A long time ago -Zelda-

15 de febrero de 2015.

Durante noches enteras, de absoluto encierro y depresión, Lucian pensaba y debatía el hecho de que su hermana estuviera muerta. Apenas unos meses pasaron desde su fallecimiento y no podía calmar el enojo y la ira que sentía, era como si aquello le quemara por dentro. No durmió en toda la noche y negado a comer, se mantuvo en su habitación. Ni siquiera se dio cuenta de que habían pasado tres días desde que se metió ahí. De pronto, alguien tocó a su puerta. Nadie lo había molestado en lo absoluto, hasta ahora y tremendamente fúrico abrió la puerta, lo que encontró detrás lo sorprendió.

- QUÉ DEMONIOS QUIEREN?!....Zelda? Qué haces aquí? -

El sol brillaba en su punto más alto, iluminando con demasía el cuarto del animago, a pesar de tener las cortinas puestas. El aspirante a auror lucía pálido, ojeroso y con la barba crecida, con el semblante sombrío y bastante deprimido. Al darse cuenta de que le había hablado mal a Zelda, bajó la mirada y le permitió pasar, avergonzado por su actitud.

Había conocido a Laise tanto como las circunstancias se lo habían permitido, o sea, no mucho. Pero sabía que había sido buena amiga de su prima un tiempo y también que había tenido una historia muy trágica, y eso era suficiente para hacerse una idea de cómo estaría Lucian. Y con razón. Sin embargo, tampoco era muy sano que siguiera en el estado en el que lo describían los otros Alpha, así que uno de esos días en los que se sentía con suficiente entereza, fue a visitarlo, a intentar sacarlo de ese estado terrible en el que se encontraba. Era su deber como amiga.

Tocó la puerta de su habitación luego de negociar con uno de los achichincles de Snyder que le permitiera la entrada y encima, que le diera santo y seña de dónde estaba su cuarto. Más o menos se había esperado un recibimiento malo, pero no tanto como ese grito.

-¿Cómo que qué hago aquí? Pues venir a verte, no es obvio.

Se enterneció por la manera en que bajaba la mirada avergonzado. Y tuvo ganas de decirle que no se sintiera mal y que no le importaban sus gritos, pero no quería ser el tipo de amiga condescendiente. Quería ayudarlo de verdad y sentía que solamente siendo sincera podía lograrlo.

-Estoy preocupada por ti, Lucian. Tienes que salir de tu encierro, tienes que volver a la vida. No puedes dejarte así, ¿entiendes?

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su facha

No le había dicho a nadie que estaba en su habitación, precisamente para no ser molestado. Ver a Zelda ahí, le molestó hasta cierto grado, simplemente no quería que nadie tuviera que decirle nada sobre como estaba llevando el asunto de su hermana, en conclusión no quería ser juzgado. Cada persona era libre de llevar su duelo como mejor le pareciera y a Lucian le parecía adecuado sumirse en una profunda tristeza. El enojo le duró poco, no podía molestarse con Zelda, era injusto para ella que le gritara o algo similar, casi no la veía y ponerse como un energúmeno no ayudaría en nada. 

Cerró la puerta detrás de Zelda y se sentó directamente en el sofá de plaza doble que tenía. Ya sabía la razón de su visita y aunque apreciaba mucho el gesto, ella no podía hacer gran cosa. Al menos, no realmente. 

-No te hubieras molestado, Z. Estoy bien...- 

No. No estaba bien pero prefería mentirle que en realidad sacar a relucir aquello que lo lastimaba tanto. No era una persona realmente muy expresiva en cuestión a las emociones de ese tipo, más bien era un tipo que se guardaba el dolor, la desesperación y la desazón. Peligrosamente, estaba a punto de reventar. 

- Si puedo. Esta es la forma con la que logro lidiar con su ausencia. No espero que lo entiendas. Gracias por haber venido, Zelda. - 

Tenía esa batalla interna en la que la razón quería que se fuera y lo dejara en paz y en la que pedía a gritos silenciosos que se quedara. Ya no quería pasar más tiempo solo pero era tan orgulloso que prefería seguir sufriendo antes que causar molestias o peor aún; lástima.

Zelda giró los ojos en cuanto Lucian le dijo que estaba bien. Negó firmemente con la cabeza y no soltó una risilla solamente porque los dioses eran benévolos.

-Sí claro. Y luces en óptimas condiciones. Mira, no estoy juzgando la forma en la que lidias con esto, en verdad. No vengo a decirte frases cliché como “seguramente Laise querría que fueras feliz”, pero me preocupas, y YO, como tu amiga, quiero ver que al menos intentes salir adelante, en verdad, al menos que lo intentes.

Zelda no se andaba con rodeos, y si bien al menos era un poco más empática de lo que eran sus primos, tampoco le gustaba ser condescendiente y hacer sentir a los demás que les tenía lástima. Y aunque no conocía mucho a Lucian, sí sabía que seguramente no le estaba siendo nada fácil.

-No estoy aquí para fingir que te entiendo, ya te lo dije. Lucian, no nos apartes de tu lado. Hay mucha gente preocupada por ti allá afuera. Yo estoy preocupada por ti y eso que nos conocemos poco. Sé que eres un tipo que tiene mucho más para dar que ojeras y cara de que estás a punto de morir de inanición. Al menos déjame llevarte a comer o algo.

A lo mejor estaba siendo testaruda, pero si no lo era entonces Lucian no iba a salir de ese círculo vicioso de autocompasión.

Parecía que no comprendía la idea de que si, iba a salir adelante, tenía qué. Aún conservaba a su madre y aunque no se hablaban, debía persistir por ella y por el mismo. El asunto era que se tardaría en salir en ese hoyo de autocompasión en el que solo se había metido, solo era cuestión de esperar. De un momento a  otro, sus hermanos alphas dictaron que lo mejor sería excentar a Lucian de los eventos sociales de la fraternidad hasta que Bill lo encontrara necesario. Agradecía infinitamente la presencia de Zelda en su habitación, le hacía bien hablar con alguien pero tampoco quería ser ese típico lastre que solo hacía cabrear a quién intentaba ayudar.

-Lo sé. Zelda. Sé que tengo que salir adelante, pero entiende, es condenadamente difícil. La culpa me está corroyendo lentamente y no sé como hacer que pare....-

Se encogió de hombros mientras seguía en el sillón, con la mirada fija en el suelo. Escuchando las palabras de Zelda que insistían en hacerlo reaccionar, le era tremendamente duro oírlas pero sabía que tenía razón.  

-No tengo hambre. Pero...quiero que te quedes, Zelda. Ya no quiero estar más tiempo solo...-[/b]

No sabía si sus palabras iban a servirle de algo pero esperaba que al menos recapacitara un poco. Claro que no estaba pensando en que se levantara en ese preciso instante y saliera a una fiesta, y se volviera loco y se olvidara del dolor, en lo absoluto. Lo único que ella quería era que al menos recapacitara y que lo meditara, que se tomara su tiempo pero que de verdad lo hiciera para luego decidir salir adelante.

Zelda sabía de pérdidas y de muertes, aunque no las había vivido directamente nunca. Lo sabía porque veía en Lucian la misma mirada que le veía a muchos de sus parientes, que habían sufrido durante varias guerras mágicas. Incluso lo veía en la cara de su padre, de algunos primos. Pero también por eso sabía que siempre había que intentar salir adelante, pasara lo que pasara.

-La culpa no es tuya.

No sabía cuántas veces había escuchado Lucian eso a lo largo de esos días, pero Zelda se lo dijo de todos modos y no fue en un tono condescendiente, sino honesto, casi demasiado crudo. No era cosa del acento que aún tenía muy marcado, era cosa de la intensión. Intentó buscarle la mirada, pero sin éxito, porque él la tenía clavada en el piso.

-Nunca has estado solo, lo sabes perfectamente. Pero no me voy a ir, me quedaré contigo, solo para asegurarme de que no mueras de inanición. Eventualmente seguro podré llevarte a comer.

Le acarició el hombro que tenía de su lado y luego se inclinó para besarlo en la mejilla.

-No te dejaré solo.

No era la primera vez que le decían que no era su culpa. Dentro de sí, Lucian sabía que no lo era per se, él no la había empujado a que se metería una cantidad ridícula que cocaína por la nariz, se sentía culpable de otra manera. Se sentía mal debido a que creyó y pensó que pudo haber hecho más por ella, no solo alejarse y dejar que se manejara como lo había hecho. Su relación se enfrió durante el último par de años y ninguno contribuyó a que se afianzara. Todo era muy tenso.

Solo negó con la cabeza mientras seguía pensando en la culpa y en la impotencia. Agradecía que fuese tan honesta, le dolían todas y cada una de sus palabras pero sabía bien que no era con afán de molestarlo, sino para que saliera del terrible pozo en el que se había metido.

 - No quiero que me lleves a comer a ningún lado. Solo quiero quedarme aquí…-


Correspondió al gesto haciendo lo mismo en la pierna, acariciándola de una forma amistosa. Aquel sencillo beso en la mejilla lo hizo sonreír, de la misma forma, se giró para devolverle el beso, rozándole la comisura de los labios.

- Lo lamento, Zelda. –

Zelda también tenía hermanos, Jörg y Elsa, pero ambos eran bastante bien portados, exitosos, unos Immëndorff de pies a cabeza que no cometían locuras. Ella había sido la oveja negra de su familia durante mucho tiempo, pero aún así jamás había llegado a preocupar a sus hermanos tanto como Laise había preocupado –y semi destrozado- a su familia. No se imaginaba por lo que Lucian estaba pasando y le era difícil ponerse en su lugar porque ni si quiera podía imaginar a Jörg ni a Elsa en una situación parecida.
 
Suspiró cuando le dijo que no quería comer y parecía que, por el momento, era una negativa definitiva. No insistió, aunque sí volvería a insistirle más tarde, porque no quería que se malpasara. Quizá no era tan su amigo como lo era de Mina, pero de cualquier forma sí era de las personas más cercanas a ella en ese continente y se preocupaba, no quería verlo sufrir.
 
Le sonrió al sentir el calor de su aliento cerca de su boca y alzó la vista hacia los ojos de Lucian para asegurarse de que viera la honestidad en sus ojos respecto a lo preocupada que estaba. Le pasó una mano por el rostro y negó con la cabeza.
 
-¿Qué lamentas? No tienes nada por lo que disculparte, ni conmigo, ni con nadie.
 
Se acercó a él y lo besó en los labios. No parecía un beso invasivo en lo absoluto, fue una muestra de cariño, porque le tenía confianza, porque sabía que no había malos entendidos.
 
   
-Tienes que ser fuerte, lo traes en la sangre

Ciertamente no tenía el humor de visitas. Ciertamente detestaba la idea de que alguien ajeno a él estuviera en su habitación. Ciertamente sentía un agradecimiento infinito hacia Zelda por lo que hacía sin deber hacerlo. Sonrió ampliamente al recibir ese beso, sorprendiéndose a la par. Nunca le había ocultado a Mina que Zelda le parecía tremendamente atractiva e incluso a la propia germana también se lo había dejado muy en claro.

Apenas pasaron un par de segundos cuando Lucían tenía el rostro de la joven en sus manos, mirándola fijamente, tratando de pedirle permiso de continuar. Ni siquiera esperó a su respuesta y la besó. Aquello no era simplemente agradecimiento y un evidente cariño hacia ella.

- No te atrevas a golpearme que no me arrepiento. Quería hacerlo desde hacía ya tiempo. -

Río por lo bajo y se levantó al fin de su asiento. Iría por las únicas cervezas que le quedaban. Pasaría la tarde con ella, conversando o simplemente haciendo nada. Pensaba en alguna razón por la cual no estrechó su relación de niños y todas le eran tremendamente ridículas, a excepción de una, Mina era muy posesiva y celosa, incluso hasta con sus amistades.

Se dio cuenta de la forma en que la miraba pero no hizo nada por evitar lo que a ese punto parecía inevitable y que hasta cierto punto, ella misma había desatado por las muestras de confianza y afecto que le había dado. Tampoco se iba a hacer la mustia y decirle algo como “no confundamos las cosas”. Pensó en Joe, pero no le debía ninguna fidelidad porque no eran nada oficial y hasta ese momento solamente habían salido y se habían acostado sin que hubiera nada serio de por medio, o así lo pensaba ella, así que tampoco iba a salirse por la tangente usando a Joe como excusa. Además no sabía si iba a hacerse oficial lo que tenía con él porque…bueno, todo mundo sabía que estaba loco por su ex novia y que incluso por eso era un ex presidiario y ¿qué se podía esperar de eso?
 
Recibió el beso de Lucian después de lo que parecieron siglos de meditación del asunto, aunque en realidad había decidido que no estaba haciendo nada malo en un segundo, quizá menos. Le tomó la nuca y lo acercó más a ella aunque aumentar la cercanía ya fuera francamente imposible.
 
-¿Golpearte? ¿Por qué haría algo como eso?
 
Le preguntó también riéndose sin querer, porque no entendía a qué venía eso. Ni era tímida ni estaba ofendida por lo que Lucian estaba haciendo. Lo vio levantarse y se pasó un mechón del corto cabello por detrás de la oreja en un gesto de coquetería involuntaria, aunque fue una suerte que él estuviera dándole la espalda.
 
-No importa, iba a hacer lo que fuera con tal de sacarte al menos una sonrisa. Objetivo completado.
 
Le dijo. Al contrario de él, ella no estaba pensando en su prima, ni en por qué no habían estrechado su relación antes, aunque era un hecho que Mina habría sido un potencial problema. Pero Zelda siempre se enfocaba más en el presente, que era lo que le importaba.
 
   
-¿De qué marca son tus cervezas? No vayas a decepcionarme.

Aún llevaba pesar en su corazón, demasiado. Pero no se atrevía a mostrarse más vulnerable y débil frente a Zelda, no quería que se preocupara más por él. De hecho, su presencia le había brindado un pequeño chispazo de alegría y se sintió muy reconfortado por ello. Abrió aquel baúl que fungía como nevera y tomó las cervezas, devolviéndole una melancólica sonrisa mientras regresaba a su asiento.

- Porque tu familia tiende a demostrar su deseo o ansiedad de una forma un tanto salvaje. - No lo decía de una mala forma, más bien pensaba que era mucho muy efusiva, tanto que solía. O eso pensaba dentro de su experiencia con los Schweinsteiger-Immëndorf.

-Solo tengo estas. La Guiness es tuya, yo me tomaré esta simple agua de cebada.

Se la puso en la mano y se quedó viéndola, sin pestañear. Le gustaba verla, podía pasar horas contemplando las líneas y las formas de su rostro. Sus llamativos ojos azules, esos carnosos labios o las cejas prominentes. Los pómulos delicados o el fuerte mentón. Para el animago, era muy hermosa.

Ni se percató de que se había quedado viéndola como idiota durante un tiempo. Su voz lo trajo nuevamente a la realidad. Le correspondió a esa risilla que soltó y bebió de la cerveza, que previamente abrió girando la ficha.

- Lo idiota que soy. Me reflejo en tus ojos y digo "Lucían eres un baboso, por qué jamás has salido con Zelda? Espera...lo intentaste pero tu tía Cordula te vetó de la casa" Entonces, me debes una salida. -

Se acercó más a ella para besarla, tomando con una de sus manos algo frías su mentón. La temperatura de su cuerpo comenzaba a aumentar poco a poco, adentró su lengua, tratando de comunicarle lo atraído que se sentía por ella. No era la primera vez que se besaban y que tenían sexo. Sólo que en ese preciso instante era un poco distinto.

- Me vas a arrojar a los leones como aquella vez en el zoológico? Para prepararme con una poción para los mareos.

Ah claro, la tía Cordula, era algo especial. Había estado pensando seriamente en mudarse con Wilhelmina ahora que su roomie anterior ya no estaba pero por alguna razón ese trato no acababa de concretarse, y ni hablar de vivir con Werther ahora que estaba casadote. No encontraba aún a alguien con quién vivir que no la sacara de quicio, así que por el momento seguía aguantándose las reglas de su tía Cordula, y lo hacía bien porque tampoco era una malagradecida.
 
-Yo no te debo nada, tú me debes a mi
 
Dijo con una sonrisa antes de recibir su beso. Lo tomó por la nuca y acarició el nacimiento de su cabello. Jugueteó con su lengua, ya sin pensar en las posibles consecuencias, ni mucho menos. Acarició su cuello con las yemas de los dedos y terminó de sellar el beso con uno más pequeño., casi recatado, jugando.
 
-Claro que no, aquella vez quería hacerme del rogar.
 
Bebió un trago más de su nueva cerveza, antes de jalarlo por la camiseta para que se acercara más a ella. No quería que creyera que estaba haciendo eso solamente por consolarlo, por alejarlo de su dolor o algo así, porque así no eran las cosas. Cuando lo tuvo muy cerca de ella de nuevo, metió la mano bajo su camiseta para acariciar un poco su abdomen.
 
-Tienes que conseguirme una roomie entre alguna de tus amiguitas, consígueme a la que sea más compatible conmigo.
 
Luego de eso se rió, como si dudara que alguna niña quisiera tomar ese paquete.
 
-O quizá simplemente sea mejor que me meta alguna fraternidad para disfrutar de mi propio dormitorio….
 
   
Lo tomó por la espalda, levantó su camiseta y cambió sus dedos por los labios, repartiendo besos suaves en el abdomen de Lucian mientras ella permanecía sentada en el borde del sofá.

-Ah sí? Yo te debo? Entonces déjame invitarte a salir - dijo después de recibir la respuesta a su beso. La temperatura de su cuerpo iba aumentando poco a poco, logrando qué fuese mucho más receptivo al tacto de Zelda. Lanzó una amplia carcajada al aire cuando mencionó que se hacía del rogar. Aquella vez logró darse cuenta desde un inicio pero gustaba mucho de seguirle el juego.

-Al final cediste...- Sonrió con una muy oculta intención en el rostro. La mano en su abdomen lo hizo soltar un ligero suspiro y formularse la idea en la cabeza de qué era lo que ocurriría ahí y eso, lo excitaba bastante. Guió su mano hacia arriba para que tocara su pecho y sintiera lo caliente de su piel.

-Terminarás volviéndola loca, casi tanto como a mí en este momento- Respondió con respecto a buscarle roomie. Medio sonrió y dejó que hiciera lo que quisiera con su camiseta. El contacto de sus labios con su abdomen lo hicieron estremecer, tomó una de sus manos y la sostuvo fuertemente mientras se inclinaba para recostar a Zelda y besar su brazo derecho de forma ascendente hasta llegar a su hombro. La miró con picardía y terminó de besar esa zona hasta llegar a el inicio de su cuello.

-Ya estás en Alpha disfrutando de mi dormitorio, no necesitas más - Instó haciéndose el gracioso para después atrapar su boca con un beso, esta vez mucho más hambriento, más pasional. Evitando que replicara a su mal chiste.

¿Invitarla a salir? Zelda le sonrió, no pudo evitarlo. No era difícil, en honor a la verdad, que alguien lograra llevarse a la cama, pero sí era difícil que lograra una verdadera conexión con alguien. Y en el caso de Lucian, eso sucedía, era más que solo acostarse con él y ya. De cualquier manera tampoco era de las chicas que se hacían falsas ilusiones con cualquier cosa, o que sacaban conclusiones precipitadas a la primera de cambio, era mejor así.
 
Podía sentir la piel caliente de Lucian en la palma de su mano. En verdad, no quería que él se hiciera ideas erróneas tampoco, como que estaba haciendo eso para intentar desviar su dolor, así que antes de hacer cualquier cosa lo miró a los ojos para asegurarse de que quisiera seguir en serio, porque lo deseaba, no por buscar un desahogo que no iba a encontrar al final.
 
Cerró los ojos al sentir el recorrido de besos por su brazo, lanzó un pequeño suspiro. Apenas y pudo reírse por su chiste tonto porque él le impidió hablar con un beso, que ella respondió sin poner ni un poco de resistencia. Lo besó como si quisiera devorarlo, ansiosa y atrapándolo en una especie de abrazo. Aunque cuando lo soltó no pudo resistirse a responder a su tontería con otra parecida.
 
-O sea, ¿cómo? ¿acaso me estás invitando a vivir contigo, Lucian Den Adel? Es muy pronto en nuestra relación para eso, primero debes pedir mi mano.
 
Sonrió y esta vez fue ella quien le impidió replicar besándolo otra vez. Y luego tomó la camiseta por el borde para sacársela por la cabeza y poder dejar su abdomen al descubierto, por fin.
 
   
-Dicen que los alpha tienen los mejores músculos, yo todavía no estoy convencida.

color=blue]- ¿Y yo para que quiero tu mano? Mejor te pido completa -[/color]

Se rió el mismo de la broma antes de sentir las yemas de los dedos de Zelda en su camisa para retirarla por completo. La conexión que ahora tenía con ella no era común; había chispazos de complicidad, camaradería y un auténtico sentido de la libertad que pocas veces había experimentado. Se permitía jugar con ella, olvidarse de su patético y miserable estado actual, por un momento disfrutarla y dejar que disfrutara. Soltó una carcajada amplia al recordar la primera vez de Zelda. Ella le había dicho no fue el primer hombre en su vida, que ya tenía una larga carrera en ese ámbito. Lucían recordaba su nerviosismo disfrazado y como era que no quería que lo hiciera como a todas las demás chicas por que era Zelda Immëndorf y no cualquier otra.

Se apretó contra ella, metiendo su mano por debajo de su espalda, para hacerla levantarla un poco y dejar una vista mucho mejor de su pecho. Con la mano libre, levantó su blusa y metió su cabeza dentro, moviéndose erráticamente para rozarla con su barba. Estando escondido entre sus pechos, trazó una línea fina con su lengua desde su ombligo hasta llegar al centro de su pecho. Con ambas manos desgarró la blusa, alejando los trozos de tela a los lados y dejando al descubierto a Zelda en sostén.

-Si no estás segura, puedes comprobarlo por ti misma-