La iniciación que nunca fue

Los preparativos para la iniciación casi estaban terminados. Había sido llamado personalmente por el presidente en curso de los Nu Delta para avisarle el día y la hora de la cita. Esa tarde Adrien había comido con sus padres lejos del campus, Joseph Morgan el director del hospital mágico estaba más que complacido por el desempeño académico y social del mayor de sus hijos y, ser parte de la fraternidad a la que él perteneció solamente era un escalón más hacia el éxito. Lo cierto es que la vida de Adrien había sido escrita desde antes que él naciera, todo era como hacer una pintura dentro del marco que alguien más le creo, imposibilitado por salir de los limites que alguien más ya había trazado.

Todo era un ir y venir de sombras, espectros de algo que no le pertenecía, pero aun con todo, lograba encontrar pequeños espacios en el tiempo para permitirse a sí mismo una satisfacción, en esos momentos su satisfacción era él. Si bien no era conocido por nadie en el campus la relación que había entre ambos era algo más allá de la simple amistad que se profesaban frente a los otros estudiantes. No es que hubiera algo malo en Marcellus, él era perfecto, no había nadie con quién pudiera comprenderse tan bien, no había otro ser humano con quién hasta ese momento hubiera sido tan honesto como pasaba cuando él estaba presente.

Aquella tarde el cielo estaba nublado como presagio a días funestos. Adrien estaba recargado sobre uno de los pilares cercanos al a facultad de ciencias políticas. Había terminado con antelación los deberes y quería por esos momentos pasar un tiempo grato con Marcellus. Estaba nervioso y ansioso, podía verse en sus movimientos que usualmente eran calmados ahora estaban volviéndolo loco. Sabía que podía confiar en Marcellus, que tal vez él estaría igual de nervioso pues también iba a aplicar para los Nu Delta, él podría comprenderlo, después de todo había escuchado que las iniciaciones eran terribles, casi inhumanas.

Se levanto inmediatamente al verlo y camino hacia él con una mano dentro del bolsillo del pantalón, le hizo una seña con la mano libre para indicarle que estaba ahí y simplemente espero con una media sonrisa en el rostro. Si bien el joven no era lo que podía decirse expresivo, con Marcellus realmente intentaba, por aprecio y cariño.

-Estuve esperando. ¿Cenamos? – Le paso un brazo sobre los hombros al joven que si bien era mayor que él Adrien siempre lo había tratado como un igual.

Cuando el grupo de miembros de la fraternidad Nu Delta se había acercado a él aquella tarde después de su práctica en el Club de Teatro, lo primero que cruzó por su mente fue una lista rápida de personas con las que había hablado, no creía haber ofendido a ninguno Nu, el menos no deliberadamente,  aunque a veces pasaba que lo hacía de todos modos, Marcellus era muy bueno con las palabras, pero algunas que él no tomaría como insultos a otros no le caía tan bien que digamos.
 
Fue extraño que la razón para aproximarse a él fue una invitación a ser parte de la Fraternidad. Al principio no estaba seguro de que estuvieran hablando en serio, pero por educación agradeció el gesto para luego averiguar si estaba en verdad presente o alguien estaba tratando de jugarle una mala broma y es que no era común que los Lovecraft estuvieran en fraternidades a pesar de su posición económica y social, ya por si solos podían ser una fraternidad propia después de todo.
 
Su tío Marshall fue quien le confirmó que la invitación era verdadera y que era decisión de Marcellus si él quería entrar a la fraternidad o no. Le tomó una tarde decidir que les daría una oportunidad, aunque estaría mintiendo si diría que era por la fascinación que le podía causar aquella fraternidad que lo hizo, no… la razón era mucho más banal y Marcellus le decía Adrien Morgan.
 
La relación entre ambos era una que pocos conocían, si no es que nadie en realidad, Marcellus había optado por mantenerla así porque Adrien parecía nervioso de que alguien indeseable supiera. El joven Lovecraft tenía la sospecha que era por toda la presión social que tenía en cima, pero le daba gusto que cuando estaba con él, Adrien parecía mucho más relajado que en el mundo que lo obligaba a no sentir nada.  
 
Así se dieron las cosas y finalmente la fecha de la iniciación estaba a la vuelta de la esquina. Marcellus suspiró mirándose en el reflejo de una de las ventanas de edificio, preguntándose si estaba o no haciendo lo correcto. La visión que su prima Ariadne había tenido aun le había ruido, pero no se la había compartido a nadie, sobre todo porque Ariadne había mencionado que ni ella misma pdía distinguir del todo si había sido una visión del presente o del pasado.
 
Sacudió la cabeza olvidándose de eso por un momento, se acomodó el cabello y caminó hasta donde había quedado de verse con Adrien, sonriendo abiertamente una vez que el chico se acercó y le pasó el brazo por los hombros.
 
"Cenar suena de maravilla, me estoy muriendo de hambre," le contestó animado y una vez que había caminado para alejarse de todos, se aseguró de que nadie los estuviera viendo y sin otro preámbulo, buscó besar a Adrien, sonriendo contra sus labios para luego separarse de él un poco, "Me hacía falta verte." 

Porque se sentía bien estando con él y porque tenía un sinfín de dudas sobre la iniciación, pero la razón principal por la cual estaba intentándolo era él.

Él no sabía las verdaderas razones por las cuales Marcellus había aceptado hacer la prueba de la fraternidad, así como tampoco sabía nada acerca de la visión de su prima y las dudas, si en algún momento el futuro Nu había pecado de egoísta y egocéntrico ese era. Durante semanas de todo lo que había hablado era de esa noche y lo mucho que definiría su vida, sus dudas y miedos al no poder complacer como necesitaba a sus padres, el que sería de él después de todo. Y es que simplemente hablar con Marcellus era distinto, estar con él era refrescante, no era como estar enamorado de Lucienne siguiéndolo como un insecto hacia la luz que eventualmente iba a matarlo. Él era muy distinto.

-Vamos entonces… - Estaba por dirigirse al food court cuando, en un momento donde no imagino, Marcellus detuvo su andar para acercarse a él y besarlo. El cerro los ojos uniendo sus labios con los de él en un beso profundo que culmino con él bajando el brazo que le sostenía por los hombros hasta la cintura, de es amanera lo atrajo hacia él y como un gesto de aprecio y cariño acaricio su barbilla y después cuello con la nariz.

-Sabes que hacer esto aquí es peligroso. – Le recalco, Adrien era una persona muy meticulosa y cuidadosa en los puntos personales de su vida. Tenía mucho en juego y por más que quisiera al joven arriesgarse así nada mas no podía dejarlo. Los sentimientos de culpa y remordimiento lo asaltarían en cuando el joven Lovecraft se retirara. Dio un paso atrás alejándose de él, con el sabor de sus labios aun sobre los propios, se mordió el labio inferior.

Perdona - No estaba rechazándolo es solo que siempre anteponía los deseos de sus padres ante los suyos propios. Se detuvo ahí unos segundos y luego sonrió de medio lado. – Bueno, al demonio…. – Sonrió casi soltando una carcajada libertadora. Se acerco al joven y lo tomo con ambas manos por las mejillas para volver a besarlo, esta vez de una manera más profunda, misma que hacía ver lo mucho que lo necesitaba. Era como una bocanada de aire puro en su vida. Mantuvo una de sus manos en la cintura de Marcellus, de esa manera evitando que él se alejara, con la otra seguía sosteniéndole la mejilla y luego fue hasta su nuca para de esa manera mantenerlo cerca de él.

Sabía perfectamente que peligroso el mostrarle afecto públicamente a Adrien o al menos esa clase de afecto. Se encogió de hombros porque no tenía excusa para su comportamiento, simplemente había querido hacerlo y lo hizo porque vio una oportunidad cuando al parecer todo el campus había decidido no estar ahí y se habían encontrado con un momento de privacidad en medio de tantos ojos que parecían querer verlos.
 
Trató de no sentirse decepcionado cuando Adrien se alejó un poco, sólo bajó la mirada y suspiró, asintiendo con la cabeza porque entendía lo que Adrien quería decir, realmente lo entendía y no se iba a enojar con él por recordarle lo que ya sabía.
 
Estaba a punto de decirle que no había problema cuando Adrien mandó su propio reprimenda al demonio, tomándolo por la cintura y la nuca para darle un beso que al principio tomó a Marcellus desprevenido, pero la sorpresa le duró poco y respondió animadamente unos segundos después, buscando en ese desplante de afecto la adrenalina del momento, porque estaban en un lugar público y aunque no había ojos mirándolos la escena trascurría como algo de cierta forma prohibido, momento digno de un verso en uno de los libros de Marcellus.

Disfrutó el momento, saboreando aquello que sabía existía en Adrien, aquella habilidad de improvisar y simplemente sentir, alegrándose de haber despertado un momento fuera del cuadrado control que el joven solía mantener sobre su vida y esperando que fuera tan agradable para Adrien como lo estaba disfrantando Marcellus.
 
Se separó de Adrien solo porque le faltaba el aliento y se rió sonriéndole con los labios ligeramente enrojecidos y los ojos brillando, para luego recitar lo primero que se le vino a la mente, "La conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo." Dijo citando a Shakespeare de la nada como era su costumbre, "Anda, no quiero que tu conciencia me mande por donde vine, ven." 

Buscó la mano de Adrien, entrelazando sus dedos con los del otro joven y lo jaló en dirección a los dormitorios, donde en privacidad no tendrían que preocuparse por una imagen que conservar de la cual Marcellus estaba consiente Adrien detestaba pero  aun así por todo lo que él era, no podía dejar de mantener.

Adrien no era una persona que improvisara o viviera la vida momento a momento, era meticuloso y bien cuidado en cada una de sus acciones, pensaba las cosas a veces demasiado y no le gustaba el desorden, sin embargo desde que había comenzado a salir con Marcellus todo su mundo estaba de cabeza y no de una manera que le incomodara, al contrario, lo hacía sentir vivo y que podía hacer cualquier cosa, incluso si se interponía a los deseos de sus padres o la vida que alguien más ya tenía planeada para él.

Disfruto de la cercanía del joven acariciando con sus labios los de él, acercándolo buscando sentirlo a su lado, suyo simplemente. Algo que le pertenecía fuera de cualquier orden o imposición, algo que él había elegido. Cuando se separo de él tenía unan sonrisa parecida a la suya en los labios y la mirada puesta en él, asintió suavemente con la cabeza y correspondió el gesto de sus manos sintiéndose perfecta y extrañamente cómodo con ello.

Recuerda, “De todas las bajas pasiones, el miedo es la más maldita.” – Respondió con otra frase del célebre escritor, luego se dejo llevar unos pasos por el italiano para, sorpresivamente jalarlo hacia él por la cintura y aparecer dentro de la habitación. Eso era más rápido.

Adrien no era una persona consciente de los otros, nunca lo había sido. Pocas veces se le tenía permitido centrarse en lo que quería o deseaba y cuando se le daba la oportunidad podía llegar a ser egoísta en sus acciones. Así pues cuando aparecieron dentro de la habitación que le pertenecía al chico, inmediatamente el estudiante llevo a Marcellus contra la pared, sin darle oportunidad de reaccionar después del a aparición.

Déjame confesar que somos dos
Aunque es indivisible el amor nuestro,
Así las manchas que conmigo quedan
He de llevar yo solo sin tu ayuda.
No hay más que un sentimiento en nuestro amor
Si bien un hado adverso nos separa,
Que si el objeto del amor no altera,
Dulces horas le roba a su delicia.

Le hablaba al oído, suave, susurrando. Acariciaba suavemente el oído de Marcellus con los labios dejando salir una a una las frases de aquel viejo poema. Sus manos como hablando por ellas mismas habían viajado hasta su cintura abriéndose paso hasta el abdomen del joven que ahora tenía ahí atrapado entre su cuerpo y la pared. Si, era joven y tal vez incauto al pensar que podía existir algo más entre ellos dos de lo que la sociedad les permitía, lo cierto es que su destino estaba en esos momentos sellados hiciera lo que hiciera.

Pasión infame la que el miedo habría de crear en sus corazones. El miedo a lo desconocido o quizás a lo que uno conocía de más, pero certeramente había razón completa en esas palabras y era precisamente por ello que buscó salir de la posible vista de todos, distraído por su propio pensamiento no vio venir el momento en que Adrien decidió tomar una ruta más rápido, usando un efectivo Aparicio.
 
Se había aferrado inconscientemente a Adrien cuando sintió el golpe de vertido, algo que siempre le molestaba de la técnica de aparición, por lo que fue fácil acorralarlo contra la pared sin darle tiempo de recuperar su balance.
 
Suaves y cargadas de pasiones eran las palabras de Adrien, un soneto de los preferidos del Lovecraft era el que le recitaba al oído y cerró los ojos, sintiendo su respiración acelerarse y su pulso correr más rápido. Coloco una mano sobre la cabeza de Adrien, lanzando sus dedos entre el cabello del otro joven y la otra entre ambos, colocándola sobre la de Adrien para guiarla más abajo de su abdomen, moviendo la cabeza hacia un lado para darle más lugar a Adrien a explorar su cuello.
 
"Fuertes razones, hacen fuertes acciones." Susurró una frase de nuevo de su escritor favorito en respuesta al mismo soneto que Adrien le había dicho y buscó la mirada de Adrien con una sonrisa juguetona pero sincera, "Y mi fuerte razón eres tú."
 
Era altamente probable que de no ser por Adrien y lo que compartían, Marcellus nunca hubiese aceptado aquella invitación a la fraternidad, porque no era algo que quedara con el, pero se vio dispuesto a intentarlo por una, como dijo, fuerte razón… y esa razón estaba en ese momento volviéndolo loco con un susurro de pasiones… y Marcellues estaba en un éxtasis mental que parecía aumentar con los segundos pasados.
 
Quiso besar a Adrien de nuevo, moviendo la mano del chico entre sus cuerpos a su entrepierna y acercándolo aún más para hacer casi inexistente la distancia, respirando un poco más pesado y sintiendo que probablemente ya había un sonrojo involuntario en sus mejillas. 

Marcellus era una persona que actuaba con la pasión que sentía en todo lo que hacía y le estaba entregando a Adrien ese sentimiento porque quería que el joven ansiara ese descontrol de pasión que solo Marcellus podía darle así como Marcellus deseaba la chispa que Adrien le daba a su vida.

Fue la sonrisa de parte de Marcellus lo que le desarmo por completo.  Jamás había sentido eso de parte de nadie, un amor correspondido. Durante toda su vida había estado enamorado, obsesionado de una manera casi enferma por Lucienne Wardwell, la mujer más despreciable de la vida. Aquella que lo arrastraba y humillaba a su antojo, que lo tenía como un títere bajo sus manos sin siquiera darle la dicha de algo parecido, de saber que en su corazón sentía algo tan fuerte como lo que él sentía por ella. Pero no, con Marcellus todo era diferente, era descubrir la capacidad que podía tener para preocuparse por alguien de verdad, por amarlo y querer su felicidad. Porque al final eso era lo que él deseaba, poder hacer feliz a Marcellus aun que fuera de una manera superficial, furtiva.

Adrien llevo una mano hacia la pared justo al lado del rostro de Marcellus, esto para ganar algo de soporte mientras deslizaba sus labios por su oído y luego cuello, se abrió paso entre su piel para besarle la clavícula y el hombro. Mientras  tanto con la otra mano que tenia libre misma que el joven había deslizado hasta su entre pierna comenzaba acariciarlo, al principio lentamente a penas tocándolo, haciéndolo desear de una forma que incluso era tormentosa para él mismo.

¡Oh amor poderoso!, que a veces hace de una bestia un hombre, y otras de un hombre una bestia.- Dijo entre jadeos buscando los labios de Marcellus una vez más, como si quisiera obtener el oxigeno de ellos. No pudo soportarlo mucho más, las ansias de tenerlo le superaban.  En un movimiento que pareció extender más la agonía de su necesidad se separo de él solamente para llevarlo hasta la orilla de la cama, lo sentó en la misma con una sonrisa en los labios y mientras continuaba con la marejada de besos y caricias comenzó a desabotonarle la camisa.

Podrías dudar que sean de fuego las estrellas.- hablaba en susurros mientras lo despojaba de sus ropas, lo miraba  a través de sus profundos ojos azules, llenos de la única sinceridad que en esos momentos conocía. .- Duda que el sol se mueva, duda incluso de la verdad sea mentira… pero no dudes jamás que yo … .- No termino el soneto pues se dirigió hasta los labios del joven tirándolo sobre la cama con cuidado.  Se coloco sobre él acariciando su piel, su pecho y el sinuoso camino hasta su entre pierna.  Ahora sus movimientos eran más seguros, sabía lo que quería y lo necesitaba.

Se acercó más, queriendo que la distancia fuera nula, acariciando el cabello de Adrien mientras el joven exploraba su cuello, haciéndolo suspirar en deseo, desear todo de él y a la vez guardar silencio absoluto para maravillarse de lo que le pudiera dar sin necesidad de pedírselo, como en ese momento, en ese contacto que había empezado furtivo, incluso tímido y estaba escalando con forme el deseo de ambos lo alimentaba.
 
Sonrió con alegría pura al escucharlo recitar aquellas palabras de su autor favorito, evocando un deseo ardiente con toque de locura, estremeciéndose de pies a cabeza por el contacto y la voz de Adrien diciéndole aquellas cosas  él, solo a él, pensando nada más en el en ese momento y en nadie más, haciéndolo sentir el centro del universo aunque no lo fuera.
 
Cuando Adrien se separó de él, no le dio tiempo siquiera de pensar, acortando la distancia al mismo tiempo que Adrien lo hacía, terminando sentado en la orilla de la cama con el joven sobre el susurrando palabras que lo volvían loco, diciendo exactamente frases que evocaban sentimientos de pasión que hacían que Marcellus quisiera cada vez más a Adrien, quien apreciaba toda la pasión que Marcellus tenía para dar, quien lo quería precisamente por ser como era.
 
No se pudo resistir, cuando Adrien estaba desvistiéndolo el hizo lo mismo para que ambos estuvieran en semejante condición, sin nada encima y sólo el calor de su deseo entre ellos.
 
"En altura, tu amor vence al linaje…" Lo tomó por el rostro, susurrando en sus labios mientras, besándolo cada vez que terminaba una fragmento, "Con  en soberbia al atuendo…" se acomodó, jalando a Adrien sobre el para pasar sus manos por los costados y la espalda del otro joven, con toques ligeros, a penas dados, "Al oro en fausto, en júbilo al de halcones y corceles…" Recitó inspirado, sintiendo una flama que ardían por Adrien, una que quería ver danzar en ambos.
 
Puso una ligera distancia para mirar a los ojos, jadeando ya puesto que sentía que el deseo estaba consumiéndolo y le sonrió, "Teniéndote, todo el orgullo es mío." 

Se abalanzó sobre él, girándolo para estar sobre Adrien, con una mano recorriendo su espalda baja, con la otra entre ellos acariciando su sexo, buscando que estuviera tan excitando como Marcellus ya estaba.

Si había una persona en ese oscuro y decadente mundo que podía comprenderlo ese era Marcellus, con una simple frase lograba tirar por el suelo todas las barreras morales que él mismo se imponía haciéndolo blanco fácil para cualquiera de sus deseos porque si, aun que el joven Lovecraft no lo supiera él tenía un pleno control de Adrien en esos momentos.

Mientras recitaba sonetos y le hablaba al pie de los labios Adrien simplemente se dejo hacer, quería tocar su piel, recorrerlo como en otras ocasiones lo había hecho. Marcellus era esa persona que le excitaba a un punto inimaginable.
El mismo se dejo poner contra la cama recargando su cabeza contra la almohada, el sentir las manos de Marcellus explorando su sexo le hizo soltar algunos gemidos ahogados mismos que buscaba opacar mordiéndose el labio inferior. Lo sentía a flor de piel, un torrente de energía recorrerle el cuerpo y hacer que su corazón latiera con fuerza mientras lo tenia de esa manera. Busco su pecho y tocarlo, sentirlo aun más cerca de lo posible. Su mente había quedado en blanco en esos momentos, solo existía su instinto primario, ese que buscaba hacerse del cuerpo del joven Lovecraft.

El pecado de amarme se apodera
de mis ojos, de mi alma y de mí todo;
y para este pecado no hay remedio
pues en mi corazón echó raíces.

Su voz apenas salía audible en esos momentos, entre jadeos desesperados y gemidos de placer. Ahora fue él quien con la fuerza que le restaba tomo a Marcellus por los hombros y lo puso contra la cama, acaricio con la punta de sus dedos su espalda, desde el inicio de la nuca hasta el final de su espina y así, cuerpo contra cuerpo, busco penetrarlo lentamente, disfrutando de cada segundo junto a él.

Si la muerte domina al poderío
de bronce, roca, tierra y mar sin límites,
¿cómo le haría frente la hermosura
cuando es más débil que una flor su fuerza?

Se acerco a su oído para musitar estas palabras en un tono entre cortado. Lo tenia sujeto por el pecho rodeándolo de una manera casi protectora con sus brazos. Luego no hubo más que un ligero vaivén de sus caderas que se fue incrementando lentamente hasta llegar a un desenfreno total.

No podía comprender como era posible que ambos se recitaran versos de amor entre tanto nublado deseo pero poco le importaba porque estaba amando cada segundo de ellos, dejando que el momento alimentara su pasión para hacerla carnal y demostrarla en hechos y no sólo palabras, plasmarla de la manera más primaria, más básica y más carnal que podía.
 
Sintió las manos de Adrien trazar su cuerpo, como si quisiera memorizar cada detalle del mismo, así como Marcellus lo hacía, con el deseo consumiéndolo y la pasión guiándolo. Su corazón estaba latiendo con tal fuerza que lo escuchaba retumbar en sus oídos, casi ahogando los versos que Adrien le estaba recitando, casi.
 
"Me enloqueces," le susurró con el poco aliente que tenía, repartiendo besos por todo su rostro y reclamando sus labios antes de volver a hablar, "Derroche del espíritu en vergüenza, la lujuria es en acto y hasta el acto perjura...  Sanguinaria, traidora, salvaje, extrema, cruel y ruda…"
 
Con un grito ahogado quedó de nuevo debajo de Adrien, mirándolo a los ojos mientras rodeaba sus caderas con sus piernas, dejándolo centrarse hacia su cuerpo y arqueando la espalda cuando lento y en cuidado se hacía paso dentro de él.
 
"Despreciada no bien se la disfruta... Sin mesura anhelada y ya alcanzada, olvidada sin mesura, cual un cebo que desquicia al incauto que lo traga."
 
Parpadeó sintiendo lágrimas en sus ojos que se mezclaban con el sudor en sus rostro, un gemino se formó en su garganta y lo dejó escapar sin mesura, precisamente como el poema que había estado pensando, aquel relacionado precisamente con lo que estaban haciendo.
 
Tomó a Adrien por el rostro, moviendo sus caderas para forzarlo a entrar en contacto con el punto dentro de él que lo volvía loco de placer, siseando mientras parecía que quería tomar el aire para respirar del otro joven y no del ambiente, "Desquicio los suspiros, los abrazos, los gemidos del antes y el durante… Júbilo al gozar, después penuria, promesa de alegría, luego un sueño."
 
Un grito ahogado se anidó en su garganta y hecho la cabeza hacia atrás sintiendo éxtasis construirse mientras Adrien se movía dentro de él. Cerró los ojos, abrazando a Adrien contra su cuerpo con fuerza, no quería soltarlo.
 
"… Lo saben todos, pero nadie sabe cerrar el cielo que lleva hasta ese infierno." 

Se pulso estaba completamente acelerado, su deseo firme entre ambos, era una milagro que pudiera seguir recitando, se rió ligeramente, ocultando el rostro en el cuello de Adrien, dejando que el otro joven siguiera moviéndose.

Una vez que estuvo dentro del joven no hubo ser más perfecto sobre la fas de la tierra que él, ese que le proporcionaba cobijo y sustento para mantenerse aferrado a la vida con el simple hilo de libertad del que colgaba desde que tenía memoria. Jamás había tenido un sentimiento tan profundo y sincero por nadie y le aterraba, le aterraba a tal punto que simplemente no podía dejarlo, no como cualquier cosa.

Y es que él simplemente no era uno más, era el todo que en esos momentos rodeaba su vida. Desde el primer momento en que ambos se conocieron hubo algo, una chispa que exploto en un mili segundo haciéndolos ver el uno para el otro, a pesar de las circunstancias o cualquier otra cosa. Marcellus sabía llegar hasta los rincones más profundos de su alma con unas simples palabras, el arma más poderosa que hasta ese momento Adrien podía conocer.

Maldijo interiormente mientras lo atraía contra su cuerpo, besando cada parte de él, queriendo recorrerla y memorizarla con sus manos, al tacto, pues cuerpo más perfecto no podía haber sido esculpido por otra clase de hombres. Lo quería, de una forma más profunda que a cualquier otra persona, él era lo bueno y estable en el mar de tormentos que conformaban su vida, dejarlo simplemente seria como estar a la deriva, le necesitaba y lo supo en esos momentos en que sus cuerpos se convirtieron en uno y el placer recorrió cada fibra de su ser.

Se mantuvo así por un par de segundos, antes de comenzar las embestidas. Fue solamente para hacerlo sentir cómodo, deseado, quería regresarle una parte del placer que en esos momentos estaba dándole y fue por eso que espero y luego fue guiado hasta el punto en que él quería, deseaba. Sus movimientos comenzaron a acelerarse rápidamente. Le besaba como si sus labios fueran el combustible que lo mantenía en pie en esos momentos. Gimió suavemente en su oído recitándole palabras que entre cortadas parecían no tener un contexto en especifico pero le decían lo mucho que significaban para él, no todas en su idioma madre, mezcladas con otros que él conocía. En esos momentos Marcellus se había convertido en un ser esencial en su vida, algo que simplemente no podía dejar de amar.

Entrelazó sus dedos en el cabello de Adrien, jadeando mientras se movían en un ritmo marcado, entre gemidos y palabras al azar que quizá tenían contexto, pero en ese momento poco importaban porque ambos estaban hablando en silencio, sintiendo en lugar de escuchar, dejando que fuera el corazón quien se hiciera paso como una estampida, una fuerza de la naturaleza incontrolable, un momento que aunque fugaz habría de permanecer en ellos por siempre.
 
Tenía que decirlo, tenía que plasmarlo en sus palabras y no las de otros, cerró los ojos, clavó las uñas en la espalda de Adrien y sintiendo su voz quebrarse, "T-Te amo…"
 
Se arqueó al sentir su punto de éxtasis llegarle, estremeciéndose mientras la evidencia quedaba entre ambos, sobre su abdomen y el de Adrien. Jadeó sintiendo que las piernas le temblaban y las bajó a la cama, sin soltar a Adrien porque no quería, se sentía tan cómodo, tan contento y tan querido que en caso de que fuera un sueño, se negaba a despertar.
 
Él era una persona cuya vida se regía en la pasión. Un ser completamente vehemente que al sentir lo hacía con todo su espíritu, con toda su alma y con todo su corazón, pero no se había sentido así desde con alguien antes, Adrien le había despertado un nuevo grado de pasión que estaba seguro iba a perdurar inclusive cuando el sueño terminara y la realidad viniera a cubrirlos con su sombra.
 
Marcellus quería todo de Adrien, pero sabía, comprendía que el otro joven no podía dárselo, sin embargo quizá era mejor estar en aquella clandestinidad, aquel secreto detrás de puertas cerradas que obligarse a no sentir nada.
 
Lo abrazó aun sintiéndolo dentro de su cuerpo, no quería moverse, parecía mucho esfuerzo, por lo que dejó que Adrien terminara mientras él se hacía en confort con simplemente tenerlo tan cerca, sintiendo su corazón latir contra su pecho en un ritmo acelerado como el suyo estaba en ese momento. 

El sueño tenía que terminar en algún momento, pero Marcellus quería posponerlo lo más que le fuera posible.

Era el simple hecho de estar de esa manera dentro de él lo que le hacía perder la conciencia en esos momentos. Podría haberle declarado mil cosas al joven Lovecraft, pero no podía hilar pensamientos coherentes en esos momentos. No, en esos momentos solo quería sentirlo así, más profundo y fuerte. Ahogo algunos sonidos de placer con la almohada embestida tras embestida, perdiendo la noción del tiempo y espacio hasta que de pronto hubo una explosión de placer que le recorrió la piel de la cabeza hasta los pies.

Había escuchado la declaración de Marcellus momentos antes, aquello había terminado culminando con lo que él deseaba, lo que quería en realidad, lo que necesitaba. Todo eso en esos momentos tenía un nombre, mismo que escapo a modo de susurro por entre sus labios, cerca de su piel donde aun descansaban sobre él. No pudo decir más.

Había un poder muy grande en el sentir amor por alguien, Adrien lo sabía mucho más que cualquiera. Había sido por el amor a sus padres y la necesidad de no defraudarlos lo que le había obligado a seguir el camino que ellos le habían marcado, a seguir sus normas y reglas, porque no quería verlos destruidos. Había sido por el amor a su hermana que decidió estudiar sanación aun que con su intelecto podía haberse dedicado a cualquier cosa y ahora admitir que sentía amor por Marcellus podía hacerlo cometer cualquier estupidez que mandara al demonio todo lo demás. Y lo haría, podría hacerlo. Por él, por ambos.

Adrien se tumbo a su lado con la respiración agitada, rodeo con un brazo a Marcellus casi de una manera protectora y le dio un pequeño beso en la frente. El también deseaba permanecer así simplemente con él a su lado, pero eso no podía ser.
Fue él el primero en levantarse sobre la cama. Hizo las sabanas a un lado y miro a su alrededor con una sonrisa en el rostro.

-Voy a tomar un baño, tú puedes ducharte después y pediremos algo para cenar. – Suspiro como si quisiera llenarse los pulmones de aire. Vivir simplemente. Tomo algo de ropa y se encamino hacia la regadera, luego dio un par de pasos de regreso como si hubiera olvidado algo importante. Le dedico una mirada a Marcellus, realmente quería decirle cuanto le importaba, sin embargo las palabras no salieron de sus labios esta vez. Simplemente se resigno y entro a la ducha.

Sostuvo a Adrien contra sí mismo al sentirlo alcanzar su clímax, parpadeando rápidamente mientras miraba el techo en una nube de embelesamiento hasta que la respiración de ambos se calmó, una vez que Adrien se separó de si dio un ligero gemino y después se dejó abrazar por el joven, cerrando los ojos para disfrutar el momento.
 
Adrien se había hecho de un lugar en el corazón del Lovecraft que probablemente estaría ahí siempre, aunque el tiempo demandara otra cosa, aunque el mundo entero reclamara su existencia, la realidad era que en secreto tras puertas cerradas el habría de conservar ese lugar para Adrien porque así lo deseaba, el resto del mundo podía pensar lo que quisieran, el no cambiaría de opinión.
 
"Hmmm…" respondió para asegurarle que lo había escuchado, aunque no quería moverse aún, tenía que tomar una ducha pero esperaría a que Adrien saliera del baño o nunca iban a pedir la cena.
 
Se giró sobre su estómago para ver a Adrien caminar hacia el baño y luego suspiró sintiéndose extrañamente satisfecho, sonriéndose porque el momento había sido, en su sentir, casi perfecto.
 
Le encantaría escuchar de palabras propias de Adrien su sentir, pero no iba a reclamarle nada por usar las de su autor preferido, no le iba a reclamar por no contestar su declaración de igual forma porque entendía, hasta cierto punto, porque no lo hacía.
 
Se pasó las manos por el cabello, acomodando un poco la maraña en que había quedado tras su acto de pasión.
 
"Far away…The ship is taking me far away…Far away from the memories… Of the people who care if I live or die," tarareó mientras recogía su ropa, "Starlight…I will be chasing the starlight, until the end of my life…"
 
Miró la puerta del baño, entrecerrando los ojos con duda, "…I don't know if it´s worth it anymore."
 
Miró su camisa en sus manos, recordando la visión de su prima Ariadne y lo asustada que se había visto al narrarla, desesperada porque no entendía lo que había visto, porque el poco sentido que le podía dar se resumía en que esta se centraba en Marcellus y el edificio de los Nu Delta, además de una imagen fugaz de una persona que en descripción parecía ser Adrien entre varios desconocidos.
 
Se preguntó si Adrien podría decirle más y si era conveniente o no involucrarlo.

En cuanto entro a la regadera soltó un profundo suspiro a penas entre abriendo los labios. El sentir el agua sobre recorriendo su cabello y deslizándose por su piel lo calmaba, le relajaba. Aun podía sentir un cosquilleo interior por el acto de pasión que recién acababa de pasar entre él y el chico Lovecraft, no era la primera vez que sucedía, pero cada vez era diferente. Adrien comenzaba a preguntarse cuantas veces más podría ocurrir aquello antes de que algo funesto les ocurriera, a uno o a otro. Estaba siendo muy irracional y egoísta al mantenerlo a su lado a pesar de que no podía darle lo que él necesitaba, aun y cuando no lo pidiera podía ver en Marcellus la necesidad de algo más, o simplemente era el hecho de que estaba queriéndolo de verdad lo que le hacía sentirse así.

No tardo mucho tiempo en salir de la ducha. Adrien siempre había sido una persona ordenada así que cuando abrió la puerta ya estaba vestido correctamente, como si simplemente fuera incapaz de no mantener una apariencia perfecta todo el tiempo. Estaba abrochándose las muñequeras de su camisa cuando le dedico una sonrisa de medio lado.

-Tu turno… iré por la cena – Le hizo un gesto con la mano para indicarle que el baño era todo suyo. Dentro de ahí todo estaba impecable, Adrien era muy consciente, cuidadoso y meticuloso en esos aspectos de su vida. Había sido criado de esa manera.

Le dio paso libre para que se encaminara hacia adentro y luego tomo su varita. Se apareció en uno de los lugares de food court de comida y pidió una cena completa para llevar. El no comía comida rápida cualquiera, incluso podría decirse que si, tenía un paladar exigente. La comida se la dieron de inmediato, solamente se detuvo unos momentos pues se encontró con personas de la fraternidad que le daban la bienvenida a pesar de no haber hecho aun la prueba, prácticamente él tenía su camino comprado desde mucho tiempo atrás.

Cuando se apareció en el dormitorio nuevamente coloco una mesa plegadiza y dejo las bolsas ahí dentro esperando a que Marcellus saliera.

- Disculpa por tardar. Me encontré con chicos de la fraternidad y tuve que hacer el protocolo social de los novatos. ¿Qué me dices de ti? ¿Estás listo para mañana? - Se sentó en una silla que había traído hasta él acomodando correctamente los cubiertos antes de comenzar a comer. No iba a empezar sin él, era una falta de educación.

Levantó la vista cuando Adrien salió del baño, ya vestido y completamente recto como era su costumbre, le sonrió mirándolo embelesado por un momento y luego registró que Adrien él había dicho algo.
 
"¿Eh? Sí, claro… gracias."
 
Se dirigió al baño, no sin antes robarle un beso rápido a Adrien y luego cerró la puerta riéndose entre dientes por su infantil acto, recargándose contra la puerta cerrada por un momento, para luego entrar en la ducha.
 
Se relajó bajo el caer del agua, disfrutando el resbalar del líquido sobre su cuerpo por un momento para luego seguir con la ducha como debe ser, cuando terminó Adrien aún no regresaba, así que aprovecho para vestirse y dejar el baño impecable, como lo encontró y luego prosiguió a secarse el cabello con la toalla que estaba usando.
 
Estaba sacudiendo la cabeza cuando Adrien re-apreció en la habitación con la comida, disculpándose a pesar de que Marcellus no le estaba reclamando nada. Le sonrió asintiendo con la cabeza y se acercó a la mesa, sentándose frente a Adrien y contemplando la pregunta por un momento con quizá más seriedad de la que el otro joven hubiera esperado.
 
"Estoy listo," le dijo sin mucho preámbulo, "No tengo idea de cómo será, solo espero no terminar demasiado mal, ya escucho a mi Tío quejarse cada semestre de Iniciaciones que se pasaron de lo planeado, sinceramente estoy viendo porque ese no sea nuestro caso."
 
Miró las bolsas de comida con curiosidad, "¿Qué trajiste?"
 
Quería cambiar de tema, pero era como si no pudiera ocultarle su ansiedad a Adrien, así que finalmente suspiró y dejó de intentarlo, "Adrien... ¿tú conoces más sobre la fraternidad de lo que dejan saber? Es que…"
 
Se pasó las manos por el cabello, eligiendo sus palabras, "Como sabes en mi familia la videncia es un don que florece, una de mis pariente con ese don es mi prima Ariadne, quien hace poco tuvo una visión muy… extraña."
 
Parpadeó recordando lo que Ariadne le había descrito… El edificio de Ciencias Politicas y Sociales… un largo pasillo, personas encapuchadas de pies a cabeza, sus otros detrás de una máscara… paredes con símbolos extraños… un circulo en el suelo… un altar… y Marcellus en medio de todo eso con una expresión de angustia.
 
"Vio algo… un lugar lleno de símbolos y al parecer yo estaba ahí y por lo que me dijo no me veía satisfecho de estarlo… ella de inmediato me preguntó sobre este lugar, pero no sé de qué está hablando." 

Aun no estaba seguro si decirle más, puesto que el mismo se sentía nervioso del resto de la visión.

Le gustaban esas muestras espontaneas de afecto que venían de Marcellus, esto por el simple hecho de que era tan contrarrestante a él mismo que le encantaba.  Se había desaparecido aun teniendo el sabor de los labios de Marcellus sobre los suyos y ahora que estaba ahí nuevamente en la habitación junto a él  trataba de contenerse para no ser él quién volviera a besarle.  De alguna manera esas ganas de tenerlo junto a él le hacían mal y lo sabía.

Decidió simplemente dejarlo pasar y acomodar correctamente los platos sobre la mesa, eran tres en total. Sonrió ante la curiosidad de Marcellus pero no se lo dejo  ver hasta que estuvo sentado en la silla con la servilleta en el regazo listo para comenzar.

-Para comenzar esta noche tenemos una Sopa Húngara, espero que esta vez este al punto.  De plato fuerte tendremos lasaña la cual puedo corroborar es deliciosa en ese lugar y para finalizar, souffle de chocolate.  Espero sea de tu agrado, me tome la libertad de pedirlo porque era lo que yo deseaba cenar.

Le hizo un gesto con la mano mientras le daba pie a que comenzara probando él primero los alimentos, por cortesía más que cualquier cosa.  Lo veía ansioso y no era para menos, se decía que las iniciaciones en las fraternidades de Bassett Knapp eran terribles incluso muy peligrosas. El índice de internos en el hospital por esas épocas siempre era un poco más alto, incluso más de lo que decían pues solamente una selecta parte de personas lograba pasar los estándares de las fraternidades.

Conozco lo suficiente… – Levantó una ceja intrigado por las palabras de Marcellus. Claro que él sabía mucho más de la fraternidad de lo que se decía, su padre así como el padre de su padre y el padre del padre de su padre habían pertenecido a los Nu Delta Pi, cuatro generaciones de Morgan, contándolo a el por supuesto, habían asistido ahí y sido participes de las recompensas que eso significaba.

Le prestó atención a las palabras de Marcellus con un semblante serio y taciturno, Adrien nunca se había fiado de las personas que se decían videntes, no porque fuera mentira que tuvieran el don, si no porque a veces las visiones eran muy abstractas y centrarse en algo que no podía ser exacto y fidedigno era una ridiculez, pero no se lo dijo tal cual a Marcellus, simplemente lo dejo seguir explayándose como si de esa manera pudiera liberar lo que tenia dentro de él.
Las siguientes palabras realmente lo pusieron en alerta, una muy grande, pero su semblante no cambio, era como si el chico pudiera tener un perfecto control de sus emociones, así se le había enseñado desde siempre.  La narración en los labios de Marcellus le hizo click en el interior, sabía perfectamente de lo que estaba hablando.

Adrien conocía de los rituales que se hacían en el sótano de los Nu Delta desde poco después de salir del colegio en Salem, su padre se lo había presentado así como Julius y Auberon y algunas de las familias más importantes con las que él se había codeado durante  toda su vida. Si bien aun no estaba calificado para obtener beneficios directos o asistir directamente a esas reuniones, sabía bien lo que en ese lugar se hacía y también tenía un juramento inquebrantable que lo ataba completamente a cualquier explicación que tuviera que darse.

Pero no era solamente el deber con los Venerables lo que lo aterrorizaba, lo que en esos momentos y que su mente capto de inmediato como peligro inminente era que Marcellus tuviera esta información con él.  Si bien las cosas podían interpretarse de muchas maneras, Adrien solamente las podía interpretar de una sola.

- No tengo idea de que estás hablando – Dijo de una manera seria, tratando de guardar las apariencias.
No había probado la comida, pero sentía que el apetito se le había desaparecido.  Era el momento, tenía que decirlo y lo sabía, era la única manera de mantener a Marcellus alejado de todo eso.

Marcell… ¿Por qué estás haciendo todo esto? Es decir, ¿Realmente te interesa entrar en esa fraternidad o estas haciéndolo por mi?  -Su mirada fue acusadora, directa, como si pudiera leer dentro de él.  – Sabes que voy a casarme con Lucienne…  esto no puede continuar por mucho tiempo.

Porque al final esa era la verdad y era momento de afrontarla.

Miró la comida con una pequeña sonrisa, deleitándose en los detalles que Adrien presentaba en sus actos, como el escoger la comida, el poner la mesa, en presentarla… todo lo que hacía estaba lleno de los detalles que habían hecho que Marcellus se enamorara de él.
 
"Excelente elección," le dijo una vez presentada la cena, tenía hambre pero no tenía ganas de comer, no con el pensamiento de que sus preguntas podrían o no ser contestadas… y si lo hacían, era probable que la respuesta no le gustara.
 
Estás en una habitación… hay símbolos en las cuatro paredes… aún más en el suelo… hay un altar de algún tipo… no reconozco los símbolos, no son ninguno de los usados por nuestra familia… pero no tengo que conocerlos para saber que son… no sé qué son exactamente, solo que son inusuales… oscuros… runas de contención e invocación supongo.
 
Y ahí te veo, en el centro de la habitación cerca del altar… estas de rodillas y tienes sangre en las manos, estas temblando y murmurando en la lengua de los antiguos, no te ves bien… te ves herido y buscando ansioso una salida… pero en cuanto de pones de pie uno de los encapuchados te obliga a arrodillarte de nuevo, no puedo entender que dicen después… Marcellus tengo miedo, tengo miedo de que esta visión pase a cumplirse.
 
La forma tan seria de contestarle fue lo que lo hizo levantar la vista en duda, hacía un momento estaba de mejor humor, pero parecía que la pregunta de Marcellus le había hecho recordar temas más serios. Hizo una mueca de dolor cuando la pregunta se avecinó como una flecha dirigida hacia su pecho, porque sabía que iba a venir tarde o temprano.
 
Jugueteó con los cubiertos al estar nervioso, evadiendo la mirada de Adrien porque no quería ver nada más que lo que sentía por el en sus ojos, "Estoy… creo que me conoces lo suficiente para saber que las fraternidades no son los mío…" levantó la vista porque no podía mentirle, no quería hacerlo, "Pero si tú estás conmigo, entonces quería intentarlo."
 
Sintió la ola de nostalgia, el peso de la realidad ahogarla y las palabras que sabía perfectamente sellaban lo que tenían como imposible, parecía que el sueño estaba terminando.
 
"Lo sé…" le dijo en voz baja, porque sabía que un día, probablemente pronto, Adrien desposaría a Lucienne Wardwell siguiendo una tradición y el deseo que el mismo Adrien tenía por la joven.
 
"Y… y lo entiendo…" cerró los ojos, suspirando para luego ponerse de pie y tomar a Adrien por el rostro, colocando se frente contra la del joven, "Y cuando tenga que ser, me iré… sólo… no me apartes antes… por favor… déjame seguir soñando un poco más."
 
Sintió que las manos le estaba temblando un poco y se esforzó por sonreírle, "Adrien…"

Solamente pudo asentir un par de veces con la cabeza mientras Marcellus le explicaba que en efecto las fraternidades no eran lo suyo, lo que sinceramente lo desanimaba en más de un sentido, el chico Lovecraft tenía un potencial gigantesco y podía ser un estupendo eslabón por si mismo dentro de la fraternidad, pero ahí no se podía obligar a nadie a hacer nada, mucho menos a Marcellus. La segunda cosa que lo había decepcionado era en efecto escuchar que hacia todo eso por él, lo hacía tener una carga innecesaria y un sentimiento de responsabilidad que en esos momentos no podía afrontar, no teniendo también las expectativas de su padre por la espalda, las de la fraternidad y el culto. Era demasiado para él.
Su semblante permaneció taciturno, se cruzo de brazos como símbolo de rechazo, negación. No estaba conforme con lo que el Lovecraft estaba diciéndole en esos momentos y estaba tratando de hacerlo obvio, cuando él deseaba dar algo a entender, lo hacía incluso sin necesidad de palabras.

La situación con la familia Wardwell era difícil de manejar en muchos aspectos. Para empezar estaba la estrecha relación que había entre su padre y Auberon, ambos habían sido compañeros de fraternidad y estaba seguro que su padre apoyaba al otro Venerable en todo lo que él deseaba, como muestra de amistad desde siempre habían querido unir sus familias. Adrien había sido creado con la idea de desposar a Lucienne, siempre había estado obsesionado con ella como si fuera la única verdad en su vida, lo único que podía ser real. Pero también había sido rechazado y tratado como basura por la joven semi veela. Era un demonio en la piel de un ángel y lo sabía.

Y precisamente como Lucienne lo hacía, había rechazado hacia un par de meses casarse con Adrien como se había estipulado desde siempre por puro capricho adjudicando en que ya no estaban en el siglo pasado y que de casarse, tendría que mantener su apellido y más cosas. Eso los llevo a la situación donde se encontraban en esos momentos, tratando de convencer a la semi veela o simplemente hacer lo más lógico posible: casarlo con Charlotte.

El punto es que de una forma u otra su destino estaba sellado.

Macell… - A penas y murmuro cuando Marcellus se coloco frente a él. Extendió sus brazos para ponerlos sobre su cintura. Lo abrazo atrayéndolo hacia él, deleitándose una última vez con el calor de su cuerpo y su cercanía.

No puedo… .- Termino por alejarlo de él. Se levanto llevándose las manos a la cintura ahora él, tratando de tomar una decisión difícil en esos momentos. - Mientras más tiempo pase las cosas serán más difíciles. Si haces esa iniciación y entras en la fraternidad estarás poniendo una carga, algo sobre mis hombros que no debería ser Marcell. Lo mejor será que terminemos esto ahora antes de que los sentimientos comiencen a entrometerse en el futuro.
Cuando Adrien tomaba esa actitud usualmente parecía una persona mayor, con la mente siempre un paso adelante, pensando las consecuencias de los actos, todo.

-Y no se pueden tomar decisiones con los sentimientos, nunca son imparciales. Ese es el problema con los seres humanos en general, nos dejamos llevar por sentimientos, amor, odio, esperanza, orgullo, pero al final no pensamos en lo que es mejor para nosotros si no en lo que queremos de manera inmediata, yo no soy de esa manera, nunca lo he sido y nunca lo seré.

Se había sincerado con el joven, pero aun detrás de su mirada podía verse que había algo más detrás de toda esa palabrería. Estaba alejándolo, pero las razones no parecían ser suficientes. Nunca lo eran.

De inmediato notó que Adrien estaba molesto con él por su respuesta, no había sido la adecuada, pero era la verdad, Marcellus no le quería mentir diciéndole que le interesaba la fraternidad por otra cosa que no fuera su presencia, porque era probable que sería un pésimo actor para sostener la farsa.
 
Sintió una vez en su cabeza que murmuraba cada vez que Adrien lo llamaba Marcell, una voz que le decía -Sabías que esto iba a pasar, ¿Por qué insistes en dejar quenos hagan daño? Tsk…- pero la ignoró como muchas veces antes lo había hecho.  
 
Disfrutó el abrazo, aunque este fue de corto vivir y lo dejó con un sentimiento de vacío seguido de un mal presagio, como ver el horizonte sabiendo que la tormenta estaba por llegar y no había nada que pudieras hacer para evitarla.
 
"¿Adrien?"
 
Dio un paso hacia atrás, mirando la postura de Adrien y la forma en que su cuerpo decía más que sus palabras, el joven estaba molesto y renuente y Marcellus no podía reclamárselo porque estaba consiente que su relación había empezado aun sabiendo que iba a terminar de esta forma.
 
Pero le hubiese gustado que ese momento no hubiera llegado tan pronto.
 
"Ah…" dijo acerca de la fraternidad, no tenía ningún comentario fuerte contra ese argumento, "No fue mi intensión hacerte sentir responsable de mis acciones, discúlpame."
 
Lo miró a los ojos, escuchando sus palabras con una expresión en blanco aunque sentía que se ahogaría en su propia tristeza.
 
-Y de nuevo, estamos aquí porque dejaste que nos pasara, sabías que él no podría correspondernos como queríamos-
 
Ignoró la voz en su cabeza, cerrando los ojos y dando un largo suspiro, irguiéndose para hablar con calma aun cuando no la estaba sintiendo.
 
"Dame esta noche," le dijo, miró la cena aunque no sentía tanto apetito, pero quería esos últimos momentos con él. Lo miró de nuevo, "Dame esta noche, mañana no me presentaré a la iniciación… y después de eso no te buscaré, no te pediré nada más… No me interpondré en tus planes… pero dame esta noche."
 
Se quería llevar un buen recuerdo junto con la amargura que le causaba ceder, porque quería pelear, gritar y nunca dejar ir a Adrien, pero desde el principio ambos habían dejado la situación en claro y si aquella vida de sociedad era la que Adrien había escogido, Marcellus no se la iba a arruinar.
 
Quería ser egoísta, pero no a costa de Adrien… quizá era mejor verlo sonreír a distancia, que no verlo nunca…
 
-Eventualmente lo superaremos, eventualmente.- 

Esta vez sí escuchó a la voz en su cabeza que sonada igual que la suya, porque quería creerle.

Adrien nunca había sido una persona que supiera lidiar realmente con sus emociones, siempre había sido tan cerrado que en esos momentos le costaba creer que alguien realmente hubiera llegado profundo en él, al punto de querer mandar todo al demonio. Pero es que también era la primera vez que llegaba a sentir algo correspondido, el primer amor de verdad.  Era difícil separarse de él, en esos momentos le estaba costando demasiado tener separado el deber del querer, la lógica y razón de la locura sentimental.

La tristeza de Marcellus prácticamente podía Inhalarse en el aire, lo sentía, con cada poro de su piel, con cada mirada que le dedicaba. Estaba destrozándolo y lo sabía, le dolía en lo profundo, peor así debía de ser. Ambos se habían enrollado en ese juego en el que sabían iban a terminar perdiendo, pero aun así no se arrepentía de nada.

Lo siguió con la mirada tratando de ocultar dentro de una máscara de seriedad sus propios sentimientos, ahogados, profundos dentro de él.  Cerró los ojos al sentir el contacto de Marcellus sobre él y negó con la cabeza tomando sus manos así, de la forma en la que estaban.

No lo hagas Marcell… nunca ruegues por momentos a quién no lo merece… tu eres más que una simple noche  -. Lo dijo con sinceridad. Marcellus necesitaba a alguien quién lo pudiera amar a la luz del día, no alguien para esconderse entre los rincones como ladrones en la oscuridad.

Llevo una de sus manos hasta el cuello de Marcellus, lo tomo por la nuca y lo atrajo a él besándolo nuevamente, una última vez, amarga, de despedida.

No quiero seguir lastimándote, no lo mereces. No te merezco.   – Se separo de él aun con su sabor en los labios, abrió los ojos para buscar su mirada y le dedico una triste sonrisa.

No vayas mañana, no hagas esto por mí, haz esto por ti. No es tu camino y lo sabes. Brillas demasiado por tu propia cuenta. No los necesitas. – Termino agregando con un hondo suspiro. Quería pensar que las cosas no estaban terminando tan mal después de todo. Solo estaban despertando antes de tiempo.

Marcellus miró a Adrien con resignación en los ojos, rosando su pulgar sobre la mejilla del otro joven, compartiendo una sonrisa cargada de tristeza, porque entendía las palabras del aspirante a Sanador, realmente las entendía todas y cada una, pero eso no cambiaba el hecho de que lo estaba perdiendo.
 
El besó se sintió como una terrible despedida y se aferró a él como si de su vida se tratase, aunque el mundo seguiría girando, aunque eventualmente el continuaría su vida también, el saber y comprender que la vida seguiría no era lo mismo que no sentirse afectado por el curso que esta había tomado.
 
"Me hubiese gustado quedarme contigo," le dijo en voz baja, colocando su frente contra de la Adrien de nuevo, compartiendo un largo silencio, porque si seguía hablando, si no escogía sus palabras, entonces iba a terminar haciendo el ridículo y no quería que Adrien lo viera con lastima el día de mañana.
 
–Mi turno. –
 
Sintió como de repente todo se desvaneció y luego Marcellus no estaba ahí, sino aquel que mantenía sellado dentro de sí mismo todo el tiempo, el balance que todo tiene, pero más literal.
 
–No me vas a olvidar, – Marcell se separó de Adrien, dando media vuelta y cruzando los brazos –Incluso cuando estés con Lucienne, mi recuerdo se va a ferrar a ti por siempre Adrien Morgan, porque esto, nosotros, es tan importante para mí como lo es para ti, aunque ahora quieras sacarnos del sueño antes de lo deseado. –
 
Lo tomó por el cuello con una fuerza y demanda que no eran normales de su persona, robándole un beso que probablemente sería el último y sonrió contra sus labios pero al mismo tiempo un par de lágrimas escaparon de sus ojos, bajó la cabeza, riéndose suavemente de su propio desplante aunque no podía dejar de llorar.
 
–Ni siquiera puedo reclamarte el cómo me estoy sintiendo… – lo miró de nuevo y abrazándose a sí mismo –Espero que seas feliz, un día, que encuentres el momento en que esto no será una añoranza sino la sombra de tu realidad, en verdad espero que lo encuentres, porque no voy a aceptar que me dejes por menos, más te vale que lo seas. –
 
Parpadeó unas cuantas veces, regresando a su centro y luego negó con la cabeza, secándose las lágrimas porque no entendía porque había dejado que esperan.
 
"Gracias Adrien… por compartir el sueño conmigo."
 
Cerró los ojos, soltando un largo suspiró y antes de que se pudiera arrepentir desapareció de la habitación.

Tenía razón a Adrien también le hubiera gustado permanecer más tiempo al lado de Marcellus. Lo complementaba de muchas maneras, aquello que tenían iba más allá de lo físico, era la persona que más se había acercado a él posiblemente en toda su vida. Podía compartir muchas cosas con él, sentirse aliviado con la fresca actitud del joven, él era como una bocanada de aire fresco en lo asfixiante de su vida.

Pero no podía ser. Porque él estaba inmiscuido en asuntos terribles de orden mundial en los que sabía que iba a terminar arrastrándolo. Porque sus padres ya tenían planes para él y porque, a pesar de todo, seguía sin tener la fuerza para desafiarlos, porque sabía que no era lo más correcto y por que, dentro de todo, no quería hacerlo, no quería ser igual que Anya y que cubrieran sus indecencias con mentiras para que la sociedad no los viera como la porquería de familia que en el fondo conformaban los Morgan.

Lo tomo de las manos tratando de sujetarse a él, entonces sintió como si de pronto todo cambiara en su actitud, algo que lo descoloco completamente. Abrió los ojos para encontrarse con Marcellus dándole la espalda, había conmoción en el gesto de su rostro, nunca había escuchado al joven hablar de esa manera, no a él al menos y estaba seguro que no a cualquier persona de la universidad. Marcellus siempre mantenía una actitud afable, muy distinta a la que ahora se percibía del sujeto. Sus palabras le calaron en lo profundo pues sabía que era verdad cada una de ellas, pero se mantuvo firme.

Cerró los ojos cuando sintió ese beso sobre él, pero no se movió, no lo respondió. Esa persona frente a él era un extraño hablando, diciendo lo que estaba oculto dentro del alma del joven Lovecraft. No lo culpaba, lo comprendía completamente.

-No estoy dejándote por eso ¿Qué no vez? No estoy hecho para esto, para sentir de verdad. No puedo permitirme sentimientos verdaderos hacia nadie… simplemente no puedo. No hasta que pueda ser libre al fin.

¿Cuándo sería eso? Ni él mismo lo sabía, cuando su nombre estuviera lo suficientemente en alto como para no necesitar el de su padre, cuando sus ambiciones fueran cumplidas, cuando cumpliera los planes de su vida. Entonces podría permitirse amar de manera verdadera, no antes.

Se giro hacia donde el joven se había dado la espalda, no podía irse así nada más. Alzo su mano tratando de alcanzarlo pero solamente una estela de la aparicion se quedo en sus manos como polvo en el viento. No sabía si estaba bien o mal lo que había hecho, pero él nunca se arrepentía de sus decisiones, por más que esa partida estuviera doliéndole profundo.