Insomnio conflictivo

Sus últimos días habían sido un asco total, tanto que ya ni sabía que día de la semana era o si era día o noche. Sus constantes intentos por llenar el vacío con mas vacio ya no funcionaban, pero lo peor es que aunque pareció en algún momento entenderlo y querer dejarlo, había vuelto a perder ante su fuerza de voluntad. Su promiscuidad estaba creciendo, algo que no la enorgullecía pero era lo que había. Si a nadie parecía importarle, menos a ella. El alcohol también se estaba volviendo un gran problema, ya que incluso entre días de semana se salía por las tardes a beber al bar de la ciudad. Sola y otras no tan sola pero igual estándolo.

Ese día se lo había tomado por completo. No asistió a clases y permaneció encerrada en su habitación sin nada más que mirar aquel horrible color perla del techo. Estuvo sola con sus pensamientos, mirando el techo, sus pocos objetos de valor que decoraban ese frio cuarto, y revisando una y otra vez los mensajes de su móvil. Bandeja vacía. La bandeja estaba vacía M, supéralo. A absolutamente nadie le importaba si te desaparecías un día, dos o para siempre. Pero superar algo que afectaba a sus sentimientos no era fácil, y esa lección ya la había aprendido desde hace mucho tiempo, solo que seguía sin encontrar la cura perfecta para el gran problema que era tener un corazón.

¿La bruja estaba sensible? Eso parecía, pobre Maddie. Quizás debiste guardar el recibo de la tienda de segunda mano donde conseguiste la sensibilidad. Adiós reembolso, hola realidad. – Maldito insomnio – se quejo mientras se levantaba y arrojaba las sabanas al suelo. Estaba solo en ropa interior así que cogió una especie de camisón que se puso encima, aunque este no cubría mucho aparentemente pero era de noche, madrugada prácticamente y nadie la vería. Se fue directo a la cocina y saco un pote de helado de a litro que había comprado el día anterior y que conservaba en perfecto estado gracias a un hechizo. Incluso la relación con sus pocos amigos se estaba desquebrajando y ya ni sabía que era de ellos, si estaban bien o si estaban mal.

Era la hora en que los demonios salían y los iba a congelar con el rico sabor del helado en grandes cantidades. Pensaba compartirlo con Kitty un día que la invitara allí, pero de ella ni sus luces desde la feria, así que se lo comería sola. En la oscuridad, sentada en el sillón con las piernas cruzadas debajo de sí. Cada bocado la hacía suspirar sutilmente en lo que recargaba su cabeza hacia atrás en el respaldo y cerraba los ojos. En un rato se quedo así como pensando en nada, queriendo no hacerlo hasta que escucho la voz de una segunda persona. No había pierde, era Thomas. Reconocería ese tono de hablar aun estando entre miles de chicos gritando a la vez, ¿pero de que iba? Arqueo una ceja algo confundida y se puso derecha para observarlo mejor.

– ¿Disculpa? Pensaba que cuando alguien se cruzaba con otra persona lo primero que debía hacer era saludarle apropiadamente, ¿Dónde están tus modales, Thomas Chee? Que frecuentar a gente de bajo nivel para vender tu peyote no te haga un pobre diablo más – Lo dijo tranquila, como de broma en lo que plantaba su cuchara en medio de aquel pote grande de helado. Creía saber a qué se refería y quizás esa iba a ser un momento perfecto para aclarar todas las dudas que le estaban surgiendo. Se puso de pie y se quedo observándolo por varios segundos sin decir algo mas, solo le miraba como si tratase de tomar tiempo para armar alguna estrategia.

– Yo digo cosas de mucha gente, pero de ti… ¿acaso algo de lo que yo pueda decir te preocupa? – lo tomaba como una afrenta, por eso aunque su tono era despreocupado y hasta compartía cierto toque cínico como si se tratara de un juego, estaba poniéndose a la defensiva. – Venga, relajate un poco y cuentale tus lios a la buena Madison – sonrio de medio lado mientras se sentaba, palmeando el lugar de al lado para que hiciera lo mismo.

"Asi se veía"