no había podido evitarlo, lo único que no quería era que eso tuviera consecuencias para ella. Antes de salir por Wardwell lanzó una última mirada a Alexander, esas que tenía bien estudiadas y estaban casi llenas de dulzura.
 
-¿Lo puedes vigilar? Está demente. No tardaré.
 

Volvería con Wardwell, aunque sentía una punzada de terror en la boca del estómago.
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El ambiente estaba bastante tenso en aquél lugar, y no era simplemente por todas las atrocidades que había vivido ahí y que, siempre que bajaba, llegaban su mente. La tensión que había entre esos dos era bastante sospechosa y necesitaba saber que pasaba, pero no era el momento ni el lugar para preguntar.

Si Adrien estaba en ese estado era en parte por su culpa, él hubiera podido hacer algo para evitar que todo fuera tan lejos pero no lo había hecho, tal vez ni siquiera hubiera podido hacer nada pero no lo intentó. El respeto por Auberon era demasiado grande como para tratar de retarlo. Además, tenía que pensar en su familia y en su bienestar, no podía ponerlos en peligro.

Asintió ante la respuesta de Mina y la vio caminar en dirección a la salida, mientras ella caminaba, Alex se quedó viendo a Adrien atentamente y con gesto serio. Cuando volvió a hablar, la miró un instante y volvió a asentir, la siguió con la mirada hasta que desapareció en el piso de arriba. Miró a su amigo y arqueó una ceja.

-Yo no creo que estés demente, pero debes de dejar de hacer esto... Si no te controlas, eso volverá a suceder y esta vez será peor - Estos últimos días Alex se había estado comportando como una nenaza, preocupándose por algunas personas o intentando ser "amable" y eso era bastante estúpido pero Adrien había sido un buen amigo y no quería que volviera a pasar por lo mismo pero si él mismo no se protegía entonces nadie podría.

Dio unos pasos al rededor del lugar sin esperar en realidad una respuesta de Adrien, simplemente esperando que Mina regresara con Wardwell para entender un poco de qué iba toda aquella platica tan "emotiva e íntima" entre ellos. No negaba que había sentido una pizca de celos al verlos así de cerca y en aquel lugar tan privado pero, regresando a la realidad, y conociéndolos a ambos dudaba que algo así hubiera estado pasando. Aunque nunca se puede confiar en nadie.

-¿Cuál es el asombroso regalo que tienes que darle a Wardwell? - preguntó por fin, deteniéndose y volteando a verlo fijamente. Ya no se trataba simplemente de "curiosidad" ahora temía que fuera a hacer algo para comenzar una guerra con aquel hombre, y estando Adrien como estaba, Alex no podía fiarse de nada de lo que hiciera hasta que no estuviera cien por ciento seguro que su salud mental había regresado un poco a la normalidad y no haría estupideces. Se acercó dos pasos hacia él en espera de una respuesta.

-Sabes que tus acciones tiene consecuencias, espero que no sea nada que pueda tener consecuencias graves -aquello no era una "súplica", estaba dicho en un tono que no dejaba pie a represalias ni a "peros". El instinto líder de Alex salía a la luz y, aunque nunca le había hablado o dado una orden a su amigo, ahora era necesario hacerlo o quien sabe que podría pasar.

La forma en que Mina se dirigía hacia él lo hizo enfadar, pero su rostro y sus acciones no lo demostraban, solamente tensó la quijada y se separo de ella como si le hubiera dado algún toque eléctrico. Inmediatamente en que escucho a Alexander salir de las sombras le dirigió una mirada directa y expectante, como si es que alguien más estuviera detrás de él, incluso su cuerpo se tensó portando una postura militar, misma que desapareció al momento en que este hablo y nada más.

Les dio la espalda a ambos, se giro hacia el cuerpo inerte en un rincón y puso un gesto de repulsión para después, como si fuera cualquier cosa, revisar los bolsillos del tipo de los cuales saco un pañuelo, estaba limpio y bastaba, lo llevo a sus manos y las limpio de aquella sustancia asquerosa al menos por unos momentos, en lo que Mina decía que estaba loco y que iba por Auberon. Se giró hacia Alexander y solamente desvió su mirada unos momentos a la escalera mientras la chica desaparecía entre ella, curiosamente Adrien parecía más cuerdo que en mucho tiempo, aun que evidentemente no lo estaba.

¿Qué va a volver a suceder? Ah… eso… – Le respondió con una amnesia fingida, luego comenzó a caminar hacia él a paso lento, aun limpiándose las manos.- ¿Y que se supone que debo hacer Alexander? ¿Solamente esperar a que Auberon supere nuestra tormentosa relación? No… yo no soy ese tipo de hombre y lo sabes.

Había por supuesto muchas cosas en juego con su salida de la secta, las influencias de su padre, el nombre de su familia, su propio futuro. Sabía dentro de sí mismo que Auberon no iba a darle otra oportunidad a menos que probara que servía de algo, Auberon lo detestaba y sabía que lo habría matado de no haber pensado en un castigo peor para él.

¿Regalo?... Claro… – Por unos momentos su mente viajo hacia otro lugar, pero negó un poco con la cabeza volviendo en si, le sonrió con ironía a Alexander y luego camino hacia el centro de sacrificios, donde le mostró un par de cosas en el suelo, pintadas con la nueva sangre y una mezcla muy parecida a la que utilizaban en los rituales. Solamente los señalo con un dedo varias veces.

Eso, White estaba equivocado en el orden de los símbolos, es por eso que el ultimo ritual se salió de control. Las practicas de White pueden ser retrogradas pero funcionaban, con errores que costaban vidas, pero funcionaban. Quería puntualizarle los hechos… – Y estaba seguro de que Auberon ya lo sabía, pero ¿quién más? ¿De qué le servía a un hombre tener una secta completa de cultistas si ninguno de ellos se atrevía a alzar la voz? Más aun cuando la salud del otro Venerable, Julius, estaba en ese estado.

Adrien sonrió y le dio una palmada en el hombro a Alexander. Eran compañeros y él velaba por su integridad, pero en esos momentos no había nada peor que pudieran hacerle. Tener que vivir con pesadillas y con recuerdos era peor que morir, Adrien ya no tenía nada que perder y lo sabía.

Ya no existen las consecuencias graves para mi Alexander ¿qué va a hacerme? ¿Matarme? Por favor, que lo haga y me libre de ellos de una vez. - Hablaba de sus recuerdos como si fueran algo tangible, incluso se toco varias veces la sien, donde había pequeñas manchas de sangre. Había perdido la razón y era más que obvio.

Cuando vio el rostro de Mina cubierto de sangre se alarmó. Mientras la chica le contaba lo que pasaba en el sótano, le tocó la cara para quitar algunos de los restos y luego bajó con ella. Solía desarrollar lazos afectivos inmediatos con la gente que entraba en el sótano, le había sucedido con todos los alumnos, incluso con Adrien, por eso las traiciones costaban muy caras.

La situación en la secta era de reestructuración. Había esperado mucho tiempo, con mucha calma, a que las ideas caducas de Julius White cayeran por su propio peso y por fin había sido su momento. Había sido mucho más fácil de lo que él mismo había esperado, incluso deshacerse de los adeptos acérrimos de White (por esa razón, Selvaggi  padre había sido extraditado, no por otra). El apabullante ir y venir de asuntos desafortunados, que habían empezado con lo de Adrien y terminado con la magia insostenible causando estragos en el campus, siendo el de los muertos vivientes el más destacable, le había limpiado a Auberon el camino a la mala, una inesperada ayuda extra.

Cuando puso pie en el sótano, hizo un gesto a Mina para que se mantuviera al margen y a paso lento se acercó hasta Adrien. Miró a Alexander como dándole la misma indicación que a la alemana. Pero no les pidió que se marcharan, siempre le había gustado tener audiencia.

-Creí que había quedado claro que no pertenecías más a nosotros, Morgan. Fui benévolo dejándote con vida, no entiendo por qué no aprovechas esa bondad, esperaba que el sentido común te indicara que no podías estar aquí.

Movió su varita de manufactura propia para amarrar las manos de Adrien y luego se acercó más a él. No entendía por qué la gente carecía tanto en esa universidad de instinto de supervivencia.

-¿Qué pretendes ensuciando el lugar?

Ni siquiera se había tomado la molestia de mirar a su alrededor a ver qué era lo que había hecho.

La salud mental de su amigo lo tenía alarmado y todos sus sentidos estaba alerta por si se le ocurría cualquier cosa. Adrien podría ser un idiota desquiciado pero seguía siendo su amigo, por muy cursi que sonara eso.

El verlo de aquella manera, tan fuera de si y sintiendo como todo a su alrededor quería atacarlo, era degradante, incluso para él. Debía de sacarlo de ahí antes de que Wardwell llegara y entonces, muy probablemente, lo matara.

-Sé que clase de hombre eres, y estoy seguro que no eres un maldito cobarde que prefiere morir. No me vengas con esas cosas o entonces yo mismo haré su trabajo -si quería que le hiciera caso entonces tenía que ser rudo, aunque eso no causará algún efecto en el joven.

Lo escuchó con atención mientras le revelaba aquello que había "descubierto" y arqueó una ceja incrédulo ante tales declaraciones. Todos sabían que White era un infeliz sádico pero, bajo su mandato, todo había salido de acuerdo al plan. Alexander no iba a ponerse en contra de ninguno de los dos, ahora Auberon estaba a cargo y, quisiera o no, le debía su respeto y obediencia.

Escuchar al joven decir que prefería morir antes de continuar con su vida, fue como un balde de agua fría para Alex, continuó con su pose firme y sería sin dejar de mirar al chico frente a él. En realidad no sabía que más decirle pero si Mina ya había ido por Auberon, no había mucho más que hacer.

Cuando iba a replicar y tratar de convencerlo de irse de ahí, escuchó pasos bajando por las escaleras. Se quedó en su posición sin mirar a los recién llegados y cuando su mirada se cruzó con la del hombre, hizo un pequeño asentamiento con la cabeza.
No podía ir en contra de una orden directa, pero tampoco podía simplemente aceptar aquello. Iba a esperar a que dialogaran y dependiendo de la situación, trataría de intervenir.

Mientras Auberon hablaba, parecía que todo iba con tranquilidad pero al verlo atarlo y no dejar que dijera palabra, hizo que Alex se tensara y carraspeara. Podía defender una causa justa pero no era lo mismo defender a alguien siendo el presidente de la fraternidad que uno más de la secta. No iba a levantar la varita contra él, no era estúpido.

-Disculpe señor -lo miró a los ojo, ignorando por un momento el sentimiento de que estaba haciendo algo muy estúpido- Este idiota no debería estar aquí, lo sé y él también lo sabe, pero creo que tiene algo importante que decirle. No creo que pierda nada en escucharlo -dijo encogiéndose de hombros como restándole importancia al asunto. Haberlo interrumpido podría costarle caro pero era algo que debía hacer, y después se las cobraría con el imbécil de Morgan.

Era obvio que Alexander quería ayudarle, pero él no lo veía de esa manera, tenía que estar ahí, tenía que hacer frente a todos sus miedos, hacerle ver a Wardwell que realmente podía servir de algo en ese maldito lugar, que aun había una manera de redimirse, porque al final de cuentas él no había pedido el compromiso con Charlotte, él no había pedido atarse a alguien de esa manera y estaba seguro que inclusive, muy dentro de él Auberon sabía que eso había sido lo mejor, la mejor manera de quitarle ese ridículo capricho a su hija de una vez por todas.

Adrien volteo a ver a Alexander y lo tomo de la camisa acercándose a él, cubriéndolo también de la mezcla extraña de sangre. – No tienes idea de lo que es estar en el infierno en el que estoy, no te atrevas a llamarme cobarde… – Pero entonces lo dejo cuando escucho alguien bajar las escaleras, se separo de él y sus ojos se abrieron con un gesto de terror y expectativa. Sus manos temblaban y automáticamente dio un par de pasos hacia atrás cuando vio la figura de Auberon salir a la luz en aquel lugar, no hablo de inmediato por que le tomo por sorpresa sus palabras y el hechizo que lanzó sobre él.

Quedo atado por su hechizo, sus ojos iban entre Alexander y el cuerpo muerto, la sangre y los símbolos, pero no se posaban directamente en el Venerable, su mente se había bloqueado e incluso llego a su parpado un pequeño “Tick” nervioso. Salió solamente de ese estado cuando escucho a su amigo abogar por él, fue como un golpe que lo hizo salir del estupor y entonces dirigió su mirada hacia el líder de la secta.

Lo he solucionado… – Dijo con una voz queda que poco apoco fue haciéndose más firme, audible. – Los errores de White… el ultimo ritual. - En sus labios se fue dibujando una sonrisa.- Pero, usted ya lo sabía… ¿Verdad? Puedo ayudarle, estoy seguro que no es el único que hizo mal, conozco a White desde hace mucho tiempo, lo he observado… y a usted… se… cosas… cosas necesarias… .- Permaneció unos momentos con su atención puesta en Auberon, sabía que aun lo odiaba, más aun, estaba seguro que en esos momentos él no dudaría en quitarle la vida. – Puedo ayudarle... Esta vez por mi propia voluntad…